Hace un año y cuatro meses Victoria Fernández (36) y Adrián Cabezas (37), junto a sus hijas Maitén (cumple 14 en unos días, el 1 de septiembre), Aimé (10) y Amancay (6), emprendieron viaje a bordo de un motorhome. Salieron desde Ushuaia y, tras pasar por Quito, ahora están en la ciudad de Ilo, Perú. No es una escapada de vacaciones. Su viaje dura "para siempre".
Desde 1 de abril del año pasado, el intrépido matrimonio que encabeza a esta tribu viajera eligió al vehículo, una Istana modelo 2001 que refaccionaron y que bautizaron "La Graciana" -en homenaje a la abuela de Victoria-, y se convirtió en su nuevo hogar.
Dejaron atrás su otra vida, "la convencional", para recorrer el continente sobre ruedas "con la idea de poder demostrarle a las nenas que pueden hacer todo lo que desean", cuenta Victoria a Infobae.
Ella ya no es profesora de artes visuales y maestra de grado ni trabaja en el área de cultura del Museo de la Ciudad y del Centro Cultural Esther Fadu. Adrián, por su parte, ya no cumple la labor como técnico en informática del Parque Nacional Tierra del Fuego.
Ambos dejaron sus trabajos -estables y para los que habían estudiado durante años- para cumplir su "sueño": el de vivir a diario en la ruta, con la dirección que los lleve a los nuevos destinos por conocer. Es el futuro que anhelan para sus hijas: proyectan en las menores el estilo que buscaron desde hacía tiempo, "como quien no pudo ser abogado y quiere eso para sus hijos", grafica Victoria.
La pareja se dedica ahora a la artesanía y a changas que surjan en el camino. Cuentan, además, con una entrada fija, que es el alquiler de una casa que Adrián comparte con su hermano.
A veces en un lugar estamos un mes, a veces unos días, a veces un rato nomás. Ningún tiempo nos apura para ir a algún lado
"Nuestro deseo es vivir así para siempre: donde queramos, haciendo lo que queramos y en el momento en que queramos. A veces en un lugar estamos un mes, a veces unos días, a veces un rato nomás. Ningún tiempo nos apura para ir a algún lado", sintetiza la mujer, y agrega que ahora vienen camino a la Argentina para visitar a la familia y resolver algunos asuntos pendientes.
Juntos documentan y comparten las postales del viaje en sus redes sociales, en sus perfiles personales y en otros creados para la ocasión.
No son los únicos. En Facebook, Instagram e incluso YouTube hay muchos ejemplos.
Las plataformas sociales no solo sirven de canal para mostrar la vida nómade, sino que tienen otra utilidad: componen una red de colaboración entre viajeros. Por esa vía conocen a otros que andan rodando por el mundo o a residentes de las distintas ciudades y pueblos, de quienes reciben colaboración y ayuda.
El cansancio de la rutina, que al cabo se termina traduciendo en disconformismo, suele ser una de las primeras explicaciones que argumenta una familia viajera. Eso mismo le sucedió a Diego Percivaldi y a su pareja Cecilia.
"Sin duda no estábamos conforme con la vida que llevábamos", comienza a relatar Diego en diálogo con este medio. Él es cocinero y tiene un restaurante en la ciudad bonaerense de Pilar, al cual dedicaba gran parte de su tiempo: "Trabajaba de lunes a domingo, sin feriados ni francos", recuerda. Celicia, por su parte, hacía diez años que era empleada de una farmacia.
Pasaban muy tiempo que pasaban con sus hijos, Canela (8), Agustín (12) y Tomás (15). Y no querían eso para sus vidas. Entonces, apareció como solución la idea de viajar . Y decidieron "abandonar todo, literalmente": se desprendieron de los muebles, de los electrodomésticos, de la ropa usada, y dejaron la casa que alquilaban.
También vendieron el auto. Con el dinero que juntaron compraron un colectivo de línea común de una empresa de Córdoba, retirada del servicio público pero avocada como transporte privado. Y lo reacondicionaron, equipándolo con camas, lavatorio y demás artefactos hogareños.
Actualmente los Percivaldi están en Puerto López, Ecuador. Antes pasaron por Colombia, donde -revela Diego- tuvieron una experiencia que los marcó: les sorprendió gratamente el recibimiento de la gente.
"Todo el mundo que está viajando te dice que la gente es increíble, pero una cosa es que te la cuenten y otra es vivirla. Llegás, estacionás y enseguida se te acerca un vecino, te pregunta qué necesitás, si querés bañarte, si querés lavar la ropa, te preguntan si probaste tal comida y si no te la compran. Quieren que los visitantes conozcan su cultura", cuenta.
