La noche más fría del año, en primera persona: cuatro historias de gente que vive en la calle

Infobae recorrió el Abasto, Once y Congreso. Una pareja que tuvo que cerrar un ciber, una mujer que aparece en un videoclip de Andrés Calamaro, tres amigos inseparables y un hombre que dice ser campeón sudamericano de boxeo compartieron sus testimonios

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Brian, Carolina y “Guachín”, el
Brian, Carolina y “Guachín”, el gato que los acompaña (Gustavo Gavotti)

Para Carolina y Brian, la noche más fría del año fue también la más larga. Comenzó a las 20 de ayer en la zona de cajeros del Banco Ciudad de Sarmiento y Callao, donde pensaban pasar la noche. Pero según ellos, salieron a pedir comida a una rotisería y cuando volvieron, su colchón de una plaza y media no estaba. "O lo robó otro ciruja o se lo llevó Espacio Público del Gobierno de la Ciudad, pero lo llevaron. Y para rematar, después apareció un policía para desalojarnos", se queja ella, resignada.

Luego un vecino les avisó que el Monumental estaba abierto para las personas en situación de calle y, entusiasmados, viajaron en tren. Ella tenía una doble ilusión: además de evitar el frío y dormir a la intemperie, era estar dentro del club de sus amores.

La dirigencia de River, en conjunto con Red Solidaria, tomó la decisión después de que saliera a la luz el caso de un hombre de 52 años que habría muerto de hipotermia en Perú al 400. Se cree además que otras cuatro personas murieron de frío en todo el país.

Según la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad, hay 1.146 personas en situación de calle. Es un 5% más que el año pasado. De todos modos, organizaciones sociales creen que son muchas más las personas que están en la calle.

"Lo de ir a River lo vivimos como una aventura, pero había demasiada gente y nos tuvimos que ir", dice Carolina. Volvieron caminando hacia la zona de Congreso. Buscaron refugio debajo en la entrada de un edificio, pero el encargado los echó. El tercer lugar fue la puerta de una disquería de Callao y Corrientes. Pero otros linyeras los sacaron porque no eran de esa ranchada. Al final se "mudaron" a la entrada del banco situado en Callao entre Sarmiento y Perón. No estaban solos: a todos lados fueron con "Guachín", un gatito negro con manchas blancas de tres meses que ahora está acurrucado entre la pareja, que improvisó un cartón con frazadas para poder pasar la noche pese a los 4 grados de las 23.

—Se los sacamos a un borracho que le pegaba, lo revoleaba contra la pared. Se los sacamos de las manos —cuenta ella.

—¿Cómo combaten el frío?

No pensando en eso. Hace tres meses que estamos en la calle. Y a veces te olvidás de la lluvia, del frío, de todos los temores que tenías cuando vivías bajo techo. Teníamos un ciber, pero quebramos, pedimos un préstamo y no lo pudimos pagar. Y acá estamos.

Brian sonríe pese a la desdicha que los azota peor que la baja temperatura:

Creemos que estamos pasando por esto porque Dios nos puso en esta situación para ponernos a prueba. Porque en el futuro nosotros vamos a salir de este pozo y poder ayudar a otros.

—Es así —le da la razón su novia—. Hay que atravesar el sufrimiento y vendrá la etapa luminosa. Quienes nos ayudan son enviados de Dios. El diablo está en todos lados. A veces tengo sueños benignos y a veces malignos. En los malignos, la pesadilla es que se llevan a mi marido y al gatito. Y en los benignos, veo a Dios. ¿Sabe cómo es? No es como en las películas o las fotos o estampillas. No tiene el pelo largo ni barba. Pero es hermoso…

Brian la interrumpe:

—Ella dice que no lo puede describir, pero que al verlo te ponés a llorar.

El gatito le camina por la espalda a Brian. "Es un lorito", dice y lo besa en la boca. Carolina los abraza. Juntos son una postal cálida en medio del desamparo.

