Los entretelones de la reunión reservada entre el Che Guevara y Arturo Frondizi, que irritó a los militares y facilitó el golpe

Los detalles de la entrevista en la Quinta de Olivos, el 18 de agosto de 1961, entre el presidente argentino y el comandante de la revolución cubana. La trama secreta del día que la Argentina intentó mediar entre los Estados Unidos y Cuba

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A fines de abril de 1961, después de la cumbre argentino-brasileña con el presidente Janio Quadros en Uruguayana, Arturo Frondizi introdujo nuevos cambios en su gabinete. Se sentía menos presionado por el sector militar. Además, su partido había triunfado en algunos estados provinciales y la economía mostraba signos optimistas.

El presidente creía caminar sobre tierra más firme, entonces levantó la mirada y prestó mayor atención a la cuestión internacional. Iba a realizar un largo viaje al Japón y la India, se vería con John F. Kennedy en dos ocasiones y se entrevistaría con los mandatarios de los países vecinos. También visitó Canadá y Grecia.

El 24 de abril, el Ministerio de Economía pasó de Álvaro Alsogaray a Roberto Alemann; en el Palacio San Martín asumió el dirigente conservador Adolfo Mugica y en el Ministerio de Obras Públicas lo hizo el ingeniero Arturo Acevedo.

Se veía en el horizonte la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES), para analizar la Alianza para el Progreso, aprobada en 27 de mayo por el Congreso de los Estados Unidos.

La conferencia del CIES en Punta del Este se realizó entre el 5 y el 17 de agosto de 1961.

Ernesto Guevara arribó sobre la hora, a la cabeza de una delegación de 44 personas. La foto lo inmortalizó bajando en el aeropuerto de Montevideo con su clásica boina, impermeable con grueso cinturón, uniforme verde oliva y borceguíes, llevando en su mano izquierda un portafolio negro de carácter ejecutivo. Llegaba para hablar sobre desarrollo económico y social, opinar sobre la paz o el conflicto que tenía con los Estados Unidos.

Arturo Frondizi y Janio Quadros,
Arturo Frondizi y Janio Quadros, presidente de Brasil, en la reunion de Uruguayana, 21 de abril de 1961

El comandante Guevara no le dijo a nadie que un día antes, el 4 de agosto, en La Habana, Fidel Castro había estampado su firma en un convenio "estrictamente secreto" con la URSS "sobre el suministro a Cuba de los materiales especiales y sobre el pago de esos materiales especiales".

El término "materiales especiales" era un eufemismo, en realidad se trataba de "armas" de todo tipo que hizo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias una de las más poderosas de América Latina.

El texto del convenio comenzaba con una declaración que establecía las razones que habían llevado a su firma: "Con el fin de contribuir por todos los medios al fortalecimiento de la defensa de la República de Cuba y al desarrollo ulterior y fortalecimiento de las relaciones amistosas y sinceras entre ambos países sobre la base de igualdad y de no intromisión en los asuntos internos".

Eran argumentos falsos para condiciones que no se cumplían. Simplemente porque entre la URSS y Cuba nunca primó la igualdad y, desde el primer momento, el Estado soviético practicó la intromisión en los asuntos internos –en la vida cotidiana– de Cuba y sus ciudadanos.

Mientras en Punta del Este se desarrollaban los debates en los salones del casino de San Rafael, en los pasillos colindantes o en los hoteles de las delegaciones ciertos personajes se movían en reserva para intentar acercar posiciones y evitar la profundización del conflicto entre La Habana y Washington y entre Cuba y varios países de América Latina.
Sospechaban que Cuba se dirigía hacia el Pacto de Varsovia, pero ninguno, a ciencia cierta, podía asegurarlo.

Ernesto Guevara habla en la
Ernesto Guevara habla en la conferencia de Punta del Este

Dada la cercanía de Buenos Aires con Punta del Este o Montevideo, el presidente Frondizi analizó la posibilidad de mantener una reunión secreta con Guevara.

El contacto para realizar la maniobra fue Jorge "Perro" Carretoni, funcionario del Consejo Federal de Inversiones (CFI) y ex diputado nacional durante el período 1958-1960.

Una mañana de julio –que no me pudo precisar durante varios encuentros mantenidos en febrero de 2014– entró en la residencia presidencial de Olivos con Mario Valotta, un médico joven por quien Elenita Frondizi tenía una amistad y al cual el presidente escuchaba con especial atención. Pocos años más tarde integraría el Movimiento Revolucionario Peronista y se declararía marxista.

