Lucía Cullen, la mujer que siguió hasta el final el camino del cura Carlos Mugica

La historia de compromiso, sacrificio, dolor y muerte de la estrecha colaboradora del cura villero Carlos Mugica, quien fue secuestrada en 1976 y está desaparecida. Esa mujer, nacida en un hogar aristocrático, eligió la opción por los pobres y hoy es modelo para los estudiantes de la Facultad de Trabajo Social

Lucía había nacido en el seno de una tradicional familia porteña con fuertes convicciones católicas y un acérrimo antiperonismo

"No te podés imaginar todo lo que lo necesité a Carlos", le escribió Lucía Cullen en una carta a su amiga Helena Goñi el 26 de julio de 1974.

Para entonces sentía que el mundo se derrumbaba a su alrededor. El Carlos de la carta, que no era otro que el cura Carlos Mugica, había sido asesinado por un grupo parapolicial dos meses y medio antes, el 11 de mayo, cuando salía de la Iglesia de San Francisco Solano, en el barrio porteño de Villa Luro, donde acababa de celebrar misa.

Juan Domingo Perón había muerto el 1° de julio y el futuro de la Argentina se le aparecía angustiantemente incierto. Para peor, el marido de Lucía, José Luis Nell, que había quedado cuadripléjico al ser herido durante la masacre de Ezeiza del 20 de junio de 1973, había abandonado toda esperanza de recuperación y hablaba constantemente de suicidarse.

El sacerdote tercermundista Carlos Mugica, el proyecto político que había encarnado y conducido Juan Domingo Perón y su vida en común con José Luis Nell eran las tres referencias fundamentales en la vida de Lucía. La cuarta, que no abandonaría hasta su secuestro por un grupo de tareas de la dictadura el 22 de junio de 1976, era su militancia social en la Villa 31 de Retiro a la que se había sumado cuando tenía apenas 17 años y todavía no había empezado sus estudios en la Carrera de Servicio Social de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.

Cristianismo y militancia social

Lucía había nacido en el seno de una tradicional familia porteña con fuertes convicciones católicas y un acérrimo antiperonismo. Tanto su padre -un reconocido escribano porteño- como su madre, habían elegido para ella una educación católica en el Colegio Paulina de Mallinkrodt, en el elegante barrio de Recoleta, donde hizo la primaria y la secundaria.

Al terminar en secundario, al mismo tiempo que se inscribía en la Facultad de Veterinaria, comenzó su militancia social en la Villa Comunicaciones de Retiro, donde conoció a Carlos Mugica.

Al terminar en secundario, al mismo tiempo que se inscribía en la Facultad de Veterinaria, comenzó su militancia social en la Villa Comunicaciones de Retiro, donde conoció a Carlos Mugica.

En un testimonio recogido hace unos años por la Agrupación Lucía Cullen de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Buenos Aires, su amiga Emma Almirón, recordó que su vocación por la militancia social surgió a partir de una experiencia en un Campamento Solidario de Trabajo: "Con estos campamentos recorrió distintos lugares del país mientras convivía y trabajaba a la par de los sectores más excluidos. Esto fue a fines de los '60", dice.

El hermano mayor de Lucía, Rafael, coincidió con esta visión: "Supongo que su relación con la asistencia social tenía que ver con su cristianismo. Además, el cristianismo en ese momento tenía, por lo menos el difundido a nivel juventud, un profundo contenido social. Hablamos de la década del '70. Ella tuvo relación con la gran difusión en ese momento de los Sacerdotes para el Tercer Mundo", recuerda.

Codo a codo con Mugica

A principios de los '70, Lucía ya trabajaba codo a codo con el cura Carlos Mugica en la Villa de Retiro. Y militar con el "cura villero" no era un simple pasatiempo. Su amiga Emma Almirón, que compartió esa militancia con Lucía, recuerda que Mugica exigía un fuerte compromiso a los jóvenes que se acercaban a la villa. "Lucía trabajó con mucha generosidad y con mucha entrega. No le costó el cambio; es decir, pudo romper con su formación cultural burguesa. Para ser revolucionarios teníamos totalmente claro que los primeros que teníamos que cambiar éramos nosotros, cambiar esa estructura burguesa, convertirnos en hombres y mujeres nuevas, dejar el egoísmo, el individualismo, comprometernos a trabajar por la historia", dice.

