"Mis primeros juguetes fueron las herramientas de mi viejo. Siguen siendo una pasión para mí", cuenta el escritor de novela negra Raúl Argemí, quien en 1971 integraba una célula militar del PRT-ERP.
A fin de año, Jorge Belomo, su responsable, lo encaró y fue al grano: "¿Vos sabés manejar un soplete?". Por entonces, ninguna pregunta le resultaba indiscreta a este muchacho platense que estaba cerca de cumplir 24 años y ya vivía con documentos falsos en una casa operativa. Argemí tocaba la guitarra, era apasionado del rock, había estudiado teatro en La Plata, su ciudad natal, pero la adrenalina le pasaba por la lucha revolucionaria. El resto eran diversiones o historia antigua.
Belomo escuchó la respuesta que esperaba:
-Sí, sé usar un soplete -. Argemí lo dijo con naturalidad pero lo que siguió no era tan sencillo.
-Vamos a expropiar un banco. Entonces vamos mañana mismo a una reunión donde estarán el resto de los compañeros que participan del operativo –dijo Belomo. Eso no era sopletear y hacer botellas.
Pasados 47 años, después de haber trabajado muchos años de periodista y de haber recorrido el circuito de la literatura negra tanto en España como en Argentina, Argemí le cuenta a Infobae los detalles de aquel operativo del ERP. Y lo hace con los trazos de autor, aunque no solo de esos relatos de ficción que lo llevaron a ganar dos veces el Premio Dashiell Hammet y que sus novelas hayan sido traducidas a más de diez idiomas.
El Banco Nacional de Desarrollo (BANADE), ubicado en Leandro Alem al 600 -plena city porteña- parecía inexpugnable. Sin embargo, un grupo del ERP se llevó, una madrugada y sin disparar un solo tiro, 450 millones de pesos. Mucha plata. Les llevó toda una noche lograr entrar a la caja donde estaba el dinero.
La idea del robo
-Al día siguiente fuimos "tabicados" a una reunión. Allí estaba Osvaldo "el Tordo" De Benedetti, que era el jefe la operación. Belomo era el segundo jefe –recuerda Argemí, quien agrega que tan o más importante que ellos era José Miguel Pais, un arquitecto que también militaba en la organización y debía precisar cada paso para que todo saliera bien.
La planificación había empezado muchos meses antes y fue posible porque dos empleados del BANADE –Oscar "el Gordo" Serrano y Ángel "el Turco" Abus– habían tomado contacto con el ERP afirmando que era posible sacar el dinero sin ser descubiertos.
Serrano era sereno en el banco y, además, tenía un taxi. Abus era ascensorista. Había que tener demasiada confianza o alta ingenuidad para pensar que dos empleados sin acceso a datos sensibles podían saber los mecanismos de relojería para vaciar un banco que estaba a seis cuadras de la Casa Rosada y una menos de la SIDE. El ERP, en años de violencia y utopías, tuvo esa confianza.
-Antes, ellos le habían ofrecido esto a las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), pero ellos pensaron que era imposible de llevar a cabo –cuenta Argemí, a sus 73 años, sin haber olvidado los detalles.
Un agujero inocente
En la casa donde se realizó la primera reunión estaban desplegadas herramientas de todo tipo. La más importante: un soplete de oxiacetileno. "En el soplete confluyen dos mangueras, la del acetileno –un gas altamente inflamable- y la del oxígeno, que permite la combustión. Ese soplete levanta hasta 3.000 grados y permite cortar acero", explica como si estuviera con la caja de herramientas del padre que le servían de juguetes en su infancia.
Trailer de "Seré millones" el documental sobre el asalto al BANADE
Abus y Serrano decían que la forma de llegar a la caja en el subsuelo, que parecía inexpugnable, era un detalle que ellos conocían por tener años de empleados en el banco. El subsuelo tenía paredes con barras aceradas, imposibles de romper. Sin embargo, hacía un tiempo, sobre una de las paredes habían hecho un agujero que se podía convertir en la llave que abriera la caja donde se guardaban millones de pesos.