Sheyla, Fabián y Rulo
Sheyla, Fabián y Rulo

A una cuadra, en la puerta de la pizzería ubicada en Callao casi Corrientes, una mujer -Sheyla- y dos hombres -Fabián y Rulo- están sentados tomando sopa sobre tres colchones puestos uno al lado de otro, entre frazadas y camperas.

—Por suerte la gente nos trae sopa, frazadas y nos da una mano. Hasta los policías nos trajeron café —dice Fabián.

—¿Sabían que podían pasar la noche en la cancha de River?

—Mirá, soy de Boca, pero hubiese ido igual. Pero no fui porque era dormir sin techo igual —dice Sheyla.

—Pero no iban a dormir en la cancha, sino en una zona bajo techo —le aclara Infobae.

—Ah, qué tonta. Igual nos queda lejos. Ahora viene la prensa porque murió una persona de la calle muerta de frío. En ocho años que vivo a la intemperie, vi morir a mucha gente de frío. Más gente murió de frío que apuñalada —cuenta Sheyla. Tiene 43 años, fue operada del corazón dos veces y es la mujer de campera roja, pelo semirrapado y ojos delineados que aparece disparando un arma en el videoclip de Andrés Calamaro en la canción "Tránsito lento", que fue visto por más de un millón de personas en Youtube.

—Fue cumplir mi sueño de ser actriz. Me trataron como nadie me trató en mi vida —dice Sheyla, emocionada. Luego dice:

—Pasé cosas horribles en la calle. Abusos, peleas, robos, abandonos. Por momentos mi vida fue estar muerta todos los días. Pero quiero vivir para salir de mi adicción al paco y recuperar a mis hijos.

Sheyla es la mujer que
Sheyla es la mujer que aparece en el videoclip de “Transito lento”, de Andrés Calamaro

—Ella es una gran mujer. Tiene un gran coraje. Tiene un pasado durísimo —dice Rulo.

—Pero no hablemos de eso. Hablemos del clima -propone ella para cambiar de tema.

—¿Cómo van a hacer para enfrentar el frío de esta noche?

—Como todos los inviernos. Yo me cubro la cabeza con el gorro de lana. Tomar cosas calentitas. Dormir juntos. Y rezar para que salga el sol algún día.

En la puerta del banco de Callao casi Corrientes, en cuatro colchones duermen cuatro hombres. "Hoy vamos a dormir apilados. Como dormíamos en el banco. Tapados con frazadas hasta la nariz. Así le vamos a hacer frente al frío. Otra no queda. Recién pasaron unas chicas a ofrecernos comida", dice uno de ellos, que lleva gorro y usa una barba larga.

Personas durmiendo en la puerta
Personas durmiendo en la puerta de un banco en Callao, casi Corrientes

El más joven muestra un papel que le acercó una vecina. Dice las direcciones de las parroquias, paradores y ONG que dan refugio, alimento o posibilidad de bañarse para las personas que viven en la calle.

"Antes por lo menos nos dejaban dormir en el banco, ahora ni eso", dice uno de ellos.

Los tres amigos

Javier, Monsanto y Zumuva
Javier, Monsanto y Zumuva

En Ayacucho casi Sarmiento, en el garaje de un edificio, tres hombres hablan y se pasan un tetrabrick mano en mano.

—Es la única manera de matar el frío —dice Javier, el más abrigado. Tiene gorro, un piloto marrón, dos pantalones y zapatos.

A su lado está Monsanto. "Me llaman así porque dicen que Monsanto mata", aclara. En su mano tiene una radio pequeña. Escuchan el partido de Perú por la Copa Libertadores. Javier es de ese país y dice que un triunfo de su equipo le hará olvidar esta noche helada. El tercer hombre se hace llamar Zumuva.

