Le escribió una carta de amor a su barrio de Caracas, ganó un reloj de lujo, y años después lo tuvo que vender para irse de Venezuela

Nació en un barrio humilde de la capital venezolana. Lo avergonzaba ser de ahí porque lo estigmatizaban. Pero aprendió a quererlo y le escribió una carta de amor a sus calles. Ganó un concurso. Años después, vendió el premio para comprarse un pasaje a la Argentina y alejarse para siempre de ese lugar amado

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El venezolano que gracias a una carta de amor escapó de Venezuela

Los barrios populares de Caracas, durante la noche, parecen nacimientos. Así le dicen en Venezuela a los pesebres, y así se ven sus casitas iluminadas una al lado de la otra sobre los cerros. En una de esas casitas vivió hasta los 24 años José Gregorio Márquez, en el barrio Niño Jesús, en el sector de Catia, al oeste de Caracas.

Durante mucho tiempo, le dio vergüenza decirlo. Estudiaba Comunicación y ocultaba su origen a sus compañeros. Trabajaba de periodista y se lo ocultaba a sus colegas. Hasta que un día se fue del barrio. Alquiló una habitación en un departamento de Altamira, una zona céntrica de la ciudad, donde vivía con otras seis personas. Recién entonces entendió algunas cosas.

“No me gustaba vivir en un barrio. Un barrio es una villa, como le dicen acá. Sentía vergüenza porque mi entorno venía de otros lugares de la capital”, dice ahora desde el departamento que alquila junto a su novio en la avenida Independencia, en Buenos Aires.

El barrio Niño Jesús: "Cuando me fui. Fue en el momento en que empecé a quererlo, a apreciarlo. Me di cuenta de que había madurado, había aceptado mi origen y ya no debía avergonzarme más", dice José Gregorio
El barrio Niño Jesús: "Cuando me fui. Fue en el momento en que empecé a quererlo, a apreciarlo. Me di cuenta de que había madurado, había aceptado mi origen y ya no debía avergonzarme más", dice José Gregorio

Todo cambió para José Gregorio ese año que se fue del barrio. Era el 2013, había terminado de estudiar en la universidad, recién cumplía 24 años, y poco a poco ya pensaba en irse del país. Trabajaba de periodista y cobraba 15 dólares por mes. Quería más. Entonces vio que estaba por cerrar la inscripción a un concurso de cartas de amor muy famoso en Venezuela (que después de 20 ediciones consecutivas, dejó de realizarse hace dos años). Sobre la fecha, escribió su carta y la mandó. Era una carta de amor al Niño Jesús, el barrio que acababa de dejar atrás. Entre sus líneas, decía:

“Ahora te extraño. Extraño mirar el cielo que te servía de sombrero. Extraño ver a los papagayos serpentear entre las nubes como espermatozoides errantes. Extraño el verde de tus árboles, al lado del naranja de tus ladrillos, acariciando el azul de los tanques de agua. Extraño la impertinencia de los gallos al amanecer y la elocuencia de los gatos al anochecer. Extraño todas y cada una de tus lucecitas, las amarillas y las blancas. Te extraño”.

“Yo quería hacer una especie de juego de palabras. A los barrios en Venezuela les dicen nacimientos, y en diciembre los niños hacen la carta al niño Jesús, y se deja en el pesebre para que el 25 lleguen los regalos. Y quise hacer una carta al estilo ‘carta al niño Jesús en el pesebre en el que yo nací’”, explica José.

Su idea fue bien recibida: primero quedó entre los 40 finalistas, luego entre los 10 (que debían leer la carta en un teatro lleno, a la vista del jurado), y finalmente fue elegido ganador.

Él y su barrio eran la historia que más había conmovido al jurado. Él y su lectura nerviosa. Él y su vergüenza por la vergüenza que sintió. Él y su origen.

José Gregorio junto a otros pequeños del barrio Niño Jesús, en Caracas, donde creció y al cual le dedicó su carta de amor
José Gregorio junto a otros pequeños del barrio Niño Jesús, en Caracas, donde creció y al cual le dedicó su carta de amor

Como el concurso estaba auspiciado por la marca Mont Blanc, el premio era un reloj de lujo. José Gregorio lo googleó para saber su valor: 5 mil dólares. Decidió no usarlo nunca: lo guardó en su estuche y se dijo a sí mismo que ése reloj sería su carta de salida del país.

Al poco tiempo, esa esperanza casi desaparece. “Una vez, viviendo ya en Altamira, entraron a robar a la madrugada. Yo no estaba. Y cuando regresé vi que habían desvalijado todo, y mi primer reacción fue ir a ver si estaba el reloj, porque de eso dependía la posibilidad de irme de Venezuela. Y por suerte el reloj estaba: yo lo había guardado en mi ropa interior y se ve que no revisaron ahí”, cuenta.

Sin más dudas, le dio el reloj a un amigo que viajaba a Estados Unidos y le pidió que lo vendiera al valor que fuera. Así lo hizo y le trajo 1500 dólares, lo suficiente para pagarse un pasaje a la Argentina y vivir los primeros días.

“Llegué en el 2016. Vine con un amigo y tenía otros amigos acá. Mi salida, en comparación con la de otros venezolanos, fue tranquila. A otros les toca caminar miles de kilómetros”.

-¿Tu familia sigue viviendo en el mismo barrio del que te fuiste?

-Sí, mi mamá, mis hermanos. Toda mi familia sigue en el barrio Niño Jesús. Es un barrio donde hay muchos tipos de personas, sobre todo trabajadores. Sigue habiendo delincuencia, sigue habiendo asesinatos y sigue habiendo pranes, que son los líderes negativos que mandan en el barrio. Sigue siendo un lugar sin autoridad ni gobierno, pero es un barrio tranquilo en comparación con otros.

