Orlando Romero tiene 79 años y la piel curtida por el frío patagónico y las tormentas de nieve que azotan durante el invierno. Dueño de un campo ubicado a 59 kilómetros al norte de la localidad de Aluminé, Neuquén, al costado de la cordillera de Los Andes, quedó junto a su esposa Teresa (65) completamente aislado tras una impresionante nevada que cubrió todo de blanco.
En el pueblo, el fenómeno dejó más de 30 centímetros de nieve acumulada, por lo que el cálculo para la zona en la que viven Orlando y Teresa superaba el metro y medio. Ante este panorama, Noemí, una de las hijas del matrimonio, no dudó un segundo en ir hasta la zona para estar segura de que sus padres estuvieran bien. Ella conoce el lugar y sabía que la situación no era fácil. Con ayuda de algunos sobrinos y amigos fueron con pala en mano para liberar la ruta 11 y así acceder hasta la casa de sus padres.
Tras casi 12 horas de trabajo, los avances no fueron muchos. Finalmente, con la llegada del personal de Vialidad Nacional y su motoniveladora pudieron llegar hasta el puesto El Nano en Pulmarí Pampa Inda (dos kilómetros adentro desde la ruta) y corroborar que Orlando y Teresa estaban sanos y salvos.
Las paredes de la casa estaban prácticamente cubiertas de nieve, pero por suerte estaban bien. Es que por la ubicación del campo y el temporal de nieve la comunicación se hizo imposible. No había señal en el celular. De ahí se explica la urgencia de Noemí por llegar.
Teresa fue llevada hasta Aluminé, a la casa de otra de sus hijas, ya que padece de diabetes y necesita dosis de insulina diaria para poder vivir. Orlando, por su parte, decidió quedarse en el lugar. Había algo de gran importancia para él y que corría un gran riesgo: 100 de los 300 animales que tiene a su cuidado en el campo podían morir por culpa del frío y el hambre. Estaban atrapados entre los metros de nieve que cayeron luego del temporal y el tiempo apremiaba.
Romero se dedica a la crianza de animales desde hace muchos años y sabe que el sustento de él y de su esposa depende de eso. En total tiene 200 chivas y ovejas, 90 vacas y 7 caballos. Había que asegurar que todos estuvieran bien.
El siguiente paso fue organizar la búsqueda de los animales, especialmente de las vacas y de algunos de los caballos. En el caso de las chivas y las ovejas, al ser animales más acostumbrados a las características de la zona , su riesgo era mínimo y prácticamente estaban a salvo. Simplemente había que reunir el rebaño y cuidarlo.
Los animales estaban dispersos en unos 20 grupos en cinco kilómetros a la redonda. Sólo se podía avanzar en tramos muy cortos a caballo, moviendo a la nieve como pudieran. Improvisaron chiguas de plástico para poder caminar por la nieve. Tenían que enfrentar diez grados bajo cero, viento helado y mucho hielo. Ese era el panorama que la familia de Orlando y algunos lugareños tuvieron que soportar durante días para dar con las vacas y caballos.
Héctor es el único hijo varón de Orlando y apenas pudo salir de su trabajo (es empleado municipal de Aluminé) se sumó al operativo de búsqueda. En total fueron unas 15 personas, entre vecinos, familiares y amigos, los que se dedicaron a recorrer la zona para rescatar a los animales. Se comunicaron a vía handy. "Uno de los temores era que los animales comieran araucarias, que son hojas con espinas, y eso los pudiera haber lastimado", dijo el hombre en diálogo con Infobae.
Orlando, conocedor del terreno como pocos, colaboró en la orientación de los grupos de búsqueda. Con una precisión milimétrica, ayudó a ubicar a decenas de animales. "Algunos fallecieron luego de comer esas hojas pero en general la mayoría fue rescatada y sin ayuda de las autoridades. Fue una búsqueda artesanal y con lo que sabíamos nosotros. Fue difícil porque la acumulación de nieve es mucha. Además hacía muchos frío y estábamos todos mojados durante todo el día", agregó Héctor.
Así durante varios días fueron reuniendo a lo animales de a poco. Cuando finalmente salió el sol, todo se hizo un poco más fácil.
Las últimas dos vacas fueron halladas 11 días después de empezar el rescate. Según contó el hijo de Orlando, estaban en una suerte de zanja, encerradas por la nieve a cinco km y fue necesario cavar un camino de un kilómetro y metro y medio de alto para que volvieran al puesto.
"El que puede, hoy va ayudar a cortar leña. Nos vamos turnando para ir. Cada unos de los hijos tiene su vida, pero nos las arreglamos para ayudar. Tenemos más o menos todo controlado. El trabajo de campo es muy jodido", cerró Héctor aun emocionado por haber logrado salvar casi 100 animales.
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