A fines de 1979 comenzó a resquebrajarse financieramente el sistema implementado por el gobierno militar. Al año siguiente el cierre de varios bancos provocaron un tembladeral en el mercado. La crisis de 1980 coincidió con la designación de Leopoldo Fortunato Galtieri como jefe del Ejército y la tensión entre el gobierno y la administración de Jimmy Carter en los Estados Unidos.
Para comprender la dimensión de aquella crisis financiera, es necesario hacer un repaso minucioso de los días previos a aquel momento de colapso. El 16 de octubre de 1979 el general Juan Bautista Sasiaiñ, jefe de la Policía Federal, le elevó al presidente del Banco Central, Adolfo Diz, un informe en el que expresa su preocupación por "una campaña publicitaria que actualmente se encuentra realizando el Banco de Intercambio Regional, contraviniendo lo normado al respecto por el artículo 19, párrafo 2º de la Ley 21.526 de Entidades Financieras". Aquella campaña mediática ofrecía "la recepción de depósitos en dólares en su sucursal de New York, canalizando los mismos a través de las distintas sucursales existentes en el país".
Al tiempo que eleva el prontuario del banquero Jorge R. Trozzo, titular de aquella entidad financiera investigada, el general Sasiaiñ le hizo notar que la Ley 21.526 "únicamente" respalda los depósitos "efectuados en moneda nacional y no así los realizados en moneda extranjera…y dicho aval sólo se acuerda a 'las entidades autorizadas comprendidas en esta Ley' quedando por consiguiente la receptora de los depósitos fuera del alcance de la norma."
El 22 de noviembre de 1979, Diz, en una nota de siete párrafos, contesta que "las entidades financieras que efectúen publicidad a través de medios masivos de comunicación con el objeto de atraer recursos del público, están actualmente exentas de someter a la previa consideración de este Banco los respectivos proyectos de los avisos a difundir".
Para el jefe de la Federal la cuestión no terminó con la simple respuesta de Diz. Hizo trabajar un prontuario de seis páginas (con un anexo de otras seis páginas) sobre Trozzo y se lo mandó a su jefe inmediato, el ministro del Interior, resaltando entre otras cuestiones las tareas "extrabancarias" que desarrollaba la "mesa de dinero" a cargo de Juan Rucci.
El trabajo policial pone la lupa sobre la "capitalización" que "imponía" el BIR "como condición para acelerar" un crédito: "comprar acciones tipo B sin derecho a voto" de la sociedad bancaria "por un importe aproximado del DIEZ POR CIENTO del monto del préstamo". Por lo tanto, si el monto de lo captado por el BIR "es de alrededor de los mil millones de dólares estadounidenses, debemos suponer que un importe igual o similar a dicho monto fue el volcado en el otorgamiento de créditos. El diez por ciento de "capitalización" solicitado a los prestatarios, sería entonces del orden de los cien millones de dólares. También pone sus sospechas sobre lo que se denomina "Tesoro inflado", es decir no cumplir con la exigencia del encaje mínimo contemplado por la ley.
Con el fin de proteger sus actividades el BIR adquirió varios medios de comunicación, respondiendo también "a un plan general elaborado en el seno del Opus Dei", como un elemento de influencia en la vida y opinión pública del país. Los medios fueron: Los Principios (Córdoba), El País y La Tribuna (Rosario) y el semanario Confirmado dirigido por Horacio Agulla.
El trabajo hace constar que mantenía amistad con generales, almirantes y brigadieres (dos de ellos eran miembros "no figurativos" del directorio) y su perfil ideológico era: "Simpatizante de sistemas no democráticos, estos son: Un Poder Ejecutivo fuerte a semejanza del franquismo; en lo económico, con un corte ligeramente liberal; en lo religioso, católico a ultranza".
Tras el hundimiento del BIR, el Banco Central tuvo que sacar una norma de "garantía por única vez a los depósitos en moneda extranjera constituidos con anterioridad al 26 de abril de 1980", afirmando que "se ha tenido en cuenta que la publicidad del BIR y de algunas otras instituciones para captar depósitos en moneda extranjera pudo haber inducido a hacer suponer erróneamente que tales depósitos estaban garantizados" y "los depósitos en moneda extranjera que se constituyan a partir de la fecha señalada (26 de abril de 1980) no contarán con garantía alguna".
El daño económico fue enorme. Junto con el BIR fueron intervenidos los bancos Oddone, Internacional y Los Andes. Los amigos militares se salvaron pero el Proceso de Reorganización Nacional comenzaba a transitar por peligrosas arenas movedizas. Aquello que "parecía ser" desapareció y la se impuso una crisis. Aunque los militares no se dieran cuenta la realidad económica y financiera apareció con su peor rostro.