Mientras se dirigían al chalet del presidente, Valotta le dijo a Carretoni: "De esta reunión, ni mu a nadie. ¿Está claro, Perro?".

El presidente le preguntó a Carretoni si conocía a Guevara y éste le contestó que no, pero que conocía a su amigo Ricardo Rojo. "Tantéelo, muéstrese interesado en conocer a Guevara… en su caso, no le va a extrañar, pero ni que por asomo aparezca yo en el asunto… Usted es un buen negociador, sabe cómo hacer eso".

En pocos días, Carretoni aparecería integrando la delegación argentina a la conferencia del CIES. Cuarenta y ocho horas antes de viajar a Uruguay volvió a encontrarse con Frondizi, esta vez en la Casa de Gobierno.

"Carretoni –le dijo el presidente argentino–, debemos saber si ellos están dispuestos al diálogo con gobiernos democráticos de América Latina o están decididos a confrontar con todos. De entrada deje bien en claro que usted es mi representante, que será, al máximo posible, transmisor fiel de mi pensamiento… pero que usted no tiene autoridad para comprometerme a mí y menos al gobierno. Señale que este curso de colisión que hoy lleva Cuba puede poner en riesgo la paz del continente y del mundo".

El presidente Frondizi analizó la
El presidente Frondizi analizó la posibilidad de mantener una reunión secreta con Guevara. El contacto para realizar la maniobra fue Jorge “Perro” Carretoni, funcionario del Consejo Federal de Inversiones (CFI) y ex diputado nacional durante el período 1958-1960

El primer encuentro entre Carretoni y Guevara se realizó el 8 de agosto, por mediación de Ricardo Rojo. Se llevó a cabo en el Hotel Playa, sobre la playa Brava, a la una de la madrugada. Todo se desenvolvió normalmente hasta que el enviado argentino le dijo a Guevara que venía en cumplimiento de "una misión y que la naturaleza de la misma impedía la presencia de testigos". Fue un momento difícil, porque Ricardo Rojo debía retirarse.

"Guevara escuchó atentamente el mensaje que traía del presidente argentino, no se pronunció sobre la cuestión de fondo, y sus líneas expositivas fueron dos: las verdaderas intenciones de Frondizi y su real capacidad de maniobra nacional e internacional".

A las 4 de la madrugada se separaron, cuando el Che, con una sonrisa, le dijo: "¿La seguimos mañana, Jorge?".

Al día siguiente, pasada la medianoche, volvieron a encontrarse en el mismo lugar. Esta vez, Carretoni explicó nuevamente el sentido de su viaje a Punta del Este, "insinuando con más énfasis que la noche anterior que, detrás de todo esto, estaba Kennedy. Fue solo una insinuación, pues Frondizi a mí no había dicho más que eso. La reunión se extendió hasta las 2 de la madrugada… y Guevara planteó qué beneficios obtendría Cuba".

El representante de Frondizi tomó notas que repasó ante Guevara: carácter de la invitación –¿oficial o privada?–; objetivos y temario, agenda abierta; problemas de seguridad, confidencialidad del desplazamiento.

El 10 de agosto Carretoni viajó a Montevideo y de allí a Buenos Aires en avión comercial. A poco de llegar, se reunió con Mario Valotta en el restaurante Chiquín y le hizo un pormenorizado relato de las conversaciones.

"La OEA no le interesaba a Cuba gran cosa; y lo de la Alianza para el Progreso le interesaba si EE.UU. estaba dispuesto a poner 20.000 millones de dólares y entregar su manejo (administración) a un ente independiente de la OEA", resumió.

Después de la reunión con
Después de la reunión con el Che, Carretoni le dijo a Frondizi que cuando se hablaba de los EE.UU. y Brasil con Guevara debía dar nombres propios. “Y me autorizó a hablar de Kennedy y Quadros”.

Al día siguiente, en horas del mediodía, volvió a encontrase con Frondizi en la residencia de Olivos. "Se vio que el presidente y Valotta habían trabajado sobre el asunto y prácticamente Frondizi me dictó la propuesta: visita privada y propuesta del mismo carácter para Castro; otras partes interesadas: EE.UU. y Brasil; objetivos: ni la OEA ni la Alianza, no inserción en el Pacto de Varsovia y mejoramiento de relaciones para evitar hegemonía de Rusia; agenda abierta; en la seguridad de Guevara comprometía su honor".

