Eduardo Lépore: “Hace falta una metodología institucional para que el pacto social no sea sólo un eslogan de campaña”

La pobreza es un drama cuya solución “rebasa las capacidades de una sola gestión”, dice este sociólogo de la UCA. “El crecimiento económico es condición necesaria, pero no suficiente”. Hace falta conectar la macroeconomía con la micro de cada hogar. Pero, con más de 30% de pobres, Argentina no tiene agencias de empleo que cumplan ese rol

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Eduardo Lépore es director del Programa Pobreza, Inclusión y Política Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la UCA

Las cifras son contundentes y hablan de un problema estructural que, en opinión del sociólogo Eduardo Lépore, amenazan la integración de la sociedad. Según las mediciones oficiales del primer semestre de este año la pobreza ya afecta a un 35,4 de los argentinos, lo que representa 15,9 millones de personas. Medido en términos de hogares, el porcentaje llega a 25,4 y afecta al 52,6 por ciento de los menores de 14 años. Uno de cada dos…

Que la pobreza se ha vuelto estructural en la Argentina no es una novedad. La solución estructural sólo podrá venir de la creación de empleo. Y para ello se requiere de un consenso en torno a una estrategia de desarrollo que supere el lapso de una gestión.

De lo contrario, “vamos a mantenernos en estos ciclos de ilusión y de desencanto”, dice Lépore que en estos días se encuentra abocado a la organización del seminario “Inclusión social y laboral en la Argentina. Hacia una agenda renovada de Política Social para la superación de la pobreza”. Será este martes 8 de octubre en la Universidad Católica Argentina (Alicia M. de Justo 1500, Capital Federal), y está organizado por el Programa Pobreza, Inclusión y Política Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la UCA -que dirige Eduardo Lépore- con la colaboración de Cáritas, de Justicia y Paz (Conferencia Episcopal Argentina), de ACDE y la red Politólogos por la Vida.

La finalidad es reunir a académicos, especialistas, funcionarios y otros actores de esta temática para “dinamizar los compromisos institucionales que contribuyan a definir los contenidos de un Pacto Social centrado en la inclusión social y laboral de los pobres”, según los organizadores. Adhirieron a la iniciativa asociaciones gremiales -UOM, UOCRA, UTGHRA, UPCN y UEJN-, empresariales -AEA, Grupo de Fundaciones y Empresas y Coninagro-, religiosas -Comisión Episcopal de Pastoral Social, AMIA, ACIERA, Acción Católica y CLadES- y otras asociaciones de la sociedad civil.

— Estamos impactados por este nuevo aumento de la pobreza, pero también, me parece, algo anestesiados. Es una cifra descomunal, algo que parece imposible de resolver, que está ahí, inamovible. ¿Qué se puede decir de nuevo sobre este problema?

— Podemos decir que es un problema estructural, pero eso tampoco es nuevo. Es muy importante que todos los sectores políticos y sociales de Argentina entiendan que esta es una cuestión que rebasa las capacidades de una gestión de gobierno, independientemente de los desempeños que tenga y los esfuerzos que realice. Creo que estamos en condiciones y en un momento muy particular de la Argentina para pensar en un gran acuerdo nacional, en un pacto social -se lo menciona- que coloque en el centro la cuestión de la inclusión social y laboral. Solamente con una política de Estado vamos a poder enfrentar este tema que tiene múltiples aristas y complejidades.

— Le escuché decir que el crecimiento por sí solo, suponiendo que la Argentina retome la vía del crecimiento, no siempre se traduce necesariamente en una salida de la gente de la pobreza en términos estructurales...

— Exactamente. Es una de las principales cuestiones sobre las que tenemos que llamar la atención porque en los momentos de recesión, de crisis económica, de dificultades, esta cuestión emerge con toda su problemática y su dimensión. Pero después rápidamente nos enamoramos de los momentos de bonanza económica, y está muy bien que así sea porque la prosperidad es fundamental para remover las situaciones de pobreza, sin embargo, nuestra experiencia en las últimas décadas muestra que incluso en aquellos momentos en que la economía creció, aproximadamente un 25 por ciento de la población no pudo engancharse a las oportunidades de ese tren que es el crecimiento económico. Entonces, por supuesto que el crecimiento económico es una condición necesaria, pero no suficiente. Y no cualquier tipo de crecimiento, sino un crecimiento que sea generador de puestos de trabajo. Entre la pobreza y la macroeconomía está el mercado de trabajo. Es lo que intermedia entre lo macro y la situación micro de los hogares. Los estilos de crecimiento económico son fundamentales respecto de qué tipo de empleos crean, con qué calidad, con qué niveles salariales.

