Por Guillermo Andino
Por Carolina Prat
La bailarina que, sin dudas, tiene su página en la historia de la danza clásica; continúa aportando talento, técnica y experiencia en cuanto teatro, estudio o show solidario la requiera. Y justamente hoy se prepara para subir al escenario del Teatro Coliseo, donde va a estrenar una coreografía, en una nueva edición de la “Gran Gala por los niños” a beneficio de la Fundación Julio Bocca, Manos en Acción y Patronato de la Infancia, organizaciones que asisten a más de 2.000 niños en situación vulnerable.
Con un presente relajado y una imagen tan juvenil que cuesta asociarla con los 53 años que denuncia su documento, la Cassano de hoy anda con las fotos de sus dos hijos en el celular para mostrar lo que llama “sus dos mejores funciones”, Tomás y Julieta. Lleva 33 años de matrimonio y otros tantos desde que decidieron alejarse del caos de la ciudad. En su casa de San Antonio de Padua lo doméstico no parece resultarle ni ajeno, ni desagradable, por el contrario, parece ser una fuente de bienestar.
Eleonora, que brilló en los más destacados escenarios del mundo llevando el Ballet Argentino a lo más alto y gracias a un temperamento desestructurado se permitió cambiar tutú por plumas para ser estrella en el teatro Maipo, incursionar en géneros como tango y folklore, ser Evita en la obra de danza teatro “La Duarte”, también se permitió ser modelo de Playboy y participante del Bailando por un Sueño de Marcelo Tinelli en televisión. Hoy siente que su rol es el de “aportar” en la danza. “Yo ingresé al programa de televisión para seguir haciendo lo que veníamos haciendo con Julio (Bocca), el camino de acercar la danza a la gente, iba a llegar a lugares donde jamás hubieran tenido la oportunidad de verme en un teatro… y también para mí fue una oportunidad porque me propuse mostrar que se puede bailar todo tipo de danza desde un lugar correcto”.
Sus comienzos en el ballet, a los 7 años con Olga Ferri, fueron casi una consecuencia inevitable de una capacidad física nata – tiene hiperlaxitud – que hizo evidente que era una niña con una condición natural para el baile. Nadie dudó en recomendarle a su madre que la llevara a la escuela del Teatro Colón.
Al evocar sus primeros años de aprendizaje, enseguida remarca que en la actualidad, desde su lugar de maestra, su criterio de enseñanza es otro más “amable”, alejado de la rigurosidad y casi maltrato de la profesora con bastón que era corriente en ese medio. Con sus alumnas se esmera en derribar los prejuicios que indican que una bailarina debe ser flaca, exigente con su cuerpo y vivir obsesionada por eso. Cada vez que termina una clase charla con sus chicas, en su mayoría adolescentes, sobre el cuerpo, que no le exijan estar delgado y que deben ser saludables. Un aporte fundamental para prevenir la anorexia. “Las chicas tienen una invasión de que lo correcto es ser súper delgadas. Yo hago hincapié que para el bailarín o la bailarina es importante ser saludable, no es fundamental ser delgadas”.
Hace siete años Eleonora cerró su etapa de bailarina clásica con un último tour ¡Chapeau!, excelente título para saludar a una grande, no despedirla, porque desde entonces ella se reinventa. Baila, enseña, derriba mitos como que las bailarinas no pueden ser madres, se contacta con el público desde escenarios más populares que el Teatro Colón, y muchas veces, como en el caso de hoy en la “Gran Gala por los Niños” con fines benéficas, siempre generosa con su presencia.
Aunque la Cassano cuente que hoy su vida parece alejada del mundo del ballet, que no baila todos los días, que cambió las puntas por zapatillas y que la música clásica ya no es lo que más escucha a diario, no se le escapa el detalle de mencionar que cuando lava los platos, se da cuenta que sus piernas están en segunda posición.
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