La lengua afuera, caída hacia un costado. Los ojos perdidos en los movimientos del dueño. Respira agitado. Recibe una señal y sale corriendo como si en ello le fuera la vida. Cuando llega a su dueño, lo rodea, corre alrededor suyo en círculos, le acerca la cabeza y espera una palmada.
No es más que una escena al azar en la vida de Chonino. No es más, también, que una escena en la vida de casi cualquier perro. ¿No está sucediendo eso mismo en alguna plaza en este instante? Hoy, sin embargo, no es igual que todos los días: aunque el perro no lo sabe, en la Argentina se celebra su día. Y es justamente en memoria de Chonino, un pastor alemán que no solo estaba dispuesto a dar la vida por su dueño, sino que además lo hizo. Esta es su historia.
Nació el 4 de abril de 1975 en Buenos Aires. De raza ovejero alemán, aunque durante años se los conocía como "perro policía", por ser el tipo de animal que utilizaba la fuerza. Su destino estaba marcado: en diciembre de 1977 lo reclutó la Policía Federal Argentina para la División Perros. No hay registros sobre su vida antes de ingresar a la policía y tampoco se sabe por qué se lo bautizó Chonino, pero muchos años después su nombre se perpetuaría en letras de bronce en su propio monumento.
Después de completar su entrenamiento y ser adiestrado como perro de seguridad, Chonino fue catalogado como perro de presa, es decir, podía entrar en acción en situaciones de peligro.
Sin embargo, en sus primeros años tuvo operativos felices, si deja de lado que eran tiempos de dictadura militar. El más saliente: en 1978 en la inauguración del Mundial de Fútbol. Fue su primer servicio. Junto a la división de perros fue llevado al estadio de River Plate. Fue un partido aburrido, empate sin goles entre Alemania y Polonia.
¿Cuándo fue que el perro se convirtió en el mejor de los amigos? Hay distintas teorías y estudios al respecto. Durante mucho tiempo se creyó que el vínculo existe desde hace al menos 12 mil años, a causa de los restos que se encontraron de un perro en una tumba junto a un humano. Pero en el año 2015 surgió una nueva investigación que sostiene que la relación lleva ya más de 40 mil años.
¿Cómo empezó? ¿Como habría empezado, más bien? Los perros se habrían acercado al hombre y no al revés. Veían que así podían acceder a mejor comida que por sus propios medios. Y el humano, a su vez, aprovechó para tener un compañero de trabajo.
Con el tiempo, como en todo vínculo, hubo una evolución. ¿Como se explica sino que Chonino estuviera dispuesto a morir por un hombre? ¿Puede un entrenamiento instalar ese amor?
Desde su debut en el Mundial Chonino no dejó de prestar servicio. Finalmente, fue asignado al suboficial Luis Sibert, quien sería su guía en muchos operativos. En uno de ellos llega el peor final y el nacimiento de su mito.
Corría el año 1983. Exactamente el 2 de junio. Todavía faltaban unos meses para el regreso de la democracia, el 30 de octubre de ese año. Una serie de llamados a emergencias en el barrio porteño de Devoto requieren el patrullaje de la Policía Federal. La comisaría correspondiente al área es la 45. Allí están destinados Chonino y su guía, que salen a las calles ante el llamado de los vecinos.
Son el suboficial Sibert, el agente Jorge Ianni, y Chonino. Es de noche. Llueve. Cerca de las ocho de la noche notan algo extraño en la avenida Lastra y General Paz, dos personas sospechosas cerca de un comercio que se disponía a cerrar la cortina.
Los oficiales se acercan y piden a los sospechosos que se identifiquen. No sucede. En cambio, comienza una balacera. Todos resultan heridos: los dos policías de gravedad, los delincuentes en cambio logran huir.
Pero antes de que escaparan, y al ver herido a los dos oficiales, Chonino acata la orden de ataque y se lanza contra uno de los criminales. Logra desarmarlo, lo muerde, intenta a su modo detenerlo. El otro delincuente, asesino ahora, dispara contra el cuerpo de Chonino. La bala le atraviesa el torso. Escapan.
Dolorido, muy consciente de lo que lo esperaba, Chonino vuelve como puede hasta donde está tirado Sibert. Se acuesta sobre él, que también está gravemente herido, y ahí muere.
Cuando llegan los refuerzos a la zona y los paramédicos notan que Chonino tiene algo apretado entre los dientes. Lo toman. Un pedazo de campera que logró rescatar en su ataque. Y en ese pedazo de campera, el bolsillo con los documentos de uno de los delincuentes. Gracias a esa información, los dos serán detenidos cinco días después en la provincia de Buenos Aires.
El oficial Jorge Ianni también muere a causa de ese operativo. El suboficial Sibert, en cambio, sobrevive, después de varias operaciones y seis meses de lucha en el Hospital Churruca. Muere 24 años después, en el 2007, pero estará vivo cuando, en 1996, se instale el 2 de junio como el Día Nacional del Perro en homenaje a su fiel compañero.
Los restos de Chonino descansan en el Museo de la Policía Federal Argentina. Su monumento, una escultura de un perro feliz, está en el Cuerpo de la Policía Montada, en un pasaje con su nombre entre Salguero y la avenida Carlos Casares.
"A Chonino", dice, que dio su vida por salvar a su guía y amigo.
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