"La NASA quiere volver a la Luna con astronautas. Si no llegan en el 2024, será para el 2028. Donald Trump está tratando de convencer al Congreso de que asigne el dinero necesario para el proyecto", asegura el ingeniero electrónico Miguel San Martín (60), desde Huntsville, Alabama, en diálogo con Infobae.
"Tal vez el entusiasmo de los ciudadanos en las celebraciones por el aniversario de la llegada del Hombre a la Luna sirvan para poner presión", revela el argentino que hace 35 años trabaja en el Jet Propulsory Laboratory de la NASA en Los Ángeles.
"La celebración sirve para renovar las esperanzas en volver… Porque, es triste que ¡pasaron cincuenta años y no fuimos más a la Luna!", agrega Miguel en un alto de veinte minutos que tiene entre reuniones, conferencias y cenas.
Nacido el 6 de enero de 1959 en la chacra de veraneo familiar de Villa Regina, Río Negro, Miguel se crió en Capital Federal y estudió en el Colegio Industrial Pío Nono en Almagro. Viajó a Estados Unidos en 1977 y se recibió con honores de Ingeniero Electrónico la Universidad de Syracuse en 1982. Además, en 1985 completó un master en Ingeniería Aeronáutica y Astronáutica en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT). Desde entonces trabaja para la NASA y vive en Pasadena, Los Ángeles, con Susan, su esposa hace casi 35 años. Y además tiene dos hijas Samantha (32) y Madelaine (26).
Después de pasar por varios proyectos y misiones, Miguel fue quien diseñó durante años el Sistema de Guiado, Navegación y Control para que la nave Curiosity descienda con éxito en Marte en agosto del 2011.
"Ahora estoy en el Marshall Space Flight Center de Huntsville, Alabama. Es uno de los centros de la NASA especializado en la fabricación de cohetes. Acá trabajó Wernher von Braun, un pionero en el desarrollo de cohetes bélicos, que cuando Alemania perdió la guerra fue traído a Estados Unidos –con muchos otros de sus compatriotas– y luego aplicó sus conocimientos en este centro de la NASA. Ahora estoy por bajar a una fiesta en el hotel con comida alemana por los 50 años del alunizaje", revela Miguel, que habla de la Luna con el mismo entusiasmo con el que vio la llegada de Neil Armstrong el 20 de julio de 1969, cuando tenía diez años y desde su departamento de Palermo.
–¿Qué te acordás de ese momento?
–Recuerdo bien la caminata pero no el aterrizaje, porque no lo pasaron. En aquella época a veces no salía el enlace en vivo y en directo. El satélite no funcionó. Yo estaba en mi casa, en la calle Arenales y Bustamante. Era de noche. Nos sentamos en el comedor diario frente al televisor blanco y negro con mi hermana y mis padres. Mi viejo, que había viajado en aviones de tela, estaba fascinado. Me acuerdo que no se veía nada bien. Las figuras eran casi transparentes.
–¿Y qué sentías mientras mirabas la llegada del hombre a la Luna?
–Me preocupaba que el último escalón de la escalerita había quedado muy alto. El pibe (por Neil Armstrong) bajaba y yo pensé: "Ahora no sube más". Después supe que el bicho (por la nave) aterriza sobre amortiguadores y cuando se hunden, la escalerita queda más baja. Pero lo hicieron tan suave, que la escalerita quedó a un metro. Y de hecho, una de las primeras cosas que hizo el pibe, fue saltar para ver si podía volver. Y sí: podía pero le había quedado alta. Pero en la Luna, la gravedad es menor. Recuerdo que cuando plantaron la bandera, que fue un poco una sorpresa para nosotros, mi mamá comentó: "Bueno, está bien. Al fin y al cabo, se lo merecen". Porque todos lo estábamos viendo como hito de la Humanidad, pero los que pusieron la banderita, fueron ellos. Cuando me fui a dormir, tenía claro que acababa de ver algo histórico. Antes me interesaba el espacio, pero después de ver la Llegada del Hombre a la Luna, ¡mucho más!
