Denunció a su ex 13 veces, él la golpeó salvajemente y quedó ciega: el desgarrador testimonio de una mujer que pide ayuda

Susana Gómez tiene 35 años. En 2010, su ex marido y padre de sus cuatro hijos, Carlos Goncharuk, la golpeó hasta provocarle una ceguera irreversible. Cuatro años después, la Justicia lo condenó a ocho años de prisión, pero en tres meses podría recuperar la libertad. “Ese hombre es un peligro social, puede agredirnos nuevamente. ¿Qué tengo que hacer para que me escuchen? ¿Aparecer muerta?”, dice

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Susana Gómez llegó a denunciar a su ex marido 13 veces por violencia
Susana Gómez llegó a denunciar a su ex marido 13 veces por violencia

Cae un chaparrón en la tarde plomiza de otoño y Susana Gómez, sentada con su bastón en mano en la mesa de un bar del centro de La Plata, se preocupa por sus hijos. Tiene cuatro -dos nenas y dos varones-, de entre 10 y 15 años. No quiere decir sus nombres "por un tema de seguridad". Se inquieta. Hace tiempo que ellos no ven a su padre, que está por salir de la cárcel en tres meses. No es que no lo ven: en realidad, no lo quieren ver.

Desde que Carlos Goncharuk golpeó salvajemente a Susana Gómez, hasta dejarla ciega, los chicos jamás lo visitaron en la prisión. "Quiero quitarle la patria potestad, ese tipo va a estar libre y sus hijos no lo van a perdonar nunca por lo que hizo", dice, con tono seco, mientras se acomoda los anteojos de estilo aviador que cubren buena parte de su cara.

Susana tiene cuatro hijos de entre 10 y 15 años. Su agresor podría quedar en libertad en tres meses
Susana tiene cuatro hijos de entre 10 y 15 años. Su agresor podría quedar en libertad en tres meses

Se aferra con fuerza al bastón, una vara de metal multicolor que sólo desplegará al momento de retirarse del bar. A su lado está Darío Witt, su abogado, titular de Casa María Pueblo, la ONG que representa legalmente a la mujer. "A mí me tocó decirle a Susy que la ceguera era irreversible –dice el letrado-. Fue un momento muy duro. Ella tuvo mucho coraje para recomponerse, hoy se puso al frente en la defensa de víctimas de violencia de género. Lo que queremos es que el agresor no salga de la cárcel y busque acercársele, pedimos medidas de protección".

Hubo un juicio y fue en 2014. Aquella vez la jueza Carmen Palacios Arias, a cargo del Tribunal Oral Criminal número 5 de La Plata, condenó a 8 años de prisión a Carlos Goncharuk. El Tribunal consideró suficientes las pruebas para establecer que el hombre, imputado por "lesiones gravísimas", había provocado la ceguera de Gómez tras darle varios golpes en la cabeza y en el cráneo. Antes del hecho, la mujer lo había denunciado 13 veces ante la justicia.

El agresor de Susana, durante el juicio (Télam)
El agresor de Susana, durante el juicio (Télam)

"El daño no me lo saca nadie, nunca más veré la cara de mis hijos. Pero estoy viva, y los tengo cerca. Ahora todo será diferente. Hoy se dio un giro en la justicia", dijo Susana entre lágrimas, después de la sentencia. Ahora dice que, aunque esté acompañada por su familia y por la ONG Casa María Pueblo, volvió a sentirse nerviosa como antes de la condena.

"Decir que no tengo miedo cuando él salga, sería mentir –aclara-. Estuve durante muchos años desamparada por la justicia, y el Estado nunca me escuchó ni me acompañó. Siempre dije que el Estado es tan responsable como Goncharuk de haberme dejado ciega".

La víctima junto a su abogado, Darío Witt
La víctima junto a su abogado, Darío Witt

Las agresiones de su ex marido habían sido sistemáticas. En julio de 2010, ocurrió el peor de los infiernos: Goncharuk le golpeó la cabeza contra la pared y luego contra una mesada. Eso le provocó el desprendimiento de retina en ambos ojos y le hizo perder la vista. Al momento del ataque, además, Goncharuk había violado una medida de restricción perimetral.

‘El daño no me lo saca nadie, nunca más veré la cara de mis hijos. Pero estoy viva, y los tengo cerca. Ahora todo será diferente. Hoy se dio un giro en la justicia’, dijo Susana Gómez, entre lágrimas, después de la sentencia

Susana, que lo había denunciado 13 veces por antiguas agresiones, tardó en hacer una presentación judicial por los golpes que la dejaron ciega. Había entrado en un estado de shock. Aprovechando la dilación, el agresor dijo que la víctima mentía porque buscaba separarlo de sus hijos. Pero la justicia no le creyó.

"Ella no acudió al médico de forma inmediata ni realizó la denuncia porque estuvo atemorizada. Fue un período en el que Goncharuk incrementó los golpes y las amenazas sobre ella y su entorno familiar. Ese retraso significó que se dificultaran recolectar las pruebas de lesión que sufrió, pero por tratarse de un hecho de violencia de género es algo normal. La víctima entra en un cuadro confusional, le cuesta romper el círculo agresivo, pero Susana lo pudo hacer y entonces la justicia pudo iniciar la investigación que derivó en este juicio", consideró en aquella oportunidad el entonces fiscal Fernando Cartasegna, para quien el testimonio de la víctima fue una prueba de "gran peso" a la hora de reconstruir "un tipo de violencia que es muy difícil de demostrar, porque ocurre en un fuero íntimo, de cuatro paredes".

