De no sentirse linda a la muerte de Olmedo y el amor por Sai Baba: ¿qué es de la vida de Silvia Pérez?

Un fotógrafo la descubrió en Mar del Plata mientras veraneaba con su familia. Después de trabajar durante años en teatro y televisión, el trágico final del cómico la llevó a atravesar una crisis existencial. En diálogo con Infobae habló sobre la maternidad, la vida espiritual y los sketches que prefiere no volver a ver

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A John F. Kennedy le pegaron dos tiros. El primero entró por la espalda y salió por la garganta. El segundo le destrozó el cráneo. El 22 de noviembre de 1963, el presidente de los Estados Unidos era asesinado en una visita a la ciudad de Dallas. Un día después y a 8 mil kilómetros, la noticia llegaba a una casa del barrio de Villa del Parque, en Buenos Aires. En su cama, lista para dormir no sin antes rezar, la niña de 9 años le preguntó a su padre:

— Aunque no sea judío, ¿podemos pedir que se salve?

"Todas las noches le agradecía a Dios; pensaba que estaba en los rincones de las habitaciones. Esa noche le pregunté eso a mi papá. De dónde lo saqué, no sé", recuerda Silvia Pérez en el living de su casa sobre la calle Montevideo, frente a la plaza Vicente López, en el centro porteño.

Pérez asegura que, tras la
Pérez asegura que, tras la muerte de Alberto Olmedo, tuvo una crisis existencial (Matías Arbotto)

Hija de María Esther NavaLucy para todos– y Héctor Pérez, dueño de una sedería sobre la avenida Cabildo, Silvia es la segunda de las tres hijas que tuvo el matrimonio. Lucy, ama de casa y católica –"muy", refuerza–, debió "convertirse" para casarse con Héctor: él era judío. Pero las hijas lo supieron ya adultas. "En las fotos de su casamiento se veía como una cosa de velorio más que de fiesta de parte de la familia de mi mamá. Y era eso: que tuvo que convertirse para poder casarse. Mi papá y toda su familia eran judíos sefardíes, muy cerrados. Aún convirtiéndose no fue una historia fácil para mamá. Con mis hermanas festejábamos las fiestas judías, nos encantaba hacer el ayuno, pero mi mamá decía que no lo aguantaba. Estaba como tirada, o llorosa. Con el tiempo nos dimos cuenta de que algo pasaba. Finalmente ella nos contó que nos había bautizado a las tres.

—¿Las bautizó a escondidas de tu papá?

—Sí. Mi papá no lo sabía. Creo que no lo supo nunca, por suerte. Ella se convirtió pero seguía sintiendo lo que sentía por su religión. Quizás todo eso tiene que ver con que desde muy chiquita yo decía que no había que tener religiones. Decía que había que creer en Dios, sin necesidad de una religión.

Con su madre Lucy en Mar
Con su madre Lucy en Mar del Plata

Diez años después de aquella pregunta por el alma de JFK, los Pérez veraneaban en Mar del Plata cuando un fotógrafo de la revista 7 días se acercó a Lucy y a Héctor. Quería fotografiar a sus hijas. Lucy se negó todas las veces, que fueron muchas, menos una: el último día, Silvia aún no sabe por qué, accedió a la foto y a darle el número de teléfono de su casa en Buenos Aires. A poco de haber regresado a la casa de Villa del Parque, llegó el llamado: Silvia había sido seleccionada para participar del concurso Miss 7 días. No dudó y se montó en un micro rumbo a Mar del Plata donde sería la ceremonia. Cuando finalmente se consagró como ganadora solo la acompañaba una tía que vivía en aquella ciudad.

—¿Cómo lo tomaron en casa?

—No querían saber nada. Era "sos modelo, sos actriz: sos puta". Vengo de esa familia. No había ningún artista en la familia. Quise estudiar Bellas Artes y decían que no servía, ¿dónde iba a trabajar con ese título? Entonces cedí y fui a estudiar arquitectura y el traductorado de inglés, porque eso me iba a dar trabajo.