-¿Por qué te daba vergüenza decir que vivías ahí?

-Me daba vergüenza ser pobre. Y me daba vergüenza vivir en un barrio en una ciudad donde el solo hecho de vivir en un barrio ya te estigmatiza. En Caracas consideran que todas las personas que viven en un barrio son personas malas, que van a robar o que están acostumbradas a que el gobierno les de todo. Yo sentía que era menos, que en comparación con mis compañeros de estudio o de trabajo no estaba igual de preparado. Que no estaba a la altura de los demás digamos. Y me tenía que esforzar mucho para conseguir las cosas y prefería no decir de dónde venía, para que no tuvieran una concepción errada de mí.

-¿Cuándo cambiaste tu imagen del barrio?

-Cuando me fui. Fue en el momento en que empecé a quererlo, a apreciarlo. Me di cuenta de que había madurado, había aceptado mi origen y ya no debía avergonzarme más. En ese momento fue una especie de salida del closet con mis amigos en relación a que yo venía de un barrio. Hasta entonces lo escondía.

Gregorio en su niñez en el barrio. "Toda mi familia sigue allá, en Niño Jesús. Es un barrio donde hay muchos tipos de personas, sobre todo trabajadores", cuenta
Gregorio en su niñez en el barrio. "Toda mi familia sigue allá, en Niño Jesús. Es un barrio donde hay muchos tipos de personas, sobre todo trabajadores", cuenta

-¿De qué trabajas allá?

-Trabajé de periodista desde los 19 años. Primero en Últimas Noticias, que era un diario popular luego devenido a pro-dictadura. Trabajé en El Nacional, uno de los diarios más antiguos del país, que ya no sale en físico porque no tiene papel y por otras razones económicas y de censura de la dictadura. Y trabajé en un diario juvenil que se llamaba Urbe.

-¿Cómo era ser periodista en Venezuela?

-Difícil, como es dificil en cualquier país donde haya un regimen totalitario o una dictadura. Creo que ahora es más dificil, sobre todo desde que subió al poder Nicolás Maduro, porque fue mucho más descarada e insisiva la censura.

-Algunos dice que el chavismo fue muy generoso con las clases populares, que atacó la desigualdad histórica que había en Venezuela. Vos vivías en un barrio popular. ¿Fue así?

-Al principio del chavismo se vieron muchos cambios, sobre todo en los sectores populares. Se implementó lo que era el Barrio Adentro, que eran módulos hospitalarios adentro de los barrios en los que trabajaban médicos cubanos. Y también se implementó un programa de alfabetización para personas humildes. Luego, eso tuvo un rumbo absolutamente diferente. Los consejos comunales por ejemplo, que iban aadministrar el dinero que les daba el gobierno, comenzaron a tomar el dinero para beneficio propio. Ahí comenzó la corrupción desde lo más bajo a lo más alto.

-¿Los módulos de salud seguían ahí?

-Los médicos cubanos son básicamente esclavos en Venezuela. Y en un momento comenzaron a denunciar que estaban siendo esclavizados tanto por el gobierno de Cuba como por el de Venezuela... Todo lo que en un principio fue beneficio para las clases populares en el país, se transformó luego en chantaje. Si yo te doy esto, tienes que anotarte en tal logar y votar por mi. Si te doy este trabajo, debes votar por mí o te despido. Si te doy esta comida, debes votar por mi… Todo comenzó a ser así.

José Gregorio en su departamento de Buenos Aires, donde vive desde 2016
José Gregorio en su departamento de Buenos Aires, donde vive desde 2016

-¿Cómo fue tu llegada a la Argentina?

-Llegué a la Argentina con muchas esperanzas y ganas de salir adelante, pero era aterrador no saber qué iba a pasar, cómo iba a ser empezar de cero. Por suerte ese miedo no me detuvo, y este es un país increíble en el que nunca me sentí extranjero. Pensé que iba a conseguir trabajo como periodista rápido. No pasó. Comencé a trabajar de mozo. Eso es otra cosa que agradezco, porque gané mucha humildad y capacidad para trabajar en equipo. Ahora mismo trabajo en Editorial Planeta, en el área de marketing.

-¿Pensás en la paradoja de que una carta de amor a tu barrio, a tu origen, fue lo que al final te dio los medios para irte de ese lugar de origen?

-Otra cosa más que me regaló el barrio: la posibilidad de irme de ahí y del país. Es una gran paradoja, sí: viví en un barrio, cuando aprendí a quererlo le escribí una carta, y esa carta me hizo ganar un premio que después me permitió irme para siempre de ese lugar al que finalmente había aprendido a querer. Siento que es una afortunada paradoja.

-Si hoy tuvieras que escribir una carta de amor, ¿a quién estaría dirigida?

-Como en su momento con el barrio, hoy me pasa lo mismo con Venezuela. No valoraba tanto el país cuando estaba allá. No valoraba su cultura, su gente… Siempre veía lo malo. Y luego de que te vas empiezas a deconstruir tu país, a ver cosas positivas, a escuchar música que no escuchabas… Empiezas a acercarte a gente a la que pensabas que no te ibas a acercar nunca, y comienzas a ver a todos tus compatriotas como si fueran parte de tu familia.

-¿Pensás en volver al barrio Niño Jesús?

-Sí, quiero volver, pero de visita. Hoy estoy seguro de que quiero hacer mi vida en la Argentina. Lo que sí me gustaría es traerme a mi mamá, porque es imposible vivir allá. Pero está siendo imposible conseguir pasaportes hoy en día, esa es la gran traba.

-¿Qué querrías hacer en tu futuro?

-Yo querría escribir. Querría vivir de escribir. Escribir más y mejor. Y también poder crecer en el área donde estoy hoy. Pero sobre todo escribir.

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