El 28 de marzo de 1980 el gobierno, a través del Banco Central, liquidó el BIR, revocando "la autorización para funcionar con carácter de banco privado comercial nacional". El hecho trajo la ruptura de la "confianza" de la masa de los ahorristas; se llevó tras de sí a varios bancos más y le provocó al Estado una sangría de cerca de 1.000 millones de dólares. Días antes, la consultora Arthur D. Little Internacional Inc. presentó un informe previniendo que "la ruina del BIR traerá gravísimas consecuencias, cuyos efectos repercutirán a lo largo del tiempo sobre la comunidad bancaria argentina, en todos los ámbitos comerciales y financieros, y en la reputación de Argentina en los mercados financieros internacionales". El ex secretario del Tesoro de los Estados Unidos, William Rogers, llegó a decir en privado que la caída del banco "ponía en duda el mecanismo de control del sistema bancario argentino frente a toda la comunidad financiera internacional". Para salvar al sistema el equipo económico dio a luz la circular 1.051 del Banco Central y el Estado Nacional garantizaría los depósitos.
Años más tarde, el banquero Luis Oddone diría que "la particularidad de la crisis de 1980 es que fue una corrida de depósitos provocada por el Gobierno a través de una decisión política originada en el Ministerio de Economía a cargo del Dr. José Alfredo Martínez de Hoz e implementada por sus funcionarios designados en el Banco Central de la República Argentina, los directores Dr. Adolfo Diz, el Lic. Alejandro Reynal y el Almirante Andrés Cobas (personero del Almirante Eduardo Massera), el Dr. Enrique Folcini, y los otros miembros del Directorio, pseudo representantes de un liberalismo vernáculo anacrónico y fuera del contexto de su evolución mundial, liderando las operaciones de colapso financiero con el soporte policial del General Albano Harguindeguy, Ministro del Interior que utilizaba a la Policía Federal como instrumento coercitivo para los secuestros ilegales".
El 11 de abril, tras la liquidación del BIR, el peronismo, con la firma de su titular, Deolindo Felipe Bittel, emitió un documento criticando la "industria financiera" y sus derivaciones: "Capitales del exterior, atraídos por la singular liberalidad de este verdadero paraíso financiero, acudieron a obtener tasas de retorno que triplicaron las vigentes en los mercados internacionales. Todo ello en el contexto de una política económica que había venido a sustituir la 'especulación' por la 'producción'. […] Los desastres financieros de las últimas semanas, que aparejaron quebrantos para 350.000 ahorristas y afectaron depósitos por más de 1.000 millones de dólares, significan el peor escándalo financiero del siglo […] que en otras circunstancias hubieran dado ya paso a un pronunciamiento militar".
Palabras más, palabras menos, es lo que sostenía el almirante Emilio Eduardo Massera desde el año anterior: "El plan económico de Martínez de Hoz ha demostrado que nos conduce al fracaso. Él ha dicho que durante este año habría un 60% de inflación y miren ustedes ya por qué índice andamos. A fin de año se calcula que llegaremos a 100% o más. El otro día conversaba con [el brigadier] Agosti y le pregunté cómo veía la situación económica. Me dijo que la veía muy bien, a lo que le respondí: ¿pero vos con quién conversas, con el hermano de Martínez de Hoz?".
Por otro lado, Leopoldo Fortunato Galtieri comenzaba a dar sus primeros pasos como jefe del Ejército. Visitaba unidades de combate; compartía largas charlas con sus oficiales, en las cuales hacía sentir su autoridad castrense, algo que no habían manifestado sus predecesores, más inclinados por permanecer en sus escritorios. Sin temor al ridículo, no faltaron aquellos que lo compararon con el general estadounidense George Patton.
La Directiva 1980
Al comenzar su gestión como comandante en Jefe del Ejército, Galtieri, dio a conocer sus orientaciones o, en otras palabras, los objetivos a desarrollar durante el año. Más tarde, en el mismo 1980, firmó lo que se denominó "Orientación Especial" o "Concepción de la Estrategia Nacional para la LCS" (Lucha contra la Subversión).
Galtieri comienza reconociendo que "la lucha contra la subversión forma parte de una guerra que, como tal, constituye un fenómeno político que debe ser políticamente conducido."
"El Ejército asumió en su oportunidad a aún mantiene, por imperio de la necesidad y con el aval de la legislación vigente, responsabilidad primaria en la conducción de este tipo de lucha, donde han obtenido triunfos tan significativos, que en el marco interno, puede asegurarse que se ha logrado la neutralización del oponente… Sin embargo, no obstante el éxito logrado en el marco interno, es dable advertir que la orientación de la conducción hacia el sector más inmediato y virulento, contribuyó a que se descuidara, en cierta medida, el ámbito externo hacia el cual la subversión desplazó su accionar, sometiendo a la Nación a situaciones de crisis que, quizás, pudieron haberse previsto en el marco integral de la política o estrategia nacionales."
Según la visión del jefe militar, "en el marco continental, como es conocido, se ha estado configurando un vacío en el liderazgo del enfrentamiento al marxismo como consecuencia de la incomprensión del problema latinoamericano por parte de los ESTADOS UNIDOS" y pareciera que "se estaría produciendo un cambio de actitud en su política continental".
