Durante las primeras horas del Cordobazo, un asesinato abrió una jornada en la que la violencia se propagaría por las calles. La noche del jueves 29 al viernes 30, las acciones se concentraron en el Barrio Clínicas. Las patrullas del Ejército daban vueltas por los alrededores, pero cada vez que intentaban avanzar hacia el corazón del barrio eran recibidos por disparos, molotovs y bulones. En los techos se habían apostado algunos francotiradores.
El gobierno intentó imponer la idea de que eran guerrilleros urbanos armados. Los sindicalistas dijeron que eran infiltrados de Tacuara y otros grupos de extrema derecha que disparaban con fusiles. Y los estudiantes explicaron que, si bien podría haber algún compañero con un arma de bajo calibre, como un rifle del 22, la mayoría de los disparos y explosiones se produjeron desde los patios interiores de las casonas donde funcionaban las pensiones y que tenían como objetivo intimidar.
Lo cierto es que desde la madrugada y hasta bien entrado el mediodía del día siguiente hubo varias víctimas. Las cifras oscilan entre la que dio el dirigente sindical Agustín Tosco que fue de 34 muertos y cerca de 500 heridos y la del gobierno provincial que habló de 12 muertos -todos civiles, salvo un cadete de la escuela de Suboficiales de Aeronáutica-, 93 heridos, entre los que figuraban 52 civiles (42 de bala), 38 policías (14 de bala) y 3 soldados alcanzados también por disparos y varios centenares de lesionados.
Las informaciones proporcionadas por activistas y vecinos, recopiladas por el militante Aníbal Córdoba (un seudónimo), afirman que en el barrio Yofré fue asesinada una mujer a sangre fría por el subcomisario de la Seccional 13 que disparó desde un patrullero; en el Barrio Talleres un gendarme disparó y el tiro terminó con la vida del obrero Sakillán, que estaba acompañado por su hijo pequeño; frente a la Plaza San Martín un suboficial tiró contra un joven turista, Marcelo Terza, que se asomó a la ventana de su habitación en el hotel Sussex de la calle San Jerónimo. El Ejército dijo que se trataba de un francotirador.
El periodista Carlos Sacchetto, corresponsal durante muchos años del diario Clarín en la provincia y que en ese entonces era un muy joven cronista de Radio Universidad, da la siguiente versión: "El primer muerto, como todas las crónicas lo dicen, fue el obrero Máximo Mena que cayó por una bala policial en San Juan y Arturo M. Bas. El segundo fue un hombre mayor en la zona de Tribunales al que sorprendió la represión y murió de un paro cardíaco. El tercero fue un turista curioso al que le disparó un policía en la recova del hotel Sussex, en San Jerónimo y Buenos Aires, y murió en el Hospital San Roque. Y el cuarto fue un estudiante del interior de la provincia, a quien baleó el Ejército a la noche en el barrio Clínicas mientras actuaba de francotirador. Hubo unos 170 heridos, más de 300 detenidos y daños incalculables en ese momento".
"Dos años después, en 1971, y mientras preparábamos un programa periodístico especial, revisamos junto al colega Luis Mónaco -luego secuestrado y desaparecido en 1978- la nómina de defunciones en el Registro Civil de Córdoba. Y no hallamos evidencias de otros muertos a causa del Cordobazo", agrega.
A las ocho de la noche, activistas de Luz y Fuerza cortaron la energía eléctrica de casi toda la ciudad. El clima era fantasmal y lo único que se veía era el fuego de las fogatas. Había mucho humo en el aire y por debajo se escuchaban las sirenas de las ambulancias y los patrulleros.
Apenas amaneció, los soldados comenzaron a buscar a los líderes sindicales. El primero en caer fue Elpidio Torres que había ido a dormir a un local de SMATA. Cuando llegaron a la sede del sindicato de Luz y Fuerza encontraron a Tosco y otros siete delegados. Antes del mediodía unas mil personas se congregaron cerca de la Plaza San Martín, en pleno centro. Y comenzaron a desarrollarse pequeños actos relámpago y asambleas de vecinos en toda la ciudad.
El Ejército seguía patrullando a pie y en carros de combate. Algunas columnas de trabajadores intentaron nuevamente bajar por la avenida Colón, pero fueron dispersados en minutos. Desde las radios se instaba a obedecer el toque de queda y quedarse en las casas a menos que tuvieran una emergencia.