En julio de 2010, ocurrió el peor de los infiernos: su ex le golpeó la cabeza contra la pared y luego contra una mesada. Eso le provocó a Susana el desprendimiento de retina en ambos ojos y le hizo perder la vista
En julio de 2010, ocurrió el peor de los infiernos: su ex le golpeó la cabeza contra la pared y luego contra una mesada. Eso le provocó a Susana el desprendimiento de retina en ambos ojos y le hizo perder la vista

Cuando recuerda aquel momento, lo primero que siente Susana no es reparación, sino bronca. "La gente cree que con llamar al 144 –la línea que atiende a mujeres en situación de violencia- o con ir a la comisaría a hacer la denuncia es suficiente. Si uno no cuenta con alguien que te ayude, no sirve nada. A mí el refugio para víctimas de violencia que hay en la Casa María Pueblo de La Plata me salvó la vida. Ahí me dieron representación legal gratuita, comida, pañales para mis hijos, son todas necesidades que las mujeres tenemos que resolver cuando hacemos la denuncia. ¿Adónde vamos sino? ¿A la calle? Por eso hay un montón de casos que terminan en muerte porque no pueden separarse del agresor".

Susana quedó ciega a sus 24 años; hoy tiene 35. Vive en Lisandro Olmos, en las afueras de La Plata, y trabaja en el Poder Judicial: consiguió un puesto a través de la Ley de Discapacidad. En su tiempo libre, además, es telefonista de la Casa María Pueblo. "Aprendí a ser solidaria, a brindarme por aquellos que me ayudaron y quiero acompañar a las víctimas que sufrieron tanto como yo", dice, y se acomoda en el sillón del bar, con el entrecejo fruncido. La lluvia ha cesado.

Es pequeña y tiene el pelo largo con rulos, peinado con raya al medio. Resopla. "Ahora pedí una reunión urgente con el procurador Julio Conte Grand. Lo condenaron a ocho años y el agresor sale varios años antes, pero también hay otro agravante. Cuando lo condenaron se le exigió que hiciera un curso sobre la temática de violencia de género y se negó".

“Aprendí a ser solidaria, a brindarme por aquellos que me ayudaron y quiero acompañar a las víctimas que sufrieron tanto como yo”, asegura Susana
“Aprendí a ser solidaria, a brindarme por aquellos que me ayudaron y quiero acompañar a las víctimas que sufrieron tanto como yo”, asegura Susana

Hace una semanas, acompañada por su abogado concurrió al despacho del juez de Ejecución de La Plata José Villafañe. Quisieron saber por qué aún la justicia no obligó a Goncharuk a realizar el curso. El juez dio evasivas. Susana se indignó. "Te recomiendo que te cuides cuando esta persona salga", le dijo Villafañe al despedirla. El efecto fue devastador: Susana quedó postrada unos días, deprimida, sin poder salir de su casa.

La gente cree que con llamar al 144 o con ir a la comisaría a hacer la denuncia es suficiente. Si uno no cuenta con alguien que te ayude, no sirve nada. A mí el refugio para víctimas de violencia que hay en la Casa María Pueblo de La Plata me salvó la vida. Ahí me dieron representación legal gratuita, comida, pañales para mis hijos, son todas necesidades que las mujeres tenemos que resolver cuando hacemos la denuncia. ¿Adónde vamos sino? ¿A la calle? Por eso hay un montón de casos que terminan en muerte porque no pueden separarse del agresor

"Planteamos ante la Justicia que hay un hecho gravísimo, porque al no hacer el curso sobre violencia de género el agresor estaría incumpliendo la condena –explica Darío Witt-. Nos consta que Goncharuk se ha negado a tratar y a revisar su conducta para intentar demostrar que va a cambiar su misoginia. Queremos protección total para Susana, más aún cuando se trata de violencia de género, en donde no sólo hay un alto índice de reincidencia y ataques, sino que en este caso en particular hay una víctima en un alto grado de vulnerabilidad debido a su pérdida de la visión".

“¿Qué tengo que hacer para que me escuchen? ¿Aparecer muerta?”, se pregunta Susana (Nicolás Aboaf)
“¿Qué tengo que hacer para que me escuchen? ¿Aparecer muerta?”, se pregunta Susana (Nicolás Aboaf)

La vida de Susana cambió drásticamente. Hoy dice que recuperó la alegría, pero que la sombra del horror nunca desapareció de su cuerpo. En los instantes más inesperados, dice que el ánimo cae por el suelo. A veces pierde dimensión del paso del tiempo, le cuesta imaginarse en el futuro, se le confunde el pasado con el presente. Lo que no quiere nunca más, sin embargo, es conformarse con un estado de espera. Y menos aún, lidiar con el desamparo como víctima de la violencia de género.

"Aunque tuve que lidiar con la ceguera, con todo lo que eso significa, antes de ese hecho me sentía una mujer que no me quería, estaba acostumbrada a sus insultos, él me aisló de mi familia, de mis amistades, no quería que tuviera contacto con nadie, y yo siempre fui muy independiente, sociable, tenía amistades –reflexiona, antes de salir a la calle para encontrarse con sus hijos-. Yo le creía que podía cambiar, y por eso volvía a casa, hasta que me dejó ciega. Hoy tengo un trabajo, otra vida, pero quiero que la Justicia me proteja de una vez por todas, que lo obligue a hacer ese curso porque sino ese hombre es un peligro social, puede agredirnos nuevamente. A mí, a mi familia, o a cualquier mujer con la que se trate. Sé que me siento acompañada por mi gente, pero no alcanza, el Estado tiene que estar presente de una vez por todas. ¿Qué tengo que hacer para que me escuchen? ¿Aparecer muerta?".

Fotos: Nicolás Aboaf

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