"Según contaban Abus y Serrano, el agujero tenía un metro por 60 centímetros y ahí iban a poner un extractor de aire conectado a una chimenea porque el calor era tal que los empleados de seguridad de la caja no podían soportarlo. El compañero Pais era muy prolijo y quería ver cómo era ese agujero", cuenta Argemí.
Tiempo después supo que fue el cineasta Raymundo Gleyzer –también miembro del ERP- quien brindó una cámara Minox que usaba negativos muy pequeños con la cual Abus y Serrano debían sacar suficiente cantidad de fotos para confirmar que, una vez adentro del banco, los integrantes del comando podían cortar las rejas de hierro que tenía ese agujero, pasar por ese hueco para finalmente hacer lo más complejo: usar el soplete de oxiacetileno hasta abrir la caja y cargar los millones en bolsas de arpillera. Las fotos sacadas le permitieron a Pais creer que el plan era posible.
Pero había otro tema que zanjar antes de lanzarse a la acción. "La caja del banco era marca Bach –cuenta Argemí- y había un modelo nuevo muy sofisticado que era imposible abrir con soplete". Abus y Serrano tuvieron que husmear para saber si la caja del banco era esa. Una vez confirmado que se trataba de un modelo anterior, los jefes del operativo decidieron que era tiempo de ponerse en marcha.
Un plan nada sencillo
Debían entrar todas las herramientas en una camioneta similar a las del BANADE por el garage a las diez de la noche del sábado 29 de ese caluroso enero de 1972. Para eso, antes debían reducir al personal de guardia. Una vez adentro, los cuatro sopleteros debían llegar, a como fuera, hasta la caja donde estaba el dinero. No solo eso: aunque la hora tope eran las cinco y media de la mañana –porque a las seis entraba el nuevo turno de la guardia- pretendían vaciar también las cajas de seguridad.
Los otros cuatro miembros del comando debían quedarse con los guardias y relevar todos los movimientos que pudieran suceder durante ese tiempo. Uno, no poco importante, era esperar al casero quien, junto a su mujer y su hija, habían ido al cine ese sábado. El hombre, además, tenía problemas cardíacos, por lo cual Belomo, que era médico, debía lograr que el corazón del sereno soportara esa extraña situación.
"El Turco Abus era un tipo de barrio, se había hecho amigo de los de Seguridad aunque él no trabajaba en esa área y mucho menos durante la noche. Les dijo que había ganado la quiniela y que invitaba una cena", cuenta Argemí.
Las pizzas las llevarían los del comando del ERP, pero además de comidas, de una caja sacaría una pistola. "El único que podía oponer resistencia era el jefe de Seguridad pero la sorpresa fue tal que ninguno atinó a hacer algo", dice.
Adentro del banco
La camioneta la manejaba el arquitecto Pais, quien pasó a buscar a Argemí a la altura del parque Las Heras, en Palermo, a eso de las nueve de la noche. Argemí se quedó en la parte trasera tapado con una lona. Una vez que la guardia estuvo reducida, Pais ingresó con el vehículo. Bajaron las herramientas, se sumaron los otros dos sopleteros y pusieron manos al oxiacetileno.
"Algunos detalles menores permitieron que se concretara el operativo", cuenta Argemí. Se refiere a que una vez abajo, para evitar que sonaran las alarmas, habían cortado la luz. A Pais se le había ocurrido llevar un par de faroles "sol de noche" y un bidón de kerosene, sin lo cual hubiera sido imposible. El propio Argemí aportó la idea de llevar unos alargues de 30 metros de cable, que sirvieron para conectar la electricidad del piso de arriba a un ventilador que estaba cercano a los hierros que debían cortar con el soplete.
