El final del "Oso", el agente de inteligencia infiltrado en el ERP que fue descubierto, "juzgado" y eliminado con una inyección letal

Faltaban poco más de tres meses para que las Fuerzas Armadas consumaran el golpe de Estado de 1976. Los jefes del ERP descubrieron y mataron a Jesús Ranier, un infiltrado que operaba a las órdenes del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército. En un año y medio había sido la pieza clave para la eliminación de más de un centenar de integrantes de esa organización

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Rafael de Jesús Ranier, el
Rafael de Jesús Ranier, el infiltrado del Batallón 601 del Ejército que fue descubierto por los jefes del ERP: durante un año había sido la pieza clave para la eliminación de más de un centenar de miembros de la organización

Tomó la birome con mano temblorosa y escribió:

"Yo Rafael de Jesús Ranier, de 29 años, con vivienda ubicada en Salvador Soreda 4903, Villa Domínico, declaro ante la Justicia Popular representada por el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) y el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) ser miembro del SIE (Servicio de Inteligencia del Ejército) infiltrado en el ERP con el objeto de destruir su organización.

"Ser responsable de la muerte y/o desaparición de más o menos 100 compañeros miembros del ERP, muchos de ellos militantes del PRT".

"Ser responsable de la ubicación por el SIE de gran cantidad de infraestructura y logística perteneciente al PRT y al ERP".

"Que por esta actividad criminal orientada contra los intereses de la clase obrera y el pueblo ganaba un sueldo de $1.200.000 recibiendo, en ocasiones especiales de acuerdo a la importancia de la información suministrada al SIE, premios especiales compuestos de montos mayores de dinero".

"Por ejemplo, por la información que delató la acción del ERP sobre el Batallón 601 de Arsenales Viejo Bueno recibí del SIE la suma de 30 millones de pesos".

"Que desarrollaba mi actividad criminal apoyándome en una red de colaboradores compuesta por mi mujer Eva López y dos hijos de ella Eduardo Kunis y Miguel Kuniz".

"Asimismo hago constar que escribo esta declaración por mi propia voluntad y que no he recibido desde el momento de mi detención ni en ninguno de los interrogatorios, malos tratos ni torturas".

"Por el contrario, el trato ha sido firme pero cortés".

Terminó de escribir y debajo estampó su nombre con letras mayúsculas: RAFAEL RANIER.

Los estragos del "Oso"

Hacía mucho calor la mañana del 13 de enero de 1976 en la habitación de la casa operativa del ERP, donde desde hacía varios días estaba confinado el hombre que acababa de escribir y al que en la organización conocían como "El Oso". Era un tipo gordo, morocho, de bigotes, medio bizco, de modales toscos y aspecto siempre desaliñado.

Ranier había militado en las Fuerzas Armadas Peronistas "17 de Octubre" (FAP-17) hasta mediados de 1974 cuando, con otros integrantes de esa organización, se incorporó al ERP. Para entonces ya no era el militante que aparentaba ser sino un agente periférico del Batallón 601 del Ejército con una misión precisa: infiltrarse en la organización.

Mario Roberto Santucho comandaba el
Mario Roberto Santucho comandaba el Ejército Revolucionario del Pueblo

En menos de un año y medio –y a pesar de estar en un nivel bajo dentro de la estructura del ERP-, la información que recogía durante sus tareas en el aparato de logística había posibilitado la captura o la muerte de más de 120 guerrilleros y había permitido que el Ejército conociera con anticipación y se preparara para el ataque guerrillero al Batallón de Arsenales de Monte Chingolo ocurrido el 23 de diciembre de 1975.

Nunca nadie había causado tanto daño a la organización que comandaba Mario Roberto Santucho.

De militante a agente de inteligencia

Cuando Juan Domingo Perón murió el 1° de julio de 1974, las Fuerzas Armadas Peronistas "17 de Octubre" ya estaban en crisis, casi al borde de la disolución. Mientras un sector planteaba el abandono de la lucha armada, otro grupo inició conversaciones para incorporarse al PRT y su organización armada, el ERP.

En ese último grupo estaba Rafael de Jesús Ranier, pero tenía sus dudas. Se consideraba un peronista de ley y no estaba convencido participar en una organización marxista. Con esas dudas, a mediados de ese mismo mes de julio visitó en su piso de Palermo a un viejo conocido, el general retirado Miguel Ángel Iñiguez, para plantearle su dilema.

Cuando Juan Domingo Perón murió
Cuando Juan Domingo Perón murió el 1° de julio de 1974, las Fuerzas Armadas Peronistas “17 de Octubre” estaban en crisis al borde de la disolución. Un sector planteaba abandonar la lucha armada, pero otro grupo había inciciado conversaciones para incorporarse al PRT y el ERP

El militar, que había sido jefe de la Policía Federal entre septiembre de 1973 y abril de 1974, lo escuchó con atención. El periodista Ricardo Ragendorfer en su libro Los doblados pudo reconstruir parte del diálogo que mantuvieron Iñíguez y Ranier. El Oso decía que él no se incorporaría al ERP, que lo sentía como una traición a Perón, cuando Iñiguez lo interrumpió:

-Quizá no sea un error que usted ingrese al ERP – le dijo.

