"One moment", le dice el Chino Maidana a Jim Gray, el comentarista de la cadena Showtime y saca un alfajor Guaymallen. El presentador le tira un manotazo al envoltorio para evitar lo inevitable: un PNT que, según los especialistas, tuvo un costo de un millón y medio de dólares. Maidana acaba de terminar una pelea épica frente a Floyd Mayweather Jr y decide agradecerle a la marca que lo bancó cuando no era nadie: "Sinceramente, no fue algo premeditado. Y, cuando le pregunté por qué lo había hecho, me dijo que por agradecimiento. Cuando el Chino estaba empezando yo le pagaba un sueldo para que tuviera un ingreso fijo", recuerda a Infobae el dueño de una de las firmas de alfajores más populares del país, Hugo Basilotta.
Es cierto, aquel 3 de mayo de 2014 la célebre golosina nacional estuvo ante los ojos de al menos treinta millones de espectadores que siguieron la pelea en todo el mundo, pero su historia data de mucho antes. Guaymallen es una empresa que ya cuenta 74 años y, lo que ahora es un monstruo que produce dos millones de alfajores por día, comenzó en una pequeña confitería de Sarandí.
Antes de Basilotta, Maidana y Las Vegas hubo un inmigrante gallego llamado Ulpiano Fernández (suegro de Hugo Basilotta y el padre de Cristina Fernández, la actual titular de la empresa) el hombre clave en esta historia. ¿Cómo comenzó todo? "En la década del 40 mi suegro era corredor de ramos generales pero a los 35 años se aburrió y decidió renunciar a su trabajo. Entonces lo vio al cuñado, que era un tremendo confitero, y se pusieron a hacer alfajores. Ahí arranca todo", tira la primera punta Hugo Basilotta, que nos acompaña a reconstruir esta historia.
"Ulpiano tenía una gran mentalidad empresarial y enseguida vio el negocio", continúa. En aquel momento, Fernández y compañía comenzaron a envolver los alfajores –toda una novedad– y rápido pensaron en producirlos de manera industrial. ¿El primer salto? En 1945, antes de que llegara al poder Juan Domingo Perón y comenzara el festival del consumo, Fernández se agrandó y compró un primer terreno de mil metros cuadrados donde se levantó la primera fábrica.
A la excelencia gastronómica de su cuñado para producir un alfajor de una gran relación entre precio y calidad, Fernández le fue poniendo su visión marketinera. De repente, empezaron a verse los camioncitos repartidores con la leyenda "Guaymallen" por toda la ciudad. En 1950, Ulpiano instaló un puesto de alfajores en la popular de la cancha de Racing que iba camino a ser el Tricampeón del fútbol argentino. Una foto en blanco y negro retrata a un Fernández de tiradores, junto a su mujer y sus tres hijas en el Cilindro de Avellaneda que había estrenado ese año. La niña que tiene en brazos es nada menos que Cristina, su pequeña hija que hoy preside la firma.
Pero fue en 1983 que la marca cimentó definitivamente su estructura entre las clases populares. "Ese año aparecieron unos vendedores ambulantes por la planta y se llevaron unas cien cajas -recuerda Hugo- Fue un antes y un después". A partir de ese momento, la fábrica de Mataderos –que hoy tiene 8000 metros cuadrados– vería cómo salían 500 cajas por día para inundar trenes, colectivos, las veredas del Once y cada rincón de la Argentina.
Basilotta y su particular candidatura para las elecciones
"En el 85 se vendían veinte por un Austral", calcula Basilotta que viajó a Alemania a buscar máquinas para mejorar la producción de la fábrica. "Pero a mi suegro no le convencía el precio. Nos empezamos a pelear: '¿A mí me querés explicar cómo hacer alfajores? ¡Yo salí de adentro de un alfajor!', me decía. Y me echaba, pero al rato me iba a buscar de nuevo. El nunca nos regaló nada, mi mujer y yo tuvimos que aprender todas las etapas de la producción del alfajor", recuerda.
Ulpiano Fernández falleció hace ocho años, "y estuvo en la fábrica hasta los 95, un año antes de morir", pero dejó un legado que ya apunta a ser una empresa de tres o cuatro generaciones. Hoy Cristina Fernández, la hija de Ulpiano, y Basilotta están al frente de la firma. Pero los acompañan sus cuatro hijos: "Y ya se sumó uno de mis nietos de 18 años", se jacta el empresario. Como si no tuviera pergaminos, ahora Guaymallen va por un nuevo desafío: en medio de la crisis económica, la marca apuesta a aumentar su producción de dos a tres millones de alfajores por día.
