El miércoles 19 de mayo de 1976, menos de dos meses después del golpe de Estado con el que derrocó a María Estela Martínez de Perón, la dictadura argentina logró una foto que buscaba para apuntalar su imagen frente al mundo: el presidente de facto Jorge Rafael Videla y el secretario general de la Presidencia, general José Villarreal, se veían sonrientes y distendidos. Recibían nada menos que a Jorge Luis Borges, a Ernesto Sabato, al cura Leonardo Castellani y al presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Alberto Ratti. Los seis compartirían un almuerzo en la Casa de Gobierno que todavía está plagado de laberintos.
Que Borges y Sábato, por entonces los escritores argentinos de mayor renombre en el exterior –junto con Julio Cortázar, radicado en Paris y opositor al golpe–, almorzaran y conversaran afablemente con Videla fue mostrado por los propagandistas de la dictadura como una inequívoca señal de apoyo de la intelectualidad argentina a los golpistas.
Las declaraciones de ambos, al salir del encuentro fueron inequívocas:
-El general me dio una excelente impresión -dijo Sabato-. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente.
Borges fue más parco, pero no menos entusiasta, al referirse a Videla:
-Es todo un caballero – sentenció.
Pasarían más de cuatro años, y muchas cosas en la Argentina, para que el autor de El jardín de los senderos que se bifurcan tomara el camino que lo llevó a convertirse en un abierto opositor a la dictadura. Esta vez los senderos se bifurcaban de un modo literal y no como en la metáfora de aquel cuento.
Borges y la política
Según Alejandro Vaccaro -presidente de la SADE, biógrafo de Borges y autor, entre otros libros, de Borges. Vida y literatura– hubo dos factores que confluyeron para que apoyara inicialmente a la Junta Militar.
El primero de ellos fue su visceral antiperonismo. "Borges era ideológicamente un adolescente, nunca tuvo una ideología clara. Una vez dijo: 'Me afilié al Partido Conservador como una forma de demostrar mi escepticismo'. Sí era un antiperonista rabioso, pero eso le venía esencialmente de la madre, Leonor (Acevedo), que era tremenda, una mujer educada en el siglo XIX", dice Vaccaro a Infobae.
El biógrafo recuerda una anécdota contada por el propio Borges que exime de cualquier otra explicación sobre la fuerte influencia que tenía su madre sobre sus posiciones políticas. Para elecciones de 1973, Borges no tenía ningún interés en ir a votar y así se lo dijo a su madre, que por entonces tenía 96 años y estaba postrada en la cama. Doña Leonor le retrucó:
-No, no, no, yo quiero votar, pero no puedo ir.
Sin dudarlo, Borges le respondió:
-Bueno, usted deme el sobre con el voto y yo lo pongo en la urna. Yo no tengo interés en ir pero puedo hacer eso por usted.
Años después contaría que nunca miró la boleta que le había dado su madre.
-Nunca quise saber qué había votado – dijo Borges.
Volviendo al apoyo inmediato que le dio al golpe de 1976, Vaccaro afirma: "Claro que, si hay que situarlo, sin duda era un tipo de derecha, un tipo que –creo- formaba parte de una intelectualidad argentina que, cuando irrumpió el peronismo, no logró entender el fenómeno. Cuando se produjo el golpe militar del 24 de marzo del 76, Borges estaba en Estados Unidos pero se manifestó enseguida a favor y dijo que los militares iban a salvar al país. Por eso, a su vuelta, acepta ir al almuerzo con Videla", explica Vaccaro a Infobae.
El linaje militar de un escritor
Para Vaccaro, el linaje militar de la familia, del que Borges estaba orgulloso, también influyó de manera determinante para que apoyara en un primer momento aquel feroz golpe de Estado.
Su bisabuelo, el coronel Manuel Isidoro Suárez, había luchado a las órdenes de San Martín, con quien cruzó los Andes, y luego había comandado las tropas peruanas y colombianas en la batalla de Junín (Perú, 1824). Borges había convertido a su abuelo en personaje de varios de sus poemas, entre ellos Inscripción sepulcral, dedicado a Suárez y que comienza así:
"Dilató su valor sobre los Andes./ Contrastó montañas y ejércitos./ La audacia fue costumbre de su espada / Impuso en la llanura de Junín término venturoso a la batalla/ y a las lanzas del Perú dio sangre española".