Ranier lo miró desconcertado, hasta que el general continuó:

-No sin antes conocer a alguien que yo le voy a presentar.

Dos días después, Rafael de Jesús Ranier se encontró por primera vez con quien sería su jefe, el mayor de Inteligencia del Ejército Carlos Antonio Españadero. A la reunión llevó una hoja escrita a máquina con los nombres y apodos de los integrantes del las FAP-17 que iban a incorporarse al ERP. Españadero tomó el papel y le hizo una advertencia:

-Nunca traigas nada por escrito, querido. ¿O querés terminar fusilado? – le dijo, casi premonitoriamente.

Al salir de ese encuentro, el Oso Ranier se había transformado en agente del Batallón 601 del Ejército.

La información del infiltrado

Ranier no era lo que se dice un cuadro político. No tenía casi formación, pero supo hacerse útil rápidamente con otras habilidades. Se mostraba siempre dispuesto, era buen conductor y tenía registro para manejar camiones. Lo destinaron al aparato de logística.

Al volante de camionetas y camiones fue conociendo a guerrilleros -algunos de alto nivel, a los que llevaba de un lugar a otro- así como a casas operativas y a depósitos desde los cuales trasladaba armas. Así iba reuniendo datos sueltos que él era incapaz de procesar de manera inteligente pero que le transmitía puntillosamente a Españadero. El mayor sí sabía procesar la información y con eso fue armando un rompecabezas.

"Ranier, con su propia camioneta, actuaba como chofer en la logística del ERP. Consiguió contactos con armas para vender, cubrió citas y trasladó personas y materiales, armas, municiones, secuestrados, y así acumuló poco a poco muchas pequeñas piezas de información que el Batallón 601 de Inteligencia fue descifrando con gran cuidado", reconstruyó Gustavo Plis-Sterenberg en Monte Chingolo – La mayor batalla de la guerrilla argentina, la investigación más completa que existe sobre aquel intento del ERP de copar un batallón y llevarse el armamento.

El ataque en Monte Chingolo
El ataque en Monte Chingolo está considerado como el último gran operativo del ERP

El infiltrado y su jefe se reunían casi siempre en la casa del Oso, en Villa Domínico, donde había establecido un sistema de señales en el balcón que le permitía al militar saber si había inconvenientes para ingresar.

Españadero manejaba con cuidado la información que le pasaba Ranier. Puso casas y depósitos bajo vigilancia y también montó sofisticados seguimientos. Sin embargo, sólo hacía actuar a sus grupos de tareas, ya fuera irrumpiendo en casas o capturando guerrilleros, cuando esas acciones podían parecer aisladas o producto de la casualidad. Como marcan los manuales de Inteligencia debía, ante todo, preservar al Oso. Era un infiltrado clave en las filas del ERP en tiempos en que el Ejército apuntaba a dar el golpe de Estado y eso requería, entre otras cosas, dejar diezmada a la guerrilla liderada por Santucho.

Para noviembre de 1975 la información recogida por Ranier le había permitido al Ejército capturar a unos 50 integrantes del PRT-ERP, entre ellos a todos los antiguos miembros de las FAP-17 que se habían incorporado con El Oso a la organización guerrillera.

Españadero hizo un trabajo paciente, a la espera de llegar más alto en la organización o descubrir movimientos de gente o de armas que hicieran suponer la inminencia de alguna acción de envergadura.

Esa paciencia tuvo recompensa.

Monte Chingolo

A mediados de diciembre de 1975 -gobierno de Isabel Perón– Ranier le informó a Españadero que sus jefes del ERP le habían multiplicado sus tareas, con epicentro en el Sur del Conurbano Bonaerense. Le habló de traslados de personas a casas operativas de la zona, de un gran movimiento de armas, de concentración de guerrilleros.

Españadero llevó estos datos a sus superiores en el Batallón 601 de Inteligencia y los analizaron a fondo. La conclusión no demoró en llegar: el ERP preparaba un ataque a alguna instalación militar de la zona sur del Gran Buenos Aires. Casi al mismo tiempo, dedujeron que se trataba del Batallón de Arsenales de Monte Chingolo, en el Partido de Lanús.

La decisión fue dejar que el ERP actuara, para que cayeran en una trampa. El Ejército iba a esperar a los guerrilleros en el cuartel. Por esos días, El Oso no sólo pasó diariamente información sino que, a instancias de Españadero, hizo una escala durante un traslado de armas y explosivos para que el Ejército los inutilizara: muchos fusiles FAL volvieron a manos del el ERP con los percutores inutilizados y a las granadas les neutralizaron los sistemas de retardo para que explotaran en las manos de quienes las lanzaran.