Al igual que los Fernández-Cabezas, la hoja de ruta de los Percivaldi tiene a Argentina como próximo destino: "Llegamos hasta Cartagenas de Indias, recorrimos todo Colombia y ahora estamos regresando al país", repasa Diego. Será una parada transitoria: "Vamos a vender el colectivo, ya lo tenemos publicado en internet, y con esa plata nos vamos a ir a Europa".
En el viejo continente comprarán un nuevo vehículo, "que como son más económicos, se puede hacer una diferencia para financiar el nuevo viaje", que incluirá también el recorrido por Asia.
Diego remarca las contras de llevar una vida viajera: el mantenimiento del vehículo, la administración de recursos y la imposibilidad de abstraerse del los problemas cotidianos del país, como los vaivenes de la economía. "Lamentablemente estamos al día con las noticias: leemos los diarios, escuchamos la radio… la familia está ahí. Y la verdad es que nos afecta", dice.
Un tema que abre interrogantes sobre las familias viajeras es la educación de los menores. En el caso de los Percivaldi, los chicos estudian bajo el Sistema de Educación a Distancia del Ejército Argentino (SEADEA), un programa flexible que traspasa el tiempo y el espacio físico y que plantea nuevas técnicas y metodologías de enseñanza y de aprendizaje, mediadas y monitoreadas por profesores y tutores.
El mismo método emplean Julieta Bouzo (34) y Andrés Misiak (39) para educar a sus hijos Priscila (16) y Matías (10). Ellos -acompañados además de la tercera hija, la perra Raksha (2)- comenzaron la travesía tras decidirlo de sopetón a fines de 2017.
"Un día llegué del trabajo y hablando con Andy sobre las deudas que teníamos, le propuse vender la casa para pagarlas. El me dijo 'perfecto, con el resto nos compramos un motorhome y nos vamos a recorrer el mundo'. Enseguida dije que sí. No sé de donde salió la idea, pero fue un clic instantáneo, y después de eso no hubo vuelta atrás, ya queríamos estar en ruta. Lo consultamos con los chicos a ambos les encantó la idea", recuerda Julieta.
Desde el jueves pasado y tras cinco meses deambulando por las playas de Brasil, ellos están ahora de vuelta en Argentina. Luego irán a Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. Sin rumbo fijo, "quién sabe después también pasar por Venezuela y otros continentes", acota la mujer.
A pesar de dejar atrás las responsabilidades diarias y los compromisos laborales cotidianos cuando eran vecinos de Villa La Angostura, ellos sostienen que su vida no cambió. "Andy sigue en el mismo trabajo (técnico en programación), los chicos estudian por internet y yo me ocupo de la casa -explica Julieta-. Pero elegimos vivir diferente, cambiando algunos hábitos y rutinas: nuestro jardín es siempre distinto, no usamos más despertador, trabajamos y estudiamos en los horarios que queremos, no tenemos ni lunes ni viernes, siempre estamos conociendo cosas, lugares, comidas y personas nuevas".
En ese sentido, definen a la aventura como a su estilo de vida, que no tiene fecha de vencimiento ni lugar al cual regresar. "La vida del viajero no es solo fotos y lugares lindos, es mucho más que eso y es lo que la hace interesante. Los problemas no dejan de estar, pero aprendimos a disfrutar de estar siempre fuera de la zona de confort, y enfrentar todo con buena onda. Nos hemos quedado en la ruta, sin agua, sin luz o desconectados, pero siempre de eso surgieron experiencias inolvidables, como dormir en talleres mecánicos o conocer gente fantástica", comenta la madre.
Y sintetiza el pensamiento: "Nos gustaría conocer todo el mundo, pero es muy grande y si hay algo que aprendimos de vivir así, es a no planear".
Así como ellos hay muchos otros más que siguen el mismo camino. Todas coinciden en difundir el mensaje para que los demás se animen. "El miedo no los tiene que paralizar. Es mucho más fácil de lo que se cree, la gente te apoya un montón cuando te ven con hijos. Lo que cambian los hijos, lo que los disfrutás, lo que aprenden ellos es increíble", alienta Diego Percivaldi.
Victoria Fernández cierra la idea: "Sentimos que lo más lindo que nos va pasando en el viaje es esto de que nuestras hijas cambien tanto su manera de ver la vida. Por ahí antes pensaban que les iba a costar más adaptarse, que tenían que dejar todo, pero hoy sienten que tienen un montón de amigos".
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