Su abuelo Francisco Isidro Borges Lafinur había luchado en la batalla de Caseros contra Rosas (1852) y participado de la guerra contra el Paraguay. Muerto en el combate de La Verde en 1874, Borges lo recordó en uno de sus poemas más conocidos, Al coronel Francisco Borges. Su tío, Francisco Eduardo Borges había sido marino y participado en la Revolución del Parque, protagonizada por la incipiente Unión Cívica, en 1890.
"Borges se sentía orgulloso de esos militares y eso también lo llevó a ver a los golpistas como salvadores de la Patria, aunque después, cuando supo lo que estaban haciendo, los abominó", dice Vaccaro.
Los almuerzos con Videla y Pinochet
Es poco lo que se conoce de la intimidad del almuerzo de los escritores con el dictador Videla y el general Villarreal. Sí se sabe que Esteban Ratti, en nombre de la SADE, le preguntó en un aparte a Videla por la situación de Haroldo Conti, que había sido secuestrado por una patota militar dos semanas antes, y le entregó una lista con los nombres de diez escritores que estaban desaparecidos.
Ni Borges ni Sábato hicieron mención al tema.
"No trascendió mucho de lo que ocurrió en el almuerzo. Debe haber sido medio desopilante. Ni Videla ni Villarreal tenían la más mínima idea de quiénes eran como escritores; es decir, sabían quiénes eran, pero no conocían nada de su obra. Eran tipos que estaban más lejos de la literatura que nadie. Hay una reciente película de Javier Torre –El almuerzo– que lo muestra como una situación absurda pero cargada de tensión", dice Vaccaro.
Borges cumplía 77 años en agosto de 1976, su ceguera, heredada del padre y agravada por un accidente a los 50, avanzaba. Sin embargo, su lucidez intelectual estaba impecable. Hasta ese momento, cada vez que se hablaba del premio Nobel de Literatura, su nombre estaba en los borradores.
El impacto propagandístico que tuvo el encuentro de los escritores con Videla hizo que la dictadura chilena invitara a Borges a Santiago para una serie de actividades que incluyeron un almuerzo con Augusto Pinochet.
"El 15 de septiembre fue a Chile, donde lo nombraron doctor honoris causa de una universidad y dio una conferencia –recuerda Vaccaro-. Los chilenos se avivaron y lo hicieron almorzar con Pinochet. Tras el encuentro, Borges salió también diciendo que era un caballero, que los militares estaban para salvar la libertad".
Cuando regresó a Buenos Aires, alguien de su entorno le dijo:
-Mire Borges que lo están usando, están usando su imagen y su figura, y esta gente no tiene ningún prestigio, están haciendo cosas terribles.
Al año siguiente, Borges volvió a viajar a Chile para dar dos conferencias pero rechazó la invitación a compartir otro almuerzo con Pinochet.
La solicitada de las Madres
En los años que siguieron, Borges no volvió a pronunciarse sobre Videla ni la dictadura. Se mantuvo prácticamente al margen de lo que sucedía en el país. Por eso sorprendió ver su nombre entre los firmantes de una solicitada publicada el miércoles 13 de agosto de 1980 en el diario Clarín.
"Ante la situación de angustiosa incertidumbre por la que atraviesan los familiares de personas desaparecidas por motivos políticos y gremiales, nos solidarizamos -por razones de ética y de justicia- con el reclamo que formulan padres, hijos, cónyuges, hermanos y allegados para que se publiquen las listas de los desaparecidos y se informe sobre el paradero de los mismos", decía el texto.
Borges había aceptado poner su firma luego de una reunión con dos Madres de Plaza de Mayo que lo visitaron en su departamento de la calle Maipú.
"Él cuenta que lo fueron a ver dos madres y le contaron que sus hijos habían sido secuestrados… Bueno, le contaron la verdad de lo que estaba pasando, y ahí él tomó conciencia. No sólo firmó la solicitada sino que empezó a criticar, a hablar mal de los militares, a decir que estos militares no tenían nada que ver con sus antepasados", dice Vaccaro.
Un duelo a ciegas y con bastón
Por el reconocimiento mundial del que gozaba, Jorge Luis Borges era una figura intocable para la dictadura, pero eso no impidió que sus críticas a los militares le hicieran pasar algunos momentos difíciles.
