El 14 de abril de 1978 la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) hizo un informe sobre Guillermo Patricio Kelly —aquel inasible, e inmoderado, hombre político o de acción, o lobbista o conductor televisivo, ultraderechista o peronista— para el Fiscal General Adjunto Benjamin Civiletti, de la División Penal del Departamento de Justicia de los Estados Unidos. La razón era determinar si sus actividades violaban la Ley de Registro de Agentes Extranjeros (FARA).
Desde 1938 la FARA, enmendada años después, solicita básicamente que toda persona que resida en ese país y represente los intereses de una potencia extranjera "de manera política o casi política", informe a las autoridades federales sobre ese vínculo, sus actividades y sus finanzas.
La investigación sobre Kelly, de la que hay tres documentos desclasificados, llegó a complicar a la representación de Aerolíneas Argentinas, en el típico estilo opaco del personaje. En la maraña de fuentes, los agentes del FBI enfatizan —por formalidad, pero también las particularidades del caso—, a cada paso, que la confiabilidad de los datos es difícil de establecer.
El FBI pareció inclinarse por la hipótesis de que "las actividades de Kelly en los Estados Unidos parecían tener un doble propósito de relaciones públicas": por un lado, "persuadir al público estadounidense de que los 'derechos humanos' no eran un problema en Argentina" y por otro criticar la perspectiva opuesta del gobierno de James Carter. Se citó un programa en un canal hispano de Nueva Jersey donde Kelly habría pagado USD 5.000 por cada renta del espacio, en el que realizaba entrevistas, por ejemplo a un exiliado cubano anticastrista.
El DOJ solicitó que el FBI "verificara el calendario de publicación del tabloide Argentina, aparentemente publicado y distribuido por Kelly, la cifra de su circulación y la distribución geográfica, la identidad de las personas asociadas con su publicación, las fuentes de financiamiento y cualquier datos sobre Kelly, en particular aquellos que podrían conectarlo con personas u organizaciones dentro de Argentina".
Además de aclarar que, aunque apenas hablaba inglés, Kelly se hacía llamar también William Patrick, el DOJ sólo tenía otro dato para ofrecer como pista: la Casilla Postal 526, en la oficina de correos de la Calle 52, Radio City Station, en Nueva York. Kelly no tenía licencia de conducir en el estado, ni un domicilio que le permitiera ser hallado por la policía. Pero los agentes encontraron algo hablando con personas que lo conocían.
"Durante febrero de 1978, la Fuente 1, que ha brindado información confiable en el pasado, dijo que el número 6 de Argentina, de 1977, nombraba a Guillermo Patricio Kelly como director y a Humberto Guidi como co-director de esta publicación", constató el FBI. "La describía como una subsidiaria de Marchar, que tiene el registro 5.000.877 en Buenos Aires, Argentina".
Guidi había colaborado con Kelly largamente, y había sido director de aquella publicación de Kelly en su primera época. En un artículo de Marchar de 1974 se habían mencionado a ellos mismos, en sus años de simpatías peronistas, como el dúo que se había trepado a un campanario de iglesia en Recoleta para denunciar, con sus gritos destemplados, a Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas por la represión del golpe de 1955.
El número 6 de Argentina, que la fuente mostró a los agentes del FBI, tenía —según el memo— un artículo de César Tiempo, "Una visita a la casa de Balzac"; otro de Antonio Quarracino, entonces obispo de Avellaneda, "La iglesia argentina no está predispuesta a apoyar la aventura terrorista, ¿cómo puede ser así en los Estados Unidos?"; otra de C.S. Friedman, "Jimmy Carter defiende los derechos humanos y los soviéticos ofrecen armas a los terroristas africanos" y una última del capellán militar Guido Pesce, "Infiltración de la Santa Iglesia".
Curiosamente, la publicación solicitaba que las cartas de lectores se dirigieran al periódico amarillista The New York Post, y "requería que estuvieran firmadas y que se incluyera el domicilio del remitente", en una muestra de su indiferencia por la Regla de Oro.