–¿Por qué creés que no volvimos a la Luna?
–Porque es muy caro. Este país gastó muchísimo en eso. Esto es historia, no es opinión: llegaron a la Luna para ganar la competencia con la Unión Soviética. La misión estaba diseñada para poner la banderita, dejar las huellas y volver. Pero el costo es tal que no pudieron seguir desarrollando la tecnología necesaria para regresar. Entonces, se jugaron a hacer la estación espacial con el trasbordador, con el objetivo de bajar los costos de lanzamientos y vuelos para poder ir a cualquier lado. Pero el cohete no se podía volver a usar y los costos no bajaron. No usaron la tecnología correcta.
–Tuvo que ver fundamentalmente con un tema económico…
–Si, pero además la gente quería ir a Marte. Y la vara se puso tan alta que nunca se pudo ni arrancar. No se podía volver a hacer lo que hizo John Kennedy: "En diez años lo hacemos". A los políticos les encanta Marte. Lo prometen y nunca se les da. Pero, una década después, nadie se da cuenta que no se les dio… Los nerds apasionados dicen: "Vayamos a Marte". Pero muchos pensamos: "¡No vamos a ir un carajo a ningún lado si seguimos con la idea de Marte!". Por eso la idea es volver a enfocarnos en la Luna. Y ahora sí se puede pensar en recuperar todo el cohete para volver a usarlo.
–¿Por qué sería posible ahora si no lo fue durante 50 años?
–Los costos bajaron porque todo se fabrica bajo el mismo techo, como hacía la Ford con los autos, y eso los hizo más económicos. Además, el pibe de Amazon (en referencia a Jeff Bezos) está metiendo millones de dólares al año de su bolsillo para que podamos volver a la Luna. La idea es que finalmente el costo de los cohetes baje, a pesar de que es carísimo el que está haciendo la NASA para la parte tripulada. El objetivo es volver a la Luna, pero a quedarnos.
-¿Quedarnos en la Luna?
-Si, ir con una infraestructura renovable, tras una inversión que permita mantenerla. Serían 20 mil millones de dólares en cuatro años. Y otra de las cuestiones que cambiaron el panorama es que se descubrió que hay agua en la Luna. Entonces, se puede hacer combustible y no llevarlo desde acá, que cuesta mucho. La clave es que estamos mirando la Luna con un nuevo ángulo. El de los años 60 ya no funcionaría.
-¿Por qué?
-Por que hoy hay nuevos players como Elon Musk, con su compañía Falcon Heavy de SpaceX, y 'los Jeff Bezos', que le ponen presión a toda la industria aeroespacial. Además, están los chinos, listos para desafiar a Estados Unidos, que quieren poner gente en la Luna a fines de la próxima década. Están construyendo un cohete gigantesco. Son la nueva Unión Soviética, en ese sentido.
–Y ¿qué estás haciendo vos por estos días en el Marshall Space Flight Center?
–Vine por dos razones. La principal: participar de un panel de asesoramiento de unos pibes que están trabajando en un cohete dentro un proyecto que aún no está cien por ciento aprobado: Mars Sample Return. Porque el año que viene, una nave va a salir a Marte para tomar muestras, pero las va a recoger, las va a poner en un tachito y las va a dejar en la superficie. La idea de la misión Mars Sample Return es mandar otro rover para que descienda, busque los tachitos y los ponga en un cohete que los deje en órbita, para que una nave espacial –probablemente europea– los tome y los traiga a la Tierra. Hoy terminé la última charla. Pero además, mañana me reúno con los pibes que están trabajando en la misión de la vuelta a la Luna en el 2024. Con ellos vengo teniendo varias reuniones por teleconferencia, finalmente nos vamos a conocer personalmente. Es decir que vine a Alabama por Marte, pero voy a aprovechar para reunirme por la Luna. Al fin y al cabo, de eso se trata…
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