— ¿Cuál sería un tipo de crecimiento que genere empleo?

— Tenemos que pensar en una estrategia de desarrollo económico y territorial del país que busque su progresiva integración. Partimos de un desequilibrio territorial desde el punto de vista de la propia distribución poblacional muy inadecuado y que es una de las principales fuentes y orígenes de las desigualdades en la Argentina. Son temas de muy larga data y sobre los cuales se ha escrito infinidad de trabajos, pero esta temática particular ha estado ausente de las discusiones públicas en los últimos 30 años. Necesitamos una planificación de largo plazo. Una estrategia económica que potencie las capacidades exportadoras de la Argentina. No cabe ninguna duda. Pero no alcanza solamente con eso. Necesitamos también favorecer a aquellos sectores económicos que generan empleos, en los cuales sobre todo pueden insertarse los sectores con niveles medios y bajos de calificaciones. Tenemos un mercado interno que abastecer y tenemos que pensar los equilibrios entre la necesaria potenciación de la capacidad exportadora argentina y el sostenimiento de mercados internos que son los que le brindan empleo a buena parte de los argentinos.

Generar condiciones institucionales que favorezcan el desarrollo de las Pymes es fundamental, porque buena parte de los empleos de los argentinos son en ese sector

— Sí, en estos años recientes se ha desatendido, por decirlo suavemente, a las Pymes y se destruyó todo ese tejido.

— Generar condiciones institucionales que favorezcan el desarrollo de las Pymes es fundamental, porque buena parte de los empleos de los argentinos son en ese sector, y es un sector que tiene muchas dificultades sobre todo para formalizarse. Entonces, no solamente importan políticas tributarias adecuadas sino también otras políticas que estratégicamente busquen desarrollar los niveles de productividad. Una es tomar seriamente el desarrollo de la productividad de las pequeñas y microempresas de la Argentina. Se han hecho esfuerzos pero son fragmentados e insuficientes.

— ¿Qué sería? ¿Aliviarles la carga fiscal? ¿Facilitarles el crédito?

— Por supuesto. La carga fiscal es un punto importante. El acceso al crédito es fundamental. Pero también tenemos que pensar en cómo se mejoran los niveles de productividad. Muchas de estas pequeñas y medianas empresas funcionan y operan con niveles bajos de productividad.

No podemos caer en discusiones polares; tenemos que pensar cómo podemos combinar protección del trabajador con facilidades para los pequeños empresarios

— ¿Más inversión, más formación de la mano de obra?

— La formación de la mano de obra. La capacitación de los propios empresarios. Las facilidades para que puedan utilizar las nuevas tecnologías. Hay un conjunto de medidas que podrían enfocarse en este sector facilitando la creación de empleo pero también pensando en las condiciones específicas de la relación del trabajo en este sector. Tenemos que pensar formas más imaginativas que, al mismo tiempo que protegen a los trabajadores en sus derechos, facilitan a los pequeños empleadores la contratación de personal en condiciones de debida registración. No es lo mismo una gran empresa que una pequeña empresa. Y no podemos caer en discusiones polares respecto de la desprotección o la protección; entre dos polos, tenemos que pensar cómo podemos combinar protección del trabajador con facilidades para los pequeños empresarios. El trabajo es el gran articulador social, y tener un mercado de trabajo sólido, consolidado, es la garantía fundamental inclusive para preservar las legitimidades de nuestras democracias.

— Claro, evitar que el descontento deslegitime la democracia.

— Los estudios de Latinobarómetro muestran que en América Latina la principal insatisfacción de la opinión pública con la democracia se debe a cuestiones económicas. Las deudas de las democracias en América Latina tienen que ver con el desarrollo social.

— Con la democracia no se come, no se cura … el famoso eslogan no se verifica automáticamente.

— Exactamente. No es solamente una cuestión económica; lo que está en juego es preservar el valor de esta regla del juego que hemos logrado consolidar que son las democracias, hacerlas más fuertes. La inclusión social es clave para esto.

— Otro gran desequilibrio que tenemos es el de las economías regionales, hay un desequilibrio que se mantiene, pero ahora la gente viene al Conurbano o a las grandes ciudades, viene para ser más pobre. Para subsistir, aun de los desechos. Pero no a sumarse a un mercado laboral dinámico, a una industria en desarrollo.