—¿Te sentías linda?

—No. Durante mucho tiempo de mi vida no me sentí linda. En ese momento menos que menos. Tenía muy baja autoestima. Antonio Carrizo (conductor del concurso) me ayudó, me incentivó. Es que yo no me arreglaba mucho. En el pelo me hacía dos mechas rubias yo sola que, bueno… eran muy originales (ríe). Después gané Miss Argentina. Pero trabajar de linda y no sentirme linda fue difícil. Y difícil que alguien lo pueda creer, lo sé.

La actriz fue elegida “Miss
La actriz fue elegida “Miss Siete Días 1974”

—¿No sabés qué era lo que veían los demás que vos no?

—Para mí, a los ojos de mi mamá, mis hermanas eran mucho más lindas que yo. Para mis hermanas era al revés. Y para los de afuera yo había ganado dos concursos, pero no me alcanzaba esa mirada. Es muy importante la de tu mamá. Hay que trabajar mucho para poder ser uno mismo más allá de la mirada de los padres.

Hacía tiempo ya que había dejado de armar, con papel de los alfajores y de paquete de cigarrillos, sus bailarinas metalizadas. También había dejado de tallar las tizas. A fuerza de paciencia y un alfiler, las erosionaba durante horas. El trabajo estaba terminado cuando se veía, claramente, una pareja bailando o besándose.

En 1975, a un año de la tapa de revista, Carlos Basurto la convocó para ser parte de Frac, humor para la noche. Fue el primer programa de TV en el que trabajó como actriz. Allí conoció a Santiago Bal.

—Santiago te llevaba 20 años.

—Sí, me sigue llevando 20 años (ríe).

Con Héctor, su padre (Instagram
Con Héctor, su padre (Instagram Silvia Pérez)

—¿Cómo fue eso para tus papás?

—Para mi mamá fue mejor. Mi papá había tenido un ACV cuando yo tenía 10 años. Entonces no tenía tanta fuerza como cuando yo era más chica y mi mamá decidía todo. Les encantó verlo a Santiago ir a casa a pedirles mi mano. Me fui a vivir con él a los dos meses de conocerlo.

—¿Por qué?

—¿Por qué?… Tengo que ser cuidadosa con la respuesta (ríe). Creo que entendí, con el tiempo, que más allá de que lo quería a Santiago, sin ninguna duda, yo me quería ir de mi casa. A veces uno inconscientemente sustituye a un padre que le faltó durante un tiempo.

— Por entonces no existía algo como el Evatest. ¿Cómo te enteraste de que estabas embarazada?

—¿Sabés cómo? Por intuición. Yo no me cuidé una noche y me acuerdo que estaba en La Lucila, en la casa en la que vivíamos y dije: "Me quedé embarazada".

Junto a su hija, Julieta
Junto a su hija, Julieta Bal

—¿Esa misma noche?

—Sí. Y esa noche había quedado embarazada. Luego hice los análisis y sí, confirmado. Más allá de saber que me iba a separar fue una decisión tenerla a Julieta. Y eso también se lo atribuyo más a la intuición que a una elaboración porque yo era muy chica y no sabía lo que me esperaba. Pero sabía que tenía a mi hija adentro y que era una mujer. Todo eso me sucedió: sentirlo y que después pasara. Sabía que me iba a separar y decidí continuar con mi embarazo. Después estuve mucho tiempo con Santiago porque cuando él se enfermó volví con él hasta que fue insostenible. Me fui con Juli a upa y con una señora muy amorosa que era su niñera. Casi mi niñera también, porque la verdad que nos cuidó mucho a las dos. Tuve mucha suerte siempre en la vida, mucha protección de Dios, del universo, de lo que sea.

