Las secuelas emocionales del periodismo de guerra: "Lo único que pensaba era en suicidarme"

Hernán Zin es un documentalista argentino y director de la película "Morir para contar", en la que repasa el drama psicológico de los reporteros en zonas de conflictos bélicos. En una charla con Infobae, habló sobre los fantasmas que aún hoy lo persiguen y cómo aprender a convivir con ellos

Hernán Zin, durante una de sus producciones en África

"Fue el en 2013, era el día 11 en Afganistán. Yo había viajado allí justo después de haber grabado un documental sobre Barrabravas en Argentina, que había sido bastante duro. En ese día, con mi colega Jon Sistiaga habíamos realizado un informe sobre desactivadores de minas. Estábamos en un momento de descanso y así, como si nada, me dio mi primer ataque de pánico. Sólo quería encerrarme en algún lugar. No podía salir a grabar nada".

Hernán Zin es argentino, se radicó en Madrid en 1994 y a lo largo de la última década se consolidó como reportero de guerra. Hoy, después de haber sido testigo de situaciones límite de la condición humana, todavía intenta entender cómo esa pasión por el riesgo y por presenciar los conflictos bélicos condujo a una etapa de depresión profunda, de una crisis anímica cuyas secuelas todavía perduran, y lo llevó a tener una incómoda convivencia con pensamientos suicidas.

Zin es el director del documental "Morir para contar", que fue galardonado como la mejor película de su género en el Festival de Montreal 2018 y que desde hace dos semanas se consolidó como un éxito en la plataforma de Netflix en la Argentina. En su trabajo describe, junto al testimonio de decenas de periodistas y fotógrafos españoles de conflictos bélicos, cuáles fueron la secuelas emocionales de esa profesión tan particular.

Cómo detectar el peligro en el medio de una cobertura, cómo es el proceso de adaptación a la vida rutinaria en casa y cómo hacer para lidiar con los fantasmas de las experiencias vividas son algunos de los aspectos del periodismo de guerra que se trazan en el documental. También se narran las muertes trágicas de reporteros españoles, mientras cubrían conflictos.

"Mis problemas empezaron en el 2013 y continuaron durante cinco años de manera ininterrumpida. De hecho, ya sobre el final de ese período conocí el abismo profundo. Era 2017, había terminado de rodar 'Nacido en Siria' y me encontré en la oscuridad total. Estaba solo totalmente, sin pareja y, la verdad, lo único que pensaba era en suicidarme. Tenía 45 años y no encontraba el rumbo", le dijo Zin a Infobae desde Madrid, en diálogo telefónico.

"Todo me daba miedo, viví con mucha ansiedad. Y encima, ese miedo me bloqueaba y me hacía incapaz de poder salir en busca de nuevas experiencias en conflictos bélicos. Eso que tanto amé durante años, ya no lo podía afrontar. Y no sabía qué iba a hacer de mi vida. Me vi en lugares emocionales muy oscuros", agregó.

La posibilidad de ser testigo de los hechos más atroces de la humanidad genera un costo quizás demasiado alto para aquellos periodistas que cubren los conflictos bélicos. Escenas que se repiten en la cabeza durante años, momentos íntimos junto a las víctimas civiles de los conflictos y una dificultad enorme para poder volver a adaptarse a la vida personal una vez regresado a su hogar.

"Yo, cuando empecé en esto, sabía que me podían secuestrar, pegar un tiro o recibir una paliza. Eran riesgos a los que era consciente de estar enfrentándome, pero nunca pensé que las secuelas emocionales serían tales. Nadie te prepara para eso"., afirmó Zin.

En 2017, Hernán Zin decidió abandonar las coberturas en zonas de conflictos bélicos

En 2004, un escritor y psicólogo canadiense llamado Anthony Feinstein escribió el libro "Vidas peligrosas: la guerra y los hombres y mujeres que la cubren" (Dangerous Lives: War and the men and women who cover it), en el que desarrolló una investigación científica en base a entrevistas y testimonios de un centenar de reporteros que cubrieron conflictos bélicos y sus consecuencias emocionales.

"Lo que distingue a los periodistas de guerra respecto a otros campos de su profesión es la exposición repetida al peligro. Encima, estos periodistas no reciben una preparación previa para afrontar esas situaciones de violencia extrema, como sí puede ocurrir con policías o soldados. Es así, que son más proclives a sufrir problemas psicológicos después de su actividad", expresó el propio autor canadiense en una presentación pública.

Feinstein advirtió que el promedio de ataques de pánico y trastornos emocionales entre los periodistas de guerra es cinco veces mayor que el de un ciudadano ajeno al periodismo y el doble que el de policías que sufrieron traumas en sus carreras.

Así, el psicólogo destacó tres patrones de padecimientos habituales entre los periodistas de guerra:

Re-experiencia: hace referencia a reapariciones o flashbacks de escenas trágicas en el período posterior a sus coberturas de conflictos bélicos.

Anulación: Síntomas que llevan a un impedimento de poder regresar a las escenas donde se vivieron los traumas y una disminución de la capacidad de respuesta emocional ante personas o circunstancias.