El barrio Clínicas siguió en manos de los estudiantes por buena parte del día. La gente alcanzaba agua y mates a los soldados que estaban en las esquinas y les pedían que no dispararan a los estudiantes porque "son todos buenos pibes, pibes como ustedes". A las seis de la tarde se dieron a conocer los primeros fallos de los "tribunales militares". Torres, Tosco y Canelles, recibieron penas de entre 8 y 10 años de prisión. Todos los presos sentenciados fueron enviados esa misma noche a la cárcel de Santa Rosa y unos días más tarde a la de Rawson, en Chubut.
"Ese 29, cuando empezó a oscurecer, me acordé que mi hermana estaba en una casa del Barrio Clínicas donde estaban concentrados varios compañeros, entonces fui, e intenté ingresar al barrio por el puente Santa Fe. Era una oscuridad total. Ahí estaban los bomberos", recordó Carlos Scrimini en una entrevista con LaTinta.com
"Cuando voy ingresando por el puente Santa Fe veo las trazas de las balas que pasaban por la Santa Rosa, y digo: ¿Qué hago? A mi hermana me la había encargado mi padre, estudiaba medicina, vivía conmigo, y yo la había dejado en eso que era tierra de nadie, oscuro. Se escuchaban balazos. Cuando paran las balas me cruzo, y en la esquina había un bar donde había viejos que jugaban a los dados, todo lleno de vidrios. Cuando iba caminando por la galería veo que salen de bomberos, los militares. Entonces me meto en el bar, me dejan entrar los viejos. Me quedo contra el vidrio y veo pasar a todos los compañeros de la Federación Juvenil Comunista que habían estado en la casa. Los llevaban los militares, y entre ellos estaba mi hermana. Así la vi (dice, y se pone las manos atrás de la nuca). Fue terrible para mí. Mi hermanita. Mi papá me iba a matar. Me sentí muy mal, y ese día terminó para mí mal. Los llevaron al Tercer Cuerpo del Ejército y los tribunales militares los empezaron a juzgar, condenar. Me fui a mi casa a ver si estaban mi mujer y mi hijo, y ese mismo día abandoné ese departamento porque sabía que iban a venir por mí", agregó.
El 30 no salieron los diarios cordobeses ni llegaron los de Buenos Aires. Para el mediodía la ciudad ya estaba acordonada por el Ejército y nadie podía abandonar o entrar en el casco céntrico y la primera periferia. Los estudiantes siguieron resistiendo en el barrio Clínicas, aunque los disparos o los enfrentamientos fueron cada vez más esporádicos. Unos mil manifestantes se volvieron a congregar, enfrentaron a la policía y reconstruyeron dos barricadas. Se dispersaron y un rato más tarde, unos quinientos marcharon por la calle Rioja hasta la Cañada.
Al caer la tarde, un comando de militares entró en el Hospital de Clínicas y terminó con el último foco de resistencia que allí quedaba. Detuvieron a unas trescientas personas. En unas pocas horas, ciento cuatro de los arrestados fueron enjuiciados sumariamente por los tribunales militares. Para la noche, Córdoba volvió a estar envuelta en una paz de cementerio. El humo de la pólvora y las gomas quemadas habían producido una bruma que cubría la ciudad como una cúpula. Regía el toque de queda desde las 20 hs. Había cortes de luz en muchos barrios y las patrullas de los soldados eran incesantes.
El sábado 31 amaneció diáfano y el sol iluminaba las sierras. Había un silencio que no se percibía de esa manera en Córdoba desde la época de la Colonia. Habían cesado las protestas. La mayoría de los líderes estudiantiles y obreros se refugiaron con parientes y amigos para evitar las detenciones. Los soldados buscaban casa por casa a los dirigentes más destacados. Al mediodía llegó a la ciudad el jefe del Ejército, el general Alejandro Lanusse, para interiorizarse de lo sucedido y ponerse delante de los micrófonos con pose de "gran pacificador".
Las dos CGT lanzaron un comunicado conjunto condenando la represión, declarando el 2 de junio como Día de Duelo por los Caídos y una nueva huelga general de treinta y seis horas para el 17 y 18 de junio. El domingo, los vecinos salieron masivamente a la calle para limpiar lo que había quedado de las barricadas y que no se habían llevado los camiones del Ejército. El gobernador Caballero, que presentó su renuncia poco después, hizo una evaluación de los daños y dio la cifra exorbitante para ese momento de 5.000 millones de pesos en pérdidas. Un estudio posterior realizado por un equipo de economistas liderado por el ex ministro Francisco Delich, y que es considerado el más cercano a la realidad, llegó a la conclusión de que las pérdidas habían alcanzado los 351.811.900 pesos moneda nacional.
Los empresarios de la Confederación General Económica y la CGT participacionista vieron el Cordobazo como "el resultado de la aplicación de una política económica y social liberal que, por no contemplar los costos sociales, generaba tensiones que se habían acumulado y que finalmente explotaron". Propusieron armar una alianza social entre algunos sectores de las Fuerzas Armadas, los empresarios nacionales y los trabajadores.
Para los militares nacionalistas -y en coincidencia con varios de los grandes medios periodísticos y buena parte de la clase media-, todo ocurrió por "la falta de autoridad del gobierno de (Juan Carlos) Onganía" frente a lo que veían como un avance del comunismo. Desde el punto de vista de la izquierda peronista y los diferentes sectores de la izquierda marxista, el Cordobazo era el comienzo de la revolución social que conduciría al país hacia el socialismo.
Los partidos políticos tradicionales, desde el radicalismo hasta el peronismo ortodoxo y los socialistas, creían que la violencia social tenía su raíz en la falta de democracia y que por lo tanto había que levantar la prohibición de los partidos, llamar a elecciones y "reencauzar las instituciones del sistema republicano". Para los sectores liberales más tradicionales, el Cordobazo representaba "la pérdida del orden y la confirmación de la imposibilidad de consolidar un modelo económico de crecimiento y de estabilidad sobre la base de los valores nacionales".
El general Lanusse explicó posteriormente su visión: "Si bien los elementos subversivos actuaron y, en algún modo, marcaron el ritmo, fue la población de Córdoba, en forma activa y pasiva, la que demostró que estaba en contra del gobierno nacional en general y del gobierno provincial en particular". Para Tosco, "el Cordobazo es la expresión militante, del más alto nivel cuantitativo y cualitativo de la toma de conciencia de un pueblo, en relación a que se encuentra oprimido y a que quiere liberarse para construir una vida mejor, porque sabe que puede vivirla y se lo impiden quienes especulan y se benefician con su postergación y su frustración de todos los días".
Pocas horas más tarde cayeron dos ministros clave de la dictadura de Onganía. El general Imaz, ministro del Interior y hombre de confianza del presidente de facto, y el ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena, presentaron la renuncia. Este último fue reemplazado por José María Dagnino Pastore, un técnico que no tenía el apoyo ni de la CGE ni la CGT ni de los grandes industriales. Rápidamente disminuyeron las inversiones y se aceleró la inflación.
Los militares liberales comenzaron a planear el desplazamiento de Onganía del gobierno. La situación se fue agravando por una serie de otros levantamientos populares en la mayoría de las provincias. La dictadura estaba acorralada. El hecho decisivo, que precipitó la caída de Onganía, fue el secuestro del general retirado y ex presidente Pedro Eugenio Aramburu en mayo de 1970 por parte de los Montoneros. El 8 de junio, la Junta de Comandantes dio a conocer un comunicado en el que anunciaba que "las Fuerzas Armadas no estaban dispuestas a otorgar un cheque en blanco al Poder Ejecutivo Nacional". Finalmente, esa noche, Onganía fue reemplazado por el general Lanusse.
El Cordobazo quedaría en la memoria de los argentinos y marcaría una época. Sus consecuencias políticas y la división que provocó en la sociedad argentina continúan hasta 50 años más tarde.
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Segunda entrega: Bastones largos en la Kaiser: los días de agitación, revueltas y muerte que desembocaron en el Cordobazo
Tercera entrega: Huelga, interna sindical y tensión en las calles: cómo fueron las horas previas al Cordobazo
Cuarta entrega: Un asesinato en la calle, una acción desesperada y fuego: cómo fueron las primeras horas del Cordobazo