El joven pianista Juan Pablo De Lucca está orgulloso de su abuelo, pero sigue un camino musical diferente. En agosto dará un recital en el prestigioso Royal Concertgebouw de Amsterdam, donde suelen tocar Baremboin y Marta Argerich.
-Yo soy parte de mi pueblo y le debo lo que soy… ¡¡¡Hablo con su mismo verbo y canto con su misma voz!!!
Esta era la clásica frase de presentación de Alberto Castillo (Alberto Salvador De Lucca, su nombre real) el popularísimo "cantor de los cien barrios porteños". Como un santo y seña, durante tres décadas la modesta cuarteta se convirtió en un salvoconducto emocional que hacía estremecer a millones de argentinos.
A esta altura del siglo 21 es necesario decirlo: en la Argentina de los años 50 Castillo protagonizó un fenómeno de adhesión sólo superado por las masivas concentraciones políticas de la época.
El estreno de cada una de sus películas -fueron doce en total- provocaba clamorosas aglomeraciones en la puerta de los cines, con cortes de tránsito, avalanchas e inútiles esfuerzos policiales por mantener el orden. Sus presentaciones en los clubes y en los bailes de Carnaval convocaban multitudes. Y sus actuaciones en Radio Belgrano hacían colapsar la circulación, con varias cuadras de fila del público que en su enorme mayoría tenía que quedarse fuera de la emisora.
¿Cuál era el motivo de este fenómeno?
Castillo fue distinto a todos los cantores. Rompió con el estereotipo tradicional: caminaba por el escenario, balanceaba los brazos, utilizaba las manos para acompañar sus gestos, movía el micrófono. Y sobre todo, se comunicaba con el público estableciendo una relación de pertenencia. Por eso las multitudes lo sintieron como propio.
Esta personalidad arrolladora y su estilo exuberante provocaron que algunos críticos -y no pocos de sus colegas- lo consideraran vulgar y chabacano.
Sin embargo, puedo ofrecer dos pruebas de que Alberto Castillo era un artista extraordinario. Una, el testimonio de Aníbal Troilo, quien personalmente me dijo:
-Castillo es el único cantor de tangos al que nunca oí desafinar.
Esto no me lo contó nadie. Fue Pichuco quien me lo dijo un día, cuando salíamos de Radio Municipal.
Y la otra prueba de lo que fue Alberto Castillo como cantante, surge del testimonio de Edmundo Rivero. Una vez le pregunté:
-Leonel, ¿por qué no incluye el tango "Ninguna" en su repertorio?
-No, eso ya lo cantó Castillo. Nadie podría hacerlo mejor.
Con el permiso de los lectores, le daremos a esta crónica el formato de un espectáculo musical. Por eso les ofrezco esta pincelada de la película "El tango vuelve a París", de 1948, cuando Castillo -con la orquesta de Aníbal Troilo- le cantó "Ninguna" a Elvira Ríos:
(va "Ninguna" – Alberto Castillo)
Castillo -padre de tres hijos- tuvo once nietos. Uno de ellos se llama Juan Pablo De Lucca. Es pianista y desde Berlín, donde vive alternando con otras capitales europeas, me cuenta:
-Empecé a estudiar piano a los 8 años con mi abuela materna. Y dejé a los 11 porque quería tocar la guitarra eléctrica. Me enganché con el rock. Luego, cuando terminé el secundario, fui a la UCA a estudiar Composición, piano y música clásica con Antonio Formaro y Federico Wiman. Aprendí orquestación, contrapunto, audioperceptiva y composición…
Nacido en 1986, Juan Pablo pasó su adolescencia escuchando Guns n'Roses, Charly García y Los Beatles. Y también Mercedes Sosa:
-Es la cantante que más me llega, por lejos.
Sus preferencias musicales incluyen Sui Generis y Pescado Rabioso, pasando por Bill Evans. Y esa amplitud se reflejó en su contacto con los instrumentos:
-Una vez que entré a la facultad, mi abanico de opciones musicales se abrió. También empecé a viajar y de cada viaje traía un instrumento nuevo. Charango, flauta traversa, clarinete, tambores. Obviamente, no me daba tiempo para estudiar todo. Cuando empecé a dedicarme al tango me di cuenta que tenía que profundizar en el piano. Y de a poco me fui serenando.
-¿Y cómo llegaste al tango, después de tantas experiencias musicales?
