“Me mandaron a hacer la primera dieta a los 9 meses de vida", dice Brenda Mato, modelo de talles grandes. “La pediatra le dijo a mi mamá que estaba excedida de peso y que tenía que restringirme alimento. Hacía tres meses que no me alimentaba con otra cosa que no fuera leche”. La anécdota le causa gracia hoy, 29 años después, pero fue la primera de muchas situaciones donde su peso determinó su vida.
Brenda tiene un cutis de porcelana y una boca chiquita como un bombón rojo, su cuerpo tiene las curvas de un reloj de arena exuberante, desborda en eso que la industria del modelaje y en la sociedad se plantea como pecado capital. En su cuenta de Instagram, con casi 50 mil seguidores, se la ve en bombacha y corpiño, en bikinis, posando un jean y un blazer en la ciudad, comiendo un sándwich vegetariano de milanesa.
Cada uno de sus posteos es un motivo para hablar de su activismo gordo -el movimiento que reivindica los cuerpos grandes, tanto como objeto de deseo como deseantes, para quitarles la etiqueta de “cuerpo enfermo sólo por ser gordo”-, y del movimiento “body positive” -que busca la aceptación positiva de todos los cuerpos-. La semana pasada Brenda fue a Incorrectas, el programa de TV de Moria Casán y sufrió, una vez más, lo que se conoce como gordofobia. El debate en las redes estalló. ¿Cuando una persona flaca se muestra comiendo un sándwich de milanesa se la acusa de lo mismo que a una gorda?
“No, hace seis años que soy vegetariana y estaba emocionada porque encontré un lugar que hacía sándwiches de milanesa espectaculares. Estaba feliz. Porque subí una foto a Instagram la gente enseguida me acusa de que esa sea mi alimentación cotidiana. ¡Y no! Después están los que me preguntan cómo puede ser que sea gorda siendo vegetariana. Estoy harta. Ya no le doy explicaciones a nadie, menos a desconocidos por Internet”, dice a Infobae.
La gordura viene por el lado de su mamá. Es una cuestión genética, tienen las mismas curvas exuberantes. De niña recuerda haber sido consciente de que su cuerpo era más grande que el de las otras chicas, pero no la pasó mal porque su familia no fue restrictiva con ella. “Jamás me hablaron de manera negativa sobre mi cuerpo y si yo quería una golosina no me decían que no porque fuera gorda”, cuenta. “El recuerdo más feo de esa época fue a los 6 o 7 años, me quería disfrazar de Sailor Moon, mi dibujito preferido, mi ídola, y el talle 12 me quedaba chico. Me compraron el más grande que había pero sólo lo podía usar en casa porque me quedaba corto”.
La adolescencia fue el momento más oscuro y doloroso para ella. Pasó por tantas nutricionistas que perdió la cuenta, siempre le pasaba lo mismo: sacaban del cajón una hoja con un plan de comidas que ya tenían hecho. No tenían en cuenta su vida, sus emociones, su rutina. Sin embargo, bajó mucho de peso y estaba delgadísima. “Pero en el colegio el título de gorda ya me lo había ganado y era muy difícil salir de ahí”.
Cuando se desarrolló el cuerpo fue una explosión de crecimiento y hormonas que le parecían incontrolables. El primer corpiño que se compró, de adolescente, fue talle 90. “Lo que me pasaba es que, por mi contextura, nunca iba a poder ser considerada delgada, incluso siendo lo más delgada posible para mi cuerpo. Yo tenía un cuerpo distinto al de la mayoría. Es una locura ese nivel de confusión que te generan los estereotipos, los mandatos culturales. Nunca llegás a ser lo suficiente delgada”.
La culpa, el castigo y el odio sobre el propio cuerpo durante la adolescencia es un relato que se repite entre las mujeres, tengan la talla que tengan. Pero, ¿son responsables de su propio peso?
“Es muy difícil explicar la obesidad. No es cierto que la persona que come mucho es obesa y la que come poco es delgada. La obesidad es un gran enigma para la medicina. Es, en gran medida, un tema en el que confluyen la genética y las experiencias alimentarias de los primeros años de vida”, explica a Infobae el Dr. Carlos Tajer, cardiólogo, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital El Cruce y expresidente de la Sociedad Argentina de Cardiología.
Si bien la obesidad es, efectivamente, un factor riesgo para enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión, las cardiovasculares, “hay obesos metabólicamente sanos, que no tienen ninguno de estos cuadros”, sigue. En su investigación sobre “La obesidad y sus paradojas”, Tajer señaló que una parte de estas enfermedades se pueden prevenir fácilmente (reduciendo la sal y tomando una pastilla por día para la hipertensión, por ejemplo) y los riesgos se controlan.
