"La ley Argentina no obliga a casarse, pero a pesar de eso, ustedes insisten", dice el juez Marcelo Poczter a los novios que están listos para dar el sí. No se trata de una ceremonia como cualquier otra, no lo hacen en alguna de las quince oficinas del Registro Civil de la Ciudad. Esta vez lo harán en una de las postales porteñas más emblemáticas: el Club de Pescadores, en la Costanera.
"No es un casamiento ordinario, diría que es bastante infrecuente", continúa el juez al dar inicio a la ceremonia. "Qué privilegio poder hacerlo en este entorno".
El clima es inmejorable: es viernes por la mañana y el Río de la Plata es tan protagonista como los novios: el cielo está completamente despejado y el tibio sol de invierno irradia destellos de luz que resaltan el color plata del agua.
La historias de amor, se completa de fondo con el histórico castillo belga fundado por un grupo de socios en 1903.
Inés Sánchez (32) y Damián Jozuvaitais (38), Eugenia Asili (41) y Juan Ignacio Zavaleta Echeverría (41), lejos del tradicional paradigma de bodas, eligieron algo menos formal y rimbombante. Inevitable: la presencia de los medios hizo que todo cambiara un poco.
"Quiero que compartan ante sus amigos y familiares. ¿Cómo fue la primera vez?'", le pregunta el juez a Eugenia y a Juan Ignacio, ella, abogada, el financista. La pareja se mira desconcertada. "Les pregunto por la primera vez que se vieron", insiste el juez.
"Una amiga nos presentó, ella organizó una fiesta, y todos los invitados estaban al tanto del propósito, que era unirnos", recuerda Eugenia que dejo el blanco clásico para otra ocasión y se vistió de negro.
"A la semana ya estábamos saliendo. Y a los tres meses nos fuimos a vivir juntos. A nuestros padres no les gustó nada", confiesa Juan Ignacio.
"Y bueno ya pasaron 12 años, primero llegó nuestra hija de cuatro patas- una perra salchicha- y ahora tenemos dos hijos: Pedro de tres y Milo de uno. Solo hacía falta casarnos. Por eso este 2 de agosto decidimos hacer a los presentes y a los que no están parte de este homenaje, nuestra confirmación de amor", dice Eugenia.
"Los vecinos valoran mucho esta iniciativa. El programa BAmor empezó como una idea abstracta y se fueron sumando lugares propuestos por iniciativa de los novios", explicó a Infobae Mariano Cordeiro, director general del Registro Civil y Capacidad de las Personas que depende del ministerio de Gobierno porteño.
Las parejas que dieron el sí en esta ocasión fueron las primeras en contraer matrimonio en el elegante salón "Doctor Francisco Nario" que fue testigo de anécdotas históricas. El Club de Pescadores fue uno de los primeros lugares del país donde se supo que la Segunda Guerra Mundial había finalizado, porque allí funcionaba una filial de la agencia Reuters.
Esta casona, se inauguró a partir de la iniciativa de un grupo de aficionados que decidió armar una precaria casilla en un viejo muelle, ubicado en lo que hoy sería una suerte de prolongación de la calle Ayacucho.
Según cifras oficiales, desde que comenzó el programa BAmor ya se casaron 650 parejas. El primero fue emblemático: el Teatro Colón, luego llegaron el Rosedal de Palermo, la cancha de Boca y el Autódromo Oscar y Juan Gálvez.
El director -Cordeiro- fue el encargado de casar a la pareja de Inés, que es psicóloga, y Damián, que trabaja como docente. De la mano con su hija de dos años, Clara, caminan hacia el altar, con la canción de su primer beso de fondo, Somewhere over the Rainbow.
"Nos conocimos hace 12 años por amigos en común. Esperamos que ambos nos crecimos profesionalmente y en medio llegó nuestra hija. Decidimos formalizar, y ahora nos casamos los tres", cuentan poco antes de dar el sí.
Aclaran que no hubo propuesta formal de compromiso, fue muy natural. "Empezamos a fantasear con la idea, hacernos chistes. Hasta que un día le dije: 'Damián el lunes saco turno en el Registro Civil. El lunes a primera hora recibí un mensaje que decía: 'no te olvides de reservar'", comenta la joven psicóloga que no conocío el Club de Pescadores hasta el día de la boda.
La pequeña Clarita no sólo se casó con sus papás, como repetía durante la ceremonia, sino que también fue la encargada de entregarles las alianzas de oro con la fecha grabada. Incluso tuvo su versión tamaño mini hecha a medida.
Los testigos -por parte de Damián, su abuelo y sobrino, por parte de Inés, dos amigas-no ocultaron la alegría de ser parte de la esta celebración de amor. "Yo les deseo lo que me pasó a mí, que ya llevo 51 años de casado", dice Alberto Jozuvaitis, abuelo del novio.
Moreira -el juez -redondeó : "La libreta tiene lugar para anotar hasta doce hijos, ustedes ya saben que tiene que hacer".
Libreta colorada en mano los nuevos marido y mujer se dieron un beso. "Pueden sostener la libreta, que no quema", cerró el juez.
Fotos: Franco Fafasuli
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