Al blanco de los almohadones de los sillones y las paredes del living lo rompen una mesa ratona de madera oscura, una lámpara de sal, un Buda y el ruido de llaves en la puerta de entrada: es Federico, su pareja. Abogado él, se conocieron en un restaurant hace 10 años. Silvia cenaba a solas con una amiga y él con un grupo. "Alguien le avisó que yo estaba. Pasó y dijo: 'Ahí está el amor de mi vida'. Y se quedó mirando un montón de tiempo. Era verano, yo estaba haciendo Botineras. Me estaba rascando las piernas porque había muchos mosquitos. Al rato volvió con un off en la mano. Había ido a buscarlo al auto. Y bueno, me pudo como para que lo invitemos a la mesa a tomar un café".

—¿Cuándo te prestaron el libro Sai Baba y el psiquiatra?

—En un momento que estaba en crisis con todo. Me lo prestó una amiga a la que bauticé Perla Flowers, porque hacía flores de Bach y era como mi terapeuta floral. Muy devota de Sai Baba, me regaló ese libro.

La actriz junto a Alberto Olmedo en uno de sus clásicos sketches humorísticos de "No toca botón"

—¿Qué crisis tenías?

—Existencial. Había pasado todo lo del Negro Olmedo. Empecé a preguntarme para qué vivimos, qué hacemos.

A las 8 y media de la mañana del 5 de marzo de 1988 Alberto Olmedo cayó desde el piso 11 del edificio Maral 39, sobre el boulevard Peralta Ramos, en la costa de la ciudad de Mar del Plata. Tan solo 20 días antes y en la misma ciudad, Carlos Monzón había asesinado a su pareja, Alicia Muniz. Olmedo estaba haciendo temporada de teatro con la obra Éramos tan pobres. Silvia era parte del elenco y desde 1983 trabajaba con él en No toca botón. Junto a Beatriz Salomón, Adriana Brodsky y Susana Romero era parte de las "chicas Olmedo", íconos sexuales que desde la TV, el cine y el teatro estereotiparon la fantasía sexual de los argentinos.

— ¿Cómo te enteraste de la muerte de Olmedo?

—Estaba en la casa que alquilaba ahí en Mar del Plata, estábamos haciendo temporada. La noche anterior, después de la función, fueron todos a comer. Yo le dije al Negro que no iba. Había venido un ex novio mío con el que me había arreglado. Cuando me desperté, la mucama me dijo que Beatriz (Salomón) me estaba llamando. Me pasó el teléfono y me dijo: "Se mató el Negro". No sé si lo creí ahí. Beatriz agregó: "Encendé la radio". Cuando encendí agarré el momento en que llegaba al lugar Fernando, su hijo.

“La noche anterior, después de
“La noche anterior, después de la función, fueron todos a comer. Yo le dije al Negro que no iba. Había venido un ex novio mío con el que me había arreglado”, recuerda la actriz sobre la muerte de Olmedo (Matías Arbotto)

—¿Recordás qué hiciste?

—No hice nada. Lo que más recuerdo es una cosa de la nada. La nada. Si bien fue muy impactante, al mismo tiempo no lo fue. Y no sé por qué. El amor, el desamor, la insatisfacción, la popularidad, la fama, esas cosas absurdas que a veces confunden, pensé. Pensé en cómo le podía haber pasado eso a una persona que tenía lo que aparentemente la gente busca. Darnos cuenta de que eso no satisface las necesidades del ser humano. Ni la plata, ni la fama, ni la popularidad ni tener la persona que uno quiere. Porque era una vorágine. Hoy hablamos de que todo el tiempo estamos corriendo, ¿sabés lo que era ese momento? Era teatro, cine, televisión, era todo sin parar, sin parar, sin parar. Cuando él murió se detuvo ese tren. La tristeza que tuve fue el punto de inflexión para mi conciencia de la existencia y de la humanidad. ¿Qué estoy haciendo? Tenía una carrera que no había planificado, que solo tenía que ver con que fuera digna y honesta pero trabajar y trabajar y trabajar para poder sostener la educación de mi hija.

