Siempre se dio por hecho que las películas de dibujos animados habían nacido de la imaginación de Walt Disney. Sin embargo, fue en la Argentina que Quirino Cristiani, una década antes, fue el primero en todo el mundo
La vida de los Cristiani cambió rotundamente cuando Luigi perdió el trabajo que tenía en Santa Giuletta, un pueblo del norte de Italia, donde el bisabuelo de Quirino había sido alcalde.
Había nacido el 2 de julio de 1896 y cuatro años más tarde la familia emigró a la Argentina. Ya a los 7 u 8 años era evidente que poseía una inclinación natural hacia el dibujo y, a pesar del empecinamiento de sus padres para que estudiase medicina, él se decidió por el arte. Luego de un paso fugaz por la Academia de Bellas Artes, se largó por su cuenta. Se había nacionalizado argentino.
Pasaba mucho tiempo en el zoológico observando los movimientos de los animales, y tomaba notas. Ya había comenzado a publicar caricaturas en diarios y revistas.
Inventa el dibujo animado
Federico Valle, un italiano que se había establecido en el país en 1911 y producía fundamentalmente noticieros, lo contrató. Su intención era dotar a esos informativos de dibujos, y para ello lo convocó. Fue le propio Valle que, admirador de las caricaturas de Quirino le propuso en 1916 animar esas figuras con movimiento, y así nació un invento que se haría universal.
El artista dibujaba una figura en cartulina, la troquelaba, luego cosía todas las partes a fin de darle movimiento. Así nació en 1917 El Apóstol, el primer largometraje de dibujos animados de la historia. El protagonista de la película era una sátira hacia el presidente Hipólito Yrigoyen, y se lo mostraba que subía al cielo en la búsqueda del dios Júpiter para que lo ayudase a limpiar a Buenos Aires de la corrupción. Estrenada el 9 de noviembre en el cine Select Lavalle, permaneció medio año en cartelera.
Para El Apóstol el dibujante armó no sólo las figuras sino además una escenografía de Buenos Aires, con algunos edificios públicos emblemáticos. Colocó una filmadora enfocando en una mesa donde desplegaba las figuras, a las que iba dotando de movimiento en cada cuadro. La película, que demoró un año en hacerla, le demandó 58.000 dibujos, a 16 cuadros por segundo, con el mérito adicional de haberla hecho él solo.
Al año siguiente, estrenó su segunda película –Sin dejar rastros- referida al Monte Protegido, un buque mercante argentino hundido el 4 de abril de 1917 por un submarino alemán. Fue un trabajo que pasó inadvertido, y el gobierno mandó sacarla de cartel para no enemistarse con las autoridades alemanas. ¿Habrá sido la primera película censurada en Argentina?
Vegano
Ya a los 15 años, Quirino se había hecho vegetariano, hábito que mantuvo a lo largo de su vida. En 1920 fue el precursor de la primera actividad naturista y se estima el primero en armar un campo nudista en una isla del Tigre. “Jamás mataba ni una mosca”, contó su nieto Héctor. Se había casado con Celina Cordara, con quien tuvo dos hijos varones: uno estudió para ingeniero agrónomo y el otro continuó con la profesión del cine.
La economía familiar se vio fortalecida cuando en 1927 la Metro Goldwyn Mayer lo contrató como publicitario en las oficinas que poseía en Buenos Aires. Dibujó afiches de muchas de las películas de esa empresa, mientras que en su Laboratorio Cinematográfico Cristiani, que funcionaba en Uriburu 460, en el centro porteño, seguía produciendo películas, y superándose día a día.
La primera película animada sonora
En septiembre de 1931 estrenaría Peludópolis, el primer largometraje animado sonoro. Era una película de ochenta minutos que había comenzado a hacerla a comienzos de ese año. Se refería a la ciudad corrupta del “Peludo” (apodo con el que se conocía a Yrigoyen), quien se apoderaba del Estado, hasta que llegaba Uriburu y tomaba el poder. No tuvo el éxito esperado y Cristiani perdió mucho dinero.
El cineasta terminó retirando todas las copias del mercado cuando el ex mandatario falleció, en julio de 1933.
Disney lo quiso contratar
En 1941 Walt Disney, quien recién en 1928 saldría con su primer dibujo animado, el Ratón Mickey, visitó Argentina para promocionar Fantasía, una película musical. Fue a su estudio a conocerlo, y no salió de su asombro cuando Cristiani le contó que él sólo hacía cada una de sus películas, mientras que el norteamericano armaba numerosos equipos para cada trabajo.
Uno de los dibujantes que acompañaban a Disney era el que oficiaba de intérprete, y fue el que transmitió el mensaje de su jefe. Invitaba a Cristiani a sumarse a su staff en Estados Unidos.
Pero Quirino se negó. “No había nacido para tener un jefe y además ya tenía un negocio funcionando. Él mismo propuso el nombre de Florencio Molina Campos, un dibujante y pintor que se hizo famoso por las obras sobre motivos del campo”, explicó a Infobae su nieto Héctor Cristiani.
Hasta 1942 Cristiani realizó varios cortos, muchos de ellos publicitarios. Hasta hizo una película animada de una operación de un cirujano gastroenterólogo. Para ello, presenció la intervención y luego la dibujó.
Su lugar en el mundo
Cuando en un diario leyó que en la localidad cordobesa de Unquillo había un hotel que servía comida vegana, quiso conocerlo. Y quedó prendado del lugar, a tal punto que compró allí una casa, que no era difícil ubicar: la bautizó Cineville. Allí eran habituales los baños de sol que tomaba. Hasta que la salud se lo permitió, alternó su tiempo entre Buenos Aires y Córdoba.
En 1958 y 1961 su laboratorio sufrió dos incendios devastadores, por las pérdidas materiales y por la desaparición de todas sus películas. Porque lo que no pudo destruir el fuego lo terminó de hacer el agua de los bomberos. Así, poco a poco se fue retirando de la actividad.
“A mi abuelo lo disfruté hasta mis cuarenta años”, remarcó su nieto quien, en parte, siguió sus pasos, al dedicarse a la fotografía. “Lo mejor era cuando festejábamos los cumpleaños con toda la familia. Solía dibujar en una servilleta la caricatura de alguno de los presentes. Era una persona muy querible, que fue muy avanzado en un montón de cosas”. Se dio el gusto de visitar en 1982 Santa Giuletta, su pueblo en Italia, donde fue debidamente homenajeado. Falleció en la localidad bonaerense de Bernal el 2 de agosto de 1984.
Héctor Cristiani aún tiene una ilusión: poder ubicar alguna de las películas perdidas de su abuelo. Únicamente se conserva El mono relojero, de 1938, perteneciente a una zaga de cuentos que el empresario Constancio Vigil le había encargado.
Lo alienta saber que de cada una de ellas se hicieron varias copias que se comercializaban en cines de todo el país. Hace un tiempo, incomprensiblemente, en la ciudad de Ushuaia se hallaron 8 rollos del noticiero de Valle, y dos de ellos pertenecían a material elaborado por Cristiani. Tal vez se produzcan más hallazgos, que serían sorprendentes. Sería un lindo final para una vida de película.
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