— Los procesos de migración interna en Argentina en el siglo pasado fueron muy importantes y el polo del desarrollo económico en Buenos Aires atraía esas migraciones. Eso permitió procesos de movilidad social ascendente pero también fue potenciando un rasgo de mala configuración de la distribución poblacional argentina y una excesiva concentración en el Gran Buenos Aires. Tenemos que pensar cómo alentamos la radicación de la población en ciudades intermedias en el interior argentino. Y para eso es fundamental desarrollar esas economías regionales. Por supuesto, esto no se puede hacer de una manera compulsiva, pero tenemos que trabajar en el largo plazo para esto; no son políticas de 4 ni de 8 años, necesitamos grandes acuerdos y que estén plasmados en algún lado.

(Crédito: Santiago Saferstein)
(Crédito: Santiago Saferstein)

— ¿Existe en la Argentina inteligencia suficiente, conocimiento acumulado, expertise, sobre estas cuestiones como para ofrecer una solución? A veces pareciera que existe una suerte de incomunicación entre los políticos y la academia, por llamarlo de alguna manera, y cuando los presidentes llegan al cargo actúan si mucha planificación, no consultan, no dialogan con la sociedad civil. O sólo dialogan cuando están en una situación de conflicto y no tienen más remedio.

— Nos pasa en muchos aspectos que tenemos abundancia de recursos, pero falla el cómo los articulamos, cómo los integramos, cómo los ponemos de forma coordinada detrás de un objetivo común. Esa es la labor. Creo que es clave y fundamental la construcción de una metodología institucional que nos lleve a un pacto social y que ese pacto social sea algo más que un eslogan de campaña. Por supuesto que siempre vamos a encontrar diferencias y matices, pero de la manera que venimos no funciona y no solamente las cosas se mantienen en estados de deterioro sino que esos deterioros son progresivos. Una cosa es cuando se experimenta un nivel de pobreza del 30 por ciento, y es otra la circunstancia cuando ese 30 por ciento ya lleva 20 ó 30 años. Estamos hablando de situaciones en las cuales la sociedad en su integración empieza a resquebrajarse.

— Demasiados argentinos fuera del sistema.

— La experiencia de muchas, de miles de familias, es al margen de lo que suponemos que son los núcleos de integración fundamental, los proyectos valorativos alrededor de los cuales nos reunimos como un proyecto de nación. Entonces la gravedad y la urgencia es relevante. Es fundamental construir una arquitectura institucional. Y es un proceso del que tenemos que estar completamente convencidos. Las creencias sociales a veces generan realidades sociales. En la medida que creamos que cada uno tiene la respuesta mágica, o que cada nuevo gobierno por una elección relevante, con mucho apoyo popular, va a ser el salvador vamos a mantenernos en estos ciclos de ilusión y de desencanto.

En la medida que creamos que cada nuevo gobierno va a ser el salvador vamos a mantenernos en estos ciclos de ilusión y de desencanto

— El aspecto tal vez más grave de esta crisis es la infantilización de la pobreza porque el chico que crece sin todos los nutrientes necesarios tendrá comprometido el futuro. Con todo el despliegue que hay de políticas sociales, ¿existe una red de contención para por lo menos asegurar que esos chicos reciban la mínima proteína que necesitan diariamente como para no comprometer el destino de este país?

— Creo que necesitamos también una estrategia de desarrollo infantil. Chile ha hecho una experiencia muy interesante, tiene un programa que se llama “Chile cuenta contigo” y que permite tener intervenciones sanitarias, educativas, alimentarias, de apoyo a las familias, de manera integrada sobre un sector muy importante de las familias más vulnerables. Todas las evaluaciones de impacto muestran que este programa funciona. Se está implementando también en Colombia y Uruguay, y nosotros tenemos los recursos y las condiciones para ponerlo en marcha.

— ¿Es a través de la escuela?

— El eje del programa es el sistema de salud, no la escuela. Hay una identificación de las familias y de los niños en situación de vulnerabilidad; cada familia beneficiaria recibe una prestación integral cuya base es la atención y la prevención sanitaria. Pero eso se integra con el sistema escolar y con una batería de acciones de promoción social. Cada familia, cada niño, tiene un promotor social que periódicamente los visita, identifica los problemas, ofrece canales de salida. Permite gestionar la relación entre la necesidad y el organismo que puede satisfacerla. Se trabaja en un nivel muy personalizado.

