Puso una caja fuerte abajo de un puente en Palermo y creó un intercambio anónimo que se volvió viral

El artista Sebastián Andreatta, conocido en las calles porteñas como Bih Art, lanzó una intervención urbana de la que ya participaron cientos de personas

El bajopuente ferroviario de Ciudad de la Paz y Dorrego

Si se camina por Ciudad de la Paz, en la esquina que coincide con Dorrego y donde empieza a llamarse Soler, la calle se eleva. A ambos lados de ese puente ferroviario en pleno Palermo, hay dos pasillos adoquinados, estrechos, con veredas por las que apenas pueden pasar tres personas a la par.

En las últimas semanas los vecinos de ese pasaje porteño notaron que ese lugar de paso, empezó a tener más visitantes. Muchos más visitantes. A la mañana, a la tarde, a la noche, de madrugada.

Bih art junto a la caja fuerte

Es que a comienzos de agosto, Sebastián Andreatta, más conocido por los que caminan Buenos Aires prestando atención a las paredes como Bih art, decidió poner ahí, bajo el puente, una caja fuerte. ¿Para qué? Para lo que sea.

Las instrucciones las dejó en un video que colgó en su cuenta de Instagram. Un recorrido a pie y con cámara en mano hasta la caja. Un mensaje breve y los pasos a seguir: "Abrila con el código que está en mi perfil. Llevate lo que encuentres y dejá algo para el que viene después. Subí la foto con lo que encontraste y el hashtag #cajafuerte".

"Encontré primero la idea. Esto surgió de estar pensando y encontrar que la caja fuerte es divertida en el espacio público. Primero fue el objeto, después la poesía de que algo del espacio privado esté en la calle, y después vino lo de la colaboración", le explica a Infobae el artista de 30 años.

Los límites del arte urbano son por definición difusos. El género no se agota en el mural, como tampoco en los stickers, los afiches, el paste-up, los tags o el graffiti. Es posible tensar la cuerda. Poner algo en la calle no es ingenuo, ni inocente, ni exceso de tiempo libre. Es siempre un acto provocador.

Andreatta comenzó a hacer ruido en la calle con sus carteles. Afiches que muchas veces eran confundidos con señalizaciones peatonales, pero que cuando uno afinaba la mirada, se detenía en las palabras y las formas, le decían algo distinto a lo que esperaba. El efecto era descolocador.

En el camino BiH se detuvo a recomponer también algunos carteles que dejó por el barrio

"Ayer justo jugaba con la idea de que la caja podría ser una 'interv-acción', mezcla de intervención y acción. Es raro en mí porque hasta ahora había una mirada pasiva de la gente que se encontraba con un afiche o un pasacalles mío, y más allá de lo que pudiera producirle, esa no dejaba de ser una interacción pasiva", admitió.

Los límites del arte urbano son por definición difusos. El género no se agota en el mural, como tampoco en los stickers, los afiches, el paste-up, los tags o el graffiti. Es posible tensar la cuerda. Poner algo en la calle no es ingenuo, ni inocente, ni exceso de tiempo libre. Es siempre un acto provocador

"Desde hace un tiempo se activó una especie de alerta constante sobre las cosas que me rodean y de qué manera poder intervenirlas. Creo que cuando era chico tenía una tendencia a querer hackear las cosas, a encontrarles el uphole , y creo que eso hoy se termina revelando de alguna manera en las intervenciones en la calle", confía en una mirada retrospectiva sobre por qué salir a hacer cosas.

Sobre su última creación, que ya generó cientos de compartidos en redes sociales e intercambios reales entre desconocidos en la calle, destacó que a diferencia del resto de sus obras "esto necesita que la gente venga y se encuentre directamente con la obra. Ahí estoy pidiendo un paso más y también dando yo un paso más".