Junto a Divina Gloria, Beatriz
Junto a Divina Gloria, Beatriz Salomón, Susana Romero y Adriana Brodsky, las llamadas “Chicas Olmedo”

—Después de la muerte de Olmedo presentaste un certificado de tu psicóloga en Canal 9. ¿Qué decía?

—Que no estaba en condiciones emocionales como para trabajar en el mismo canal. Y me dieron el camarín de Olmedo.

—¿Alejandro Romay qué te dijo?

—¡Romay me asignó ese camarín! (ríe). Romay hacía sus negocios. Era muy efectivo que nos unieran a los uruguayos (de Hiperhumor) y que estuviéramos todos juntos y nos hicieran notas.

—Hace poco dijiste que vos y Olmedo estaban juntos hasta muy poco tiempo antes de su muerte.

—Sí, pero prefiero no hablar de eso.

Beatriz Salomón murió hace poco, dos meses.

—Me dio mucha tristeza, no pensé que iba a pasar tan pronto. Pensé que iba a poder pelearla más. Sentí un profundo dolor, porque era una mina maravillosa. Y mucha indignación y bronca con los medios de comunicación que generaron eso. Me alivió un poco saber que en el último tiempo su ex marido se había acercado y que ella lo aceptó. Pienso que eso va a servir a sus hijas.

En uno de sus viajes
En uno de sus viajes a la India

—¿Cómo decide uno irse a la India? ¿Ticket en Aerolíneas y ya?

—Fui al Centro Sai Baba a decir que quería viajar. Justo había un grupo de 10 personas que viajaban y me dijeron que si quería podía sacar el ticket ese mismo día. Y lo saqué. Y me fui. Había diez argentinos que viajaban para los cuales yo era Silvia Pérez, pero yo estaba tan, no sé si ida o llevada, que no me importaba nada. Ya allá, en el ashram, en la comunidad, recibí el cachetazo más grande. De sentirme entre miles y miles de personas de todo el mundo más los argentinos y darme cuenta de que somos todos iguales. Porque yo me jactaba mucho de ser una persona humilde pero reconocí qué fácil es ser humilde cuando tenés un montón de privilegios. En esa época que te regalaban todo, que no hacías una cola nunca. Ahí hacía cola para ir a la cantina, para que me sirvieran el plato de comida, a las 5 de la mañana para entrar al templo, sacar número.

—¿Sacar número?

—Te levantás a las 5, ni desayunás y te vas a hacer fila. A las 6 abren las puertas del templo, se sortean las filas y puede tocarte adelante o atrás de todo.

—Estuviste con Sai Baba.

—Tuve mucho contacto con él y hablé bastante. Me hizo las cenizas.

—¿Qué quiere decir "me hizo las cenizas"?

—Él materializaba cenizas que se llaman vibhuti. Son cenizas sagradas. Que te las haga él… Él materializó y me tiró. Me quedé un día entero durmiendo.

“Yo me jactaba mucho de
“Yo me jactaba mucho de ser una persona humilde pero reconocí qué fácil es ser humilde cuando tenés un montón de privilegios”, reflexiona Pérez

—¿Cuántas veces fuiste a la India?

—Trece. La última fue hace diez años. Fue un viaje muy atípico porque no fui al ashram, fui con la revista Caras a hacer una producción. Fue un viaje que parecía Bollywood en realidad. Fue una India totalmente diferente a la que conocía, porque yo siempre fui al sur y a las comunidades. Recién en ese viaje conocí el Taj Mahal.

—¿Planeás volver?

