Puede que hoy no sean imprescindibles. Pero hubo un tiempo en el que los relojes monumentales de la ciudad marcaban la puntualidad de los porteños. Hoy, lejos función cronológica, los más de 60 aparatos esconden historias, secretos y misterios que los convierten en parte esencial de la arquitectura urbana.
Desde el drone, Infobae hizo un recorrido por las calles porteñas para contemplar sus detalles poco percibidos por los transeúntes.
Al igual que Londres, Buenos Aires tiene su propio Big Ben. Lo apodan "El reloj de pie gigante" o la Torre de los Ingleses, pero su nombre verdadero Torre Monumental. Ubicado frente a Plaza San Martín en Retiro, en sus 68 metros de altura alberga una réplica de la célebre obra extranjera.
El reloj dio con precisión todos los minutos desde el 24 de mayo en 1916. Fue donado al país por los residentes británicos al conmemorarse el primer centenario de la Revolución de Mayo.
De corazón mecánico, péndulo de cuatro metros, cinco campanas de bronce –suenan cada cuarto de hora– y siete toneladas de peso, está firmado por la prestigiosa relojería Gillett & Johnston, de Croydon, Inglaterra.
"Es electromecánico, pero se le puede dar cuerda a mano. A su vez, su melodía es la misma que la que se escucha en Londres: Cuartos de Westminster", explicó el relojero Javier Terenti, quien mantiene las 60 máquinas que dan la hora en la Ciudad.
Si hablamos de altura, la competencia es reñida. Hay otro reloj que se asoma a lo alto, precisamente en la torre de la Legislatura porteña, en Perú al 160, a 97 metros.
Este monumento histórico custodia la ciudad un gran reloj Westminster con cuatro esferas de 4,40 metros de diámetro. Lo fabricó la empresa alemana J.F. Weule, lleva la firma del relojero Wilhelm Karl Henri Bornemann y está conectado a cinco campanas: la Pinta, de 250 kilos, que suena en Do natural; la Niña, de 350 kilos, en Si bemol; la Santa María, de 500 kilos, en La bemol, la Porteña, de 1.500 kilos, en Mi bemol y la Argentina, la más pesada, de 1.800 kilos que vibra en tono La bemol.
En 1740 la ciudad tuvo su primer reloj. El lugar elegido fue la clásica iglesia Nuestra Señora del Pilar en Recoleta, el mismo que hoy disfrutan los vecinos.
En 1936 fue declarada basílica y en 1942 patrimonio histórico nacional. El lugar hoy es un punto de atracción turística ineludible para quienes visitan la ciudad.
Ubicado del lado del campanario, el reloj se asoma desde el inicio de la Avenida Quintana. El aparato, con características coloniales imponentes, fue construido en Londres por el maestro relojero Thomas Windmill.
"Funciona mediante un péndulo de 2 metros de largo y se contrapesa con unas pesas de 10 kilos cada una. Con más de 200 años, tiene la esfera adherida a una bola de cemento y un mecanismo de sogas", detalló Terenti.
Lejos del clasicismo francés, llama la atención otro de los relojes que rompen con la estética arquitectónica de la ciudad. Ubicado la transitada esquina de la avenida Corrientes y San Martín , corona la entrada del edificio Transradio.
Esta curiosa pieza, además de dar la hora señala los meses, las estaciones del año e incluso los signos del zodíaco. Diseño original si los hay.
El reloj de la actual sede de la Auditoría General de la Nación se inspira en el "de los moros" de Plaza San Marco, en Venecia. Realizado en Italia en los años '20 por la firma italiana Fratelli Miroglio, el aparato de diseño clásico está custodiado por dos figuras de bronce sostienen sendos martillos en sus manos.
Entre 2002 y 2014 se realizaron obras de restauración del edificio donde también se restableció el valor histórico del mecanismo del reloj.
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