El 11 de agosto de 1975, durante la presidencia de Isabel Perón, el coronel Vicente Damasco fue designado Ministro del Interior. El nombramiento provocó una sensación de rechazo en los altos mandos del Ejército. Era un militar en actividad. Había sido jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo de los presidentes Héctor Cámpora, Raúl Lastiri y Juan Domingo Perón.
En su inédito libro de Memorias, Damasco cuenta que Perón le ofreció acompañarlo en la fórmula presidencial para las elecciones de septiembre de 1973, pero López Rega se le interpuso en el camino.
Como me dijo el entonces oficial de Granaderos Jorge Mones Ruiz, "Vicente Damasco no era de los que se denominan 'patanes'. Con el tiempo, Perón intimó con él y le encargó coordinar los trabajos del 'proyecto o modelo argentino'. Creo que Perón lo consideraba como un sucesor suyo. Esto lo escuché muy cerca del presidente. En una ocasión Perón, Damasco y el edecán Alfredo Díaz se reunieron a solas. En esa reunión Damasco le presentó el trabajo a Perón, a instancias del Padre Héctor Ponzo, capellán del regimiento y confesor de Perón, mientras Díaz exponía los cuadros temáticos. Poco después Vicente Damasco pasó a la Presidencia como Secretario Militar y entró a 'jugar' como si no fuera militar. Lo reemplazó en Granaderos el coronel Jorge Sosa Molina. Me acuerdo que cuando entró a Olivos, uno de los primeros que sale a saludarlo es el padre Ponzo –un tipo muy querido por todos- y Jorge Sosa Molina le dice: 'Mire padre, de la copa de los árboles para arriba manda usted, de la copa de los árboles para bajo mando yo'."
La designación del coronel Vicente Damasco, como ministro del Interior, fue entendida en el Ejército como una ratificación a la línea del "profesionalismo integrado" que defendía el comandante Alberto Numa Laplane. Los que lo criticaban a Damasco, veían, o querían ver, un compromiso político del Ejército con el gobierno, algo que para ellos desnaturalizaba la misión del Ejército.
Los 34 días de la gestión de Damasco como Ministro del Interior y su caída marcaron a fuego al gobierno de Isabel de Perón, porque cuando renunció melló severamente la autoridad presidencial.
El jueves 14 se planteó la cuestión en la reunión de altos mandos de la Fuerza. Cara a cara, Laplane escuchó las quejas de Carlos Delía Larroca (comandante del Cuerpo III); Jorge Rafael Videla (Estado Mayor Conjunto); Roberto Eduardo Viola (II Cuerpo), Carlos Suárez Mason (V Cuerpo) y Diego Urricarret (Fabricaciones Militares).
Ellos defendieron la tesis del "profesionalismo prescindente" o "aséptico": las Fuerzas Armadas no podían servir a una facción política sino a toda la Nación, por lo tanto debía pedirse el retiro del coronel Vicente Damasco. El general Alberto Cáceres, comandante del Cuerpo I (Palermo), que contaba con la adhesión de los sectores nacionalistas, permaneció en silencio. La respuesta que ensayó Laplane no fue la más indicada, según dejaron trascender los medios de la época, e intentó pasar a retiro a Videla y Viola.
Como apuntó, detalladamente, Rosendo María Fraga en su libro Del escarnio al poder, la cumbre de generales se realizó en el despacho del comandante Laplane, pero al lado había gente armada por si había que detener a algún general. La crisis estaba sobre el tapete.
A través del encabezamiento del documento puede asegurarse que el teniente general Alberto Numa Laplane es el que abre la cumbre de altos mandos con la intención de recabar la opinión del generalato que, como veremos, habrá de guardar singular silencio ante su Jefe. El debate secreto fue inicialmente grabado y el oficial que realizó para Laplane el detalle del encuentro habrá de describir en siete páginas el clima del momento.
El general Laplane comienza relatando que en las primeras horas del lunes 11 de agosto el coronel Damasco "se apersonó al Comandante General del Ejército (CGE) para poner en su conocimiento que, ante una eventual reorganización del Gabinete Nacional, le había sido ofrecido por la Señora Presidente de la Nación el cargo de Ministro del Interior".