Uno de los afiches callejeros de BiH art

No es, sin embargo, la primera vez que juega con el público callejero. Uno de sus carteles, que todavía se encuentra por los muros de Palermo, anuncia "Se me ha perdido un corazón". Va acompañado de una imagen diseñada por otro artista urbano, KTRLV. Debajo, al ritmo de la canción de la cantante tropical Gilda, el afiche sigue: "…si alguien lo tiene, por favor, que lo devuelva (…)". Ofrece rcompensa. El mensaje adjuntaba un teléfono. BiH recibió casi 3000 mensajes.

-Necesito una tapita que es la que va en el frente de la caja fuerte.
-¿Qué modelo es?
-Esta, la de la foto.
-¿Pero dónde está esto?
-¿Cuánto hace que usted se dedica a vender cajas fuertes?
-Más de 30 años.
-Usted no lo va entender, pero se lo voy contar igual: está en la calle.
-No entiendo.

El diálogo es real. Antes de hablar con Infobae, Sebastián pide unos segundos. Se acerca a la caja, saca del bolsillo una tapita de plástico de 5 por 3 centímetros y la prueba. "¡Sí!", grita cuando descubre que encaja. Alguien la había sacado y él fue hasta una casa de venta de cajas fuertes por el repuesto. Mientras coloca otra vez la pieza y la afirma, esta vez con pegamento, cuenta que para arreglarla es para lo único que vuelve al puente.

Arreglar o limpiar la caja es una de las pocas cosas que lo hacen volver al puente

Sobre lo que pasa con la caja y lo que las personas eligen dejar o no dejar, hacer o dejar de hacer con ella, dice que se queda con "el regalo pensado". "No sólo el que tenía algo encima y lo dejó o fue y compró algo para poner. Hubo una chica que dejó una lupa para mirar con más detenimiento las cosas que nos pasan. Alguien puso un libro de arquitectura para conocer mejor la ciudad. Me gusta el que se toma el tiempo y deja a fin de cuentas algo valioso para esa persona, que es un poco el símbolo de la caja fuerte", dice. "Otro dejó un preservativo y Viagra", comenta, antes de agregar que para él "es parte del juego".

En 1921, el filósofo español José Ortega y Gasset escribió Meditación sobre el marco. Un ensayo sobre ese objeto de apenas centímetros, ese contorno de madera o bronce, con un objetivo claro: separar la obra de arte del mundo real. "Viven los cuadros alojados en los marcos. Esa asociación de marco y cuadro no es accidental. El uno necesita del otro. Un cuadro sin marco tiene el aire de un hombre expoliado y desnudo. Su contenido parece derramarse por los cuatro lados del lienzo y deshacerse en las atmósfera". El arte urbano rompe y toma como marco la ciudad entera.

La relación del barrio, el mundo, con la caja fuerte, la obra de arte, se vuelve inevitable. "Los vecinos felices porque hay más movimiento en una calle difícil. Que a la noche es un poco oscura, que justo tiene un puente abajo donde a veces duerme gente, donde sé que las chicas a veces tienen miedo de pasar. Además me pidieron de varias casas si podía colaborar para que acá pusieran una cámara de seguridad. Los puentes, los lugares oscuros pueden ser peligrosos, así que ellos también esperan que esto hasta pueda traer un poco más de seguridad".

“The house is in order”, Oscar Brahim, diciembre de 2015

No muy lejos de la caja fuerte, en Córdoba y Juan B. Justo, también en Palermo, supo haber hasta antes de las obras del viaducto San Martín, un puente en el que un taxista, Oscar Brahim, colgó mensajes por más de 20 años. Nunca había firmas, ni marcas, ni anuncios, solamente frases en blanco y negro. Dejar cosas en la calle para que exploten en otras cabezas, no es una novedad en la ciudad. El terrorismo callejero existió siempre. La causa es la misma. Lo importante es tener algo que decir.

Algunos llegan directamente, solos o acompañados, y marcan el código. Otros tropiezan con la caja de casualidad y exploran. Sacan su celular, buscan de qué se trata, llegan a la cuenta de Instagram de BiH, consiguen el código, la abren. Se llevan algo, dejan algo, juegan el juego. También están los que pasan de largo y apenas le dedican unos segundos con la mirada, como si el arte no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado a mitad de un bajopuente.

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