— ¿Hay un involucramiento, una contraprestación, de la familia?

— La familia tiene corresponsabilidades a través de las pautas que tiene que cumplir. Todo esto está facilitado por transferencias de ingresos. La Asignación Universal por Hijo en la Argentina fue un avance muy importante, sin embargo no le podemos pedir mucho más que esto, es una transferencia con ciertos controles. Nos está faltando toda la batería de acciones de promoción social y el seguimiento de las familias.

— ¿Qué esperan del seminario sobre “Inclusión social y laboral en la Argentina” que están convocando?

— Queremos poner en discusión las alternativas de diseño de la política social en la Argentina y pensar caminos estratégicos que puedan ser bases programáticas para una política de Estado. Eso tiene que estar sostenido por un acuerdo social y político amplio. Es por eso que en el seminario contaremos con la presencia de destacados especialistas, académicos, pero también de personas que tuvieron y que tienen responsabilidades de gestión pública importantes. Dentro de ello, es fundamental remarcar el papel clave de los servicios de empleo, instituciones que tenemos que fortalecer, desarrollar, para permitir que el colectivo de personas que se encuentran por fuera de la economía formal, que están desconectados de las oportunidades que va a ofrecer la economía cuando empiece a prosperar, puedan reinsertarse y no consolidemos su exclusión.

(Crédito: Santiago Saferstein)
(Crédito: Santiago Saferstein)

— Muchos críticos de la política social afirman que las asignaciones, las transferencias directas de ingresos, los famosos subsidios”..., , pueden convertirse en un freno a la búsqueda de empleo. “Son vagos”, “no quieren trabajar, ya conocemos los argumentos. ¿Puede ser un problema para el que cobra un subsidio aceptar un empleo no muy bien remunerado, por ejemplo?¿Existe ese problema?

— Eso se plantea tanto por parte de aquellos que están a favor o en contra de los subsidios. Tiene que ver con el tipo de incentivos para buscar trabajo. Pero también parte de una idea de que las personas cuando actúan lo hacen solamente por un cálculo material de costo-beneficio. No es así, el trabajo es un factor de integración social, de identidad.

— De dignidad.

— Exactamente. Ahora, que los diseños de políticas activas de empleo tienen que ser razonables respecto de la estructura de incentivos que colocan, sin dudas. Tienen que estar bien calibrados, justamente para no desfavorecer la inclusión laboral que se pretende. Todas las transformaciones más recientes de los estados de bienestar europeos buscan pasar de políticas pasivas a políticas activas. Es decir, tratar de revincular más rápidamente a la población beneficiaria de subsidios, de transferencias de ingresos, a una inserción en el mercado laboral. Ese puente lo hace un servicio de empleo. Pero la intermediación laboral pública en la Argentina e prácticamente nula.

— ¿No existe aquí la agencia de empleo, la famosa ANP que tienen los franceses por ejemplo?

— El modelo francés es muy interesante. Han fortalecido una institución que se llama Pôle Emploi, que cumple un papel de intermediación laboral fundamental. Permite que las personas con menos calificaciones puedan acceder a un puesto de trabajo. Porque si no van a estar limitadas a sus redes de contactos o a su capital social que ya de por sí es limitado y se consolidan esferas separadas. En Argentina se crearon oficinas de empleo. Fue un esfuerzo importante. Pero necesitamos desarrollarlas, fortalecerlas y que cumplan su función específica. Por distintos motivos las oficinas de empleo terminaron convirtiéndose en gestoras de políticas y programas de tipo asistenciales. Hay heterogeneidad pero en términos generales no están cumpliendo esa labor de selección, entrenamiento, formación y colocación. A principios de los años 90 cuando se sancionó la Ley de Empleo se constituyó un Fondo Nacional de Empleo. Esos recursos existen, están asignados. Tenemos que redefinir qué destino les damos. Porque actualmente se ejecuta menos de un 10 por ciento en política activa de empleo. Una parte importante es para pagar el seguro de desempleo que cobran los trabajadores cesantes de la economía formal. Y una parte menor tiene que ver con la capacitación y con estas oficinas. Necesitamos rediscutir la asignación de ese Fondo, porque creo que entre el mundo de la pobreza y el de la integración social que supone el mercado laboral formal necesitamos una institucionalidad que haga de puente.

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