-En un momento, a raíz de empezar a ir a las milongas, quise ver más en serio de qué trataba el tango. Lo llamé a Jorge Dragone, quien fuera pianista de mi abuelo durante muchos años y él, con una generosidad inigualable, me invitó a su casa y así fue que semana tras semana empecé a entender cómo se tocaba esta música. Él me mostraba los arreglos y cómo los tocaba. Me enseñó cómo leer una partitura de tango. Después continué mi formación en tango con Andrés Linetzky, Nicolás Ledesma, Pablo Fraguel y Julián Peralta. Y durante un tiempo con Beba Pugliese.
Todos estos estímulos desembocaron en un estilo en el que se reconoce su admiración por Osvaldo Pugliese:
-Para los músicos de mi edad, Pugliese es el que tiene mayor conexión con las armonías rockeras. Y él fue quien mantuvo el tango vivo, para que llegara a mi generación.
Un día, Juan Pablo se fue a Europa. Llegó a Noruega y junto a la bandoneonista Åsbjørg Ryeng, el violinista Karl Espegard y el contrabajista Sebastián Noya crearon el conjunto El Muro. Con ellos actúan los bailarines Cyrena Drusine (New York) y Steinar Refsdal (Oslo) y hace poco grabaron esta versión de "Nostálgico", de Julián Plaza.
Si el lector hace click aquí abajo, nuestra crónica ahora se transforma en show:
(va "Nostálgico" / El Muro)
Es razonable, casi inevitable, que un pianista argentino tenga swing tanguero. Pero me llama la atención que dos jóvenes noruegos tengan un sonido tan porteño. Y cuando se lo comento, Juan Pablo me contesta:
-Åsbjørg toca bandoneón desde que tiene 10 años, tuvo muy buenos maestros y también pudo estudiar con bandoneonistas argentinos. En cuanto a Karl, él estuvo viviendo un tiempo largo en Buenos Aires y de ahí lo tomó. Aparte, tiene un gran interés por nuestra cultura, por la expresión y el idioma. Al estar rodeado de argentinos, tarde o temprano lo termina agarrando…
-¿Cómo los conociste?
-A través de Facebook la conocí a Åsbjørg, quien justo en ese momentos estaba haciendo dúos de tango con Karl, bandoneón y violín. Karl acababa de volver de Buenos Aires y quería seguir tocando tango. Los contacté, hubo buena onda entre los tres y decidimos seguir con el proyecto. Ahora buscamos constantemente diferentes formas de tocar los tangos que amamos. Tratamos las melodías con un estilo más contrapuntístico, expandimos el lenguaje armónico y combinamos los tuttis y los solos de maneras más inusuales.
-¿Y las orquestaciones?
-Antes estaba más interesado en plasmar mi visión y sonido. Hoy intento que el resultado sea fruto de un trabajo grupal. Cuando cada miembro aporta su propia visión, el resultado es infinitamente más rico y complejo. Siempre me sorprendo con los resultados inesperados que aparecen en un proceso de creación colectivo y el total siempre es más grande que la suma de las partes. También me encuentro más abierto a tocar tangos tradicionales, aunque me interesa que siempre digan algo propio, que sean coherentes con la forma en que hoy vivimos, nuestra manera de entender la música, que no es igual a la de hace 50 años. Antes tal vez necesité distanciarme más del repertorio tradicional para encontrar mi voz. Hoy pienso, cómo diría mi abuelo, que el tango es el tango, no importa que sea de ayer o de hoy.
La referencia a Alberto Castillo abre el camino para una consulta casi obvia:
-El público europeo, los oyentes de tu música, tus propios compañeros, ¿tienen idea de quién fue Alberto Castillo?
-Los milongueros y la gente que conoce tango por supuesto saben quién es Castillo. Para lo músicos europeos, el referente es más bien Astor Piazzolla. Pero aún los que lo conocen se sorprenden de la magnitud de su figura cuando les muestro material audiovisual y documental de la época. Ser el nieto de Castillo para mí fue siempre una bendición y una alegría. Poder conocer a semejante artista y recibir parte de su legado me llena de orgullo. Y algunos de los tangos de nuestro álbum son parte del repertorio de mi abuelo.
