Para los argentinos, noviembre de 1973 estuvo cargado de incertidumbre y estupor. Desde el 12 de octubre presidía el país Juan Domingo Perón, un largo sueño que había costado 18 años de enfrentamientos. De alguna manera la ciudadanía confiaba en que se impondría la paz. Pero no fue así porque las organizaciones armadas continuaban desafiando al poder constitucional. Ya había ocurrido con Héctor J. Cámpora y Raúl Lastiri y lo mismo le sucedería al líder justicialista.
Tras su asunción, Perón atendió con significativa atención -para el desarrollo de la política nacional- a los dirigentes de partidos opositores a quienes convocó, el martes 13, con amplia expectativa pública, a la Casa de Gobierno, para una reunión de agenda abierta. El jefe del radicalismo, Ricardo Balbín, opinó que mas allá de los temas que surgieron, la importancia del encuentro estaba asentada en la misma reunión, convocada por un presidente que buscaba la unidad nacional en un clima turbulento de violencia en todo el país y ataques a la propiedad privada. La convocatoria tuvo amplia repercusión pública, al punto que los analistas políticos hablaron del comienzo de las tareas de un Consejo de Estado que en verdad no estaba en los planes del gobierno. A la cita concurrieron los principales jefes políticos.
En la ocasión Perón dijo: "Yo no me siento el dueño de la pelota" y destacó la importancia de la dirigencia política sugiriendo que "la mejor manera de superar los enfrentamientos es a través de una democracia integral, el diálogo permanente, y el acceso permanente a las fuentes de gobierno son indispensables". "Lo que quería despertar es el deseo de que seamos todos amigos y vengamos a discutir los problemas entre nosotros, y que en medio de esos problemas consideremos que defendernos nosotros es defender el sistema, porque los que atacan al sistema no lo atacan en forma directa, nos atacan a nosotros que somos representantes del sistema".
Luego sorprendió: "En este sentido quiero puntualizar que ya se les han destinado a los señores dirigentes unas dependencias para que las consideren como la casa de ustedes. En cuanto al señor secretario de la presidencia, que tiene la tarea de la coordinación, puede invitar a alguno de los señores ministros para informar y lo mismo ocurrirá con los técnicos de los ministerios". Al finalizar la cumbre, Perón invitó a los presentes a una recorrida por la Casa de Gobierno, especialmente al salón habilitado para la dirigencia política no oficialista.
En tren de ir cerrando viejas heridas, el 19 de noviembre Perón viajó a Uruguay para firmar el Tratado de Montevideo. En el libro Antes del silencio, memorias de un presidente uruguayo, de Miguel Ángel Campodónico, el ex presidente Juan María Bordaberry dejó entrever que la visita estuvo rodeada de suspicacias. Él entendía que Perón "era una especie de mala palabra", porque todavía se recordaba la ayuda que las radios Carve y Colonia habían prestado a su derrocamiento en 1955, más otras actitudes que se habían suscitado en el pasado, que más que acercar parecía distanciar a los dos países: "Perón no venía tranquilo al Uruguay, relató, es más puede decirse que lo hacía con cierto temor".
Tras su asunción, Perón atendió con significativa atención -para el desarrollo de la política nacional- a los dirigentes de partidos opositores a quienes convocó, el martes 13, con amplia expectativa pública, a la Casa de Gobierno, para una reunión de agenda abierta. El jefe del radicalismo, Ricardo Balbín, opinó que mas allá de los temas que surgieron, la importancia del encuentro estaba asentada en la misma reunión, convocada por un presidente que buscaba la unidad nacional en un clima turbulento de violencia en todo el país y ataques a la propiedad privada
Por razones de seguridad, el gobierno argentino propuso que el mandatario llegara al aeropuerto de Carrasco, tomara un helicóptero militar argentino junto con su colega uruguayo y se dirigieran al Palacio de Gobierno en la Plaza Independencia. Finalmente los jefes de Estado recorrieron juntos las avenidas de Montevideo en caravana. Finalizada la firma de los documentos, Perón salió al balcón del Palacio Presidencial y levantó los brazos, saludó a la multitud, con su gesto característico.