La presencia ante el CGE obedecía a la solicitud de autorización para la aceptación del ofrecimiento. La autorización fue concedida en virtud de los siguientes fundamentos, entre otros: "Es obvio señalar la imposibilidad de la Fuerza de negarse a satisfacer un requerimiento del gobierno frente a la situación crítica por la que atraviesa. Se buscaba fortalecer la Institución Presidencial" y, además, "Damasco ya se desempeñaba en la función pública política como Secretario de Estado, desde hacía dos años" y "su conducta no ha sido sectaria y es compatible con la actitud de la Fuerza desde el 25 de Mayo de 1973". Laplane entiende que "el conjunto del gabinete que iba a integrar significaba evidentemente el fin de la política lopezrreguista para la opinión pública".
Tras otros argumentos se afirma que "la aceptación del Coronel no sólo no significa abandonar la teoría del profesionalismo integrado (como) una forma de acompañar el proceso en desarrollo".
Sin nombrar a aquellos que se inclinaban por el "profesionalismo ascéptico", manifiesta que negarse a aceptar el compromiso "hubiera sido retacear la participación, cruzarse de brazos, en momentos en que estaban a la orden del día frases como: 'esto se viene abajo'; 'esto no da para más'; 'van a tener que agarrar el Gobierno aunque no quieran, les conviene prepararse', etc., etc.; nos hubiéramos refugiado en la campana de cristal para presenciar el desastre".
En lo que parece una contradicción con su posición favorable al "profesionalismo integrado", Laplane afirma que "este nombramiento significa una presencia, apoyo y/o aporte de la Fuerza al proceso y de ninguna manera un compromiso político ni partidario con el gobierno de turno". Es más, sostiene que la resolución de apoyar a Damasco "no ha sido adoptada para evitar ningún golpe inminente" pero no dice cómo ni quiénes.
Ante el silencio del generalato, Numa Laplane pasa a exponer largamente sobre la situación el la que revista dentro del Ejército el coronel Vicente Damasco (Ley para el Personal Militar) y si debía pasar a situación de retiro. Es en este momento que dice que "el riesgo de que aún pasando el Coronel a situación de retiro, la acción de los elementos disolventes no se reduce. La gente de afuera de la Institución que se opone a la designación del Coronel Damasco, o la usa de pretexto para atentar contra la Fuerza, el Gobierno y el país, es la misma que produce panfletos como el titulado: 'Dígale no al general Laplane'" y afirma que "una modificación de la resolución del CGE sobre la base de presiones, le quitará autoridad para continuar ejerciendo el mando."
En la página seis del documento aparece escrito a mano que Laplane "pide opinión a los generales presentes y luego formula descargos y adopta resolución": "Mantener la aprobación del Coronel Damasco como Ministro del Interior".
Se abate la crisis del Ejército
El sábado 23 de agosto, el PRT-ERP abandonó en un baldío de Rosario el cadáver lacerado y con visibles marcas de haber sufrido tormentos del teniente coronel Argentino del Valle Larrabure.
Estaba secuestrado desde el 10 de agosto de 1974. Su sacrificio fue el paradigma de la crueldad del terrorismo que aseguraba que ellos "no torturaban".
Tiempos injustos: el 4 de abril de 2019 uno de sus asesinos se pavoneo ante las cámaras de televisión y las radios al lado de las Abuelas de Plaza de Mayo, mientras sostenía: "Yo no me arrepiento, lamento que no hubiéramos triunfado".
En sus exequias habló el teniente general Alberto Numa Laplane, volvió a reiterar la tesis del profesionalismo integrado. Sus palabras profundizaron el clima de rechazo en el Ejército. Los altos mandos de la Fuerza decidieron pedir su relevo por no interpretar el sentir del Ejército. Uno tras otro, los generales se fueron sumando a través de radiogramas y comunicaciones. También los coroneles antiguos del Estado Mayor jugaron en esas horas un papel importante en la caída de Laplane.