Excitación: se refiere a respuestas del sistema nervioso central más exacerbadas respecto a lo habitual. Eso puede conducir a reacciones violentas aún en situaciones seguras. Este trastorno suele ser acompañado por problemas en el sueño, irritabilidad en el humor y problemas de concentración.

Netflix publicó el documental “Morir para contar” en más de 100 países

Hernán Zin logró alejarse de las coberturas de conflictos bélicos y pudo reponerse de la crisis emocional que tocó fondo hace dos años. Gracias a la ayuda de terapia y de nuevos proyectos audiovisuales y escritos, el hombre que trabajó en más de 50 países entre Africa, Asia y América Latina, logró encauzar su vida personal.

Así y todo, en la actualidad todavía recuerda las dificultades vinculares que le generó la cobertura de conflictos bélicos: ¿Cómo prestarle la atención necesaria a los problemas cotidianos del círculo íntimo después de haber sido testigo de atrocidades semejantes.

"En esos años entras en una fase muy especial y muy dolorosa. Entras en un mundo de soledad porque no perteneces a los lugares donde estuviste trabajando y cuando vuelves a tu hogar, todo te parece muy superfluo. Yo tuve que hacer un gran esfuerzo por aprender a valorar el sufrimiento de cada uno", le dijo Zin a Infobae.

El documentalista Hernán Zin junto al productor Olmo Figueredo tras ganar el Premio Platino por “Nacido en Siria”

Por la misma línea se mantuvo el periodista de guerra español David Beriain, quien en el propio documental "Morir para contar" reflexionó: "En psicología existe un concepto llamado umbral de excitabilidad, es la cantidad de impulsos que necesita tu cerebro para reaccionar. Evidentemente cuando estás en un conflicto, eso sube ahí arriba y luego llegas a casa y tienes que vivir ahí abajo y dices 'cómo hago esto'. (…) Tardas mucho en volver a conectarte con las cosas sencillas"

Y continuó: "Hay que entender que lo que vives en este tipo de situaciones tiene un precio. Y tiene unos efectos. El efecto es como un vaso en el que van cayendo gotas y al final se llena y se desborda y no sabes por qué. Finalmente necesitas ayudas y alguien te tiene que recordar que lo que hayas vivido tiene un precio. Muchas veces no nos permitimos los periodistas hacer eso porque nos parece obsceno hablar de nuestro dolor cuando hemos visto lo que hemos visto del dolor ajeno. Y por eso nos negamos a admitir nuestro dolor porque nos parece simple y sencillamente una gilipollez, pero es un dolor real y no hay dolores pequeños. Y el dolor es como un gas: por muy pequeño que sea, tiende a ocupar todo el espacio disponible".

Otro de los conflictos emocionales al que se enfrentan los reporteros de guerra es el del efecto real que tiene su trabajo sobre las propias personas o eventos que cubren. La mayoría de los periodistas y fotógrafos de guerra advierten su obligación profesional de retratar lo que ocurre en aquellos lugares del mundo, pero también son conscientes de que, pese a la exposición del tema que ellos generan, la vida de las víctimas de los conflictos no se verá demasiado modificada.

El documental “Morir para contar” retrata del detrás de escena de los periodistas de guerra

Manu Brabo, fotógrafo español ganador de un premio Pullitzer y quien fuera secuestrado en Libia en 2011, analizó ese factor en el documental "No me llames fotógrafo de guerra".

"Uno no deja nunca de plantearse que está ganándose una vida, haciéndose un nombre, labrándose una profesión, su futuro a costa de que haya un crío muriéndose delante de ti", afirmó.

"Es importante que por lo menos les digas las cosas a la cara a estas personas. Es una de las cosas que me planteo porque es lo único que me va a salvar: les digo 'no creas que voy a salvar tu vida, no creas que van a venir las Naciones Unidas y los van a salvar a todos, no creas que os van a mandar refuerzos los yanquis. No. Yo estoy aquí, voy a hacer las fotos e igual alguien las ve y quiere cambiar las cosas, pero lo único que voy a cambiar ahora mismo es mi vida. No voy a cambiar ni la tuya".

Hernan Zin reveló que todavía padece secuelas emocionales de sus coberturas en zonas de conflicto bélico

Unos seis años después de aquel primer ataque de pánico en Afganistán, Hernán Zin decidió, por el momento, no regresar a zonas de conflictos bélicos. Hoy busca enfocarse en el lanzamiento de una novela de ficción escrita y en un nuevo proyecto audiovisual rodado durante meses en Miami.

Sin embargo, esas cicatrices por las coberturas de los conflictos bélicos perduran: "Todavía sufro las secuelas. Yo hoy no puedo entrar a un ascensor, tengo que estar subiendo las escaleras de los edificios como un boludo. Tampoco puedo viajar en los asientos traseros de los coches ni en aviones pequeños", le reveló a Infobae.

"A mí me llevó mucho tiempo poder entender lo que me pasaba. Y hacer esta revisión, rodar este documental durante cuatro años fue, en cierto modo, una forma de curarme. Para mí, en un punto, fue una búsqueda del respeto hacia mí mismo y hacia lo que logré hacer en mis años de carrera".

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