Yo admiraba a Zloto

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Admiraba a Marcelo Zlotogwiazda antes de poder pronunciar bien su apellido. Lo respetaba desde mucho antes de conocerlo. Simplemente porque lo había leído en Página/12 y lo había escuchado en ese gran programa de radio que fue Rompecabezas.

Ya sabía que era inteligente y riguroso. Ya sabía que era valiente y tenaz. Tal vez por esa razón cuando nos encontramos en la redacción de la Revista XXI en octubre de 1998 me sentí agradecido de haber elegido el periodismo como uno de mis oficios. El periodismo me otorgó una oportunidad maravillosa: trabajar con varias de las personas que completaron mi formación profesional gracias a su praxis y su ejemplo.

Recuerdo que ese día Marcelo vestía traje y chaleco, sin corbata. Tenía el pelo largo con colita. Me pareció más lindo que en la tele. Un vikingo. Como me pasó con Ernesto (Tenembaum) y otros integrantes de esa redacción tuve el deseo inmediato de querer ser su amigo. Su generosidad me lo permitió. Estuvimos cerca y lejos pero nunca se interrumpió la corriente intensa de cariño y admiración que se inauguró ese día.

Ejemplo ético de un profesión bastardeada por los mercaderes de la palabra. Zloto revolucionó la manera de contar la economía. Fue un precursor a la hora de señalar la desigualdad y sus motivos. En relacionar a los poderosos con la pobreza. Odiaba el mal periodismo porque sabía que hacer bien nuestro trabajo contribuye de manera directa a una sociedad más justa. Era vehemente y defendía sus ideas con pasión pero sin perder nunca la racionalidad.

En el último año compartimos nuevamente un espacio de trabajo en común: Radio con Vos. Y cada mediodía intercambiamos ideas, política y recomendaciones de libros y teatro. Voy a extrañar estos cruces dónde seguí aprendiendo.

Zloto es y seguirá siendo un referente indiscutido para quienes quieran dedicarse a contar lo que pasa pero mucho más para aquellos que pretendan modificar una realidad oprobiosa e injusta. Como él mismo decía entre libertad, fraternidad e igualdad, me quedo con la igualdad. Su acercamiento de los últimos años a los chicos de La Garganta Poderosa revela su tremendo compromiso personal con esa idea.

El sábado pasado –en su cumpleaños– nos volvió a enseñar algo valioso. No hay que guardarse nada. No hay que escatimar cariño. Hay que decirle a las personas que amamos que las amamos. Estela y sus hijas, sus amigos y compañeros, nos sometimos a su aluvión de besos y abrazos. Para los malvados alcanza con la indiferencia y el olvido.

Runner de la vida. Predicó, con el ejemplo, que lo importante es la carrera no la meta. Llegar puede llegar cualquiera. El tema es el viaje, el cómo. Hace un par de meses, aunque acosado por la enfermedad, fue a Rosario a participar de la media maratón. Después de correr algo más de dos horas se lo veía entero y feliz. Almorzamos una boga despinada junto al río Paraná. Mientras lo escuchaba reír, volví a pensar: qué suerte tengo. La misma de todos aquellos que lo conocimos y lo quisimos.

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