"Ese Perón ya era otro, era un buen abuelo—recordó Bordaberry—no podía creer que lo aplaudieran de esa manera. Pero de aquella visita no puedo decir mucho de él porque fue muy breve". La última frase hay que tomarla como una suerte de crítica: apenas terminados los actos, Perón se volvió a Buenos Aires y en lugar de quedarse a almorzar en Montevideo, se mostró en un carrito de la Costanera comiendo un asado con sus colaboradores. Muchos años más tarde Luis Alberto Lacalle también me lo hizo notar.
Siguiendo la conducta presidencial, el martes 20, el teniente general Jorge Raúl Carcagno realizó una comida en la que agasajó a los titulares de los bloques legislativos al tiempo que les brindó un informe sobre la posición que había sustentado en la última Conferencia de Ejércitos Americanos realizada en Caracas.
A pesar de los gestos del presidente argentino hacia adentro y hacia afuera la violencia era severamente comentada por la prensa de Estados Unidos. El Journal of Commerce afirmó, en su edición del 21 de noviembre, que "Buenos Aires se ha convertido en la capital mundial del secuestro". Explicaba luego que desde comienzo del año se habían producido más de ciento cincuenta casos de secuestros extorsivos comprobados con pagos de rescates por cuatrocientos millones de dólares, y más de veinte atentados y agresiones terroristas en perjuicio de empresas norteamericanas radicadas en el país.
No difería en el enfoque el semanario Time que señalaba bajo el título "Argentina, un estilo de muerte": "Como cientos de sus colegas empresarios norteamericanos, el ejecutivo de Ford, John Albert Swint, vivía atemorizado. Las bandas guerrilleras han convertido al terrorismo en una cosa usual para los relativamente ricos y poderosos, especialmente en los alrededores del centro industrial de Córdoba que se ha hecho famosa como la capital del terrorismo".
En la agenda de la muerte, anotaba el semanario, desde principio de año 160 secuestros denunciados, incluyendo nueve extranjeros, tres de ellos de nacionalidad norteamericana. En relación con el asesinato de Swint, las Fuerzas Armadas Peronistas se responsabilizaron por el ataque, informando que el empresario intentó resistirse y que esta circunstancia fue el motivo del ataque mortal. Las FAP, que sufrieron un desgajamiento del grupo denominado "17 de Octubre", se adjudicaron el pasado marzo el asesinato del dirigente sindical del gremio mecánico Dirk Klosterman ocurrido en la ciudad de La Plata.
El mes de noviembre, además, terminaba con un sobresalto de salud que obligó al presidente Perón a guardar cama por varios días. El miércoles 21 de noviembre fue víctima de un edema agudo de pulmón en su casa de Gaspar Campos. En ese momento no contaba con un equipo de atención médica de urgencia. "De allí que con los autos de la custodia habían tenido que salir a buscar un médico en forma urgente", me relató años después el doctor Carlos A. Seara. Hasta ese momento se sabía que Perón era atendido por el eminente cardiólogo Pedro Cossio. Pasado ese accidente, Perón le dijo a Cossio: "Esta vez no estaba lista la guadaña, aunque la vi cerca". Desde ese instante se tomó la decisión de formar un equipo médico estable, integrado por jóvenes profesionales de sólida formación, entrenados para situaciones de urgencia, y de absoluta confianza profesional e ideológica.
La cuestión trató de ser ocultada a la opinión pública pero los grupos de poder siguieron los hechos con la mayor atención, en silencio y conteniendo la respiración, porque no sabían cómo podía desenvolverse la vida nacional –y sus profundos entredichos—tras la desaparición física del líder. Como bien había relatado la revista Time, el 20 de agosto de 1973, durante un diálogo de Perón con sus médicos, éste les dijo: "Díganme la verdad, como ustedes saben, yo no soy un 'enfermo' sino 'el enfermo'. Sé que no me queda demasiada cuerda. Estoy cansado. Ya no soy el de antes".