El corazón del mensaje orientativo es: "Cualquiera sean las circunstancias en el futuro, se hace imprescindible materializar la presencia argentina, particularmente en AMÉRICA, accionando con la premura que exige la aceleración de los acontecimientos, ya sea para cubrir el vacío que se está produciendo o para apoyar, decididamente, el cambio que pareciera estarse produciendo en la política continental del país norteamericano."
La mayor queja a la política de Washington es cuando sostiene: "Para colmo, cuando la nación que era líder de occidente, EEUU, esgrime la bandera de los derechos humanos como fundamentos de su política exterior, lo hace de tal modo que sólo afecta a los países del mundo libre que se debaten en la lucha contra la subversión, subversión ésta, que es uno de los modos de acción del marxismo internacional." Es aquí donde recuerda que Cuba "constituyó la cabeza de puente del marxismo en AMÉRICA".
Advierte que el marxismo "ha hecho pie y está consolidando su posición en NICARAGUA y es el agente principal que provocó el drama que vive EL SALVADOR. Además, el marxismo está listo para dar su zarpazo en BOLIVIA y ha provocado la inestabilidad política en la mayoría de los países de habla hispana…".
Al mismo tiempo, en la visión de Galtieri, se permite "apreciar que EEUU ha visto invadidos por izquierdistas a importantes sectores de su gobierno (fundamentalmente su Departamento de Estado) y simultáneamente, se debate en una campaña electoral que limita sus posibilidades de acción política".
Toda esta particular observación castrense se da en un momento "que la ARGENTINA debe emerger del subdesarrollo y ganar los puestos de vanguardia que aspira a través del Proceso de Reorganización Nacional", a pesar de "la acción global del marxismo" y "los intereses de las naciones que, inevitablemente, gobiernan su devenir político."
"En este orden de ideas –especifica Galtieri—las acciones para enfrentar al marxismo y ganar espacio exterior mediante la presencia argentina, podrían ser de orden económico (créditos accesibles, ventajas comerciales, provisión de alimentos); de orden militar en forma de asesoramiento o proveyendo efectos necesarios para incrementar la capacidad de resistencia de las naciones amigas; de orden político, apoyando a gobiernos o acciones de gobierno de países con la que exista comunidad de ideas, intereses, etc.".
Como consecuencia de la directiva de Galtieri, el Ejército Argentino se vio envuelto, casi oficialmente (porque venía haciéndolo clandestinamente desde el año anterior) en los calurosos y húmedos climas de Honduras, Nicaragua, El Salvador e intervendría en Bolivia apoyando el gobierno de facto del general Luis García Meza.
En junio de 1980 primaba la sensación de que los militares todavía contaban con margen de maniobra para entenderse con la dirigencia civil y condicionarla. Así lo reflejó el 30 de junio el periodista italiano Arrigo Levi en The Times: "Los líderes militares argentinos mantienen que ninguno puede entender o juzgar el 'exceso del antiterrorismo si uno se olvida que la Argentina estuvo en un estado de guerra civil; la supervivencia en sí de una sociedad civilizada, estaba en peligro como resultado de las bárbaras actividades de los terroristas. Muchos argentinos están probablemente listos para aceptar esta visión y olvidar o perdonar. Pero, para muchos, y no solamente los parientes de desaparecidos, la verdad debe ser revelada antes de que la Argentina comience a transitar en el sendero de una vida normal y democrática. De no ser así, las acciones de odio y violencia se mantendrán y producirán nuevos horrores".
En 17 de julio, apoyado económicamente por grupos ligados al narcotráfico de Santa Cruz, el general Luis García Meza derrocó al gobierno constitucional de Lidia Gueiler en Bolivia. Lo hizo para impedir el acceso a la presidencia de Hernán Siles Suazo. La intervención primordial de oficiales de las Fuerzas Armadas de la Argentina pasó a convertirse en un serio escollo entre las relaciones de la Argentina con los Estados Unidos del presidente Jimmy Carter.
El gobierno argentino fue señalado como el mentor intelectual del golpe. Tal vez, para que no quedaran dudas, Videla expresó desde Córdoba su "simpatía" por el nuevo régimen militar de altiplano. Como consecuencia de esa participación en el golpe del general García Meza, en un claro "gesto de desagrado" por el reconocimiento argentino al régimen boliviano, el nuevo subsecretario de Asuntos Hemisféricos, William Bowdler, suspendió su anunciada visita a la Argentina. Bowdler se encontraba en Lima (la delegación americana la encabezó Rosalynn Carter) participando en las ceremonias de la asunción presidencial de Fernando Belaúnde Terry. Como un eslabón más del aislamiento argentino, Videla no estuvo presente por expreso pedido del nuevo Presidente peruano. Para transmitir ese pedido viajó a Buenos Aires, antes de asumir como primer ministro, Manuel Ulloa.
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