El martes 26, Alberto Numa Laplane presentó el retiro. Isabel de Perón, en un gesto de autoridad lo rechaza y le ratifica su confianza. A pesar de eso, el jefe del Tercer Cuerpo, general Carlos Delía Larroca, por razones de antigüedad, asumió la comandancia, trasladándose de Córdoba a Campo de Mayo. Laplane advierte que no tiene ningún respaldo y, el miércoles 27 se va a su casa. Otro capítulo estaba por comenzar.
En esas horas, la residencia de Olivos se fue llenando de funcionarios, sindicalistas, las legisladoras amigas y asesores de todo tipo. Primaban, a grandes trazos, dos líneas de acción.
Una que instaba a la presidente a designar al general Alberto Samuel Cáceres Anasagasti y descabezar a la institución. Apoyaban esta tesitura Lorenzo Miguel, el ministro Carlos Emery y sectores nacionalistas críticos de José López Rega.
Cáceres tenía, además, en esos momentos, todos los pergaminos para el cargo: oficial de Inteligencia; jefe de la Superintendencia de la Policía Federal; jefe de la Policía Federal; Director de Gendarmería y comandante del Primer Cuerpo.
La otra línea pujaba por respetar el orden de antigüedad, posición que conducía a Delía Larroca a la comandancia. Respaldaban la idea, Ítalo Argentino Luder, Antonio Cafiero, Casildo Herreras y otros sindicalistas.
La balanza la inclinó el almirante Emilio Eduardo Massera, de la siguiente manera: llamó por teléfono al edecán naval presidencial que era testigo de los cónclaves y preguntó: ¿Dónde está la presidente? "Arriba en su habitación" fue la respuesta. "Bueno, haga que no baje hasta que yo llegue a Olivos. Quiero hablar con Garrido" (el ministro de Defensa).
El edecán Carlos A. Martinez me relató: "Como a la media hora arribó a Olivos". La casa principal estaba inundada de funcionarios y dirigentes. El hedor a cigarrillo era casi insoportable. Apenas entró a la vieja casona de Olivos, se instaló en un pequeño despacho con chimenea que está inmediatamente a la derecha y ordenó: "Haga venir a Garrido". Pocos minutos después entró el diligente escribano con una sonrisa.
Massera, sin diplomacia, fue al grano: "Dígame, pedazo de pelotudo, desde cuándo a usted los sindicalistas le eligen al comandante en jefe del Ejército".
Poco más tarde conversó a solas con la Presidente. El general Delía Larroca se automarginó y se impuso el orden del escalafón. Fue designado Jorge Rafael Videla (tercero en antigüedad).
"El nombramiento del nuevo comandante del Ejército, general Jorge Rafael Videla, ha consolidado no sólo la unidad de la institución, sino la de las tres fuerzas armadas", opinó Buenos Aires Herald.
El general Alberto Samuel Cáceres Anasagasti me dijo en 2006: "Cuando me entero que el general Jorge Rafael Videla fue convocado a Olivos, donde se le ofreció el cargo de comandante general de Ejército y que lo había aceptado, llamo a mi despacho al sargento 1° oficinista Félix Muñoz que se desempeñaba en mi ayudantía y le ordeno que busque en mi portafolios la solicitud de retiro sin fecha y sin firma que siempre llevaba allí desde el día que ascendí a general de brigada el 31 de Diciembre de 1970. El sargento 1° Muñoz me miró, intentó dar una opinión, pero finalmente la buscó y la trajo hasta mi escritorio, le pongo la fecha y firmé, la ensobré y me dirigí al Estado Mayor Conjunto para entrevistarme con el general Videla que por la tarde de ese día asumiría en Palermo como Comandante en Jefe del Ejército y le entregué mi solicitud de retiro con el pedido que le diera el más urgente trámite. Antes de retirarme del despacho de Videla, éste me preguntó por qué me iba. Mi respuesta fue: 'Te voy a ser muy sincero, porque no quiero ser cómplice de lo que ustedes van a hacer´'".
En septiembre de 1975, luego de la crisis militar la señora de Perón se tomó una licencia en Ascochinga, Córdoba, y el senador Ítalo Luder la reemplazó. Su retorno al poder en octubre marcó el comienzo de la conspiración y en marzo del año siguiente fue derrocada.
