El misterioso caso del bastón de mando que Perón le entregó a los mapuches y estuvo desaparecido durante 57 años

En 1939 el entonces teniente coronel Juan Domingo Perón se le regaló al líder mapuche Pedro Curruhuinca como muestra de amistad y de las buenas relaciones entre el Ejército y la comunidad indígena. Años después los mapuches lo cedieron para una exposición y el bastón desapareció misteriosamente. Recién se lo volvió a encontrar en 2016

Juan Domingo Perón con la comunidad Curruhuinca a quienes les entregó su bastón de mando

“Apenas he tenido tiempo de preparar mis valijas en Buenos Aires para trasladarme a Mendoza, donde me esperaba la Dirección de Instrucción de Montaña, por largo tiempo acéfala. Ahora soy montañés, actividad por la que siempre he sentido una natural inclinación. Pasados en la montaña mis años juveniles, vuelvo, casi viejo, a darle lo mejor de mis energías y de mi corta experiencia militar. Por eso estoy contento aquí y gano horas a los días para mi trabajo”, escribía el teniente coronel Juan Domingo Perón a un amigo desde la provincia cordillerana.

Se aproximaba el invierno de 1941 y Perón tenía por entonces 45 años. Había regresado a la Argentina luego de casi dos años de estadía en Italia, donde había recibido adiestramiento en la División Alpina Trentina y en la División de Infantería de Montaña, en Piamonte.

Su destino en Mendoza, que a otro le habría parecido un obstáculo en la carrera militar, lo alegraba: podría seguir practicando esquí y alpinismo. La cordillera de los Andes le resultaba familiar a ese hombre nacido en el pueblo bonaerense de Lobos el 8 de octubre de 1895 y acostumbrado a la vida de campo.

Antes de cumplir los 40 realizó algunas misiones de recorrido por la frontera cordillerana, muy extensa y cuyos mejores conocedores y baqueanos eran los habitantes de las comunidades originarias, especialmente los mapuches. Así fue que, en 1936, el Ejército lo designó Agregado Militar en la Embajada Argentina en Santiago.

Haber conocido los Andes de ambos lados le permitió concretar con éxito su principal tarea: tener cartografía e información adecuada para contribuir de modo decisivo al diseño y creación del cuerpo de Gendarmería Nacional. Así fue que, con toda la documentación en sus manos, los mandos militares enviaron a Perón a dar una conferencia en el Congreso Nacional que resultó la base de la elaboración de la ley que, en 1938, creó Gendarmería.

En su tercera oportunidad de vida andina, Perón permanecería en Cuyo desde junio de 1941 hasta marzo de 1942, cuando ya ascendido a coronel regresó a Buenos Aires para integrarse al Estado Mayor de Inspección de Tropas de Montaña.

Un símbolo de jefatura

En uno de esos viajes, en 1939, cuando realizaba una misión de reconocimiento desde Comodoro Rivadavia hacia la Cordillera de los Andes, se relacionó con la Comunidad mapuche Curruhuinca, en la localidad neuquina de San Martín de los Andes, y se hizo amigo de su líder, el longko Pedro Curruhuinca, a quien le entregó como muestra de amistad un bastón de mando.

El regalo era también un símbolo. En el Ejército Argentino –como en la mayoría de los ejércitos del mundo– el bastón de mando es un atributo de los generales, símbolo de jefatura. En ese sentido, entregarle un bastón de ese tipo al longko implicaba también un reconocimiento de su jefatura comunitaria por parte del ejército.

El bastón al ser restituido

El bastón quedó en poder de la Comunidad durante más de 15 años hasta que desapareció misteriosamente. Durante mucho tiempo se pensó que se había tratado del robo motivado por su valor histórico. Estuvo desaparecido 57 años hasta que finalmente, gracias a la búsqueda de una antigua empleada de Parques Nacionales, fue encontrado y restituido a fines de 2016.

-La restitución del bastón de Perón es un acto muy fuerte desde lo espiritual y desde lo simbólico, pero que sobre todo tiene que ver con la defensa de nuestros derechos, que son muy materiales y concretos – dice a Infobae el actual longko de Curruhuinca, Ariel Epulef.

Perón y los mapuches

La relación que Perón estableció con los mapuches de Curruhuinca a fines de la década de los ’30 dejó una marca fuerte en la historia de la comunidad.

Quizás por su infancia patagónica, donde trataba habitualmente con pobladores indígenas, el coronel montañista retomó una vieja enseñanza sanmartiniana: el acercamiento entre “nuestros paisanos los indios” –como los llamaba José de San Martín- y el Ejército. Al respecto, las memorias de un antiguo oficial del Ejército de los Andes, Manuel de Olazábal, consignan que “Dos mil Mapuches ayudaron con caballería, ganado y baqueanos al General San Martín en el cruce de los Andes. El Parlamento al que citó a los caciques tenía el objetivo además de pedirles permiso para atravesar sus territorios”.

El vínculo entre los mapuches y el Ejército pasó épocas tormentosas, no solo por la expedición de Julio Argentino Roca cuando las fuerzas militares exterminaron pobladores originarios, sino también por la situación que, años después, vivieron los peones rurales en las estancias, y que tuvieron su punto más alto en los fusilamientos dirigidos por el coronel Héctor Benigno Varela a fines de 1921.

El trato de Perón con los mapuches se orientó a recuperar aquellos hitos fraguados en las luchas libertarias.

La Comunidad Curruhuinca

Más allá de las investigaciones arqueológicas que establecen la presencia mapuche en la región de la actual ciudad de San Martín de los Andes desde mucho antes de la llegada de los conquistadores, hay documentos escritos y fotográficos que los ubican como ocupantes de la zona aún después de finalizada la llamada Campaña del Desierto.