Carretoni le dijo al presidente que cuando se hablaba de los EE.UU. y Brasil con Guevara debía dar nombres propios. "Y Frondizi me autorizó a hablar de Kennedy y Quadros. Ese mismo día, a las 12 de la noche, estaba de vuelta en Punta del Este".

El sábado 12 se volvieron a encontrar, esta vez, en las oficinas que la delegación cubana tenía en la sede de la conferencia, y "se habló de un tema que yo había omitido mencionar y trataba sobre la exportación de la Revolución Cubana a Latinoamérica. Nos vimos dos días después y ya nos quedaba solo fijar fecha, lugar y hora del encuentro con Frondizi. Con este motivo, viajé a Buenos Aires y me reuní con el presidente en la Casa de Gobierno, y decidimos: día: viernes 18 de agosto; lugar: residencia presidencial de Olivos".

"El viaje en avión privado que aterrizaría en el aeropuerto de Don Torcuato, donde lo esperarían oficiales navales de la custodia presidencial, costó 25.000 pesos y se pagó con un préstamo del Consejo Federal de Inversiones (CFI). Yo no debía participar del vuelo".

La versión de la revista
La versión de la revista satírica Tía Vicenta sobre el encuentro Guevara – Frondizi

El día establecido, en la zona privada del aeropuerto de Montevideo, Ernesto Guevara, al momento de subirse al taxi aéreo Bonanza, matrícula 439 CX-AK P, observó que Carretoni estiraba su mano intentando despedirse. Era la instrucción presidencial.

Guevara le dijo: "Vamos, Jorge, si tú no viajas yo no viajo", y Carretoni no cumplió con Frondizi, pero el viaje de Guevara pudo concretarse. Ramón Aja Castro, director del Departamento de Asuntos Latinoamericanos de la cancillería de Cuba, también fue de la partida.

Ernesto "Che" Guevara entró a la residencia de Olivos acompañado de dos oficiales navales de rostro adusto que lo custodiaban (Emilio Filipich y Fernando García). Lo cuidaron durante su corta estadía en la Argentina. Había temor de que pudiera sufrir un atentado.

Según el embajador Albino Gómez, el diplomático y asesor de Frondizi, oficiales de la Fuerza Aérea soñaron con asesinarlo contando con el visto bueno del brigadier Jorge Rojas Silveyra, secretario del Arma.

El comandante Guevara entró al chalet presidencial con aspecto de cansado. Según palabras de Gómez:

"El Che vino con su ropa de campaña y la gente que lo admira se molesta conmigo porque siempre dije que no lo vi entrar erguido como un revolucionario ni un guerrero, sino con un paso cansino. Si me obligás a una similitud, caigo en Cantinflas, por supuesto, solo en la imagen física y sin intentar con esto ninguna falta de respeto. Creo que, además, venía cansado, tanto que durmió durante la hora de viaje en avión hasta que llegó. Supongo que también sabría que esa conversación podría brindarle información más útil a Frondizi que a él mismo. A Fidel lo había visto con otra prestancia física. Y nunca cansado, con una vitalidad desbordante".

Tras la entrevista con Frondizi
Tras la entrevista con Frondizi el “Che” Guevara viajo a Brasilia y el presidente Janio Quadros lo condecoró. A los pocos días los militares lo echaron.

Luego de la entrevista entre Frondizi y Guevara, como no podía ser de otra manera, muchos decían contar con algunos detalles de la conversación. En mi caso, me he basado en lo que escribió Albino Gómez, porque él fue el encargado de redactar una minuta del encuentro dictada por el presidente argentino (relato de Gómez al autor del 19 de enero de 2014).

Primero debería decirse que entre los dos había veinte años de diferencia. Frondizi era de 1908 y Guevara de 1928. Luego existía una enorme distancia intelectual. Frondizi era uno de los políticos argentinos más cultos de ese momento. Hasta se dio el lujo de preguntarle al Che si había leído mucho sobre comunismo y teoría marxista, y éste tuvo que reconocer que no. Guevara se explayó sobre algunas cuestiones que, con el tiempo, se demostró que no eran verdaderas. En especial, cuando dijo que Cuba quería permanecer en el sistema interamericano y que estaba dispuesta a entenderse con los EE.UU. y "construir un Estado socialista con autonomía absoluta de la Unión Soviética". Reconoció que "el reparto de tierra había fracasado" y se olvidó de decir que él, al frente del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), era el principal responsable.