Los testimonios escritos de esas horas no abundan, apenas quedan algunos que ahora se revelan. Entre los papeles personales del teniente general Carcagno hay una importante carpeta que trata las posibles consecuencias de un desmejoramiento de la salud del primer mandatario. Bajo el título "Repercusiones de la enfermedad del Sr. Presidente", el equipo de asesores del comandante en jefe del Ejército le informa que "el Presidente sufrió en la madrugada del miércoles una perturbación cardíaca que los especialistas califican como cercana al infarto. Según los informes más serios recogidos, el Presidente padece de una cierta insuficiencia de coronarias y un proceso de inflamación pulmonar crónica […] El Presidente está expuesto en cualquier momento, por un imponderable fisiológico o por el más mínimo estímulo exógeno a tener una grave crisis".
El mes de noviembre, además, terminaba con un sobresalto de salud que obligó al presidente Perón a guardar cama por varios días. El miércoles 21 de noviembre fue víctima de un edema agudo de pulmón en su casa de Gaspar Campos. En ese momento no contaba con un equipo de atención médica de urgencia
Tras la descripción de los síntomas de la enfermedad, los asesores de Carcagno informan que "los mismos médicos que atienden al Presidente, en especial el Dr. Cossio, habrían manifestado su preocupación, dada su responsabilidad, por el ritmo de trabajo impuesto al mismo. El Dr.Cossio mantuvo una entrevista con el Dr. Solano Lima (Secretario General de la Presidencia) sosteniéndole que la Sra. De Perón, José López Rega (Ministro de Bienestar Social) y José Gelbard (Ministro de Economía), le imponen al Presidente actividades perjudiciales a su estado de salud. A pesar de las advertencias, los citados continúan insistiendo en un ritma de trabajo y movimientos del Presidente considerado por este profesional como 'casi suicidas'. Aquí, el informe agrega que Cossio advirtió que Perón debería tener "un ritmo de trabajo no superior a las dos horas diarias" y planteó "la inconveniencia del viaje (presidencial) a las Naciones Unidas".
A continuación, el trabajo de los asesores enfoca la situación y opina: "De una manera subterránea, solapada, pero no menos real, queda abierto formalmente el tema de la sucesión de Perón que hasta ahora aparecía como un mero ejercicio teórico. El país y los dirigentes políticos, así como los representantes de todos los factores de poder, tuvieron la vivencia días pasados que en cualquier momento la presidencia podía quedar acéfala". El equipo de asesores no deja de tener en cuenta "la agudización de los enfrentamientos en los niveles ministeriales" a partir de la momentánea ausencia de Perón.
El 22 de noviembre, la Secretaría del Comando General del Ejército elevó un largo trabajo relacionado con "la incapacidad parcial o total" del Presidente que trata de analizar "el problema para el caso de que se dé en el futuro inmediato (más o menos hasta junio de 1974)". En el mismo se dice que "la salud de Perón es un componente sobre el que pivotea toda la realidad política del país. Realiza actividades reñidas con su edad que no son debidamente medidas. Se advierte así hasta qué punto el futuro de la Nación está dependiendo de un solo hombre".
"El simple anuncio del desmejoramiento de Perón genera un cúmulo de expectativas de la más variada índole…en la medida en que el Justicialismo es el elemento predominante de la situación política argentina, el resultado que se esté alcanzando en su lucha interna en el momento de la crisis, incidirá en el grado de posibilidad de que la sucesión se realice dentro de las vías constitucionales". A renglón seguido, estima: "En distintos ambientes del medio civil se estima que, ante una situación de deterioro del Gobierno o crisis institucional, el poder caerá nuevamente en las Fuerzas Armadas (particularmente en el Ejército). Ello debe ser tenido en cuenta para preparar sicológicamente a los cuadros y evitar la errada convicción de que se considere como 'única solución idónea' que el Ejército o las Fuerzas Armadas tomen a su cargo nuevamente la conducción política del país".
Otro informe de esas horas, sin fecha, elaborado por la Secretaría del Ejército indica que "es absolutamente irregular el procedimiento por el cual el Ejército toma conocimiento de la enfermedad del Presidente. Otro tanto ocurrió con el resto de las FF.AA. y otras instituciones. Se señala lo que antecede al solo efecto de que no vuelva a repetirse la situación […] A modo de ejemplo, cabe consignar que la Secretaría General del Comando General del Ejército y el Comandante General del Ejército toman contacto con el problema por información periodística y por vías oficiosas (Edecán presidencial)".