Para cuando se fundó la ciudad de San Martín de los Andes, en 1898, el lugar estaba ocupado por las chacras de la Comunidad, entonces liderada por Bartolomé Curruhuinca, a lo largo de las orillas del lago Lacar. A partir de entonces comienza una larga historia de desplazamientos, que los va llevando cada vez más lejos de su legítimo asentamiento.

Primero, la comunidad fue corrida hacia zona de Villa Vega Maipú, en la actual entrada de San Martín de los Andes, donde quedan prácticamente confinados. Eran terrenos inundables, que parecían no tener ninguna utilidad. Allí pudieron quedarse hasta que se descubrió que esas tierras servían para desarrollos agrícolas. Vino entonces un segundo desplazamiento, forzado por El Estado y sus fuerzas de seguridad, hacia la zona de Quilla quina, en un sector del lago Lacar alejado del centro urbano.

Fue por entonces cuando Juan Domingo Perón le entregó su bastón al Longko Pedro Curruhuinca.

El misterio del bastón perdido

El bastón permaneció en poder de la Comunidad hasta 1960, cuando el Longko Amadeo Curruhuinca se lo prestó temporalmente a la Dirección de Parques Nacionales para integrarlo a una exposición que se realizó en el Parque Nacional Lanín.

Pero, terminada la muestra, las autoridades del parque no lo devolvieron a la comunidad mapuche sino que lo enviaron a Buenos Aires junto con alrededor de 200 piezas arqueológicas que habían sido expuestas en el Museo Municipal. Allí lo guardaron en una caja fuerte, presumiblemente para preservarlo, sin reparar en quiénes eran los verdaderos depositarios y, tal vez, olvidándolo.

Perón tenía por entonces 45 años. Había regresado a la Argentina luego de casi dos años de estadía en Italia, donde había recibido adiestramiento en la División Alpina Trentina y en la División de Infantería de Montaña, en Piamonte. Su destino en Mendoza, que a otro le habría parecido un obstáculo en la carrera militar, lo alegraba: podría seguir practicando esquí y alpinismo

Años más tarde, por razones que no se han podido reconstruir, un funcionario de Parques Nacionales lo envió a Laguna Blanca, donde fue incluido en la exposición del museo nómade. Su siguiente parada fue el Museo de la Patagonia, donde fue exhibido durante un tiempo, asociado a un poncho mapuche de la misma época. Cuando salió de allí, se lo volvió a perder de vista y durante décadas no se volvieron a tener noticias de él.

Fue Lidia Mora, una empleada de Parques Nacionales, quien volvió a emprender la búsqueda del bastón, ya considerado como una reliquia perdida. Su interés por él nació de un comentario de su madre, quien le contó que su padre (el abuelo de Lidia), antiguo sereno de la Dirección de Parques, le había hablado en 1946, cuando Perón ganó las elecciones para su primera presidencia, del bastón que el general presidente había donado a la Comunidad Curruhuinca.

Finalmente, después de más de cuatro años de investigaciones, en 2016 lo ubicó en un depósito del Parque Nacional Laguna Blanca.

-Hablé con muchas personas, con pobladores, viejos empleados del organismo, autoridades, en fin, con todo aquel que pudiera darme algún dato que permitiera ubicarlo. Mi hipótesis era que si el bastón había desaparecido estando en manos de Parques Nacionales debía seguir estando allí, en alguna parte. Y después de cuatro años logré encontrarlo en un depósito de Laguna Blanca. Estaba ahí sin que nadie supiera qué era- explicó Mora al contar su búsqueda.

El redescubrimiento del bastón del coronel Perón reactivó de inmediato el antiguo reclamo de la Comunidad Curruhuinca para que Parques Nacionales lo devolviera a sus verdaderos depositarios, los mapuches de San Martín de los Andes.

La restitución

El 30 de diciembre de 2016, con las banderas Argentina, de la provincia y de la nación mapuche ondeando en la plaza principal de San Martín de los Andes, el entonces ministro de Ambiente y Desarrollo sustentable de la Nación, Sergio Bergman, devolvió el bastón a la comunidad.

Lo recibió de sus manos el longko Ariel Epulef, acompañado por una gran cantidad de miembros de la Comunidad Curruhuinca.

-No es que la comunidad vaya a recuperar su estima porque consiguió la restitución del bastón, eso lo va logrando con sus luchas, con mucho esfuerzo, enfrentando a una fuerte discriminación. En todo caso, lo del bastón que tiene una profunda significación espiritual y simbólica que ayuda a hacer visible nuestra lucha – explica.

El cacique Epulef con el bastón de mando que Perón le regaló a la comunidad mapuche (Horacio Paone)

La recuperación marcó un hito también en la integración mapuche en San Martín de los Andes, una de las pocas comunas declaradas municipio intercultural en la Argentina y la única donde se estableció la obligación de una consulta previa, libre e informada hacia las comunidades originarias antes de sancionar leyes u ordenanzas que afecten sus territorios.

-Esto no se aplica en ningún otro lugar del país, pero nosotros logramos que se hiciera aquí, que el Estado nos consulte. Lo que logramos con el Estado municipal es una mesa de protocolo intercultural donde toda situación que afecte territorio comunitario sea consultada con una mesa que funciona como una comisión más del Concejo Deliberante – dice Epulef.

Desde hace dos años y medio, el bastón de mando que Perón le entregó a Pedro Curruhuinca está nuevamente en manos de los mapuches de San Martín de los Andes.

Lo que todavía no se ha podido dilucidar por completo es el misterio de su periplo durante 57 años.

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