Una tarde de noviembre de 2016, Claudia Barrionuevo se desplomó en el baño de la casa de una amiga, minutos antes de salir para el gimnasio. "Caí para atrás como peso muerto, sin poner las manos y me di un golpe seco en la cabeza contra el zócalo", cuenta.
Salteña, de profesión modelo, un metro setenta y seis de estatura y medidas perfectas para la pasarela, ya había trabajado en China, Estados Unidos, India y Costa Rica. Estaba feliz, pero se sentía presionada. "Quería gustarle a todo el mundo", se sincera. Y revela que nunca soñó con cantar, actuar o conducir: ella siempre amó modelar. "Soy una mannequin como las de antes", dice.
Recuerda con dolor el momento en que colapsó: "Me desmayé porque entrenaba demasiado –mañana y tarde– y no comía lo suficiente". Y cuenta como una bisagra en su vida ese instante en que su propio cuerpo le dijo basta, un año después de participar en el concurso de Miss Universo 2015.
Antes de llegar a soñar con la corona y de pararse en un escenario con las más bellas del mundo, Claudia había tenido una vida muy lejos de las luces, la fama y el dinero.
"Me crié en El Carril, un pueblito a 35 kilómetros de Salta capital. Nos fuimos para allá, a la casa de María, mi abuela materna, después del fallecimiento de mi papá, que había sido siempre el sostén de la familia. Tengo dos hermanos mayores –Carlos (32) y Cynthia (30)– y una mamá que hizo todo para sacarnos adelante", cuenta para empezar a deshilvanar su historia.
Dice con los ojos húmedos que hoy tiene 27 años, la edad que su papá –Alberto Antonio– tenía cuando murió. "Fue en un accidente en moto, en un puente. Yo tenía un año y no me acuerdo nada. Solo sé lo que me contó mi mamá, Mercedes. A papá lo conozco solo por foto", apunta con dulzura y vestigios de la tonada de su Salta natal. Aquella que dejó a los 18, cuando se vino a probar suerte a Buenos Aires.
Entre la plaza del pueblo, la vieja estación de ferrocarril y casonas de época, Claudia creció admirando a su mamá que, cuando perdió a su marido de un momento a otro, comenzó a trabajar sin descanso y procuró que sus tres hijos estudiaran. "Nos dio lo que no tenía y me enseñó a no darme por vencida", agrega. Y destaca que tener a Mamina, su abuela paterna, fue como tener un poquito de su papá.
Las lágrimas empañan el relato de esa infancia sin padre. "Ni siquiera tengo el recuerdo de verla mal. Aun hoy me da impotencia pensar que yo tenía solo un año y no podía hacer nada para ayudarla. Me pasé la niñez reclamándole a mi papá por haberse ido. Los días del padre eran muy duros. Pero mi mamá nos hacía preparar algo para llevar al cementerio para que él de alguna manera estuviera presente", relata.
¿Y cuándo nació su pasión por el mundo de la moda? De chiquita, siempre fue coqueta: se divertía con los tacos y las carteras de su mamá. Así, en tren de juego, a los 14 se anotó en un curso de verano para ser modelo. Pero a los 16 la cosa se puso seria y le empezaron a pagar por hacerlo. Cuando terminó el secundario en el Colegio Islas Malvinas 5010, quiso probar suerte en Buenos Aires. En la capital vivían sus tíos, sin embargo instalarse en la gran ciudad era muy difícil. Decidió, entonces, quedarse en su provincia y estudiar psicopedagogía, una opción lógica mientras el modelaje no resultaba un trabajo estable.
Tras un año de idas y vueltas, en 2011 le surgió una oportunidad de trabajo como modelo en el exterior. Dejó la Argentina por primera vez en su vida para tomarse un vuelo a China y casi sin saber inglés. "Eran jornadas de trabajo interminables. Un cambio de ropa tras otro. No había domingos, ni feriados. Hacía fotos para catálogos de e-commerce", relata sobre aquella experiencia que a los 20 años significó un mes en Shangai y otras ciudades del gigante asiático.
Allá se hizo amiga de una costarricense, que la contactó con una agencia latina. Claudia seguía en Salta y estudiaba en la universidad, pero cuando su amiga la instó para que fuera al Fashion Week de Costa Rica, juntó sus ahorros, pidió ayuda a familiares y volvió a volar detrás de su sueño. Treinta días después regresó con tantos contactos que volvieron a llamarla, esta vez para que se fuera tres meses más… Pero se quedó tres años.
"Venía a visitar a mi familia cada tanto porque los extrañaba. Pero allá trabajaba muy bien. Hacía muchos comerciales. Y mi estilo gustaba en Centroamérica", apunta la morocha que fue muy feliz entre San José y Escazú, del 2012 al 2015.
Fue justamente en Costa Rica donde conoció el brillante y sacrificado mundo de las Misses. Un concurso poco reconocido en la Argentina, pero que en Latinoamérica es como un Mundial de Fútbol.
"Allá hay 'missólogos'. Especialistas que te preparan para la pasarela, protocolo, ceremonial, cultura y política. Me entrené muy en serio, porque ser Miss Argentina no es solo cuestión de sonreír. Sos la embajadora de tu país", asegura Claudia. Su esfuerzo valió la pena: ganó el concurso nacional el 23 de octubre de 2015, en Mendoza.
Ese fue el trampolín. El 1° de diciembre aterrizó en Las Vegas, Estados Unidos, para competir como Miss Universo.
"Comía pollo hervido, me levantaba a las cinco de la mañana para maquillarme o entrenar y me vendaba los dedos de los pies para que aguanten el taco todo el día. Compartía la habitación con Miss Colombia, que representa a un país dónde ser miss es muy importante", cuenta sobre el certamen que ese año cometió el famoso error de nombrar ganadora a la colombiana Ariadna Gutiérrez, su compañera de cuarto, cuando la triunfadora había sido Miss Filipinas.
