Para el veterano Osvaldo Hillar el 2 de abril de 2009, a 27 años de la Guerra de Malvinas, fue un aniversario diferente. No por el dolor y la tristeza que brotan de sus recuerdos cada vez que llega esa fecha tan especial, sino por el contexto. En esa ocasión se encontraba en Inglaterra. Había ido a Londres invitado por el Estado junto a otros cuatro ex combatientes.
Hillar perteneció al Grupo de Artillería Aerotransportado N° 4 de la ciudad cordobesa de La Calera. Estuvo en combate 56 días. Dos años después de la guerra se mudó desde Córdoba hacia su ciudad natal: Ushuaia. Desde allí trabajó y trabaja a diario para reconocer a sus “hermanos de corazón” y “concientizar” a las generaciones venideras.
En aquel viaje de hace diez años a la capital británica recuerda que como parte de la iniciativa conmemorativa le dieron a elegir una salida a un lugar emblemático de la ciudad. Junto a sus compañeros decidieron visitar el Imperial War Museum. A pesar de que en el museo estaba prohibido tomar fotos, Hillar llevó su cámara. Esa decisión, sin saberlo, sería el puntapié de la historia que siguió.
En la recorrida por un área en la que se exhiben objetos de soldados argentinos y británico, Hillar se detuvo frente al muestrario y miró con atención una cédula de identidad militar, el documento que el Estado le otorgó a cada soldado bajo bandera que viajó a las islas.
La cédula estaba algo alejada, expuesta contra una pared, por lo cual él no alcanzó a distinguir el nombre y apellido de su dueño. Lo único que llegó a visualizar fue el número de identificación: 8. Hillar se acercó lo más que pudo, hasta donde le permitió la mampara de vidrio que los separaba, y, en su interior, le susurró su pensamiento: “Dentro mío le dije ‘yo te voy a llevar’”.
Hillar se propuso “agotar todas las municiones a través de la paz y el diálogo para que esa cédula vuelva a su lugar de origen, que es con su familia”. Para ello le tomó una foto -"me arriesgué, pude haber tenido algún inconveniente", cuenta- con la idea de, ya de regreso en el país, encontrar la manera de “transparentar lo que estaba en esa fotografía”. Finalmente lo consiguió y en la cédula se pudo leer el nombre del propietario: Daniel Oscar Diarte.
El soldado clase 62 Oscar Diarte era de Mar del Plata y había ido a las islas a desempeñarse como radio-operador en el GADA 601 de esa ciudad costera. Falleció el 3 de junio de 1982. Fue una de las víctimas de un misil lanzado por el avión inglés Vulcan B.2 sobre Puerto Argentino, como parte de la Operación Black Buck de la Real Fuerza Aérea (RAF).
El ataque fue a las 6.20. Testimonios en el libro Malvinas, 20 años cuentan que en un amanecer muy frío y con garúa, se escuchó el ruido de los motores de un avión que sobrevolaba la zona y de pronto, la explosión retumbó hasta varios kilómetros. El misil impactó en el director de tiro Skyguard. En esa acción también perdieron la vida el soldado Jorge Alberto Llamas, el teniente Alejandro Dachary y el sargento Pascual Blanco.
Hoy, los restos de Diarte descansan en el Cementerio Argentino de Darwin. Y su cédula de identidad ya no se exhibe en el museo londinense: ahora está en manos de su madre, Dalis Cejas de Diarte.
Tras saber que el documento era de Diarte, Hillar lo mantuvo conservado en un cofre en el que guarda sus pertenencias de Malvinas. No se animaba a dar el próximo paso: “Tenía muchas dudas: no sabía si iba a estar con vida o no, no sabía como había llegado hasta el museo, no sabía cómo enfrentar a su familia en caso de no estar con vida”.
Pasó un tiempo hasta que una noche se decidió a conocer sobre Diarte. Se sentó frente a la computadora, lo buscó en los padrones, supo que había muerto y se enteró de su historia. Así, desde hace dos años, emprendió una cruzada humanitaria y diplomática para poder recuperarla y devolvérsela a su familia.
No fue una misión sencilla. En el camino se topó con barreras, porque “podía ser un obstáculo a las relaciones bilaterales que lleva adelante el país”, explicó. Hasta que se encontró con la ayuda del embajador británico en la Argentina, Mark Kent, clave para las gestiones que hicieron posible concretar su cometido. También con la colaboración del presidente de la Fundación No Me Olvides, Julio Aro. Dalia es parte de esa organización.
El viernes pasado, en una cálida ceremonia celebrada en el salón de la Casa del Balcón de la Universidad Nacional de Mar del Plata, la madre del héroe argentino y otros familiares de Diarte recibieron el objeto. Del acto participaron el embajador Kent, Aro e Hillar.
Con un sentido abrazo, el diplomático británico y la mujer dieron por finalizado el emotivo acto. La imagen fue retratada por todos los presentes con sus cámaras. Una foto significativa, como aquella de Hillar que motorizó la historia.
SEGUÍ LEYENDO