La dictadura siguió secuestrando mientras la misión de la CIDH estaba en la Argentina

Su presencia no logró frenar la represión ilegal. Una mujer fue capturada en la fila de gente que iba a presentar denuncias. El grueso de los caídos eran cuadros montoneros, parte de una operación suicida lanzada a partir de una lectura totalmente errada de la situación

En plena misión de "observación" de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, motivada por la innumerable cantidad de denuncias recibidas sobre la represión ilegal en la Argentina, hubo una veintena de desapariciones forzadas y muertes, algunas de personas muy buscadas por su posición relevante dentro de las organizaciones guerrilleras, y también se produjo un caso que llegó a romper el duro cerco informativo que imponía el régimen y que quedó incluso registrado en el informe de la propia CIDH.

Parte de estos hechos están colateralmente reflejados en la película "Infancia clandestina", donde desde el punto de vista de vista de un niño se relata su regreso al país con su madre y su padrastro, con identidades falsas. La pareja formaba parte de la llamada Contraofensiva Montonera, lanzada por la conducción de esa organización desde el exterior, partiendo del análisis de que la dictadura estaba en crisis y que por lo tanto era el momento de pasar de la "Defensiva Estratégica" a la "Contraofensiva Estratégica" con "la seguridad del éxito". Una serie de acciones de agitación y propaganda, alternadas con operaciones militares de gran espectacularidad, quebrarían el frente militar y le asegurarían a Montoneros un protagonismo en la siguiente etapa.

Eso explicaba la presencia en el país de varios cuadros "históricos" de la organización. La mayoría de los grupos que formaron parte de esa contraofensiva eran integrantes de Montoneros que se encontraban en el exterior, porque habían logrado huir de la primera oleada brutal de represión en 1976 y 1977 o porque, estando en prisión, les habían dado la opción de dejar el país.

En total, las dos oleadas de la Contraofensiva Montonera -una tuvo lugar en 1979, la otra en 1980- se cobraron la vida de unos 80 cuadros.

En los días en que estuvo en Buenos Aires, del 6 al 20 de septiembre, la delegación de la CIDH recibía denuncias de los familiares en Avenida de Mayo 760, sede local de la OEA. En la vereda se formaban largas colas de personas que tenían un testimonio para dar.

Miembros de la delegación de la misión de observación de la CIDH, tras la visita a una cárcel (septiembre de 1979)

Una de las militantes "históricas" de la organización Montoneros fue secuestrada en esa fila en aquellos días de septiembre. Se llamaba Adriana Lesgart. El suyo era un apellido emblemático en la organización, desde que su hermana, Susana Lesgart, había sido fusilada en Trelew, junto con otros 15 presos políticos, en represalia por la fuga de varios jefes guerrilleros.

Adriana Lesgart era cordobesa. Su marido, Héctor Talbot Wright, había sido muerto a tiros por el grupo de tareas que intentó secuestrarlo en octubre de 1976. Ella estuvo un tiempo en el exterior y regresó clandestinamente en 1979, en el marco de la Contraofensiva, para tareas políticas. Concretamente, tomar contacto con los familiares de víctimas de la dictadura que por entonces ya estaban muy organizados. Junto con ella, vino Diana Schatz, una militante de 33 años, oriunda de Chubut, que era su asistente. Diana había estado presa y en 1977 le habían dado la opción para salir del país y había viajado a España desde donde regresó para participar en la Contraofensiva.

¿Qué hacía Adriana Lesgart, que estaba en Argentina con identidad falsa porque era muy buscada por las fuerzas represivas entre la gente que hacía cola, a los ojos de todo el mundo, en plena Avenida de Mayo?

La organización consideró que Lesgart y Schatz debían ir a dar su testimonio, seguramente evaluando que, por estar la CIDH en el país, los militares no actuarían. Un tipo de análisis temerario habitual por parte de la conducción montonera en lo que hacía a la seguridad de sus cuadros.

Ambas, Lesgart y Schatz, fueron secuestradas. La primera en la misma fila de la CIDH. Dos meses más tarde, el 27 de noviembre de 1979, el cuerpo sin vida de Schatz apareció en el interior de un Peugeot 504, semihundido en un arroyo de Escobar. Diana estaba en el asiento trasero; junto a ella, se hallaba el cadáver de Julio Suárez Coria, de 40 años, que había sido secuestrado el 21 de septiembre de 1979, en Capital. Suárez había sido ministro de Gobierno de San Luis en 1973. Al volante, habían colocado el cuerpo de José Berliner (29), jefe de uno de los grupos de la Contraofensiva, y a su lado, el de su pareja, Susana Solimano, también de 29 años. La pareja había sido capturada el 10 de septiembre.

Adriana Lesgart

El paradero de Lesgart es ignorado hasta hoy. Se cree que estuvo en Campo de Mayo y que habría sido asesinada en algún momento de 1980.

El 13 de septiembre, un ciudadano de nacionalidad española se presentó en las oficinas provisoriamente porteñas de la CIDH para denunciar el secuestro de toda una familia: la de su hija Consuelo Castaño Blanco, su yerno, Regino González, y las tres niñas de la pareja: Delia, de 5 años, Eva, de 4 y Mariana de tres. El Buenos Aires Herald de Robert Cox publicó la noticia con el título: "Secuestran a una familia".

Intervino la embajada de España porque Consuelo tenía esa nacionalidad. El último día de la misión de la CIDH, la dictadura informó que la mujer y sus hijas estaban efectivamente detenidas. En cambio, negó conocer el paradero del padre. Las niñas fueron entregadas a sus abuelos, la madre fue "legalizada", como se decía en la jerga de la época cuando un secuestrado pasaba a la condición de detenido, reconocido como tal por el régimen. De todas las capturas que se produjeron en esta época sólo en este caso la dictadura se mostró algo flexible a la presión. Algo. Porque el esposo de Consuelo, Regino González nunca más apareció. Se cree que fue fusilado el mismo día de su captura, el 13 de septiembre, en Campo de Mayo. Consuelo, española y todo, fue condenada a 18 años de prisión por un tribunal militar. Pasó 3 años en la cárcel y fue liberada en diciembre de 1983, es decir, al concluir la dictadura.

El 17 de septiembre, los grupos de tarea de la dictadura se aprestaban a capturar, sobre la base de información obtenida bajo tortura, a otro histórico de la organización Montoneros: Armando Croatto, que había sido diputado nacional por el Frejuli en 1973. Lo esperaban en una cita. Lo inesperado fue que éste se presentó con Horacio Mendizábal, integrante de la conducción de Montoneros que se hallaba en el país y que era el jefe de toda la maniobra de Contraofensiva. Los dos hombres se dieron cuenta de que habían caído en una trampa, intentaron escapar, fueron abatidos.

Los otros detenidos de esos días de septiembre fueron, Ángela Salamone y Norma Valentinuzzi de Maggio, ambas en la Contraofensiva. Maggio fue secuestrada el 11 de septiembre y se cree que estuvo en Campo de Mayo.

También el joven Daniel Crosta, de 19 años, que había militado en la UES, y fue secuestrado en Capital Federal, el 14 de septiembre. Participaba de las interceptaciones de TV que hacían los grupos de la Contraofensiva para emitir sus mensajes.

Jorge Quiroga secuestrado en septiembre de 1979 en Merlo. La pareja formada por Marta Inés Franzosi y Jesús María Luján fue abatida el 15 de septiembre de 1979 en Moreno.

Margarita Vich Giménez (47) fue secuestrada y luego desaparecida un 15 de septiembre de 1979 en Capital o Gran Buenos Aires. José Dalmaso López, desapareció en Grand Bourg el 20 de septiembre y Adriana Teresita Riveiro el 24 de septiembre de 1979.

Armando Croatto, abatido el 17 de setiembre de 1979, había sido diputado nacional en 1973

En su Informe sobre la situación de los derechos humanos en la Argentina, publicado en abril de 1980, la CIDH afirma que, "con posterioridad" a su visita "han disminuido las violaciones de los derechos a la vida, la la libertad, a la seguridad e integridad personal", entre otros, "y que particularmente desde el mes de octubre de ese año, no ha registrado (la CIDH) denuncias por nuevos desaparecimientos de personas".

Cabe aclarar que para ese entonces la dictadura ya había desarticulado a casi todas las agrupaciones políticas de base, como las comisiones de delegados de fábricas, y había aniquilado a las organizaciones guerrilleras. La intensidad de la represión había disminuido por las peores razones. Ya no quedaban casi activistas sindicales o políticos que secuestrar.

Surgió entonces la Contraofensiva. Y los pocos cuadros sobrevivientes de Montoneros fueron reclutados para esa operación. Mientras la conducción de ese grupo persistió en el diseño de operaciones tan insensatas como funcionales al régimen, las fuerzas represivas siguieron masacrando sin piedad a todos los militantes así sacrificados.

Los secuestros continuaron durante el mes de octubre y hubo nuevas caídas cuando Montoneros lanzó la segunda ola de su "Contraofensiva".

En el libro Fuimos soldados Historia secreta de la Contraofensiva Montonera (Aguilar 2006), Marcelo Larraquy cuenta que, "en su evaluación posterior a las caídas de ese año publicada en el Boletín Interno n°11, la Conducción (de Montoneros) aceptó que el enemigo había sido subestimado [y que] debieron invertir en la maniobra un alto costo en calidad de cuadros, 'pagados por nosotros'…"

Angela Salomone, Ricardo Santilli, Diana Schatz, Juan Carlos Silva Ríos, Mirta Simonetti Olmos, Susana Solimano, Julio Suárez Coria y Bernardo Tolchinsky (integrantes de la Contraofensiva montonera desaparecidos en 1979 y 1980)

Aún así, creían que, de no haber lanzado la Contraofensiva -sigue diciendo Larraquy, hubieran puesto "en riesgo su identidad como partido revolucionario. (…) El hecho objetivo era que, más allá del sacrificio de sus vidas, Montoneros estaba cumpliendo su rol de vanguardia y ese título histórico había que revalidarlo en cada etapa. La d 1979 había sido sólo una".

Sobre la base de esta misma evaluación distorsiva de la etapa, lanzaron la segunda ola de la Contraofensiva, con el mismo fracaso estrepitoso y costosísimo en vidas humanas.

En estos días se desarrolla en San Martín el juicio por estas desapariciones que tuvieron lugar en el marco de la Contraofensiva. En cambio, no se desarrolla en paralelo una reflexión sobre las desviaciones y graves errores -por decirlo suavemente- que llevaron a esa inmolación colectiva.

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