El documento verificó que la casilla postal estaba a nombre del periódico Argentina y de Guillermo Kelly, ambos con domicilio declarado en 1472 Broadway. Y un hombre de negocios argentino radicado en Queens, con quien el FBI no había tenido mucho contacto antes, dijo conocer tanto la revista como al director.
Esa persona "expresó su creencia personal de que el periódico Argentina tenía el apoyo financiero del gobierno argentino": era la única manera en que podía explicar cómo se solventaban "los costos que supone semejante publicación" —unos 5.000 ejemplares impresos— dada "la falta de ingresos personales conocidos de sus editores".
El empresario observó que la revista asumía "una posición muy fuerte contra las políticas internas e internacionales que patrocina el presidente Carter". Recordó haber visto poco antes al indescifrable Kelly en un programa hispano "al estilo del de Johnny Carson", y aunque no había retenido qué había dicho le había quedado la impresión de que "Kelly aparentemente desea presentarse como una figura pública y formar opinión en la comunidad argentina en Nueva York".
El FBI también habló con alguien que valoraba a Kelly entre sus conocidos. "Dijo que durante la década de 1950 había sido jefe del partido nazi en Argentina". La simplificación daba cuenta del paso del personaje por la Alianza Libertadora Nacionalista, grupo de la derecha católica y antisemita que se convertiría en fuerza de choque del peronismo, aunque también contó —brevemente— con figuras que se vincularían a la Revolución Cubana como Rodolfo Walsh, Rogelio García Lupo y Jorge Ricardo Masetti.
"La posición política de Kelly es ahora anticomunista y antiterrorista", agregó otra persona, "y de conveniencia". Su perfil era el de "un oportunista político cuya postura está demasiado hacia la derecha". Según el empresario, la financiación de Argentina provenía de la dictadura. Sin un calendario preciso de salida, la revista podía circular mensual o bimestralmente, y hasta en forma de edición especial. Se enviaba por correo "a miembros del Congreso, varios funcionarios y personas prominentes en la comunidad argentina en los Estados Unidos".
Una quinta fuente discrepó: a la dictadura no le convenía la asociación con Kelly, y suponía que el dinero provenía de "amigos ricos". Lo recordaba como un furioso anticomunista, que había tomado personalmente fotos de las personas que protestaban en Nueva York contra una compañía de danza de Chile, entonces bajo la dictadura de Augusto Pinochet, y las había publicado "en un artículo contra su manifestación en su periódico Argentina".
El FBI siguió la pista del alojamiento de Kelly hasta el Hotel Taft (hoy Michelangelo), en la calle W 51st, cerca de la oficina de correos donde estaba la casilla postal de Argentina. Averiguó que viajaba mucho, también, excepto a Italia (donde los agentes conjeturaron que tenía problemas legales) y el bloque del este.
En los meses siguientes al primer informe, los investigadores hablaron con el subgerente del hotel Taft, Stefan Giesen, quien recodaba al huésped argentino que se dedicaba al negocio editorial y cada tanto repartía ejemplares de su revista: se había alojado allí, cada pocos meses, en general por una semana, con su mujer, en los dos años anteriores.
La pesquisa continuó al año siguiente. Otro memo del FBI, para el sucesor de Civiletti en la División Penal del DOJ, John C. Keaney, incorporó la cuestión de Aerolíneas Argentinas a la extraña trama. El abogado Lawrence Levine había almorzado con Kelly en el Harvard Club de la Calle 44 para que dejara de "usar el nombre y el logo de Aerolíneas Argentinas en un periódico publicado bajo el nombre de Argentina".
Levine trabajaba en el estudio Walsh y Levine, representante legal de la línea aérea entonces estatal. La empresa creía que "su imagen pública y sus perspectivas comerciales en los Estados Unidos" se veían "lesionadas por el uso de su nombre y logos que hacía Kelly, sin autorización, en su periódico".