"El calor y sobre todo el olor levantado por el acetileno mientras fundíamos los hierros era tan intenso que había una nube tóxica", dice. Como se turnaban cada 15 minutos, dos de ellos fueron a recolectar matafuegos a todo el banco.
A las cinco de la mañana terminaron la faena. Había un montón de bolsas llegadas de las sucursales, con monedas y billetes chicos. Además de que en la caja muchos de los billetes estaban recién impresos. No podían cargar con todo. Y el tiempo no les dio como para entrar en las cajas de seguridad.
Salir de madrugada
Pasados treinta minutos de las cinco, con el sol alumbrando la ciudad vacía, la camioneta, manejada por "el Tordo" Debenedetti, salió cargada con las herramientas. Argemí, esta vez, iba sentado adelante. Alrededor de 450 millones de pesos fueron cargados en un Peugeot que estaba en el garaje del banco. Una vez que salieron los dos vehículos con cinco de los integrantes del comando, Belomo, Abus y Serrano se quedaron unos minutos para evitar que los de seguridad dieran aviso.
"Se iban a ir en el taxi de Serrano, estacionado a la vuelta. Pero algo tenía que fallar: la batería se había descargado, así que los tres tuvieron que irse a pie -cuenta Argemí-. El Tordo me dejó cerca de Constitución, yo vivía en Monte Chingolo y me tomé un taxi para llegar a la estación, pero el chofer me dijo que iba para el sur y me acercaba sin cobrarme extra. En el camino, para sacar conversación, le dije que debía ser jodido manejar taxi de noche. El tipo abrió la guantera y se vio una 45. Me dijo que era policía. Puse mi mejor cara de bobo. Me miraba por el retrovisor. Claro, yo tenía los ojos rojos y la cara desencajada de tanta nube tóxica. Antes de que preguntara algo le dije que estaba 'saliendo con una recién separada'. No fue necesario dar más explicaciones".
Abus, Serrano y el resto
Las fotos de los dos empleados del banco salieron en los diarios al día siguiente. Pero el ERP había tomado la precaución de que sus esposas salieran del país unos días antes mientras que a ellos los tuvieron en una casa durante un mes. Con documentos falsos y un prudente maquillaje salieron sin inconvenientes y se instalaron en Cuba. Ambos volvieron hace unos años a la Argentina para participar -como narradores y protagonistas -del docudrama de Luis Barone llamado "Seré millones".
Abus ya estaba con un cáncer avanzado y murió tiempo después. Serrano volvió a Cuba donde es profesor de arte. En cuanto a Pais, fue secuestrado en 1976. El Tordo Debenedetti fue detenido a fines de 1974 en Tucumán y asesinado de un tiro en la cabeza cuando el genocida Antonio Bussi lo hizo trasladar a esa provincia en julio de 1978. El médico Belomo también fue detenido desaparecido.
Argemí, narrador de ficción
"En un encuentro de escritores en Barcelona, me presentaron como el autor de novela negra que había robado un banco", cuenta. Una casualidad de ésas que parecen imposibles.
A Barcelona, Argemí fue a escribir y se rebuscó como camarero y repartidor de catering. Al mismo tiempo ejerció el periodismo y se vinculó con el mundo editorial. Tiene varias novelas publicadas y traducidas al francés al griego y a otros idiomas, entre ellas A tumba abierta, Patagonia Chu Chu, y El gordo, El francés y el Ratón Pérez.
-¿Vivís de la literatura? –preguntó Infobae.
-Me entra algún peso. Tengo una jubilación estrecha, vivo en un monoambiente alquilado, no tengo auto… -dice.
Podría agregarse que fue un ladrón de bancos sin interés en la plata que se llevaba. Ese dinero era para la organización, no para quienes realizaron el audaz operativo.
-¿Y qué recuerdos te quedan de esos años a los que sobreviviste?
-El que va a la guerra es uno. El que vuelve es otro.
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