—Quiero volver, a pesar de que no la pasé bien en muchos viajes. El primero fue muy difícil. Estaba pasando un momento difícil de mi vida y me tocó compartir habitación con una alemana y una ecuatoriana. La ecuatoriana tiraba todo el tiempo el tarot, no fue jamás al templo. La alemana hacía yoga adentro de la habitación y se tiraba pedos todo el tiempo. ¡Y me comía las paltas que yo me compraba! (ríe). Un día volví a la habitación y se habían llevado la llave. Me quedé durmiendo en el piso hasta que llegaron. Con el tiempo fui viendo cómo era el mecanismo y la dinámica de la comunidad. Después hice una donación, entonces cuando avisaba que iría podía disponer de una habitación para mí y mi familia.

—¿Rezás?

—Tengo oraciones en sánscrito y cantos que sí, que hago mucho. Tengo una oración cuando me despierto y una cuando me voy a dormir. Después medito. Pero rezar, no sé si es rezar. Bendigo la comida antes de comer siempre.

La actriz conduce “Corazón valiente”
La actriz conduce “Corazón valiente” por Radio Nacional

—¿En voz alta o para adentro?

—Depende de las circunstancias. A veces en voz alta, pero la mayoría de las veces en voz baja. Sí pido que me lo respeten en la familia y lo logro.

En Delirio de amor, la obra que está a punto de estrenar, Silvia es una mujer que está convencida de ser la hija de Brigitte Bardot. La obra retrata a personas que se enamoran de una celebridad y que llegan a creer que todo lo que hace el ídolo está dedicado a ellos. Algo así, cuenta, le pasó con Johnny Tedesco. Cuando era pequeña, enamoradísima de él, miraba El club del clan y creía que él la veía. "Entonces le pedía a mi mamá que me hiciera las trenzas, que me peinara. Lloraba si no lo hacía porque pensaba que me iba a ver toda despeinada. Le he preguntado al autor de la obra, Walter Ghedin (psiquiatra), si podría haber terminado como uno de los personajes", cuenta y ríe.

—¿Llegaste a ponerte caracú en el pelo?

—¡Sí, muchísimo! (Ríe)

—¿El huesito o lo de adentro?

—¡Lo de adentro! La grasa. Mónica Gonzaga me había contado que un peluquero muy famoso había hecho algunas macanitas con el pelo de algunas modelos y había utilizado esto de hervir los huesitos de caracú, sacarle eso y ponerlo sobre el pelo. No había mayor grasa que esa. Y decidí probarlo porque mi pelo es mi marca distintiva. Estaba en Carlos Paz: me acuerdo que el carnicero no entendía para qué llevaba tanto caracú. Además, el olor que dejaba en la casa era tremendo. Tenía que hacer todo ese hervido, lo pisaba y me lo ponía en la cabeza. No te salía con nada. Cuando se secaba te quedaba durísimo. Te tenías que lavar cinco, seis veces y no se te iba. ¡Pero te quedaba un brillo!

Alberto Olmedo junto a Silvia
Alberto Olmedo junto a Silvia Pérez

—¿Te mirás en YouTube?

—No, nunca. De hecho cuando hice la película Encarnación con Anahí Berneri, el personaje era una actriz venida a menos que se miraba. Yo ni sabía qué era eso. No me gusta mirarme.

—¿Por qué?

—Porque ya pasó. Hay momentos que empieza a viralizarse un sketch del Negro. Te lo manda un amigo, te lo manda otro, te lo manda todo el mundo. La primera vez lo veo y digo: "Ah, qué bueno, está lindo". Pero después, uf.

—Al verte en ese sketch, en bombacha y corpiño, ¿te incomoda?

—Me sorprende, porque no me daba cuenta de que era tanto lo que estábamos en corpiño y bombacha en ese momento. Para mí siempre fue el laburo. Iba y lo hacía.

—¿Qué te enseñó Sai Baba?

—A buscar la paz, la acción correcta, la no violencia, la paridad entre todos. Y que la vida es mucho más que levantarse, comer, trabajar e ir a dormir.

—¿A qué edad te sentiste linda?

—De muy grande. A partir de los 50.

Fotos: Matías Arbotto

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