La primera sorpresa es la vista: Buenos Aires a 360 grados, desde 60 metros de alto. La segunda: un viejo hit renovado y puesto a cero. La casi mítica Torre de los Ingleses (verdadero nombre: Torre Monumental, que pocos conocen y casi todos olvidan…) abre sus puertas y permite entrar en sus misterios. De pronto, desde el mirador, como en un film, paisaje conocido de memoria pero nunca de golpe y con todas sus estrellas juntas: el Río (de la Plata,…), la reserva Ecológica, la Plaza San Martín, el Kavanagh, las estaciones de Retiro, Belgrano y San Martín, con "el misterio de adiós que deja el tren", según Homero Manzi en "Barrio de Tango".
Personaje, la Torre, de larga data. Donado al país por los residentes británicos por el Primer Centenario de la Revolución de Mayo. Hubo que esperar hasta 1916 para que abriera sus puertas. ¿Por qué? Por una tragedia: desde 1914 los hombres mataban y morían en los campos y en las trincheras de la Primera Gran Guerra.
Desde hace algunos días, y gracias a un fino trabajo de puesta en valor, la orgullosa torre, cerrada al público durante una década volvió a lucir como lo que es: una gran dama británica puesta en brazos y ojos nativos.
"En realidad, la torre es un reloj de pie… ¡pero gigante!", le dice a Infobae el guía de turno. Reloj de pie de estilo neorrenacentista de tardo victoriano diseñada por el arquitecto Ambrose Poynter. Su exterior está revestido con ladrillos colorados: 550 mil –¡ni uno menos!– y piedra labrada.
La gran puerta de madera invita. Antes, la placa explica: "Los residentes británicos al gran pueblo argentino salud. 25 de mayo de 1910″.
Ya adentro, el guía es el gerente de operaciones de patrimonio de CABA, Esteban Leis. Cuenta que "todo el interior de la planta baja es de boisserie, y piso de damero. Materiales traídos desde Inglaterra. El ascensor, totalmente restaurado, lleva al sexto piso y su balcón de cuatro caras: la clave 360…".
Pero no es todo. Un piso más arriba, al que se llega por escalera marina, es doble lujo: allí late el gran reloj, réplica del célebre Big Ben de Londres. De corazón mecánico, péndulo de cuatro metros, cinco campanas de bronce –suenan cada cuarto de hora–, siete toneladas de peso…, firmado prestigiosa relojería Gillett & Johnston, de Croydon, Inglaterra.
Pero no hacerse ilusiones: prohibido al público. Se mira y no se toca.
¿Su relojero, el hombre de la Verdad del Tiempo?: Javier Terenti. Que aprendió el arduo oficio de dominar la máquina, la esfera, y sus números romanos, de Carlos Caserta, el especialista de antaño.
Terenti a cargo del mantenimiento, a cargo del Ministerio de ámbiente y espacio público de la ciudad, revela otro dato esencial: "Es electromecánico… ¡pero se le puede dar cuerda a mano, si se corta la luz!"
Más secretos: su melodía es la misma que la que se escucha en Londres: Cuartos de Westminster. En 1982, vandalismo: una bomba dañó parte de la estructura. Daniel Tinayre usó la torre como escenografía de su película La Bestia Humana.
Los detalles ornamentales potencian la belleza de la obra, todos alusivos a su país de origen: la flor del Cardo, la Rosa de la Casa Tudor, el Dragón Rojo de Gales y el Trébol de Irlanda. No faltan los escudos de Argentina y el Reino Unido, y los emblemas de Inglaterra y Escocia: el Unicornio y el León Rampante.
Corona la obra una cúpula de bronce, que fue adquiriendo el color verde por el paso del tiempo. Allí, la veleta con forma de barco que marca las coordenadas norte, sur, este y oeste.
En medio de la vorágine del día a a día, el sonido de las campanas, marcan el pulso de la ciudad. El reloj de pie gigante.
Para visitas guiadas
Horarios: Lunes a viernes, de 10.30 a 16.30. Último ascenso al mirador: 16. Sábados, domingos y feriados, de 9.30 a 18.30. Último ascenso al mirador: 18.
Ascenso al mirador: $100.-
Jubilados y universitarios con acreditación, y menores de 12 años tienen entrada libre y gratuita.
Video: Thomas Khazki
Fotos: Prensa Ministerio de Cultura
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