—Van a decir que somos tres alcohólicos. Pero esta noche es especial. Somos amigos y en los peores días nada ni nadie nos vence. He pasado noches peores en los ocho años que llevo en la calle. Recuerdo la vez que llovieron siete días seguidos. Pensé que nunca iba a parar de llover. Yo dormía en la calle, en Lanús. Un día me despierto y veo a un tipo que iba en un carro tirado por un caballo que me había robado el bolso y mi ropa. Quedé desnudo. Lo corrí y caí en un charco. Me rescató una mujer, que me dio una frazada, comida y desde ese día no hubo uno solo en que alguien me diera algún peso, un plato de fideos, un vaso de agua o un baño para ducharme. Todo eso me lo mandó él —dice Zumuva y con el dedo señala hacia arriba.

Monsanto, con tono melancólico y los ojos llorosos, dice:

Somos inseparables. ¿Sabés que mucha gente de la calle ayuda a la gente de la calle? Somos como una tribu. Mutantes, nos llamamos. No nos dejamos tirados. Una noche como estas, en la que estaba solo y decían que iba a nevar, hacía tanto frío que los pies se me congelaban. Paré un patrullero y les pedí por favor que me metieran en cana —cuenta y hace el gesto de las muñecas una al lado de la otra.

—¿Y qué dijeron los policías?

—"¿Por qué querés ir en cana? No hiciste nada que sepamos, a no ser que quieras confesarnos algo". Les dije: "Porque no aguanto más, tengo frío y en una celda tendré techo y comida y capaz que alguna estufa". Los tipos se emocionaron. Fueron a buscar comida y hasta se ofrecieron a llevarme a un parador. El tema es que a los dos días cayó nieve y ahí quise que me metieran en cana otra vez. Pero no hubo forma.

Zumuva tiene ojos tristes, pelo largo y usa boina. Los dedos de su mano izquierda, que la mueve más que la derecha, están pintados de negro. "Espero que los periodistas vuelvan mañana y pasado y también los días de sol, no cuando muere alguien o hay una tragedia", propone.

A media cuadra, en la escuela San Luis Gonzaga, unas 50 personas hacen fila en busca de una vianda con pan y guiso con arroz y chorizo. "Teniendo en cuenta el frío de esta noche, decidimos alimentar a la gente en situación de calle. Lo hacemos cada dos miércoles", dice Maxi, uno de los coordinadores de la red Un desafío. "Lo que hace esta gente es conmovedor. A una cuadra, todos los días vemos cómo gente necesitada se empuja por los panes viejos que reparte una panadería. Hemos llegado a eso: a la guerra por el pan. Cada vez más gente duerme en la calle", dice Rodolfo, un hombre de unos 60 años que se quedó en la calle después de que no pudiera pagar una pensión en la calle Pavón, en Constitución.

En la recorrida que anoche hizo Infobae por el Abasto, Once y Congreso (tres zonas delimitadas en el barrio Balvanera), a diferencia de otras noches hubo menos gente durmiendo en las calles. Pero las personas que aún seguían en esa situación, recibieron la visita de ONG que les llevaron alimentos y también asistentes del gobierno porteño.

"La noche está cada vez más rara. Hasta los linyeras van rotando. Algunos desaparecen. No sé si porque consiguen techo o se los llevan lejos. O van al parador. Pero esta noche está solitaria, no anda nadie, ni siquiera los muchachos de siempre. ¿Estarán en la cancha de River?", se pregunta un joven que se hace llamar Skay, porque es fanático del ex músico de los Redonditos de Ricota.

Cuenta que se escapó de su casa cuando tenía 12 años y desde entonces (tiene 24) deambula por las calles porteñas. "Delinquí, una vez casi me linchan por robar un reloj, pedí limosna, hasta que empecé a hacer changas. A trabajar en un supermercado chino cargando cajas y también encontrando cosas en los contenedores para poner a la venta", cuenta. En una especie de puesto improvisado a cielo abierto que puso en Perón y Riobamba, vendió desde DVD, películas, cuadros viejos, adornos y hasta colecciones encuadernadas de diarios antiguos. "En la basura encontrás de todo", dice.