De todas maneras, lo que sostuvo hasta ahí no es grave desde la mirada argentina. Lo más grave y delicado fue cuando estimó, frente al presidente de la República, que "la forma de llegar al socialismo [según él] entendía que no había otro camino para los países chicos y pobres que el de la violencia".

En esa oportunidad no le contó al presidente argentino lo que les decía a los argentinos que lo visitaban. Por ejemplo, el lunes 4 de enero de 1960 enseño a cinco asistentes cómo iniciar la guerrilla en Córdoba. Tampoco le dijo a Frondizi que en esos momentos el régimen castrista inauguraba el centro de entrenamiento de guerrilleros de Punto Cero y que el primer alumno era el argentino Jorge Ricardo Masetti.

Resumiendo: la guerrilla del Ejército Guerrillero del Pueblo que atacó en Orán, Salta, entre 1963 y 1964, bajo las órdenes de Masetti y oficiales cubanos de la intimidad de Guevara, hubiera combatido contra el gobierno constitucional de Frondizi, cuyo período presidencial finalizaba en 1964. Eso no sucedió porque Frondizi fue depuesto en marzo de 1962, entre otras cosas, porque muchos altos mandos de las fuerzas armadas no concebían cómo "un atorrante" como Guevara había llegado a hablar con el presidente, según las palabras del teniente general Juan Bautista Picca, jefe de Estado Mayor General del Ejército.

Rogelio Frigerio y Arturo Frondizi
Rogelio Frigerio y Arturo Frondizi

Ese mismo 18 de agosto de 1961, cerca de las 13, el canciller Adolfo Mugica almorzaba en su departamento de Arroyo 844, piso 1°, con su hermano Miguel, secretario de Comunicaciones; Oscar Camilión, subsecretario de Relaciones Exteriores; su hijo Adolfo y su secretario privado, Adolfo Mondejar. De acuerdo al relato de Adolfo Mugica (h), en un momento, la empleada doméstica entró y le dijo a este último que había un llamado para el canciller. El secretario se levantó para ver quién quería hablar con su jefe y filtrarlo, si era necesario. Tomó el tubo del teléfono y escuchó una voz que no se identificó, que le dijo: "El Che Guevara está en la Argentina… se acaba de ir de Olivos".

Mondejar entró demudado al comedor y contó lo que había escuchado. Oscar Camilión alcanzó a exclamar: "¡La que se va a armar!". El canciller permaneció en silencio, imaginando dos situaciones. Una, que él había sido dejado al margen en un tema que era de su cartera, por lo tanto, no le quedaba demasiado tiempo al frente del Palacio San Martín. Luego pensó que la noticia iba a agitar el avispero militar y no se equivocó.

Hubo un tembladeral entre la dirigencia argentina. Se vivieron días de gran conmoción política. Las reuniones castrenses estaban a la orden del día, y el ministro de Defensa, Justo P. Vilar, no podía detener la indignación.

El 19 de agosto, a las 20.30, Frondizi encabezó una reunión con los altos mandos en la que tuvo que dar explicaciones por su entrevista con Guevara. Intentó defenderse diciendo que "si el presidente de la República Argentina no puede recibir normalmente al ministro de un país con el que mantiene relaciones diplomáticas, más vale que no sea presidente".

Importantes jefes militares que lo respaldaban solo criticaron el secretismo que rodeó el encuentro. Por ejemplo, el general Alejandro Agustín Lanusse objetó el carácter clandestino de la operación antes que el hecho mismo.

El 21, Frondizi habló por cadena nacional y ratificó que la Argentina pertenecía al bloque occidental y cristiano.

En su racconto de aquellos días, el periodista Eliseo Álvarez, en su libro El hombre que engañó a Kennedy, una investigación con algunos pasajes novelados, cuenta que Rogelio Frigerio y Oscar Camilión salieron a caminar para aflojar las tensiones. En un momento, el lúcido Camilión le dijo:

–Rogelio, creo que estamos sufriendo el síndrome de la mosca.

–¿De qué habla?

–Es una enfermedad que ronda a los poderosos y les hace creer que tienen más poder que el real. Es este síndrome que tenemos de protagonismo permanente, de mediar o intentar hacerlo en todos los conflictos. No estamos en condiciones de meternos entre los Estados Unidos y Cuba.

Frigerio lo miró extrañado: Somos un país soberano. Tenemos que hacer cosas que demuestren que la soberanía nacional no puede estar atada a las opiniones de las potencias.

–Humildemente opino que la reunión con Guevara fue un error. Perdimos totalmente la confianza de los pocos militares que todavía nos apoyaban.

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