El Ejército Revolucionario del Pueblo
El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) atacó el 23 de diciembre de 1975 el batallón de arsenales del Ejército Domingo Viejobueno, ubicado en la localidad bonaerense de Monte Chingolo

El ERP montó el operativo para entrar al arsenal pero el soldado que tenían dentro del cuartel les advirtió que había un operativo especial. La acción guerrillera se suspendió y hasta el propio jefe de la organización, Mario Roberto Santucho, tenía evidencias de que alguien manejaba información muy confidencial. Sin embargo, decidió que la acción se montara otro día.

El 23 de diciembre a la mañana, el soldado del ERP en el cuartel logró transmitir que el "operativo especial" se había levantado. Entonces, Santucho ordenó atacar, pero cuando los guerrilleros intentaron ingresar al cuartel fueron recibido por una lluvia de balas desde lugares estratégicos del predio.

Al cabo de unas horas habían muerto y/o desaparecido 67 de los 250 guerrilleros que participaron de la acción.

El "Oso" al descubierto

Tres días después, en la reunión del Buró Político del PRT, la máxima jefatura de la organización, la pregunta que todos se hicieron fue:

-¿Cómo puede ser que nos estuvieran esperando?

"Enseguida se evaluó que debía ser un infiltrado, y todo el esfuerzo fue atrás de eso", recuerda el único sobreviviente de aquel Buró, Luis Mattini.

Santucho le encargó a su segundo, Benito Urteaga, que iniciara una investigación a fondo. El capitán Mariano – ese era su nombre de guerra – puso manos a la obra, analizando las caídas de los últimos meses hasta llegar a Monte Chingolo.

“¿Cómo puede ser que nos
“¿Cómo puede ser que nos estuvieran esperando?”, se preguntaron los jefes de la organización armada luego de Monte Chingolo. “Enseguida se evaluó que debía ser un infiltrado, y todo el esfuerzo fue atrás de eso”, recuerda el único sobreviviente de aquel Buró, Luis Mattini (YouTube)

"En una hoja de papel bastante grande, él hace una lista, en sentido horizontal, de una serie de caídas importantes que ocurrieron, incluyendo Monte Chingolo, y una columna vertical de las personas, empezando por Santucho y el Buró que podían estar relacionadas con esos hechos, hasta llegar a lo que era la estructura, los aparatos de logística", relata Mattini.

El cruce de datos dio un resultado. Había una sola persona que estaba relacionada –de una u otra manera– con todos los hechos. En la lista figuraba con su nombre de guerra: El Oso. Pronto sabrían que se llamaba Rafael de Jesús Ranier, el hombre del aparato de logística que ni siquiera era militante –la categoría a la que accedían los integrantes más comprometidos- del PRT.

Detención, juicio y muerte

Pocos días después una escuadra especial a las órdenes del Buró Político detuvo a Ranier y a otro integrante del ERP, Coco. Esta segunda detención era parte de una estratagema para quebrar la resistencia del Oso.

"Lo detuvimos con otro que era inocente –cuenta Mattini-. Agarramos a Coco, al que le teníamos muchísima confianza, y le dijimos: 'Tenemos una misión rejodida. Te vamos a detener como si fueras un sospechoso y te vamos a maltratar', para hacerle creer al otro que también lo íbamos a maltratar".

Los llevaron a una misma casa operativa, donde los interrogatorios estarían a cargo de Juan Mangini, el capitán Pepe, jefe de Inteligencia del PRT-ERP, y de Nélida Augier, Pola, encargada de Contrainteligencia.

Al principio el Oso negó todo, de modo que los interrogadores decidieron montar el "número" para el que contaban con Coco. Lo sacaron de la habitación donde lo tenían juntos y al rato lo trajeron de vuelta, tomándose las costillas y haciendo gestos de dolor.

"Finalmente, el Oso se quebró cuando lo vio a Coco todo 'golpeado'. Coco fue muy buen actor", recuerda Mattini.

La revista El Combatiente con
La revista El Combatiente con el artículo que consignaba el “Ajusticiamiento de un traidor” y la carta manuscrita de Ranier antes de ser condenado a muerte por el Buró Político de la organización

Durante cuatro días contó toda su historia: su militancia en las FAP-17, su conexión con Españadero, la información que había pasado, la entrega de sus antiguos compañeros de las FAP, los datos sobre Monte Chingolo. Con Mangini, el Oso se mostraba reticente, pero con Pola Augier se sinceraba.

-Que venga la princesita, quiero hablar con ella – pedía y hablaba sin parar.

El 13 de enero, cuando ya había dicho todo, escribió la carta con su confesión. Le dieron a elegir cómo quería morir: de un tiro o con una inyección letal. Eligió la segunda opción.

Esa misma noche, cuatro guerrilleros metieron su cadáver en un auto y lo dejaron abandonado en el barrio porteño de Flores con un cartel que decía:

"Soy Jesús Ranier, traidor a la revolución y entregador de mis compañeros".

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