Frente a los acontecimientos, el embajador Robert Hill informo a Washington el 10 de septiembre de 1975. De la letra del telegrama, es obvio que los EEUU no van a hacer nada para modificar la estabilidad institucional porque lo deberá hacer la propia dirigencia argentina:"Básicamente, está en Argentina poner su casa en orden. Si ellos no pueden hacerlo, nadie puede por ellos".
Y la dirigencia, a la hora de las decisiones, se mantuvo inmóvil. Principalmente el senador Luder a quienes muchos, de todos los colores políticos, le pidieron de una u otra manera que aceptara –a través de la Ley de Acefalía—salvar la institucionalidad.
En una oportunidad, el almirante Massera le dijo: "Si la sacan a Isabel gobiernan ustedes. Si la sacamos nosotros gobernamos nosotros".
El análisis sobre la situación política del embajador Hill frente a la crisis militar fue el siguiente:
"Sumario; El resultado de la reciente crisis militar señala claramente que el poder político real ya no reside más en la Presidente. En este punto, que la Presidente permanezca o no en el cargo es una cuestión de interés académico. Hay un vacío de poder y ella no es quien lo va a llenar; por lo tanto, sea que quede como cabeza visible por algún tiempo o que un nuevo gobierno encabezado por Luder o alguien como él la reemplace, la Señora de Perón ya no está en el centro de la ecuación. Otros pueden tratar de llenar el vacío y cuando lo hagan deben modificar la economía y los problemas inmediatos que cualquier gobierno debe enfrentar.
"Los terroristas tienen escaso apoyo popular, pero su influencia se expande por todo el país. En este punto, no tienen la capacidad de voltear al gobierno y tomar el poder. Sus acciones sin embargo ya han interrumpido el fluir normal de la vida económica y política en Argentina.
"Para demostrar que es efectivo, cualquier gobierno, sea civil o militar, debe revertir la marea. La Señora de Perón ha sido incapaz de hacerlo, un factor que ha contribuido a minar su posición. Los terroristas tienen algún grado de impacto sobre la durabilidad del gobierno. Si los militares toman el poder y fracasan en estabilizar el país, los terroristas podrían estar en capacidad de llevar a la extrema izquierda al poder, aunque esta sería la peor de todas las posibilidades.
"¿Por qué esto le importa a Estados Unidos? USA tiene importantes intereses en Argentina. Los más tangibles son los 1.5 billones de dólares en inversiones que tenemos aquí. Menos tangible, pero no menos importante son cierto número de consideraciones políticas.
"Argentina es uno de los cuatro países más ricos de América Latina. Domina el Cono Sur y continúa teniendo marcada influencia en la OEA. Si estuviera gobernado por un gobierno responsable, moderado, bien dispuesto hacia nosotros, sería de gran ayuda trabajar en unas relaciones hemisféricas más viables, como ciertamente se hizo con el Ministro Vignes quien desempeño un papel de suma ayuda desde Tlatelolco hasta que el desorden interno se agudizó a principios de este año. Una Argentina desorientada, bajo una conducción irresponsable y hostil, podría crear serios problemas para nuestra posición en el hemisferio entero, tanto en la OEA como en otros lados. Por ejemplo, Argentina está a la cabeza de otros estados latinoamericanos en desarrollo nuclear y puede construir un artefacto nuclear si el gobierno lo desea. Dada la rivalidad tradicional y a veces emocional con Brasil, el cual también puede construir una bomba, los ingredientes para una carrera armamentística están dados, sólo hace falta para que se activen que cada lado se comporte irresponsablemente. Esto complicaría enormemente nuestras relaciones con ambos y también nuestra posición en el resto del hemisferio.
"¿Qué puede hacer USA? El gobierno es inestable y está acosado por problemas internos que le impiden ser un socio efectivo en los esfuerzos internacionales. Lo peor sin embargo, parece estar todavía unos cuantos escalones más abajo. Esperemos que Argentina nunca llegue allí, pero dado el grado de deterioro de los últimos seis meses, nadie puede ser excesivamente optimista. Poco puede hacer USA que afecte significativamente los resultados aquí. […] Básicamente, está en Argentina poner su casa en orden. Si ellos no pueden hacerlo, nadie puede por ellos".
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