Cuando Manuel Justo Gaggero llegó desde Ciudad de México al Aeropuerto de La Habana en abril de 1962 tenía 21 años. Apenas poner pie en la isla sintió la emoción de ser parte de un proyecto revolucionario que se contagiaba en América latina. Después de pasar por Migraciones sin que le sellaran el pasaporte, se dirigió al Hotel Riviera, uno de los más importantes de la capital cubana, que en otros tiempos había sido propiedad nada menos que de Al Capone.
En la recepción dio un nombre y esperó. Poco después estaba frente a un hombre gordo y cordial que lo saludó sin ceremonias.
-De ahora en más te llamás Luis Vélez – le dijo.
A Gaggero no le sorprendió la tonada argentina de su interlocutor. El hombre gordo era John William Cooke, ex diputado peronista y por entonces uno de los dirigentes más cercanos a un Juan Domingo Perón que había recalado en Madrid como escala definitiva de su exilio.
En apenas unos minutos, Cooke le dio a Gaggero instrucciones precisas: que se alojara en un hotel donde tenía una habitación reservada a nombre de Luis Vélez, que no anduviera dando vueltas por la ciudad y que estuviera listo la mañana siguiente, bien temprano, porque lo irían a buscar para llevarlo a un campo de entrenamiento. Ante de despedirlo, le hizo una última recomendación:
-Tratá de no hablar con nadie y menos con argentinos. Acá hay gente del PC (Partido Comunista Argentino) que se opone a lo que vamos a hacer. Si alguien te pregunta qué hacés en La Habana decile que venís por temas agrícolas.
-Yo no entiendo nada de agricultura – le contestó Manuel.
-Por eso te digo que hables lo menos posible – le dijo Cooke.
La recomendación resultó acertada.
"Un par de horas más tarde, mientras estaba cenando, se me acercó una joven rubia, muy seductora, que dijo que era pianista y me preguntó qué hacía en Cuba. Le contesté que era estudiante avanzado de Agronomía y que venía contratado por el Instituto de la Reforma Agraria. Creo que no me creyó, pero dejó de acosarme con preguntas cuándo se sumaron a nuestra mesa unos dominicanos que la conocían", recuerda 57 años después Gaggero para Infobae.
Esa noche casi no durmió, expectante por su primer entrenamiento guerrillero y la posibilidad de conocer personalmente al Che Guevara y a Fidel Castro. En su desvelo repasó la serie de hechos que lo había llevado hasta ahí.
Una Argentina convulsionada
Apenas un mes antes, el 18 de marzo, en las elecciones convocadas por el gobierno que presidía Arturo Frondizi, el peronismo –que estaba proscripto desde el golpe del 16 de setiembre de 1955– había ganado en 11 de las 18 provincias argentinas, entre ellas la de Buenos Aires, donde los votos habían consagrado a la fórmula integrada por el referente de la resistencia peronista Andrés Framini y Francisco Anglada.
Ante ese resultado, las Fuerzas Armadas le exigieron a Frondizi la anulación de los comicios y su renuncia. A los pocos días, el 29 de marzo, los militares dieron un golpe y pusieron al frente del Ejecutivo al presidente provisional del Senado, José María Guido.
Manuel Gaggero, que estudiaba abogacía, era por entonces dirigente universitario en Santa Fe y formaba parte de un grupo del peronismo revolucionario. Junto a ellos también había estudiantes y dirigentes sindicales provenientes del Movimiento Obrero Comunista (MOC), un grupo liderado por Rodolfo Puiggros, que había roto en 1947 con el Partido Comunista para darle el apoyo a Perón.
Cita en Montevideo
Poco antes de aquellas elecciones, Gaggero junto a otros militantes que simpatizaban con la revolución cubana fueron citados en Montevideo por Alicia Eguren, reconocida militante peronista y esposa de John William Cooke.
Manuel viajó desde Santa Fe hasta la capital uruguaya y participó de la reunión. Después de darles su visión de la situación política en la Argentina, Eguren les hizo una propuesta que Gaggero aún recuerda palabra por palabra.