"Me quedé en shock. No podía creer que se hubiesen equivocado. Sabía todo lo que había hecho Miss Colombia para estar ahí. Me temblaban las piernas de dolor por ella. Cuando bajamos del escenario, llorábamos con nuestras familias. No tenía nada para decirle".
"Éramos 91 chicas impecables todo el día, cumpliendo con actividades y compitiendo fuerte. Era agotador. De hecho, ese día final me desperté a las 4 de la mañana para estar lista en la final a las 7 de la noche", cuenta la modelo, que todavía tiene un grupo de WhatsApp con todas las participantes de ese Miss Universo 2015.
El cuerpo le dijo basta
Había pasado un año de semejante hito profesional cuando aquel desmayo repentino de noviembre de 2016 la obligó a frenar. "Cuando me desperté en el hospital no podía contestar cómo me llamaba. No reconocía a nadie, ni me acordaba de nada. Pedía un espejo para verme, porque me mostraban fotos y no podía señalarme", relata.
Claudia quedó varios días en terapia intensiva y después fue trasladada a una habitación común, donde estuvo monitoreada y le hicieron varios estudios.
"Me dijeron que había tenido amnesia disociativa producto de un desmayo por estrés, sobrecarga y desgaste de energía. Además, se me había hecho una inflamación en la zona del golpe y no querían que se me formara un coágulo. Me dormían para que descansara, porque me angustiaba mucho no entender nada. Hasta que me fui a mi casa, a seguir la recuperación, siempre con mucho apoyo psicológico", revela sobre el diagnóstico posterior a que le descartaran algo neurológico.
Y recuerda que no la dejaban salir a la calle, porque no sabía cómo volver a su casa. Y que dormía con su mamá, porque se despertaba con pesadillas. "Ella me abrazaba pero yo la rechazaba porque no sabía quién era. Me da mucha culpa haberla hecho pasar por eso", se lamenta entre sollozos.
Pero la pesadilla estaba destinada a tener un final y un mes después del desmayo, Claudia vomitó y llorando le gritó instintivamente "¡Mami!" a quien desde el desmayo había llamado Mercedes.
"Después de eso, fui sintiendo, recordando y mejorando. Todo con terapia y paciencia. Los médicos dijeron que tuve una recuperación asombrosa", apunta.
¿Qué le había ocurrido para perder la memoria y ni siquiera reconcerse frente al espejo? La Dra. Analía Calle (MN 111586) médica neuróloga, coordinadora general del Instituto de Neurociencias del Hospital Universitario Fundación Favaloro, explica: "La amnesia disociativa es un trastorno caracterizado por la pérdida de memoria sobre hechos autobiográficos, es decir, de la identidad de la persona. Es parte de un grupo heterogéneo de trastornos vinculados a la pérdida de memoria. También se la llama amnesia funcional o psicógena, para diferenciarla de otros trastornos amnésicos orgánicos, que implican una lesión cerebral en áreas que tienen que ver con la memoria y que no son de la identidad, sino sobre situaciones o hechos".
"Las causas en general son originadas por un hecho traumático o estrés psicológico importante. Y por eso, el tratamiento tiene que ver con terapia y abordaje psicológico, no farmacológico. Todo para ir tratando de reconstruir la identidad, que puede tardar días o semanas. Y que en general, no deja secuelas", agrega la especialista.
Así fue como, un año después del colapso, Claudia estaba trabajando en la India –se había ido por cuatro meses–, pero a esa altura ya sabía cómo ser modelo.
"Gracias Dios por permitirme celebrar un año más. Aunque no sea mi cumpleaños, se parece mucho", posteó el aniversario del desmayo en su cuenta de Instagram, desde Bombay.
"En India las jornadas de trabajo también son intensas. Te sentás solo para que te arreglen el pelo o el maquillaje. Recién después de las doce horas de laburo, te pagan horas extras", asegura Claudia, que hoy dice conocerse y aceptarse. "Entendí que hay que prestarle atención al cuerpo para bajar un cambio a tiempo", asegura.
Allá la booker de su agencia local le habló de la posibilidad de hacer fotos para Vogue, la revista de moda más reconocida de todos los tiempos y ella tuvo que preguntarle dos veces si hablaba en serio. "¡No sabés el nivel de esa producción!", rememora y uno la puede imaginar obnubilada. "La maquilladora no podía hacer una línea de make up en mi cara sin pedir autorización a los jefes", recuerda sobre las fotos que protagonizó luciendo joyas. Y ríe al compartir que allá todos le dicen J Lo por su aspecto latino.
"Ser modelo me llevó a conocer buena parte del mundo. Sin embargo, no es solo ir y sonreír. Es un trabajo en serio. No todo el mundo lo ve así… Hay sacrificio y dedicación. Pero además, para ser modelo tenés que entender que la belleza no tiene que ver con parecerse a nadie", apunta Claudia que en algún tiempo sabe que fue presa de su imagen.
"Ser bella es ser auténtica. Perseguir una belleza única y no diversa te hace daño física y psicológicamente. Para llegar lejos las modelos tenemos que saber hasta dónde nos da el cuerpo. Si una marca no te contrata o no te eligen en un desfile, no es porque estés mal, sino porque ese cliente o ese diseñador no te quiere en ese momento. ¡Simplemente eso!", resume.
Y con la seguridad que le dan hoy las puertas que se cerraron ayer, además de aquel desmayo brutal, asegura: "Triunfás cuando entendés que no tenés que volverte loca por gustarle a todo el mundo".
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