El padre Carlos Mugica

El compromiso social de Lucía no tardó en convertirse también en militancia política dentro del peronismo. Participó en los grupos de Cristianismo y Revolución, que editaba una revista emblemática en esos tiempos, inspirada en la Doctrina Social de la Iglesia, a partir del Concilio Vaticano Segundo. La dirigía el laico Juan García Elorrio y comenzó a salir en septiembre de 1966, apenas tres meses después del golpe de Estado encabezado por Juan Carlos Onganía, quien se declaraba católico fervoroso y contaba con el aval de la cúpula eclesiástica.

Cristianismo y Revolución, en cambio, recorría los caminos de cambios sociales y de desafíos a las dictaduras latinoamericanas. Esa publicación jugó un rol clave para el surgimiento del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, entre cuyas figuras destacadas estaba precisamente Carlos Mugica.

Lucía se fue involucrando en ese proceso vertiginoso y, al calor del regreso de Juan Perón, se incorporó a la Juventud Peronista. Fue allí, en la Villa de Retiro, donde conoció a José Luis Nell, un militante peronista que, a diferencia de Lucía, provenía de una familia de clase media baja. No tardaron en enamorarse.

Nell, casamiento y masacre

José Luis Nell había comenzado a militar en el peronismo a principios de la década de los '60 y ya era una leyenda dentro de la militancia. A los 23 años, en agosto de 1963, participó del comando del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT) que asaltó el Policlínico Bancario, en el barrio porteño de Caballito, y se alzó con un botín cercano a los cien mil dólares.

José Luis y Lucía Cullen con el padre Mugica. Fue el propio cura el encargado de casarlos en la villa

Más tarde, Nell -a través de su fundador, Gustavo Rearte– se incorporó al Movimiento Revolucionario Peronista (MRP) y más tarde a Montoneros, organización en la que militaba en 1971, cuando conoció a Lucía a través de Carlos Mugica. Fue el propio cura villero el encargado de casarlos allí, en la Villa. Lucía también se incorporó a Montoneros, donde tomó el alias de "Marcela".

Eran tiempos de gran ebullición política. La dictadura de la llamada "Revolución Argentina" estaba en franco retroceso y la apertura electoral y la vuelta al país de Juan Domingo Perón eran inminentes.

La victoria de la fórmula Héctor Cámpora–Vicente Solano Lima el 11 de marzo de 1973, abrió las puertas para el retorno definitivo de Perón a la Argentina. El 20 de junio de 1973 centenares de miles de personas marcharon hacia el Aeropuerto de Ezeiza para recibirlo. Lucía y José Luis Nell estaban entre ellas, pero en lugares diferentes por la organización que había planificado Montoneros para sus militantes.

Nell y otro militante montonero, Horacio Simona, tenían la misión de encabezar la Columna Sur a bordo de un jeep. Cuando se acercaron al palco los empezaron a tirotear desde allí con armas largas. En la retirada por uno de los bosques, Nell y Simona fueron emboscados por un grupo de la organización de ultraderecha Comando de Organización, encabezado por el capitán Roberto Chavarri.

Simona terminó muerto a cadenazos, Nell quedó tendido en el suelo, baleado, y los atacantes lo dejaron allí, creyéndolo muerto.

José Luis Nell: una profunda depresión lo llevó al suicidio. Lucía estaba emabarzada, y perdió al bebe

Sus compañeros lo rescataron y lo llevaron al Policlínico de Lanús, donde le salvaron la vida. Fue lo único que pudieron hacer, porque a consecuencia de las heridas quedó cuadripléjico. Sólo podía mover un poco las manos. Quedó condenado a una silla de ruedas, lo que le produjo una profunda depresión de la que nunca pudo salir.