-Bueno, muchachos, esta es una propuesta que estamos elaborando con John y con el Che para formar un Frente de Liberación en la Argentina. Para eso van a tener que hacer una etapa previa de entrenamiento en Cuba – les dijo.
"Ahí nos explicó qué teníamos que hacer y cómo prepararnos para el viaje. Nos dio también una fecha para volver a Uruguay e ir a la Embajada Cubana en Montevideo para que nos dieran más indicaciones, los pasajes y el dinero para el viaje. A Cuba íbamos a llegar todos por separado. Así empezó la historia", cuenta ahora Gaggero.
Esa preparación no iba a ser fácil. Apenas tenía 21 años y en esa época la mayoría de edad era a los 22, de modo que para tramitar el pasaporte precisaba autorización de los padres. En su caso, solo de su madre, ya que el padre de Gaggero había muerto cuando él tenía 3 años.
"Fue todo un drama porque ¿cómo le explicaba a mi vieja que me tenía que ir?, que iba a estar como un año afuera, que nunca le iba a poder escribir- porque esa era una de las condiciones- y tampoco podía decirle dónde iba… La Vieja no quería saber nada. Al final, mi hermana Susana, que en ese momento era militante de un grupo llamado Palabra Obrera, la convenció", recuerda.
Varado en México DF
A principios de abril de 1962, Gaggero se embarcó en un avión de Canadian Pacific rumbo a la capital mexicana. Lo acompañaba otro militante santafesino del MOC, un sastre italiano llamado Guido Angellini, pero al llegar, de acuerdo con las instrucciones, se separaron.
Gaggero se presentó al día siguiente en la Embajada de Cuba, como le había indicado Alicia Eguren, pero ahí nadie sabía quién era ni estaban al tanto de nada.
"Yo tampoco podía decir de qué se trataba, por una cuestión de seguridad. Los que debían saberlo eran ellos, pero no lo sabían –relata Gaggero-. Empecé a presentarme día por medio, a ver si alguien les había dado instrucciones, pero no. Me pasaba el día caminando por Ciudad de México, tomando café, a veces me metía en un cine, pero el dinero que me habían dado se me estaba acabando y no pasaba nada. Tampoco podía volverme a la Argentina porque ya no tenía plata para el pasaje y tampoco me iba a presentar en la embajada para que me repatriaran".
Cuando llevaba diez días así, Gaggero tomó la decisión de desobedecer las instrucciones. Fue una vez más a la embajada y dijo:
-Mire, yo estoy acá por un proyecto que es del Comandante Guevara.
Al día siguiente, cuando volvió a presentarse, lo esperaba un pasaje de avión para viajar a La Habana. Apenas llegó a la capital de la Cuba revolucionaria, fue al Hotel Riviera y se encontró con Cooke.
Un campamento variopinto
Gaggero no recuerda el nombre del hotel donde durmió poco esa noche, pero sí que a la mañana temprano pasó a buscarlo un vehículo, donde ya había otros argentinos. De allí, al fin, viajaron al centro de entrenamiento. Quedaba a unos 45 minutos de La Habana, aunque no les dieron ninguna referencia del lugar. Como el proyecto de Cooke y Guevara era conformar un Frente, había gente de muy diferentes agrupaciones, algunas de ellas tan combinables como el agua y el aceite.
"Había varios grupos. Estaba la gente de Palabra Obrera, con el 'Vasco' Ángel Bengochea, que por esa época hacían 'entrismo' en el peronismo; un grupo de socialistas dirigido por Marino Massi, que luego daría lugar a Vanguardia Comunista; otro grupo del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que eran todos estudiantes partidarios de la lucha armada. Y después había un grupo proveniente de la resistencia peronista, que terminó siendo un problema", explica Gaggero a Infobae.
Dice también que al principio la relación era bastante buena, pero que las diferencias políticas no tardaron en aparecer y la convivencia fue haciéndose cada vez más ríspida.