UNA FIRMA QUE NO PARA DE CRECER
Buenos Aires, 2019. "Mucho volumen, poca rentabilidad", repite Basilotta en voz alta, como si se tratara de una fórmula matemática infalible: "Que vengan de a uno los economistas: nosotros ganamos en la cantidad, tenemos una rentabilidad baja, de un cinco o un seis por ciento, que es lo que hacen las Pymes en todo el mundo", desafía.
Basilotta calcula que los argentinos comen más de diez millones de alfajores por día. Y dos millones salen de su fábrica (¡unos 24 millones de alfajores por mes!). Por eso, a contramano de los tiempos que corren, Guaymallen invirtió dos millones de dólares para abrir una nueva planta de producción de alfajores en Carlos Spegazzini: "Nosotros no tomamos crédito, no nos gusta. Lo que hacemos es reinvertir la ganancia. El predio de esta nueva planta lo compramos hace cinco años y lo fuimos construyendo de a poco. Lleva más tiempo pero son inversiones genuinas", explica el empresario que además planea contratar cien personas para llegar a los tres millones de alfajores diarios.
"Tenemos doscientos operarios que trabajan todo el día: nuestras máquinas no descansan nunca", sigue Basilotta que empezó a trabajar en la planta de Mataderos hace 45 años junto a su mujer. "Don Ulpiano nos hizo pagar el derecho de piso, pasamos por todos los puestos", asegura.
-¿Se puede hablar de una PyME familiar cuando produce dos millones de alfajores por día y tiene doscientos empleados?
-Es que trabaja toda la familia. Mi mujer y yo estamos de diez a trece horas adentro de la fábrica porque los números son muy finos, entonces tenemos que trabajar. Tenemos dos plantas que trabajan las 24 horas y, a pesar de eso, tenemos 20 días de atraso en las entregas.
-¿Si todos sus proveedores subieron los precios, cómo hace usted para mantenerlos?
-Tenemos dos o tres proveedores de materia y prima y les peleo los precios a muerte. Uso el dulce de leche Vacalin, el mismo que llevan los alfajores de 50 o 60 mangos. Pero ojo, yo le compro 600 toneladas por mes. Es más difícil saber comprar que saber vender.
EL NUEVO HOMBRE DETRÁS DEL ALFAJOR
El continuador de Guaymallen es todo un personaje y tiene una vida de película. Ante todo, Basilotta es un porteño de ley. De esos que patearon la Buenos Aires que no dormía y vieron las veladas de boxeo más importantes del Luna Park. Un detalle: Hugo fue íntimo del mandamás del mítico palacio del boxeo, el famoso Tito Lectoure. De ahí su vínculo cercano con los boxeadores. Y no solo fue patrocinador de Maidana: otro de los campeones que acompañó Basilotta fue a Juan Martín Látigo Coggi: "Mi debilidad siempre fueron los noqueadores", acepta.
Además de haber visto a Sugar Ray Leonard, Mike Tyson y al inmenso Muhammad Ali en 28 visitas a Las Vegas, el empresario es fanático de Vélez y se dio el gusto de dar la vuelta Olímpica en Japón junto a su hijo cuando el Fortín de Liniers fue campeón intercontinental.
Pero, más allá de sus viajes al exterior, Basilotta se define como un amante de la Argentina y jura que Guaymallen defiende el mercado interno a muerte: "Somos argentinos a morir, nosotros no exportamos casi nada, producimos para abastecer a nuestro país. Por estos días, un alfajor es fundamental para muchos chicos que es lo más nutritivo que tienen para desayunar, merendar o cenar", asegura el hombre que hace unos días fue el único empresario que respondió ante un pedido de ayuda en Twitter para un comedor: "Yo ayudo a todos los comedores y merenderos que me piden. A veces mandamos alfajores al norte del país y es una satisfacción enorme verlos felices con un alfajor. ¿Te acordás lo que era cuando te daban un alfajor en tu niñez?".
-Hace unos días la ex presidenta Cristina Fernández habló de las marcas "Pindonga" y "Cuchuflito" y muchos se preguntaron si usted se ofendió…
-No, para nada, porque el mío no es ni "Pindonga" ni "Cuchuflito", es una marca muy querible que tiene 74 años, que pasó todas las crisis y sigue creciendo. Yo estoy más allá de las grietas, siempre apoyé a todos los presidentes. Eso sí, tenía una debilidad por Raúl Alfonsín.
-¿Podría explicar cómo se hace en la Argentina para tener una firma de 74 años sin morir en el intento?
-Es que no cualquiera es industrial. Un industrial sabe que a veces se gana y a veces se pierde. Probablemente ahora estemos perdiendo, pero somos una familia y no podemos irnos del mercado. Ahora tuvimos una devaluación de un 25 por ciento, pero mis productos nunca suben como la inflación porque dejaría de estar al alcance de mi gente. Ya pasamos muchas crisis pero siempre mantuvimos la relación precio calidad.
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