Poco después de firmar la solicitada de las Madres de Plaza de Mayo fue a comer junto a su secretario, Roberto Alifano, a la Cantina Norte, a la vuelta de su casa. De regreso, mientras caminaban por la vereda del Círculo Militar, un oficial del Ejército lo reconoció y lo increpó:
-Borges, usted es un sinvergüenza. Cómo usted, que tiene antepasados militares, puede decir… – empezó a reclamarle el militar.
Al verse interpelado de esa manera, Borges levantó su bastón de ciego y lo interrumpió:
-¡Retírese, porque no respondo de mí!
La respuesta desconcertó al militar, que los dejó solos en la vereda. Entonces Alifano le dijo:
-Bueno, Borges, usted dice que no es valiente, pero acá tuvo una actitud de valentía enfrentando a este hombre…
Borges, tembloroso por la tensión, le contestó:
-Callesé, Alifano, que estaba muerto de miedo.
Los poemas de Malvinas
La guerra de las Malvinas encontró a Borges parado en la vereda de enfrente de la dictadura, a la que criticó con su mejor arma, sus palabras de poeta. En Juan López y John Ward alude veladamente a la corrupción de los militares con un verso contundente:
"Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen".
En Milonga del muerto es mucho más explícito:
"Lo sacaron del cuartel, / Le pusieron en las manos / Las armas y lo mandaron / A morir con sus hermanos".
Una carta de autocrítica
La recuperación de la democracia luego de las elecciones del 30 de octubre de 1983 llevó a Borges a escribir una carta donde hace una abierta crítica de sus antiguas posiciones y se esperanza por la nueva etapa que se abre.
"Escribí alguna vez que la democracia es un abuso de la estadística; yo he recordado muchas veces aquel dictamen de Carlyle, que la definió como el caos provisto de urnas electorales. El 30 de octubre de 1983, la democracia argentina me ha refutado espléndidamente", dice al principio del texto, publicado en Clarín el 22 de diciembre de 1983, apenas 12 días después de la asunción de Raúl Alfonsín.
Allí expone con claridad cuál es su posición de ese momento frente a los militares, que representa un giro de 180 grados con la que había mostrado cuando se produjo el golpe: "Asistiremos, increíblemente, a un extraño espectáculo. El de un gobierno que condesciende al diálogo, que puede confesar que se ha equivocado, que prefiere la razón a la interjección, los argumentos a la mera amenaza. Habrá una oposición. Renacerá en esta república esa olvidada disciplina, la lógica. No estaremos a la merced de una bruma de generales", escribe.
Un escritor en el juicio a las juntas
En 1985 Borges quiso presenciar una de las audiencias del Juicio a las juntas militares de la dictadura y le pidió a Néstor Montenegro, con quien estaba grabando unos diálogos, que lo acompañara. El 22 de julio de ese año, con 85 años a cuestas y sin ver casi nada, lo encontró sentado en la sala del tribunal.
"Salió horrorizado por lo que había escuchado", dice Vaccaro a Infobae.
Días después escribió para la agencia española EFE impresionado por la declaración de un testigo: "He asistido, por primera y última vez, a un juicio oral. Un juicio oral a un hombre que había sufrido unos cuatro años de prisión, de azotes, de vejámenes y de cotidiana tortura. Yo esperaba oír quejas, denuestos y la indignación de la carne humana interminablemente sometida a ese milagro atroz que es el dolor físico (pero el hombre) hablaba con simplicidad, casi con indiferencia, de la picana eléctrica, de la represión, de la logística, de los turnos, del calabozo, de las esposas y de los grillos. También de la capucha. No había odio en su voz".
En ese texto vuelve a repudiar a la dictadura: "Es de curiosa observación que los militares, que abolieron el Código Civil y prefirieron el secuestro, la tortura y la ejecución clandestina al ejercicio público de la ley, quieran acogerse ahora a los beneficios de esa antigualla y busquen buenos defensores", dice.
En el banquillo de los acusados estaba sentado el dictador Jorge Rafael Videla. Hacía poco más de nueve años que Borges había almorzado con él.
El gran escritor argentino y universal, nunca ganaría el Nobel de Literatura. Muchos lo adjudican a aquel inicial apoyo a la dictadura. Pasados unos meses de aquella audiencia del juicio a las juntas, Borges se trasladó a Ginebra. El 14 de junio de 1986 murió en esa ciudad. Sus restos descansan en el Cementerio de los Reyes de Ginebra.
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