"Lo que pasa es que cometieron un error al juntarnos. Ese grupo de la resistencia venía del peronismo de derecha. Cuando llegaron al Aeropuerto de La Habana lo primero que vieron fueron unos retratos enormes de Marx y de Lenin… Ahí nomás entraron en crisis. Dónde carajo estamos, se preguntaban. Como le tenían cierta confianza al Gordo Cooke siguieron adelante, pero al final le pidieron que les diera una señal expresa de que Perón apoyaba todo eso. Tan de derecha eran que uno incluso terminó después formando parte de la Triple A", cuenta.
Un "Campo de Marte"
Ese grupo variopinto de argentinos instalados en ese campamento de las afueras de La Habana no era el único que recibía entrenamiento para la guerra de guerrillas. Cerca había otros tantos: venezolanos, guatemaltecos, nicaragüenses y dominicanos, de distintas organizaciones guerrilleras de la época. Eso Gaggero lo descubrió con el correr del tiempo, porque los instructores cubanos no daban información. Todavía hoy recuerda una frase del Vasco Bengochea cuando se dieron cuenta de lo que estaba pasado.
-Che, Cuba es un "Campo de Marte" – le dijo.
Tampoco sabían que había otro grupo de argentinos que estaba recibiendo instrucción en otro sitio. Lo lideraba un periodista argentino que había entrevistado al Che Guevara en la Sierra Maestra y después de la revolución, los cubanos lo habían puesto al frente de la agencia Prensa Latina: Jorge Masetti, el futuro "Comandante Segundo" del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) que se instalaría en Salta durante el gobierno de Arturo Illia.
"Nunca nos enteramos de eso ", dice Gaggero.
La primera etapa del entrenamiento, en el campamento, consistió en el aprendizaje de manejo de armas y mucho ejercicio físico, con el calor tropical y los atuendos militares que pesaban demasiado para aquel grupo de jóvenes voluntariosos. Después, tenían reuniones de debate político.
Al cabo de un tiempo, llegó la segunda parte: entrenamiento en las sierras, campamentos, caminatas, alimañas, mosquitos, sudor a mares.
"Salimos todos con 'El Papi', que era nuestro responsable, René Martínez Tamayo, un campesino que, a los 17 años y sin instrucción previa, se sumó a la columna guerrillera del Che en 1958, cuando los combates contra la dictadura de Fulgencio Batista no daban respiro", afirma Gaggero y agrega: "Era un tipo extraordinario".
Martínez Tamayo luego participó al grupo que acompañó al Che a Bolivia, y allí terminaron sus días: en la Quebrada del Yuro, el 8 de octubre de 1967, el mismo día que capturaron a Guevara con vida y al día siguiente lo fusilaban.
'El Papi' los llevó al Escambray, una zona selvática y montañosa.
"Ahí estaban operando 'los bandidos', como los llamaban. Era una guerrilla contrarrevolucionara alimentada por la CIA", cuenta Gaggero.
Aunque iban a estar un mes o algo más en la sierra, Gaggero volvió antes a La Habana, con Cooke. "El Gordo no estaba en estado físico y además tenia una pierna más corta que la otra. Entonces planteó que quería bajar y nos pidió a algunos de nosotros que lo acompañáramos para hacer unos cursos de formación política", explica.
El Che y el proyecto argentino
Ernesto Guevara visitó varias veces el campamento. Quería ver cómo iban las cosas y hablar de la creación del Frente de Liberación que había imaginado para la Argentina. Gaggero recuerda que debatía sobre todo con el "Vasco" Bengochea sobre las características de la lucha en la Argentina.
"El Che planteaba centralmente el papel de la guerrilla como retaguardia de la lucha y no como vanguardia tal como después sucedió –dice Gaggero-. Era un poco la teoría del foco, pero no como después la han presentado… Era una cosa mucho más compleja. Y además contaba cómo habían sido las alianzas políticas en Cuba, donde Fidel había logrado desde la Sierra Maestra acuerdos con distintos partidos. A su vez, el Vasco Bengoechea insistía en que había dos cuestiones que hacían muy distinto el proceso argentino. Por un lado, la concentración urbana, industrial, un sindicalismo poderoso, especialmente en Córdoba Rosario y Buenos Aires. Y por el otro, el papel del peronismo. Bengoechea decía que el peronismo era central porque ahí estaba el 90% de la clase obrera y de ahí iba a surgir el proyecto revolucionario. El Che coincidía en el potencial del peronismo, pero le tenía una enorme desconfianza a Perón", resume Gaggero más de medio siglo después.
