“Hoy le he escrito a Farrell pidiéndole que me acelere el retiro, en cuanto salga nos casamos y nos iremos a cualquier parte a vivir tranquilos”, escribió Juan Domingo Perón a Eva María Duarte el 14 de octubre de 1945, desde su detención en la isla de Martín García.
Los días previos al 17 de octubre fueron un infierno especialmente para Evita. “Te encargo le digas a Mercante que hable con Farrell para ver si me dejan tranquilo y nos vamos al Chubut los dos (…) Debes estar tranquila y cuidar tu salud mientras yo esté lejos para cuando vuelva. Yo estaría tranquilo si supiese que vos no estás en ningún peligro y te encuentras bien".
La multitudinaria marcha de la Libertad del 19 de septiembre de 1945 había provocado firmes planteos militares contra el binomio del presidente Edelmiro Farrell y el multifuncionario Perón. Este último no sólo era vicepresidente, sino además ministro de guerra y titular del Departamento de Trabajo. Las presiones de sus camaradas lo obligaron a renunciar y fue llevado detenido a la prisión militar que funcionaba en la isla de Martín García.
Un amor de película
La relación entre ambos había comenzado en el mítico Luna Park, la noche del sábado 22 de enero de 1944. El coronel Perón, Secretario de Trabajo y Previsión, había organizado un acto benéfico para recaudar fondos para los miles de damnificados que había causado un violento terremoto en San Juan el 15 de enero a las 20:52, que había dejado la provincia virtualmente destruida.
Perón contaba entonces con 48 años. El 10 de septiembre de 1938 había fallecido su primera esposa, Aurelia “Potota” Tizón, una maestra y concertista de piano con la que se había casado en 1925. Lo había acompañado en su carrera, lo ayudaba en la preparación de las clases y presentaciones que realizaba y estuvo con él mientras fue agregado militar en Chile. Estando en el país vecino, debió viajar a la Argentina para hacerse tratar, ya que le habían diagnosticado cáncer de útero. Al enviudar, el oficial fue enviado a Europa –un poco como trabajo pero también como distracción- para que estudiase la evolución de algunos de los países, especialmente Italia, en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial.
María Eva Duarte nació en Los Toldos el 7 de mayo de 1919. Era hija natural de Juana Ibarguren y de Juan Duarte, un estanciero y político que tenía su propia familia en Chivilcoy. Luego de 1926 cuando éste falleció en un accidente, la madre –que se ganaba la vida cosiendo para afuera-, Eva y sus hermanos Blanca, Elisa, Juan Ramón y Erminda quedaron desprotegidos y decidieron mudarse a la ciudad de Junín.
En 1935 Eva, ya con una clara vocación artística, decidió probar suerte en la ciudad de Buenos Aires. Viajó primero con su madre; más adelante, su compañía inseparable sería su hermano Juan.
Comenzó a relacionarse con el ambiente artístico, con compañías teatrales y con la meca del espectáculo que entonces eran la radio y el cine. Trabajó en programas radiales y tuvo un papel en la película La cabalgata del circo, protagonizada por Hugo del Carril y Libertad Lamarque. Su protagónico llegaría en 1945 con La pródiga, dirigida por Mario Sóficci.
El encuentro
La noche del Luna Park dicen que hizo lo imposible por acercarse a Juan Perón, por entonces una figura en ascenso. Ella estaba junto a sus compañeros de radioteatro en ese evento benéfico. Los relatos fundacionales del peronismo discrepan sobre cómo se conocieron. Unos dicen que fue el coronel Domingo Mercante, amigo de Perón y futuro gobernador, quien los presentó; otros, que esa tarea le cupo a Roberto Galán, joven maestro de ceremonias de la velada.
En la misma línea de relato, Eva le habría pedido a Galán que la anunciase ya que deseaba declamar una poesía junto a otras actrices. En un momento que vio oportuno, la actriz se acercó al coronel. “Eva entró en mi vida como el destino”, diría años más tarde Perón. Ella escribió: "Aquel fue el día más maravilloso”.
Hablaron. Ella con pasión, mientras él escuchaba sorprendido por la vehemencia de esa mujer irresistible, a la que había visto por primera vez días atrás en una reunión con personalidades del mundo del espectáculo. No se separarían más. Él se mudó a un departamento de la calle Posadas, al lado del que ocupaba Evita y su hermano.
La carrera política de Perón continuó hasta los días claves de ese octubre de 1945. Fue desde su encierro en Martín García que le escribió: “Viejita de mi alma, tengo tus retratos en mi pieza y los miro todo el día con lágrimas en los ojos. Que no te vaya a pasar nada porque entonces habrá terminado mi vida. Cuídate mucho y no te preocupes por mí, pero quereme mucho que hoy lo necesito más que nunca”.
En esas jornadas Eva, desesperada, trataba de conseguir un recurso de hábeas corpus a favor de su pareja. Cuando por fin Perón fue trasladado al Hospital Militar Central, los planes del militar ya eran otros.
Un sencillo casamiento
Si deseaban construir un futuro político juntos, debían formalizar. Se casaron el 22 de octubre de 1945 por civil en la ciudad de Junín. A Perón no le importó los comentarios de sus compañeros de armas que se escandalizaron por unirse a una “actriz”. Lo hicieron en la Escribanía Ordiales, ubicada en Arias y Quintana. Los casó Hernán Antonio Ordiales, jefe de la sección Primera del Registro Civil. Los testigos fueron Domingo Mercante y Juan Ramón Duarte.
Pero aún restaba el enlace por iglesia. Fue ella la que se decidió por la parroquia San Francisco de Asís, de la calle 12, entre 63 y 64 de la ciudad de La Plata. Eva y su familia tenían predilección por los franciscanos y le habían tomado especial cariño a al padre Errecart.
Pero las cosas no serían del todo sencillas. Fijaron casarse el 29 de noviembre en una ceremonia que pensaron reservadísima, sólo para la familia. Así lo había dispuesto Perón. Pero el dato se filtró y cuando la pareja estaba llegando a la iglesia, la multitud que estaba reunida en la vereda convenció al novio a dar la vuelta. “Yo así no me caso”.
Fijaron nueva fecha para el 10 de diciembre en la misma iglesia. Y esta vez nadie se enteró. Los padrinos fueron nuevamente Mercante y la mamá de Eva, Juana Ibarguren. Luego, la pareja descansó unos días en la quinta de San Vicente. Esa fue su luna de miel.
No había pasado mucho desde el encierro de Martín García, donde el coronel le mandó “muchos pero muchos besos y recuerdos para mi chinita querida”.
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