Apenas tres meses después, Lucía y José Luis rompieron con Montoneros. La muerte de José Ignacio Rucci a manos de un comando montonero, en septiembre de ese 1973, hizo que plantearan fuertes críticas y terminaran alineándose con la Juventud Peronista Lealtad.

Sin Perón y sin Nell

La muerte de Perón, el 1° de Julio de 1974, fue otro fuerte golpe para Lucía y su marido. En una carta que le escribió el 4 de julio a su amiga Helena Goñi, Lucía le contaba: "Acaba de terminar la ceremonia de entierro de Perón. No te podés imaginar lo que es el dolor de la gente y de todos nosotros. En realidad la gente se quedó sin poder verlo por última vez, y yo incluida. El pueblo hizo cola durante dos días bajo la lluvia. Anoche a las tres de la mañana -cerraba a las cuatro- había todavía cincuenta cuadras de gente y seguían llegando. Y ahora qué, es lo que se pregunta todo el mundo. La definitiva frustración del proceso o un retroceso de siete a diez años. El panorama es desalentador y desmoralizante. A pesar de todo esto, el pueblo confía en Isabelita (NdR: María Estela Martínez de Perón, que asumía el Poder Ejecutivo)".

Lucía con sus compañeras de trabajo

Lucía también le describía a Helena la depresión de Nell, su rechazo a cualquier tratamiento y sus ideas de suicidio. "La situación en casa se acerca a la definición. Fuimos a verlo a (el neurocirujano Raúl) Matera y decidió hacer una consulta con (Tomás) Insausti, neurólogo, que lo vio hace tres meses y había dado un diagnóstico distinto al de él. Y nos habló de un neurocirujano que se especializa en un tipo de operaciones para reducir la espasticidad. Hasta el martes a mediodía andaba todo bien, pero a la tarde le dio la viaraza y dijo que no quería ningún nuevo tratamiento ni operación, ni viajar. No fue a la consulta y a partir de ahí todo empantanó y volvió para atrás. En este momento ya no puedo hacer más nada. La situación se hace cada vez más insostenible. Anoche me dijo que este era su último fin de semana, pero supongo que esto se va a seguir prolongando. Como verás, mis noticias no son muy buenas", escribía.

El desenlace se produjo dos meses después. José Luis Nell se suicidó el 9 de septiembre de 1974, en una estación abandonada de San Isidro, hasta donde pidió que lo llevaran y lo dejaran solo. Lucía tenía un embarazo de seis meses, pero la tremenda situación que vivía llevó a que, dos meses después, tras ocho meses de gestación, perdiera al bebé por nacer.

Secuestro y muerte

A pesar de todos esos golpes, Lucía Cullen no abandonó su militancia política y social, aunque las condiciones fueran cada vez más adversas. No solo eso, también terminó de cursar la Carrera de Servicio Social, en la que se había inscripto después de dejar Veterinaria.

Lucía fue secuestrada el 22 de junio de 1976 por una patota de militares y policías al mando del oficial principal Juan Carlos Falcón (a) Kung Fu. La llevaron al Centro Clandestino de Detención Omega, cerca del Camino de Cintura, en la zona oeste del Gran Buenos Aires. Nunca se la volvió a ver.

En 1984 su madre, en un acto reparatorio, recibió su título universitario de la carrera de Servicio Social. Su vida y su militancia fueron reconstruidas por el cineasta Luis Barone en la película Los malditos caminos que fue estrenada en 2002. Al año siguiente, promovido por la agrupación de Trabajo Social Lucía Cullen, salió el libro La Cullen, una historia de militancia, de Inés Arancibia. En 2009, la militante católica desaparecida fue retomada en otro libro: Militancia y compromiso en Trabajo Social. La vida de Lucía Cullen, de Ana Josefina Arias, publicado en 2009.

SEGUÍ LEYENDO: