"Me parte el alma cuando veo un cachorro abandonado en la calle. Me produce mucha congoja no poder rescatarlo por falta de espacio. Vos sabés que un bebé a la deriva, no puede sobrevivir porque no sabe defenderse, así que lo agarro y lo meto en la casa", dice Patricia Bianchi que conmueve con su nobleza.
"Yo vivo para los perros", jura. Y acá no hay pose: diez años después de rescatar al primer cachorro, ("el que dio inicio a todo esto fue un dogo", aclara), Pato comparte su casa con 300 perros y 80 gatos.
Patricia vive en un terreno de dos hectáreas en Malvinas Argentinas donde construyó decenas de caniles (hoy cuenta cuarenta para unos 80 perros) y varios corrales subdivididos. Pero, al menos 100 cachorros se reparten en los lugares comunes de su hogar. Léase, la cocina, el comedor, el living y las habitaciones, incluida la suya.
"Me tuve que hacer un jaulón alrededor de mi cama que cierro cuando me toca dormir. Es que comparto el cuarto con unos 20 perros. De todas formas les pongo alfombras y tarimas para que estén cómodos y duerman ahí", detalla la mujer que fundó el Refugio Don Torcuato en su propia casa. Los gatos viven en una gran habitación exclusiva sobre el ala derecha del hogar: "Ellos necesitan menos atención, son más tranquilos, duermen más que un cachorro".
Hace más de diez años Patricia se mudó a provincia y empezó a recoger perritos de la calle y los llevaba a distintos pensionados que pagaba. Cuando se quiso acordar, tenía 40 perros por distintas guarderías: "Se volvió un gasto muy grande. Y en 2008 mi ex marido me propuso comprar esta propiedad pensando que iba a ser más barato", cuenta Pato que entonces se mudó a esta casa de 400 metros cuadrados que se levanta en un terreno de 5 mil.
"Pero los vecinos se avivaron rápido y me empezaron a dejar perros en la puerta: muchas veces madres con cachorritos". De a 10 ingresos nuevos por mes, en menos de un semestre ya tenía que cuidar más de 100 perros.
¿Cómo los mantenía? "Esto se convirtió en mi vida. Me había quedado sin trabajo y encontré un sistema de pensiones donde 60 perros pagaban para mantener al resto. Pero al tiempo nadie cumplía con la cuota y se empezó a complicar", relata. El momento más duro fue cuando se separó de su marido y la dejó con los 160 perros y 30 gatos a cargo: "Ahí se vino la debacle económica, tuve un gran problema monetario. De repente me encontré con una situación que no podía manejar. Sólo me quedaba una opción", recuerda.
-¿Cuál fue esa opción?
-La única que me quedó fue vender dos propiedades que tenía para sostener toda la estructura. Te estoy hablando de mucha plata, sino esto se venía abajo. ¿Qué iba a hacer con 160 perros? No los podía abandonar…
-¿Recibís algún subsidio para mantener semejante estructura?
-Tengo un ingreso por algunas propiedades que alquilo y vivo de eso. Pero la mayor cantidad del dinero se pone en el refugio, no me queda mucho para mí. Yo lo mantengo todo, no tengo subsidio ni ayuda. Alguna donación que pueda entrar, pero son pocas. Después, todos los caniles construidos, las galerías y los techos para que no se mojen con la lluvia los pago yo.
-¿Cómo se puede frenar la superpoblación de animales en la calle?
-Los refugios no deberíamos existir, cada uno debería tener su animal responsablemente en su casa. Y los políticos tienen que comenzar con una campaña de castración. Es la única manera de frenar esta locura.
Amores perros
Como ocurre todos los días, hace cinco meses el Refugio Don Torcuato recibió un pedido para rescatar a una perrita atrapada: "El 70 por ciento de los que se comunican lo hace para pedir ayuda, muy pocos para adoptar", describe Pato: "Ya no puedo salir corriendo detrás de cada caso que me llega: imaginate los miles de pedidos que hay en las redes". Pero, como siempre, también acudió a este nuevo pedido: "No la podía dejar así".
Unos días antes, se había caída una perrita mestiza en el arroyo entubado que pasa a unas cuadras del Refugio. La cachorra de dos años tenía las patas y las manos lastimadas de intentar subir por el hormigón: cada vez que lograba escalar poco más de un metro, caía de nuevo al arroyo.
"La encontramos muy asustada y agotada porque hacía unos días que intentaba salir de ahí sin éxito. El problema era que se venía la lluvia y el arroyo sube cuando entra agua. El destino era que nadara hasta que se cansara… se iba a ahogar. Estos rescates no son fáciles, necesitás cuatro personas por lo menos. Pero conseguí los voluntarios y salimos a buscarla", relata Patricia.
Cuando llegaron, el agua había empezado a subir. Uno de los rescatistas bajó con una soga que cumplía la función de arnés y se acercó lentamente. La perrita de piel blanca con manchas marrón café desconfiaba, temblaba del frío y del miedo, hasta que se dio por vencida.
"La rescatamos, la trajimos al refugio y la vio uno de los veterinarios que vino de urgencia. Acá nos visitan dos veterinarios tres veces por semana, pero el rescate terminó tarde y se había ido. Nos dijo que le diéramos un baño caliente porque estaba hipotérmica. Y así la perrita comenzó a recorrer su camino", se emociona Pato.
-¿De qué se trata ese camino?
–Le pusimos Reina. Y Reina empezó a comer, fue desparasitada, vacunada y castrada. Cinco meses después, ya la tenemos lista esperando una familia que la lleve en adopción.
Hoy es el Día del perro
Hace unos años, un estudiante de periodismo chileno llamado Ignacio Gac empezó una movida en las redes para instalar al 27 de julio como el Día Internacional del Perro Callejero. ¿Por qué la elección de esa fecha? Por las bajas temperaturas que sufren en esta época los animales de la calle. Eso, sumado a su mala alimentación los lleva a un sufrimiento extremo y en muchos casos a la muerte. En la Argentina se calcula que existen unos 15 millones de perros callejeros.
"La mejor forma de celebrar el Día Internacional del Perro Callejero es que la gente se levante y piense que puede tener un miembro más en la familia, haciendo una adopción responsable", apunta Patricia mientras baja de su camioneta algunas bolsas de alimento balanceado.
¿Cuánta comida demandan sus 300 perros? "Este es uno de los pocos pensionados donde los perros comen dos veces al día: les damos 3000 kilos de alimento por mes. En cambio los gatos sólo consumen 500".
-¿Qué es una adopción responsable?
-Que la persona tenga un mínimo poder adquisitivo para poder llevar el perro a la veterinaria, que hoy no es poca cosa. Que le de alimento de buena calidad y que esté en la casa para poder sacarlo a pasear, darle afecto. La gente se va diez, doce horas y quiere un cachorrito: pero el perro solo se enloquece. Ese es el animalito que grita como un forajido y los vecinos se quejan. Esas personas deberían tener un gato.
-¿Hacés una visita a los posibles adoptantes?
-Sí, primero tenemos una charla previa. Si es cachorrito tratamos que la persona esté medio día con él. Y los perros tienen que dormir en la cocina, al menos. Cuando me cierran, voy a la casa a supervisar que sea un lugar seguro. Si está todo bien, lo llevamos nosotros mismos. El problema más grande que tenemos es que a los perros de cinco o seis años ya no los quiere nadie.
-¿Te cuesta dejarlos en las nuevas casas?
-¿Sabés qué? Cuando los dejo los perros lloran. Tienen un sexto sentido que les dice quién los rescató. Pero, si la familia me cierra, no me cuesta. Yo a la gente le digo: "Ojalá no te vea nunca más" y lo toman a mal. Pero eso quiere decir que el perro se adaptó y estuvo todo bien. El mayor fracaso para mí es que lo abandonen otra vez o me lo devuelvan. Por eso insisto: "Ojalá vengas a adoptar un cachorro y no te vea nunca más".
Video y Fotos: Lihue Althabe
SEGUÍ LEYENDO: