Productos locales, legumbres y menos carnes: como debe ser la dieta para luchar contra la crisis climática

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Comprar productos locales, incorporar legumbres y reducir las carnes. Esos son los principales cambios que los expertos recomiendan a la hora de cambiar nuestras dietas para contribuir a mitigar el impacto de la crisis climática. Después de todo, la manera en que se producen los alimentos a nivel global representa el 23% de las emisiones contaminantes. Pero, ¿cuál es la dieta ideal en la Argentina, el país del bife de chorizo?

El primer mensaje que dan los expertos consultados por Infobae es una aclaración: no es que hay que abandonar las carnes rojas. No obstante, sugieren incorporar más alimentos a los platos de cada día.

"No se trata de dejar de comer carne; lo ideal es empezar a probar una dieta alternativa. Si, por ejemplo, comen carne cinco veces en la semana, disminuir a cuatro veces, o tres. En algunos países de América latina, distinto a lo que ocurre en la Argentina, las legumbres están mucho más presentes", sostuvo Ezequiel Arrieta, becario del CONICET en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal, en el marco de un webinar del que participó Infobae.

El debate resurgió en la Argentina de la mano de un grupo de jóvenes veganos que se manifestó en La Rural el fin de semana pasado y se acentuó el jueves tras la divulgación de un nuevo reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).

En ese reporte, los científicos recomiendan a los países que observen la presión que ejercen sobre los suelos, desaconsejan la deforestación en favor de la agricultura y advierten sobre los riesgos de poder alcanzar la seguridad alimentaria si no se toman acciones.

"Todo el mundo sabe del tema del metano y las vacas, pero hay otras relaciones "complejas y nada lineales", destacó Arrieta. "El impacto se da por la enorme superficie de tierra destinada a agricultura y ganadería. El 70% por ciento de las tierras agrícolas del mundo son destinadas al ganado, pero hay que tener en cuenta que el 30% de las tierras cultivadas de las que se obtienen granos se destina a alimentar a pollos y cerdos", agregó.

La agricultura, la producción de alimentos y la deforestación contribuyen al cambio climático (Shutterstock)
La agricultura, la producción de alimentos y la deforestación contribuyen al cambio climático (Shutterstock)

Miguel Ángel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA y autor de uno de los capítulos del informe aclara: "Así como hay cultivos que pueden funcionar como captadores de carbono, el suelo puede ser un sumidero del dióxido de carbono también. No es que no hay salida, tenemos allí grandes oportunidades".

Pero el investigador también reconoce que la variedad de cultivos es cada vez menor: "No puede ser que en 37 millones de hectáreas sólo tengamos tres tipos de cultivo", sostiene. "El informe emite una alerta amarilla acerca de la calidad de ciertas dietas y sugiere ir a otras basadas en verduras, legumbres, pescados, tipo dietas mediterráneas, y disminuir fuertemente el consumo de carnes rojas".

Un especial realizado por Carbon Brief da cuenta de cómo podrían cambiar los platos típicos de varios países con los cambios de temperatura. Pone como ejemplos las olas de calor extremas que pueden afectar al ganado en la Florida, en los Estados Unidos, o las lluvias extremas y sequías que afectarían cultivos en China.

Según un paper científico, se espera que el aumento de temperaturas afecte negativamente las cosechas: por cada grado centígrado de aumento de la temperatura, el rendimiento global de trigo, arroz, maíz y soja se reduciría en un 6,0%; 3,2%; 7,4% y 3,1%, respectivamente.

Como para darse una idea, bajo las condiciones actuales de temperatura [que ya registra un aumento promedio global de casi 1ºC], la posibilidad de que los cuatro principales exportadores de maíz (Estados Unidos, China, Brasil y Argentina, que suman el 87% de las exportaciones globales) sufran pérdidas de producción simultáneas es casi cero. Pero este riesgo aumenta en un 7% bajo un calentamiento de 2°C ,y trepa abruptamente a 86% con 4º de calentamiento.

Otra amenaza para nuestras dietas está relacionada con la desertificación. En América Latina y el Caribe, el 25% de toda la superficie terrestre corresponde a suelos áridos. Se estima que 516 millones de hectáreas en América Latina son susceptibles de desertificación.

El 75% del suelo de Argentina, el 8% de Brasil y el 34% de Perú están sufriendo algún tipo de degradación. Por caso, partes del Chaco árido y de las regiones del Caldenal en nuestro país han sufrido degradación generalizada a lo largo del último siglo. El pastoreo excesivo es una causa de degradación en la región de monte de la Patagonia argentina.

"No queremos decir a la gente qué comer -aseguró Hans-Otto Pörtner, presidente del grupo de trabajo del IPCC sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad-. Pero sería realmente beneficioso, tanto para el clima como para la salud humana, que la gente de muchos países desarrollados consumiera menos carne, y que la política creara incentivos apropiados a tal efecto".

Taboada agrega que, no obstante, "no hay que olvidar que la principal fuente de la crisis climática es la quema de combustibles fósiles". Aunque destaca: "La presión sobre el suelo también tiene importancia y es ese el sentido de este reporte ya que, no sólo en Argentina, sino en todo el mundo, se da la contradicción de que se desperdician millones de toneladas de alimentos".

El trabajo del grupo científico de la ONU es taxativo: se tira un tercio de los alimentos que se producen. Según un estudio publicado en Nature, reducir el desperdicio de alimentos puede disminuir la presión sobre el suelo y reducir la necesidad de producción intensiva, pero la escala de este efecto no está bien cuantificado. Puede aliviar la presión sobre recursos de agua dulce y reducir su escasez, así como la contaminación y la pérdida de biodiversidad, al destinar una menor superficie a las áreas de cultivo y su consiguiente uso de fertilizantes.

La reducción de desechos lleva a menos demanda de tierra de cultivo y ganadería, lo que reduce la tendencia hacia la desertificación (140 millones de hectáreas – un área más grande que Colombia y Ecuador) y degradación del suelo (700 millones de hectáreas – más del doble del tamaño de la India), indica ese mismo paper científico.

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