Los vecinos de Pacheco, en el Gran Buenos Aires, quizás lo hayan visto y aún lo recuerden. Hasta hace pocos meses tocaba la guitarra y cantaba por la calle Hipólito Yrigoyen, antes más conocida como "la 197", por la traza de la ruta nacional:
-Casi siempre yo estaba en la esquina de Boulogne Sur Mer. Me quedaba un rato y después subía a los colectivos. El 720, el 721, el 722… Iba y venía por toda la zona hasta la Panamericana. Hacía varias vueltas.
Jorge Toloza tiene 24 años. Su biografía, si bien breve en años, es muy intensa en vivencias:
-Nací en Vicente López, pero me pasé la mitad de mi vida en el Chaco, de donde es mi familia… Allí, en General Pinedo, me crié escuchando música folclórica, especialmente chamamé. Pero en mi casa siempre hubo rock.
Esta riqueza de estímulos pobló su infancia con Los Manseros Santiagueños y con Babasónicos, en una mezcla que fluía con toda naturalidad:
-De chico jugaba con un redoblante, haciéndome el rockero. Pero también me tiraba la guitarra, porque yo veía a dos tíos míos que eran guitarreros. Y pude compartir un poco con ellos, mirando cómo hacían los acordes. No me puedo quejar, porque siempre estuvieron las dos partes, en mi casa desde mi infancia siempre hubo rock y folclore.
El primer contacto de Darío López con la música se produjo cuando tenía apenas 6 años:
-En mi casa, en San Fernando, apareció un bajo sin cuerdas, que alguien había encontrado en la calle. Se convirtió en mi juguete preferido, me pasaba horas con él haciendo que tocaba. Y a los 12 empecé a estudiar guitarra.
El relato familiar no registra si alguna vez le pusieron cuerdas a ese bajo, pese a que el papá de Darío era muy rockero:
-Pero lo curioso fue que a mí siempre me llamó la atención la música clásica. Yo pasaba por algún lugar donde se escuchaba esa clase de música de conciertos y me volvía loco.
Hasta que un hecho fortuito marcó su vocación:
-Un día, mi mamá estaba viendo una novela en la tele. Yo pasé por ahí y justo había una música de fondo que me hipnotizó. Era el tema de La lista de Schindler, que compuso John Williams, tocado por Itzhak Perlman, que para mí es uno de los más grandes violinistas. Me enamoré de esa canción, me enamoré del violín, al día siguiente me compré uno y empecé a estudiar. Mis amigos, los chicos de mi barra, todos tocaban folclore. ¡Yo iba con mi violín y por ahí tocaba dos o tres notitas, al principio era algo espantoso!
Sin embargo, algo estaba naciendo. El destino había comenzado a ordenar las piezas.
Y a estos dos personajes, Jorge y Darío, se le iba a sumar uno más.
-Yo tenía ganas de armar una cosa grande, no sé si novedosa porque lo que hacemos ya se hizo. Porque lo esencial es la simpleza de guitarra, bombo y violín. Mi proyecto inicial era un conjunto de seis violines, dos guitarras, bombo y quizás un bajo, pero se dio como estamos ahora.
Con 30 años, el tigrense Lucas Aguirre revela el origen de Sacha Fuga, el novedoso grupo del que es creador y director:
-Somos cuatro violines, guitarra y bombo. Quise cambiar la puesta, en general el líder de una banda está en el medio, traté de cambiar algunos parámetros. Los que cantan están detrás. La primera voz la hace el bombo, la segunda la guitarra y los violines están en el frente, quizás porque llaman la atención. Nuestros arreglos los hace Pablo Gómez, un violinista santiagueño que estudió composición en La Plata. Un día nos trajo las partituras de un escondido, que en la primera parte responde a las características de la fuga de la música académica. Y medio como jugando salió el nombre de la banda, mitad raíces folclóricas y mitad música clásica… "Sacha" en quechua quiere decir "casi" o "pseudo", y nos gustó…
Violinista de sólida formación académica, Lucas reparte sus preferencias musicales entre el barroco y el folclore del norte argentino. Dedica varias horas a la enseñanza, pero su objetivo central es su orquesta folclórica Sacha Fuga:
-Yo había escuchado a MPA, Músicos Populares Argentinos, que hacían una cosa muy futurista para la época. Uno trata de salir del estado de confort de lo conocido para seguir buscando el color y la musicalidad. Estamos buscando que la banda suene bien, tenemos ideas en la cabeza, a veces escuchamos un bandoneón o un acordeón y decimos "uy qué falta que nos haría…"
Las chacareras, las zambas y los gatos del repertorio de Sacha Fuga tienen el sabor de las canciones populares argentinas, pero también se enriquecen con los recursos de la música de cámara. Algo similar a lo que había hecho el violinista Fernando Matos en 1967, con su estupendo "Cuarteto de cuerdas para el folclore". Y con un antecedente extraordinario en el tango, con aquel "Primer Cuarteto de Cámara del Tango" creado por otro violinista, Leo Lípesker, en 1961.
Pero Jorge, Darío y Lucas nacieron mucho después. Y aún les faltaba encontrarse.
Jorge empieza a contar cómo se cruzaron sus caminos:
-Yo cantaba mal, pero una parte mía quería ser cantante. Me daba lo mismo rock o folclore. Pero me tenía que acompañar y entonces empecé a estudiar guitarra… ¡Me acuerdo de la fecha de mi primera lección! Fue el 15 de marzo de 2009, con un profesor particular. Hasta ese momento yo tocaba todo de oreja… Desde ese día, cada aprendizaje fue para mí un descubrimiento.
