A días de su muerte, lo que nadie contó de la fascinante vida de Maya Swarovski, la millonaria que se enamoró de la Argentina

Murió en Marbella a los 82 años. Integró la legendaria familia que ideó el corte de cristales que los convirtió en millonarios. Fue parte del jet set, vivió en mansiones y quedó maravillada con nuestro país. Las fiestas, los años 90, la relación con Carlos Menem y su última voluntad

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Maya Swarovski murió en Marbella a los 82 años. Integró la legendaria familia que ideó el corte de cristales que los convirtió en millonarios y tenía un profundo amor por la Argentina (Jens Kalaene)
Maya Swarovski murió en Marbella a los 82 años. Integró la legendaria familia que ideó el corte de cristales que los convirtió en millonarios y tenía un profundo amor por la Argentina (Jens Kalaene)

Murió en Marbella el 1 de octubre. Tenía 82 años. Ese fue su último lugar de residencia. Pero podría haber sido en cualquier otro lado. En este caso, la calificación no es un lugar común. Maya Swarovski era una ciudadana del mundo. En las últimas décadas repartió sus días entre Marbella, Palm Beach, la ciudad austríaca de Wattens y San Martín de los Andes. Argentina era parte de su vida. Una parte importante.

La despedida fue tenue, en sordina. Sin el estrépito que tuvo parte de su trayectoria en la década de los noventa, cuando brilló con espectacularidad. Se había retirado de los focos hacía años. Los tiempos habían cambiado, ella también. En el último tiempo la salud flaqueaba y la memoria la abandonó. Su vida supo de emociones, aventuras, placeres, apuestas y algunas amarguras.

Al casarse con uno de sus herederos, integró una familia legendaria, los Swarosvki. En 1895, Daniel Swarovski desarrolló una máquina de corte eléctrico del cristal que lo haría millonario. Sobre esa invención se basó un imperio que aún hoy, a más de un siglo de sus primeros negocios, goza de una excelente salud. Daniel fue el patriarca e iniciador de una dinastía que ya va por la quinta generación.

Los cristales Swarovski son parte hace décadas del jet-set, del mundo exclusivo, de las estrellas. Había cristales Swarovski en el vestido de Marilyn Monroe el día del Happy birthday Mr. President cantado seductoramente a Kennedy, hay en el Kremlin, los lució Maria Callas en la Opera de Nueva York, adornan algún accesorio de autos de lujo. Están en joyas, arañas, vestidos, semáforos, implementos, binoculares, telescopios, zapatos y, también, en cada evento exclusivo que se realice alrededor del planeta. Grandes artistas, diseñadores, modelos y actrices lucen sus creaciones.

Maya nació en un pequeño poblado alemán llamado Alzenau
Maya nació en un pequeño poblado alemán llamado Alzenau

A principios de los noventa al prestigio y la fortuna se agregó la masividad. Hasta ese momento los cristales Swarovski seguían siendo cosa de unos pocos, de situaciones exclusivas. Pero la política de la empresa cambió una vez más: cada generación siente la obligación no sólo de mantener lo hecho por la anterior sino de superarlo.

Quienes están al frente de la firma sienten la necesidad de respetar sus tradiciones. Y una de ellas es la búsqueda de la innovación constante, que la empresa no se estanque y acompañe a su modo los tiempos. En esos años la política global de la empresa se modificó y la decisión de abrir negocios para poder llegar a un público más vasto fue un gran acierto. El primer local en la Argentina se abrió en 1999. En el mundo, en la actualidad, estas bocas de expendio superan las 2300.

Con el tiempo, la familia diversificó los negocios y su influencia y capital se diseminó por diferentes industrias. La facturación anual ronda ahora los 3 mil millones de dólares.

La empresaria siempre se destacó por su distinción (Frank Rollitz/Shutterstock)
La empresaria siempre se destacó por su distinción (Frank Rollitz/Shutterstock)

Una vida de distinción y lujo

Luego de un divorcio algo conflictivo, Maya se casó con uno de los descendientes de la familia austríaca, Gernot Langes Swarovski, bisnieto del fundador del imperio, y rápidamente adoptó el apellido. Con él tuvo dos hijos: Diana y Marcus. De su boda anterior ya tenía a Michael. A partir de ese enlace, ella misma fue forjándose como una empresaria exitosa.

En 1989 Gernot compró las bodegas Norton en Mendoza. Decidió invertir mucho dinero y optimizar la producción. Poco antes había adquirido una extensa propiedad en el sur del país. Esa estancia de San Martín de los Andes se convirtió en uno de los refugios de Maya. Quienes la conocieron aseguran que sentía que allí, con la visión de la naturaleza, las montañas de fondo, los lagos y el viento patagónico, Maya era feliz.