En ese catálogo de canciones, Castillo incluía "Así se baila el tango", un tango que decía "Qué saben los pitucos, lamidos y sushetas, qué saben lo que es tango, qué saben de compás…". Era como un desafío, que él cantaba con aire provocador, apuntando a quienes resistían su estilo. A tal punto lograba su objetivo que más de una vez los últimos compases tenían el eco de una batahola en la platea. Mientras tanto, en el escenario, dominando la situación, Castillo rompía los moldes, se aflojaba la corbata, acompañaba la modulación con el perfil de sus manos y movía el micrófono como años después haría Elvis Presley.
Aquí lo pueden ver y escuchar, a los 43 segundos, luego de unos compases de "El choclo":
(va Alberto Castillo – "Así se baila el tango")
Ahora, disfrutemos de la versión que hoy, setenta años más tarde, hace su nieto tocando el piano en el grupo El Muro:
(va El Muro – "Así se baila el tango")
Tuve la suerte de conocerlo a Alberto Castillo. Y le hice un reportaje, que se publicó en la revista Gente en octubre de 1965. Recuerdo que era un torrente. Hablaba, se paraba, gesticulaba, se sentaba, me pegaba en la mano mientras yo tomaba nota, se volvía a parar. Y repetía un latiguillo:
-No sé si me entendés… No sé si me explico…
Se explicaba perfectamente, claro:
-Yo soy una necesidad. No soy imprescindible, porque no soy ni el pan ni los fideos. Pero soy necesario, transmito. El público me va a ver buscando algo y yo se lo doy. Algo simple, fácil. Lo mío no es adusto ¿Te das cuenta de lo que te digo? Yo causo euforia ¡A ver si soy como esos que tocan el tango para ellos! ¿Piazzolla? Se fue demasiado. No hay que tocar para después, hay que tocar para ahora. Emocionar. Y él hace pensar.
Conversábamos en su departamento de la calle Riobamba, pero era como si estuviera en el escenario. Iba, venía, movía los brazos:
-Yo triunfé porque canto como vos y como quieren cantar todos cuando se están bañando. A mí me cargaron mucho, decían que era un payaso ¡No señor! Si lo hago, por algo es. Yo asocio cada palabra con un gesto, coordino la inflexión de la voz y el movimiento muscular ¿O las manos no hablan? Y nosotros, los que tenemos la tanda, para qué te cuento ¡Yo tengo un tío que si le atás las manos no puede hablar!
Alberto Castillo era médico y su carrera artística lo obligó a dejar la medicina. Aunque aquella experiencia lo acompañó a lo largo de su vida artística:
-Cuando yo canto un tango lo pongo todo, porque lo siento. No podés hablar de un drama si nunca lo tuviste. Y que me vengan a hablar a mí de dramas, que me pasé cinco años de practicante en el hospital.
Ahora, su nieto toca tangos en Noruega. Todo es distinto: el ambiente, el clima, el idioma, el escenario, el sonido musical, la historia.
Sin embargo, Juan Pablo siente la misma vibración que su abuelo cuando el tango logra el milagro de la comunicación:
-A veces tocamos en pueblos muy pequeños y nos sorprendemos de la calidez del público. Hay clubes de tango en lugares totalmente impensados y es una grata alegría ser recibidos con tanta expectativa. El verano pasado tocamos en Senja, una isla que está dentro del círculo polar Ártico… ¡y la gente terminó bailando nuestra música, sin siquiera saber bailar tango!
Seguramente, el abuelo estaría muy orgulloso. Mucho más, si supiera lo que me acaba de contar Juan Pablo:
-Nos invitaron a tocar en el Royal Concertgebouw de Amsterdam… Es una de las mejores salas de concierto de Europa y habitualmente se presentan artistas como Martha Argerich o Daniel Barenboim…
El anuncio ya está en internet. El domingo 4 de agosto, a las 20 hs., el conjunto "El Muro" tocará en la Kleine Zaal del teatro más famoso de los Países Bajos.
No sabemos si asistirá la Reina Máxima. Aunque teniendo en cuenta que en su boda se escuchó "Adiós Nonino", de repente podría estar entre el público. ¿Saben por qué? Porque esa noche Juan Pablo De Lucca y su grupo van a interpretar "Milonga del Ángel" de Astor Piazzolla.
Sí, definitivamente, el abuelo Alberto no lo tomaría a mal.
Más aún, tampoco se enojaría conmigo porque cierro mi crónica-espectáculo con esta fantástica versión.
(va El Muro – "Milonga del Ángel")
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