-¿De qué trabajabas en esa época?
-Hice de todo, fui ayudante de albañilería. Peón de pintura. En el laburo que más duré fue en un lavadero de ropa. Hasta que a los 20 o 21 años me dediqué a la música en la calle y en los medios de transporte. Todo empezó porque un amigo de mi profesor andaba buscando un compañero para salir a cantar en la calle… Así que dejé el trabajo en el lavadero y empecé. Poco después ya me largué solo. Mi zona era por la 197. Estuve tres años, en las esquinas, en el tren y en los colectivos. Y no me puedo quejar de todo lo que me ha dado la calle, porque el público te hace sentir su apoyo y su agradecimiento, te presta atención. Por supuesto hay que adaptarse, hay ciertas normas para poder subir a los medios de transporte, cosas buenas y cosas malas.
¿Y que había pasado con Darío, el pibe que jugaba con un bajo sin cuerdas y que un día se enamoró del violín?
-Yo me había ido a Perú a tocar el violín, estuve allí un año. Pero volví y dejé la música. Sentí que algo no estaba bien en mi vida y tenía que descubrir qué era. Así que dejé la música y empecé a trabajar.
-¿De qué trabajaste?
-Me puse a trabajar de encuestador. Y un día, caminando por Pacheco, en una esquina, lo encontré a Jorge tocando la guitarra. Estaba haciendo una guaracha… Me pareció extraordinario. Me tocó el corazón, me puse a bailar. Me acerqué. Y así sin decir nada nos pusimos a cantar, me acoplé enseguida…
Ese encuentro callejero lo hizo volver a la música:
–Nos conocimos un viernes y el domingo lo invité a que conociera a mis amigos, varios de los cuales hoy forman parte de Sacha Fuga. Hicimos una guitarreada gigante con todos los chicos y a partir de allí empezamos a formar este vínculo. A la semana renuncié a mi trabajo de las encuestas y empezamos a cantar juntos en las calles, en los trenes y en los bondis. Y al mes de conocernos fuimos a Misiones a tocar en la peatonal. Ahí volví al violín: el número era guitarra y violín y Jorge cantaba.
Al regresar de Misiones se produce el ingreso formal a la banda:
-Acabábamos de llegar y un día me llama Luquitas. Nos conocemos de siempre, del barrio, somos amigos desde chicos. Siempre nos habíamos juntado para guitarrear. Me quería contar que tenía una idea para armar una banda diferente, de folclore y con violines. Y que me invitaba a participar. Para mí fue increíble que me propusiera eso, porque me estaba dando un propósito. Por supuesto acepté enseguida. Pero además le dije que tenía un compañero, con el que tocaba en la calle. Y que sería buenísimo que también se uniera al grupo.
El resto se fue dando rápidamente.
Además de Lucas, Darío y Jorge, se sumaron Pablo Gómez, Damián Orellana y Nico Aguirre.
Sacha fuga ensayó intensamente durante dos meses y se presentó en las fiestas patronales de Victoria, cerca de la cancha de Tigre. Fue como una prueba piloto y los aplausos del público sirvieron de estímulo para inscribirse en el Pre Cosquín para nuevos valores.
Finalmente fueron seleccionados y eso les dio la chance de participar en Cosquín en el 2018: en enero del año pasado resultaron vencedores en la categoría "Conjunto instrumental", en el máximo festival folclórico de la Argentina.
Ahora comienzan a abrirse las puertas para esta formación que todavía no cumplió tres años. El domingo 20 de octubre actuará en el Teatro Niní Marshall de Tigre.
Y ya tienen programada para el próximo verano europeo una gira que comenzará en España en julio de 2020. Miguel Ángel Saravia, el productor, cree que será un éxito:
-Hace tres semanas regresamos de Brasil, donde actuaron en el Festival Folclórico Internacional de Nova Petrópolis. Fueron el conjunto más aplaudido y ya nos pidieron que vuelvan el año próximo.
La ruptura de los límites entre los distintos géneros musicales es una realidad arrolladora. Aún aceptando los riesgos que suelen señalar algunos críticos respetables, el fenómeno se impone en todo el mundo. Un claro ejemplo es 2Cellos, el dúo del esloveno Luka Sulić y el croata Stjepan Hause, lo mismo que Il Volo de Gianluca Ginoble, Ignazio Buschetto y Piero Barone.
En Argentina, otros seis jóvenes inician un camino audaz: sumarle el perfume de una fuga a la chacarera, sin que esta pierda sabor y aquella no reste jerarquía.
Nadie mejor que Jorge Toloza, el chico que hasta hace unos meses cantaba en la calle y los colectivos, para sintetizar esta formidable aventura musical:
-Esto es algo increíble, uno se calzó la guitarra a la espalda y anduvo sin que importara demasiado lo que pasara. Es una emoción muy grande que se puedan dar las cosas de esta manera, por el simple hecho de sentirlas. La vida fue haciendo lo suyo.
-De cantar en la calle a ganar en Cosquín y preparar una gira por Europa. ¿Pensabas que era posible?
-Totalmente, totalmente… Todo se puede, no son utopías. Ningún sueño es imposible de realizar, las limitaciones están en la mente y todos los seres humanos tenemos las mismas posibilidades para poder realizar lo que nos propongamos.
Todo es posible.
Incluso que en algún lugar el Cuchi Leguizamón le esté pasando un acorde a don Juan Sebastián y que Häendel toque a cuatro manos con Adolfo Ábalos.
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