En aquel paraíso terrenal llamado Las Mil Rosas, con sus tierras reflejándose en el Lago Hermoso, Maya pasó mucho tiempo. Las cuatro mil imponentes hectáreas se convirtieron en refugio soñado y, al mismo tiempo, en una usina de negocios.

La empresaria en 2009, durante la apertura de uno de los locales de su empresa en Viena, Austria (Karl Schoendorfer/Shutterstock)
La empresaria en 2009, durante la apertura de uno de los locales de su empresa en Viena, Austria (Karl Schoendorfer/Shutterstock)

Las Mil Rosas se convirtió, con el tiempo, en la sede austral de reuniones y encuentros de personajes poderosos y adinerados. Con su carisma y elegancia, Maya se movía con naturalidad en aquel ambiente. A pesar de su origen alemán -nació en un poblado conocido como Alzenau-, quienes la conocieron, no la recuerdan estructurada ni solemne. Era alegre y seductora. El fluido manejo de los idiomas era otro de sus encantos. No había nada forzado en su actuar, como si todo fuera natural, como si nada lo hubiera adquirido en el camino.

Durante la década de los ’90, la empresaria comenzó a aparecer en las revistas de actualidad argentinas. En las fiestas suntuosas típicas de esos años, las galas benéficas, los encuentros empresariales, siempre se encontraba a la elegante mujer desplegando su encanto.

Pero no era solamente una habitué de fiestas y eventos sociales. Maya también fue una de las más exquisitas anfitrionas de los noventa. Sus fiestas rebosaban de lujo, suntuosidad y un elenco de invitados exclusivo, influyente y sofisticado.

(Karl Schoendorfer/Shutterstock)
(Karl Schoendorfer/Shutterstock)
Con Quincy Jones en Marbella, España, en julio de 2009 (Jens Kalaene)
Con Quincy Jones en Marbella, España, en julio de 2009 (Jens Kalaene)

La gente empezó a conocer su nombre. Y su cara. Era una gran historia: la empresaria, multimillonaria, alemana, amiga íntima del entonces presidente de la nación, Carlos Menem.

Los lectores de las revistas más populares del país -muchísimos por ese entonces- empezaron a seguir la vida de Maya y a conocer sus hábitos. Los medios entonces mostraban una fiesta, su cumpleaños, la crisis matrimonial con Gernot, un recorrido por su estancia o por alguna de sus fastuosas propiedades europeas.

Por su cercanía, los comentarios del momento la vincularon sentimentalmente con Menem. Pero era todo parte del juego mediático de la época. En varias oportunidades la empresaria le ofreció al mandatario su mansión en Villa Diana en medio de los Alpes Suizos para que la utilizara como lugar de descanso. En notas para medios de otros países, en algunas de sus distintas propiedades se puede observar que en los portarretratos había varias fotografías de ella junto al riojano.

La empresaria, en los medios argentinos de los años '90
La empresaria, en los medios argentinos de los años '90

Sus fiestas de cumpleaños eran esperadas por poderosos, influyentes, cholulos y periodistas. Cada año, en marzo viajaban a la Patagonia a la espera de averiguar cuál sería la novedad en el festejo.

Después de aquellos días de gran exposición pública, la salida de escena de Maya fue lenta. No tuvo nada de abrupta. Se imagen se fue difuminando con el correr del tiempo. Mientras la década del noventa terminaba, el lugar de atención para este tipo de personalidades se fue corriendo.

Sin embargo, el vínculo de la empresaria con la Argentina fue mucho más profundo: duró casi medio siglo. Una relación que no estaba definida sólo por una serie de buenos negocios. Se trató en su vida de un país del que ella disfrutó sus bellezas naturales, al que apostó, en el que algunos de sus hijos y nietos se desarrollaron profesionalmente.

(Karl Schoendorfer/Shutterstock)
(Karl Schoendorfer/Shutterstock)

Maya Swarovski murió el 1º de octubre, a los 82 años en Marbella, España. Sus hijos escribieron una esquela en la que hacen que su madre esboce una suerte de despedida: “Mi vida terminó. Mi vida corazón latió por última vez. El Señor se ha llevado mi alma al cielo. Recuerda: seré la rosa que huele o ves. Seré la melodía de tu canción favorita. Seré ritmo cuando tu bailes. O, simplemente seré tu estrella en el cielo. Seca tus lágrimas, sonríe... Descanso en paz. Hasta el día que nos veamos otra vez. Con amor. Maya”.

Los restos de la empresaria fueron cremados la semana pasada. En su última voluntad, la mujer dejó constancia de qué hacer con sus restos. Según trascendió en los medios internacionales, la familia va a respetar en los próximos días sus deseos: ella quería que parte de sus cenizas se esparcieran en Wattens, Austria, cerca de donde descansan los otros miembros de su familia y la ciudad en que la empresa familiar tiene su sede principal. La otra mitad será arrojada en su amada estancia Las Mil Rosas, en San Martín de los Andes, Argentina.

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