Anoche, con sus amigos decidió hacer una especie de fogata callejera: poner fuego en una lata y tomar mate cocido. "Y escuchar música de un parlantito y bailar y espantar los demonios y la helada de esta noche larga y oscura", desafía.

Pelearle al tiempo

El hombre que dice ser
El hombre que dice ser Ernesto “El Bombardero” Sena

En la zona de cajero del Banco Nación de avenida Corrientes y Pasteur, un hombre de nariz chata tira piñas al aire. Es cerca de la medianoche. Tira un jab de izquierda, un directo de derecha y luego un gancho al hígado. Cerca del ventanal de la calle, otros dos jóvenes están frente a frente. Uno tira una patada al aire, el otro se agacha. Se turnan para combatir sin tocarse.

—No estamos locos. Con el frío no queda otra que entrar en calor de esta manera —dice.

—¿Sabe boxear?

—Sí, peleé dos veces por el título mundial. En el exterior. Una en Londres. Y mirá cómo terminé: durmiendo en un banco.

En la charla aparecen sus dos compañeros de calle.

—Es verdad. Googlealo. Poné Ernesto "El Bombardero" Sena. Nosotros aprendimos de él. Y además un vecino nos enseñó artes marciales mixtas.

En Google aparecen algunas notas de Sena. Por la foto, no parece el mismo.

En el récord de boxeador de Sena figura que peleó por la corona mundial de la categoría mediano de la Organización Mundial de Boxeo en Canadá frente a Ottis Gand, ante quien perdió por puntos. También combatió en Londres ante Gary Strech en 1989 y en Sudáfrica frente a Tshuma Johnson. Perdió las dos peleas. Fue campeón sudamericano y su récord es de 35 triunfos (11 por nocaut), 11 derrotas y 4 empates.

—Peleé con Locomotora Jorge Castro, pero perdí.

—¿Cómo llegó a vivir en la calle?

—Una vez, saliendo de la Federación de Box con Locomotora, un policía me confundió con un ladrón y me requisó. Me puse loco y lo noqueé. Le quebré la mandíbula. Estuve preso y eso fue mi derrumbe. Esto fue hace más de diez años. Pero seguí cayendo. Laburé en una empresa de demolición, dando maza y maza. Todo pasó muy rápido. Murió mi esposa, me echaron del trabajo, perdí mi casa, perdí todo.

—Este no es Sena, se hace pasar por él —dice un anciano desdentado que pasa por la calle, vestido con piloto negro, de pelo largo y barba.

—Callate, viejo lacra —le advierte Sena—. Señor periodista, ¿quiere que le muestre el documento?

—No hace falta. ¿Peleó por el título en Londres?

—En Las Vegas, con Terry Norris. En el Caesars Palace.

—Pero en el récord que figura en Internet no figura esa pelea. Castro, en cambio, sí combatió con Norris.

—¿No me cree? Igual a veces se me va la memoria y mezclo peleas mías con las de otros. ¿Usted sabe que en cada cuadra vive un boxeador en la calle? Yo vivía en el banco. Me despertaba a las 9, cuando venía el primer empleado. Pero ahora no nos dejan dormir más en los bancos. Me faltan 200 pesos para poder alquilar una pieza.

El hombre, sea "El Bombardero" Sena o no, vuelve a ponerse en pose de boxeador. En guardia, uno o dos, gira, mete un cross de izquierda, luego se cubre la cara, con los codos pegados al cuerpo, gira como si la invisibilidad del frío, que hiere, fuera su rival. Los autos pasan y no llegan a entender la escena. El hombre golpea. Luego hace los movimientos de saltar la soga, pero sin soga. Después pide perdón, pero debe irse. "El frío puso nocaut a muchos compañeros de calle", dice el hombre. Y sale trotando por la avenida Corrientes, con rumbo desconocido. A lo lejos, se ve un patrullero y un camión que limpia con una manguera las calles de la ciudad. La partida del boxeador deja la cuadra en soledad. Y la noche parece aun más fría, desierta e implacable.

 
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