El carácter y el humor de Guevara
De regreso en La Habana, Gaggero tuvo oportunidad de encontrarse muchas veces con Ernesto Guevara.
"Al principio parecía distante, porque era muy rígido, duro. Cuando nos reuníamos con él, yo casi no hablaba, era chico y me inhibía su figura. Después vino Celia, la madre, y entonces fuimos varias veces a su casa. Desayunábamos con él, con Celia y con Aleida, su mujer. La madre lo cagaba a pedos, le decía que era muy duro con su propia gente, que no admitía fallas. Además el Che era irónico, y la ironía argentina no es muy grata a los centroamericanos. Eso se veía que les chocaba a algunos cubanos", dice.
De esos encuentros, Gaggero recuerda una ironía del Che que lo tuvo a él como blanco. Fue una mañana, mientras desayunaban. Guevara sonrió levemente y le preguntó:
-¿Y vos qué estudiás? Me dijeron que abogacía…
-Sí – respondió Gaggero, cohibido.
-Ah, bueno, entonces vas a ser policía, porque cuando venga el socialismo los abogados van a ser policías. Hacete a la idea de que tu trabajo va a ser dirigir el tránsito.
La despedida de Fidel
Gaggero y la mayoría de aquel grupo de argentinos permanecieron casi un año en Cuba. Durante ese tiempo, las diferencias con los peronistas provenientes de grupos de derecha se hicieron cada vez más evidentes y ríspidas. Incluso, tuvieron conatos de violencia.
Mientras convivían en medio del entrenamiento, Cooke viajó a Madrid con el objetivo de convencer a Perón de radicarse en Cuba. Pero Perón sabía balancearse entre la izquierda y la derecha. Ir a La Habana era volcarse a la izquierda. Cooke fracasó en ese intento y, en consecuencia, fue el punto final para la idea de un frente donde convivieran distintas vertientes tal como lo había ideado con Guevara.
En marzo de 1963, Fidel Castro los reunió a todos.
-Bueno, muchachos, nosotros hemos cumplido. Ustedes van a tener los pasajes para volver –dijo, y terminó de modo lapidario-. Sabemos que de acá no va a salir ningún grupo unificado. Eso está claro. Pero nosotros hemos cumplido con nuestra obligación.
Poco después Manuel Gaggero retornó a la Argentina en un periplo donde – al no sellársele el pasaporte en Cuba ni en la primera escala europea– borraría las huellas de su paso por La Habana: Praga, Zurich, San Pablo y finalmente Buenos Aires.
De regreso, sin que la mayoría de sus compañeros de estudios supieran qué había hecho aquel año, Gaggero terminó su carrera de Derecho y no pensaba en ser policía en caso de que el socialismo triunfara. Es más, pese a su origen peronista, al tiempo se incorporó a las filas del PRT-ERP, donde militaba su hermana Susana. Conoció a Mario Roberto Santucho y la actividad que le encomendaron fue la de trabajar de abogado de presos políticos y de organizaciones sindicales.
En 1971, el PRT-ERP impulsó la creación del semanario Nuevo Hombre, del cual fue un tiempo director. Dos años después, tras la asunción de Héctor Cámpora en la presidencia, Gaggero dirigió el diario El Mundo, que tuvo una vida efímera.
Su hermana Susana llegó a integrar la máxima dirección del PRT-ERP y fue detenida-desaparecida cinco días después del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Los antropólogos forenses encontraron sus huesos tres décadas después en el cementerio de la localidad bonaerense de Moreno. Hoy descansan en el cementerio de la Chacarita.
Cuando se le pregunta por las huellas que le dejó su paso por la Cuba de Fidel y el Che, Manuel Gaggero dice con sencillez:
-Fue una experiencia increíble, que me marcó para toda la vida.
SEGUÍ LEYENDO: