Eduardo comparte su oficina con algunas personas más. En las paredes hay mapas de Suecia con chinches que tienen datos de alto voltaje. Su computadora tiene dos pantallas, una común, que puede verse desde lejos o desde los costados. La otra, en cambio, está recubierta por un material que solo permite ver de frente y a corta distancia.
-¿Es porque maneja información confidencial? –pregunta Infobae.
-No. Es para no herir la sensibilidad de otras personas. De repente pasa una mujer, por ejemplo, que está limpiando el piso y le haría mucho daño ver las imágenes que yo tengo que ver durante horas y horas.
Eduardo Grutzky cambió de área. Siempre dentro de la Policía Nacional de Suecia: antes se dedicaba a lo que allá llaman crímenes de honor (de violencia familiar o de inmigrantes mayoritariamente de Medio Oriente) mientras que ahora integra la unidad que busca personas que se valen de las redes sociales para capturar a sus víctimas.
Son crímenes de carácter sexual cometidos contra niños. Pese a haber transitado como agente penitenciario y luego como policía, este nuevo destino le produce más vértigo. "Me di cuenta de lo que es meterte con la pedofilia", dice por teléfono desde Estocolmo.
El equipo que integra tiene policías tradicionales (equipados para neutralizar y capturar delincuentes) y otros que allá denominan "especialistas". Una mujer que trabaja cerca de él tiene la función de hacer las entrevistas con las víctimas. Eduardo, en cambio, interroga a los presuntos pedófilos: "Todo lo que hacemos se rige por protocolos y nuestro jefe es un comisario –un cargo muy alto en la policía-. Lo cual demuestra la importancia que adquirió este tema".
Para abordar a los presuntos criminales, recibe cursos dados por la misma policía. En el caso de los interrogatorios de los niños o niñas, en cada estación policial hay una habitación especialmente ambientada para amortiguar el estrés de las víctimas y crear un ambiente en el que puedan contar lo que les pasó. Las entrevistas se filman.
"En otra sala –explica Grutzky- está el fiscal, el representante legal del niño y gente como yo que manejo la parte técnica y luego tengo que dejar asentada una síntesis. La filmación queda para mostrar en las audiencias para evitar que los niños o niñas tengan que presenciar el juicio en la corte".
"Me mudé a esta sección y fue una verdadera ducha de agua helada –dice, tiempo después, con sangre fría. Yo había trabajado ayudando a víctimas, con personas que debían realizar una probation, en el áspero mundo carcelario. Vi cosas pesadas. Pero nunca me habían afectado psíquicamente. La pedofilia debe ser uno de los últimos tabúes para un ser humano", apunta. Lo afirma un hombre grandote, que ya pasó los sesenta años, con hijos y nietos, cinco convivencias en pareja y a quien de la Argentina le queda el recuerdo de su militancia juvenil en Montoneros, por la cual pasó muchos años en prisión.
En el caso de los interrogatorios de los niños o niñas, en cada estación policial hay una habitación especialmente ambientada para amortiguar el estrés de las víctimas y crear un ambiente en el que puedan contar lo que les pasó
Cómo dan con los pervertidos
Grutzky aclara algo que sorprende: "En Suecia existe la posibilidad de ser condenado por violación, aunque el delito sea cometido a través de internet. La ley no hace diferencias entre una violación física y la que se comete por vía digital". Lo dice alguien que pasa horas viendo el material que él y el equipo que integra requisa de los allanamientos una vez que tienen suficientes indicios para saber que un señor, con aspecto de buen vecino o una familia de aspecto armonioso, en vez de dedicarse a pescar salmones con mosca, dedica su paciencia a hacerse pasar por un niño y entablar vínculos a través del universo virtual.
"En la mayoría de los casos, los pedófilos son hombres y las víctimas son niñas. Por ejemplo, mi jefe me pasa el caso de los padres de una nena de siete años. Ellos hicieron la denuncia. La niña estaba jugando con la tablet un juego interactivo y entra en contacto alguien con voz infantil. A través de sucesivos contactos, esa voz le dice que se saque fotos de sus partes íntimas. Logro identificar al que se hizo pasar por niño. Ponemos en antecedentes al fiscal y este, a su vez, me envía un formulario con lo que debíamos conseguir. Había que allanar su casa y llevarse los dispositivos de ella. Allí vamos, una mañana bien temprano, un grupo equipado con armas y otros que hacen la búsqueda del material informático. Llevamos siempre un kit para tomar pruebas de ADN. Esa extracción de ADN se hace en la comisaría", cuenta Grutzky.
El hombre fue llevado a una prisión y allí Grutzky lo interroga. Le informa sus derechos, le dice que tiene derecho a un abogado. Algo curioso: el Estado paga los honorarios de los letrados, tanto de víctimas como de victimarios. Tienen una tarifa y el acusado puede incluso elegir a un abogado, que a su vez debe prestar conformidad. En paralelo, los técnicos forenses revisan el contenido de los dispositivos. Hay casos en los que se capturan miles y miles de fotos y películas, a través de un sistema de algoritmos se determinan cuáles son los materiales de pornografía infantil.
"En este caso, además, pudimos identificar a otros niños que este hombre había conseguido violar, siempre de modo virtual. En Suecia la legislación en materia de violación cambió. Antes se refería a los casos donde había violencia o sometimiento. Ahora no refiere solo al contacto físico violento sino que alcanza con que no haya consentimiento. Eso es para adultos. En el caso de internet alcanza con poner en práctica un grado de sometimiento que humille a las víctimas. Cuando un pedófilo logra que una niña -a través de juegos fraguados- sea engañada y eso la perturbe en su desarrollo. Eso es un delito de violación, concreto para la legislación sueca: reconoce acciones que no solamente impliquen la penetración o el sometimiento físico sino también otras acciones comparables", explica el experto.
En Suecia la legislación en materia de violación cambió. Antes se refería a los casos donde había violencia o sometimiento. Ahora no refiere solo al contacto físico violento solamente sino que alcanza con que no haya consentimiento
"Este tipo que les cuento tenía unos doscientos casos de crímenes contra niños por internet. Y hay muchos casos que no se pueden resolver en profundidad porque las víctimas no quieren o no pueden recordar", enfatiza Grutzky y agrega: "Hay niños y niñas más vulnerables que otros. Los que pasan mucho tiempo sin compañía de adultos y tienen contacto con los dispositivos electrónicos son más propensos a caer en manos de gente como esta. Están acostumbrados a jugar con otros niños y, un día, aparece un niño que no es tal sino un degenerado. Hay casos que producen repugnancia: cuando se trata de chicos que tienen enfermedades neurológicas o psiquiátricas y no pueden tener dimensión de los que les sucede. Una violación física deja secuelas graves. El pedófilo de internet deja un registro fílmico que puede acompañar a la víctima toda su vida, la violación virtual nunca termina".
Los labios pintados
"En esta unidad veo cosas espantosas. Tan brutales que parecen fuera de la realidad. Y un caso que me quebró hasta las lágrimas fue uno que, curiosamente, tiene una apariencia menos violenta. Se trata de una nena de diez años. El pedófilo la fue preparando, haciendo el grooming. Ellos en general no empiezan de modo grosero. Yo estaba viendo tanto material ¡un disco de 60GB! En las primeras 15/20 capturas que el tipo hizo no pasaba nada, la nena baila, le muestra sus mascotas… hasta que de repente la nena acerca al teléfono y se pinta los labios –dice Grutzky cuyo tono de voz parece revolverse en una pesadilla-. Me di cuenta de que el pedófilo le había entrado en la cabeza. Me puse a llorar delante de la computadora. No puedo con esa maldad. Podrá parecer absurdo o menor frente a las bestialidades que vi. Quedé paralizado un día", cuenta desde Estocolmo el experto.
Después de un silencio, el policía sueco cuya vida fue atravesada por la militancia política, que vivió en Israel con trabajos ocasionales, que se formó académica y profesionalmente en la esfera de Seguridad en Suecia hace una pregunta retórica: "¿Qué nos mueve?". Y se responde solo con otra pregunta: "¿Lo que me impulsa es el amor a la humanidad? La verdad es que lo que me hace levantarme a las cinco de la mañana para ir a buscar pedófilos es el odio".
Defensa y condenas
Al margen de las emociones y odios que generan quienes cometen estos delitos, los acusados tienen plenitud de derechos. Los abogados defensores de las partes son pagados por el Estado sueco. Hay tarifas y las propias cortes se ocupan de proponer letrados que puedan hacer bien su trabajo para que ellos puedan llegar a un fallo ecuánime. Cobran hasta cuando tienen que desplazarse o pierden tiempo.
"Seas rico o pobre podés tener el mismo abogado. No son defensores públicos sino profesionales independientes. Es una parte fascinante del Derecho Penal sueco. En la esfera de la legalidad, Suecia sigue siendo un ejemplo contundente de igualdad ante la ley", sostiene el argentino.
La condena mínima por violación –no solo por internet sino cometida de cualquier modo- en Suecia es de dos años. El cumplimiento efectivo debe ser de dos tercios. En casos de delitos que no llegan a violación puede ser incluso de algunos meses.
Al margen de las emociones y odios que generan quienes cometen estos delitos, los acusados tienen plenitud de derechos. Los abogados defensores de las partes son pagados por el Estado sueco. Hay tarifas y las propias cortes se ocupan de proponer letrados que puedan hacer bien su trabajo para que ellos puedan llegar a un fallo ecuánime. Cobran hasta cuando tienen que desplazarse o pierden tiempo
"Hubo un tipo al que se comprobó que había atacado a 150 niños (por internet), recibió seis años de condena. Ese tipo era médico. En vez de médico a domicilio, acá hay un sistema por el cual se hace por video, tipo Skype, al cual se ingresa con código de identificación bancaria. El médico puede ver así la historia clínica del paciente. Este médico se las ingeniaba para que los padres les mandaran fotos de partes íntimas de los niños o niñas con la excusa de una revisación exhaustiva", detalla.
-¿Qué pasa cuando llegan a la cárcel y el resto de los detenidos se enteran de los motivos?
-Los delincuentes comunes, pese a ser asociales, tienen al menos de la boca para afuera que los delitos sexuales contra los niños son inaceptables. En general se los envía a centros de detención donde entran poco en contacto con otros detenidos. Les cuento algo que me pasó a mí cuando trabajé en prisiones. Un día llegué, me puse el uniforme, agarré el gas lacrimógeno, una radio, todo muy tranquilo y sonó la alarma. En pantalla podía ver dónde se había activado y salí a toda velocidad. Había llegado antes una mujer penitenciaria. A un tipo –pedófilo- le habían tirado una olla de un producto tipo quaker. Estaba con quemaduras en todo el cuerpo –dice.
Grutzky cuenta que hay protocolos para el tratamiento de estos delitos. En el servicio penitenciario existen programas de "tratamiento". Recientemente se han retirado al menos partes de estos programas ya que descubrieron que los detenidos que pasaban por el programa cometían más delitos al salir que aquellos detenidos que no habían pasado por esos "tratamientos".
"Esto también te muestra la decadencia de esta sociedad", dice el policía.
Atención psicológica
Por teléfono y a 12.000 kilómetros de distancia, el diálogo de Grutzky con Infobae parece más breve que los 75 minutos de comunicación. Aunque module la voz con serenidad, aunque tenga un lenguaje preciso, Grutzky deja entrever la perturbación que significa trabajar a diario en estos delitos, con el agravante de tener que mirar el material de pedofilia capturado en las redes sociales, a través de datos de inteligencia, denuncias, programas con algoritmos de última generación.
-¿Tienen apoyo psicológico?
-No toda la policía tiene supervisión psicológica constante. En nuestro caso sí. Y con cierta periodicidad nos juntamos en grupo con algún profesional de la salud mental para sacar afuera lo que te causa lo que hacés, cómo te afecta, cómo estás cuando llegás a tu casa y tratás de ser una persona normal.
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