En el trabajo se considera que Carcagno debería "insistir en la conveniencia de una visita de cortesía para interiorizarse in visu de la salud del Presidente" y estima un plazo no más allá del 27 de noviembre para ese encuentro: "Así como se ha sugerido apartarse de todo tipo de contactos extra-gobierno, es conveniente, en la medida de que el tiempo del Comandante General (Carcagno) lo permita, establecer enlaces con las figuras serias del aparato gubernamental…por lo tanto, si el día martes 27 de noviembre no se ha concretado la entrevista, será del caso conversar seriamente con el Dr. (Federico) Robledo (Ministro de Defensa) y quizá con los otros dos Comandantes Generales".
El 22 de noviembre, la Secretaría del Comando General del Ejército elevó un largo trabajo relacionado con “la incapacidad parcial o total” del Presidente que trata de analizar “el problema para el caso de que se dé en el futuro inmediato (más o menos hasta junio de 1974)”. En el mismo se dice que “la salud de Perón es un componente sobre el que pivotea toda la realidad política del país. Realiza actividades reñidas con su edad que no son debidamente medidas. Se advierte así hasta qué punto el futuro de la Nación está dependiendo de un solo hombre”
Luego de largos argumentos en favor de un encuentro entre Carcagno y el Presidente, sus asesores proponen "recomendaciones prácticas" y, entre las mismas, Carcagno debería "tratar de cubrir la Secretaría Militar de la Presidencia cuanto antes y con una persona de la mayor confianza. En este sentido, sin consultar al jefe del Ejército, Perón designaría al coronel Vicente Damasco, que en ese momento se desempeñaba como jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo.
Ante la imposibilidad de un encuentro con el primer mandatario, los asesores militares aconsejan "pedir audiencia con la Señora Vicepresidenta, con la excusa de la Secretaría Militar y la elevación de las listas de Ascensos y Pases. Se aprovechará esta oportunidad para evaluar la posición de la Señora Vicepresidenta".
Pese a todo, el encuentro con Perón no se llevó a cabo. Tampoco con la vicepresidenta y mucho menos se considerarían los ascensos, pases y retiros. Perón delegó en el ministro de Defensa, Ángel Federico Robledo, la solución de los problemas militares y se abstuvo de intervenir, al menos de manera directa. Así las cosas, al verse ignorado, al mes siguiente Carcagno dejaría la jefatura del Ejército.
El 19 de diciembre asumió el nuevo comandante general Leandro Anaya, en una ceremonia con desfile de tropas que estuvieron al mando del segundo comandante del Primer Cuerpo de Ejército Jorge Rafael Videla. Atrás quedaba la figura de un general como Carcagno, que había entusiasmado a los sectores juveniles con una pública demostración de alineamiento con la política iniciada por Cámpora, dado el contenido anti-imperialista en la última reunión de comandantes en Jefe del Ejército del continente celebrada en Caracas; puso a su fuerza en comunión con la JP en el "Operativo Dorrego", y finalmente, había solicitado la expulsión de las misiones militares extranjeras del país (una de Estados Unidos, la otra de Francia), reclamo que fue desechado por el gobierno de Perón.
Algo serio había agrietado la relación entre Perón y Carcagno. En esas horas de decisiones, el 26 de noviembre de 1973, el periodista Mariano Montemayor, como asesor del comandante en Jefe, escribió un informe secreto en el que aventuraba que en caso de desaparecer Juan Domingo Perón, "se coincide en que debe emerger una figura que sirva de aglutinante para que el Movimiento Nacional no estalle en mil pedazos y para que la unión y reconstrucción nacional continúe en el marco de legalidad. Existe una sugestiva coincidencia, en que la única figura que puede aglutinar a líneas y matices tan variados, como los que existen, es el Teniente General Carcagno" y "es indispensable por ello, se recomienda por lo tanto, ante esta realidad preservar al máximo la figura y la imagen lograda del Comandante General".
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