El encuentro apuntaba a evaluar si Kelly estaba dispuesto a cooperar o si habría que iniciar una demanda legal. Pero lo que Levine observó durante la conversación le hizo pensar que necesitaría otra clase de enfoque:
"Levine dijo que Kelly fue poco cooperador. Su impresión de la conversación en general fue que Kelly le advirtió que no llevara el tema a los tribunales. Levine destacó que Kelly dijo ser un experto tirador y llevar siempre un arma consigo. Le dijo que era cinturón negro de karate. Afirmó que estaba preparado para morir con tal de evitar que los comunistas tomaran la Argentina. Afirmó que con el presidente Carter los Estados Unidos se estaban convirtiendo en un país comunista".
Por fin le dijo que no se molestara con la cuestión de representar a Aerolíneas Argentinas, ya que "no tenía poder sobre él porque sus contactos en Argentina eran superiores".
Levine se quedó sin ganas de tener "más contacto personal" con Kelly. Según los militares argentinos para los que trabajaba la firma de abogados, Kelly no tenía conexiones con el gobierno y los fondos para su publicación provenían de "ciertos sectores de derecha dentro de la marina argentina".
El abogado había averiguado dónde se imprimía Argentina: en los Talleres Gráficos Pan Americanos de Long Island City, en Queens. En realidad, la imprenta resultó ser Tri-Star Offset Corp, de Long Island City, en Queens. Allí Edgar Cali, gerente de ventas, recordaba a Kelly, un hombre que había pagado en efectivo, entre USD 600 y USD 700, la impresión de 6.000 o 7.000 copias de Argentina, la última vez en mayo de 1978. "Kelly le pareció un tipo sospechoso, y se había negado a recibir ayuda para preparar el envío postal del periódico".
Al seguir la pista de la armada, el FBI dio con "gente en la Marina, en particular un capitán [Roberto] Pérez Froio". Años más tarde Pérez Froio, que como director de Prensa y Difusión de la Cancillería de la dictadura tuvo a su cargo el trabajo forzado de secuestrados, fue condenado en la megacausa ESMA, y murió bajo prisión domiciliaria.
Pero, actualizó el FBI, la financiación se había cortado. Tiempo atrás Massera "se había convencido de que Kelly era contraproducente para la buena imagen de Argentina que se quería promover en los Estados Unidos". También mencionaba a un posible agente del Servicio de Inteligencia Naval (SIN, un grupo antagónico a Massera), de nombre Víctor Piñeiro, "encargado de prensa oficioso de la embajada argentina", que había firmado un artículo en el número 3 o el número 4 de Argentina.
La relación entre Kelly y Massera se rompió del todo poco después, cuando en 1982, en Buenos Aires, denunció en su revista Quorum a la logia P2, entre cuyos miembros incluyó al entonces almirante. También a otro responsable de las violaciones a los derechos humanos, Guillermo Suárez Mason, quien fue condenado por haber sido más antisemita que el propio personaje. Kelly le hizo juicio por haber dicho sobre él: "No me merece respeto, más ahora que está al servicio de los judíos". Por entonces Kelly había hecho unos viajes a Israel y dejaba caer el rumor de una supuesta colaboración con Mossad.
En un tercer documento el FBI prometió que elevaría la investigación para que se considerase a Kelly en violación de la FARA. También recordó que el argentino había sido investigado en 1967, cuando había ido a Miami Beach no precisamente de vacaciones: se sospechaba que iba comprar armas que serían enviadas a Brasil. Pero en aquel momento la agencia no había encontrado información que sustentara la pista.
Kelly murió en 2005, tras décadas de incontinencia en materia de denuncias, escándalos y ditirambos, a los 84 años. Sus últimas operaciones sucedieron en la televisión estatal, durante el gobierno de Carlos Menem, cuando condujo un programa llamado Sin concesiones.
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