Sin embargo, el yugo cultural es enorme. “Estar delgado es una especie de ideología. Si bien la gordura está distribuida en toda la población, las clases altas tienen particular preocupación por evitarla porque el modelo de exigencia corporal es muy alto", sostiene el cardiólogo.
“Si uno mira el tema desde el punto de vista social se ve que las poblaciones están aumentando de peso, es un fenómeno cultural muy fuerte. En la Encuesta de Factores de Riesgo del INDEC se ve un aumento año a año (evidenció que el 66% de los individuos tuvo exceso de peso en 2018, cuando en 2005 no llegó al 50%) . No es algo individual, es algo que ocurre en Occidente. Es un tema de política general y estamos todos de acuerdo en revertir este fenómeno. Ahora, desde el punto de vista individual es cultural, responde más a prejuicios que a algo medicinal”.
El modelaje
Después de esa época oscura de la adolescencia, Brenda Mato decidió que tenía que vivir de la mejor manera posible, así que retomó lo que más le gustaba desde chica: bailar y actuar. Al poco tiempo, en 2012, una amiga suya buscaba “una chica normal” para hacer unas fotos de su marca de ropa. Quería cuerpos cotidianos.
La llamó y Brenda le dijo que sí. “Me pagó 300 pesos, me acuerdo, era un montón”, cuenta. “Nunca fue mi sueño ser modelo, ni se me ocurrió”. Ahí comenzó una carrera que no paró nunca. Se hizo una página en Facebook, abrió una cuenta en Instagram para mostrar los trabajos que le salían y empezó a recibir mensajes de gente que se sentía identificada con su cuerpo.
Cuando la ONG AnyBody buscaba una vocera para hacer una campaña para que Facebook eliminara las etiquetas “me siento gorda” y “me siento fea” se postuló y la eligieron porque mostró una postura positiva sobre sí misma. “Ahí me llegó toda la parte teórica del movimiento gordo. Me puse en contacto con el taller Hacer la Vista Gorda, con los activistas Nicolás Cuello y Laura Contrera, de quienes aprendí mucho. Yo no buscaba ser activista, tampoco modelo, fue lo que me pasó”. Ayer, además, Brenda ganó un concurso de Avon en Latinoamérica para ir a conocer Nueva York con cuatro instagramers más.
El activismo gordo va ganando espacio dentro de los feminismos. En el Encuentro Nacional de Mujeres del año pasado, en Trelew, se hizo el primer taller de “Activismo gordx". Este año, en La Plata, se repetirá y se sumará otro más: “Mujeres, lesbianas, trans, travestis, bisexuales, no binares y la relación con sus cuerpos”.
Ahí se discutirán las relaciones entre la gordura, la alimentación y la pobreza, la Ley de Talles y la patologización de los cuerpos gordos. El ENM será el fin de semana largo (arranca el 12, termina el 14) y, por la cercanía y el momento histórico, se espera que sea masivo: irán, al menos, 200.000 personas.
En su Instagram hay cientos de mensajes privados y algunos posteos tienen 500 comentarios. Intenta contestarlos todos y dedicarle su tiempo a responder bien. “Las redes son lindas pero es agotador. Hay gente que sin conocerme me confía cosas muy íntimas, me mandan mensajes para desahogarse y abrir su corazón. Me dicen que gracias a leerme pueden mirar su cuerpo de otra manera, o que les hubiera gustado que, cuando eran jóvenes, hubieran existido mujeres como yo para verse reflejadas. Yo también hubiera querido que alguien me dijera que el sistema hace que odies tu cuerpo porque después va a lucrar con ese odio”, termina.
Para ella, mucha gente confunde la salud con lo saludable, y le exige a las personas que sean de determinada manera. “¿Y qué pasa si yo no fuera sana? ¿No debería mostrar mi cuerpo si tuviera colesterol?”, se pregunta. La gente que la cuestiona le exige “responsabilidad”, le dice que “los extremos son malos”: para el activismo gordo, esos comentarios se usan para esconder la forma de discriminación llamada gordofobia.
Después, se despide: “Lo que pasa con los cuerpos gordos es que muchos creen que es una enfermedad que nos autogeneramos. Me dicen: ‘vos sos gorda porque vos querés, porque no hacés lo suficiente para no serlo, es tu culpa’. Esas máximas son muy dañinas".
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