El 8 de julio de 1990 se jugó la final del Mundial en el Estadio Olímpico de Roma, Italia. Luego del controvertido penal que sancionó el árbitro Edgardo Codesal y que ejecutó Andreas Brehme para sentenciar el 1 a 0 definitivo, las cámaras se reposaron sobre la figura de Diego Armando Maradona y su llanto desconsolado. Fue una de las imágenes más icónicas del certamen. El mundo veía llorar al astro en el instante en que se le escurría la ilusión de repetir la coronación de hacía cuatro años atrás.
Para Walter Rotundo ese torneo fue el primero del que tiene recuerdos. Era chico, tenía 8 años. Según rememora, miró el encuentro decisivo en su casa de toda la vida en Floresta. Dice que le llamó la atención la respuesta de Maradona frente a la derrota. Hasta ese día siempre había creído que los futbolistas jugaban solo porque era "su trabajo", para cumplir su labor como profesionales. Verlo llorar lo cambió. Ese gesto despertó un sentimiento de cariño infinito hacia el ídolo. Cariño que mutó luego en devoción, a tal punto que 21 años más tarde llamó a sus hijas Mara y Dona.
"Lo vi a Diego llorando y me quedó grabado. Con el correr de los años comprendí por qué lloraba y supe todo lo que había atrás de ese Mundial, de sus guerras contra el poder, de su lucha contra las mafias que no querían que juegue el torneo, que no querían que nos saque otra vez campeones", comienza a relatar Walter en diálogo con Infobae. "Esas convicciones de rebeldía coinciden con las mías", agrega.
El hombre hoy tiene 37 años y habla como si eso hubiese pasado ayer. Esta presente, vívido en su recuerdo. Lo tiene latente en la mente al igual que el amor por Maradona que sintió desde ese día.
Son incontables las personas que en una demostración de afecto hacia el Diez, se tatuaron su rostro, silueta, nombre o cualquier otra referencia. Así lo llevan y lo muestran con orgullo en la piel. Otros prefirieron transmitir su admiración llamando Diego Armando, o simplemente Diego, a sus hijos.
El caso de Walter se emparenta con estos últimos aunque con una (sustancial) diferencia: no tuvo varones sino nenas, por lo que dividió el apellido del ídolo y bautizó a sus hijas mellizas como "Mara" y "Dona". Los nombres, claro, fueron consensuados con la madre de las niñas, Stella Maris Prez. De hecho, fue ella quien lo impulsó casi a último momento.
"Entre los mundiales del 90 y 94 me enteré de que un tipo -no me acuerdo quién- le había puesto a sus hijas esos nombres. Y desde ese momento me dije a mí mismo que cuando tuviera hijas iba a hacer lo mismo", cuenta el padre.
La pareja se conoció hace 18 años. Con el tiempo se pusieron de novios. "La primera vez que hablamos de hijos le conté de esta vieja idea", recuerda. La propuesta era solo si se trataba de nenas; si el primer hijo era un varón no había planeado llamarlo Diego.
A inicios de 2011 supieron que iban a ser padres. No se enteraron del sexo hasta abril, cuando se realizaron su segunda ecografía. Esa vez, mientras viajaban en el colectivo hacía el médico, ella se lo recordó y le dijo si eran dos nenas las iban a llamar como él lo había soñado.
Finalmente, las hermanas Mara Delfina y Dona Isabella nacieron el 26 de julio en el Sanatorio Trinidad Mitre. "Cuando las anoté en la calle Uruguay, la señora que me atendió fue a fijarse si Dona iba con una o con dos 'n'. Y le dije: 'No se fije, señora. Va con una sola n, sino no me voy de acá'", recuerda sobre su paso por el registro civil.
Las mellizas, que hoy tienen 8 años, acompañan a su papá en su afición por el fútbol. Juntos siguen al club Arsenal de Sarandí. Aunque hoy, claro, también hacen fuerza por Gimnasia de La Plata. "Que ojalá que ambos se salven del descenso. Y que toda la gente se dé cuenta cómo cambia el semblante del Diego cuando está en una cancha y es feliz", señala Walter, que fue uno de los miles que asistieron a la presentación para agasajar al flamante entrenador.
A lo largo de estos años, Walter tuvo varios acercamientos con su ídolo. En ocasiones intercambió mensajes con Dalma, que en su obra teatral "La hija de Dios" mencionaba a las hermanas y decía que estaba enamorada de ellas.
Y una vez, en 2012, por intermedio de un compañero de trabajó y un amigo que conoció por redes sociales, le hizo llegar a Maradona -por entonces vivía y trabajaba en Emiratos Árabes Unidos- una carta de puño y letra que escribió y envió junto a una foto en la que aparece con sus hijas, todavía bebés.
El Diez ya sabía de la historia, que salió a la luz con el nacimiento de las chicas. Le respondió con un mensaje de audio en el que dijo que lo había emocionado y le enviaba un abrazo.
Mientras organiza un viaje a Rosario para el 30 de octubre (esa fecha Maradona cumple años y está programado que Gimnasia juegue contra Newell's), Walter sueña con conocerlo personalmente y que ese abrazo se pueda llegar a concretar ahora que lo tiene más cerca que nunca.
"Me genera una expectativa de cruzarlo, obvio. Pero no lo voy a ir a buscar porque no me gusta invadir la privacidad, no lo veo correcto. Cuando lo conozca quiero que sea porque que los dos queramos".
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