En uno de los pocos momentos de la mañana del sábado en que la lluvia dio tregua, la Plaza San Martín parece un campo de batalla. Pero en medio de las ramas y las hojas caídas, los charcos de agua sucia y el barro, todavía aguantan las carpas. Quienes acampan ahí -muchas incluso desde ayer- soportan el diluvio de las últimas horas entre las banderas, los pañuelos y los puestos de venta porque se resisten a darle el brazo a torcer al agua.
En la edición 34° del Encuentro Nacional de Mujeres que se celebra en La Plata y que promete -por la cercanía con Buenos Aires, la infraestructura de la ciudad, y el alcance que tuvo el feminismo en los últimos años en todo el mundo- ser la más masiva, la lluvia tiñó de dudas pero también de épica.
En medio de ese jardín de lonas empapadas y de todos los colores, Ángela, de 19 años, lucha contra una varilla rebelde que no puede terminar de meter en su carpa para darle forma a una suerte de techo. “Es la primera vez que vengo”, dice a Infobae. “Mi mamá sufrió violencia de género y yo también. Este Encuentro para mí significa todo. Me voy a quedar pase lo que pase”.
De adentro de la carpa azul y amarilla que intenta terminar de armar sale Mariela. Ambas son de La Matanza y son amigas. Llegaron el viernes y aseguran que se van a ir el lunes aunque el clima siga castigando.
“Yo vengo desde hace 10 años”, cuenta Mariela, que es estudiante de Psicología Social, trabaja en una organización con víctimas de violencia y llegó en tren. “Para la violencia no hay lluvia, no hay truenos, no hay nada; cuando te matan, te matan. Hace dos meses en La Matanza nos mataron una piba en el kilómetro 44. ¿Cómo no nos vamos a quedar acá? Nos cuesta mucho juntar la plata para venir y venimos sin nada, pero venimos. Esperamos que no se suspendan las actividades porque hay gente en viaje todavía, que viene de lejos. Ya está, nos tocó esto. Vamos a aguantar”.
Antonella tiene 27 años y está parada en una esquina junto a otro grupo de mujeres de Iguazú, Buenos Aires y San Luis, tomando mate mientras empieza de a poco a lloviznar de nuevo. Detrás de ella hay una carpa y una bicicleta con la que viajó durante dos días más de 300 kilómetros para llegar a La Plata desde la ciudad de Ayacucho, de donde es oriunda, para participar por tercera vez del Encuentro y vender sus artesanías.
“Me enamoré de la energía que corre en estas calles por estos tres días, lo necesito para sobrevivir el resto del año. Es hermoso todo lo que sucede. Amo venir acá y ranchear en la calle”, cuenta. “El clima no nos está acompañando pero igual, la mejor. Acá todos tienen una onda increíble. Vengo a laburar, a bancar la toma: ese es todo el plan. Y a rogar que deje de llover para poder vender un poco”.
Sara (20), Luisina (22) y Sol (23) son de Cipoletti, Río Negro, y estudian Medicina. Es la primera vez que ellas y muchas de sus compañeras asisten. “Nos vamos a bancar la lluvia, el frío y todo lo que haga falta. Estamos luchando por cosas que deberían ser distintas hace ya mucho tiempo. ¿Por qué no luchar por lo que te pertenece?”, se preguntan retóricamente. “Ahora nos vamos a un taller sobre ‘relaciones afectivas’ y mañana a otro sobre ‘deconstrucción de cuerpos feminizados’. Nos vamos a dividir para hacer la mayor variedad que podamos y después compartir la información con nuestras compañeras”.
“Es una locura estar acá, es otro aire”, concuerdan. “Vas caminando, te mirás con las demás y sentís que vamos todas para el mismo lado. Viajás con gente que no conocés y no hace falta porque ya el simple hecho de luchar por la misma causa te une”.
Al Encuentro del año pasado, que se hizo en Trelew, asistieron más de 50 mil personas. Para La Plata, que es sede por segunda vez, se estima un récord histórico de concurrencia de mujeres, lesbianas, travestis y trans, pese a que el diluvio hizo desistir a muchas de quienes pensaban venir hoy por primera vez. Otras no se dejaron frenar por el clima: la “caravana de motoqueras”, un grupo de mujeres en moto “contra los esterotipos”, salió igual.
El Tren Roca, que estuvo circulando desde temprano cargado de asistentes al Encuentro, frenó su marcha cerca del mediodía por problemas técnicos y las aproximadamente 700 personas que quedaron varadas en Villa Elisa debieron buscar formas alternativas de llegar entre colectivos y autos particulares que se solidarizaron y levantaban de a dos o de a tres para que todas pudieran llegar.
Por la tarde, sin embargo, el cielo empezó a abrirse y la fiesta que tanto habían deseado, finalmente comenzó.
Fotos: María Paula Avila
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