Cincuenta años después, una serie de mitos recubre al Cordobazo, esa inesperada rebelión popular protagonizada por una clase obrera moderna, joven y bien paga que durante un día y medio se adueñó de Córdoba, hirió de muerte a la dictadura del general Juan Carlos Onganía y convenció a los grupos guerrilleros de que la revolución vendría desde la ciudad y no desde el campo, como había señalado el Che Guevara.
El Cordobazo comenzó el 29 de mayo de 1969 a las 10 de la mañana como un paro activo por 36 horas; los trabajadores salieron de las fábricas y los negocios y marcharon encolumnados hacia el centro de la ciudad, listos para el combate callejero, según explicó en mi libro ¡Viva la sangre!, que está ambientado, precisamente, en Córdoba. Esa ciudad era considerada en aquellos años como "la capital de la Patria Socialista"; la frase es de Agustín Tosco, líder de Luz y Fuerza.
Tosco, un sindicalista de izquierda, fue uno de los organizadores de la revuelta aunque no el principal, según Lucio Garzón Maceda, un socialista independiente, abogado histórico de los sindicatos peronistas de Córdoba y a nivel nacional. Garzón Maceda estuvo en la cocina del Cordobazo: "Los actores decisivos del Cordobazo fueron el Smata, la UTA y Luz y Fuerza, en ese orden de importancia".
La izquierda levanta la figura exclusiva de Tosco, pero Garzón Maceda y otras fuentes indican que eso no fue así. Es que el sindicato más fuerte era el de los mecánicos; la industria automotriz se había convertido en el sector de punta de la economía nacional, con una base decisiva en las afueras de la ciudad de Córdoba. El gremio estaba liderado por Elpidio Torres.
El otro gremio relevante era el de los colectiveros, cuyo secretario general era Atilio "El Negro" López, que también lideraba la seccional Córdoba de la Confederación General del Trabajo. Eran sindicatos que, luego de la caída de Juan Perón, se habían renovado y estaban encabezados por gremialistas autónomos y rebeldes, enfrentados con la CGT nacional.
Según Garzón Maceda, "el objetivo fue romper la llamada Paz de Onganía en favor de la vuelta a la democracia, sin la proscripción del peronismo, y de la introducción de cambios en el modelo económico. La idea era desgastar al gobierno".
Los sindicalistas fueron muy astutos: hicieron como si se trataba de un simple paro con movilización hacia el centro de la ciudad para asistir a un acto, pero habían previsto la represión de la policía y se habían preparado con bronca y esmero para el combate callejero.
López y Torres comenzaron a pensar en esa jugada luego de un paro de los colectiveros, el 5 de mayo de aquel año, que fue tan sorpresivo como masivo. La bronca se hizo más intensa el 14 de mayo cuando los trabajadores del Smata reaccionaron frente a la brutal represión de una asamblea en el estadio de box Córdoba Sport Club con la rotura de vidrieras en el centro de la capital y el intento de quemar un ómnibus policial. "Ellos dos se plantean la necesidad de darle un escarmiento al gobierno, proyecto del que participan más tarde a Tosco", dice Garzón Maceda.
Torres, López y Tosco habían planeado esa lucha en detalle, pero no esperaban que ya las 14:30, la policía se refugiara en la jefatura y en la Guardia de Infantería por falta de gases y abundancia de miedo.
Durante varias horas la ciudad estuvo en manos de unos diez mil manifestantes, hasta que el Ejército pudo controlar la situación. Ardieron barricadas en las esquinas, decenas de automóviles fueron incendiados y la ciudad pasó la noche a oscuras; fue allí cuando aparecieron misteriosos francotiradores que mantuvieron a raya a los militares.
En total, hubo cuatro civiles muertos: un obrero baleado por la policía (Máximo Mena, trabajador de IKA); un anciano que murió de un infarto; un turista víctima también de la policía, y un estudiante cuando hostigaba al Ejército por la noche como francotirador, según las cuentas del periodista Carlos Sacchetto, que cubrió esa noticia. Ciento setenta personas fueron heridas, más de trescientas resultaron detenidas y los daños materiales fueron inmensos aunque las autoridades no los calcularon o no informaron sobre ellos.
En síntesis, el Cordobazo tuvo tres etapas: comenzó como protesta obrera, se transformó en rebelión popular y terminó como insurrección urbana.
En todos estos años, brotaron mitos y fantasías alrededor del Cordobazo. Uno de ellos fue que los trabajadores estaban armados: no parece haber sido así; los francotiradores nocturnos no pertenecían a sus filas. Pero, sus hondazos con bulones de acero resultados muy efectivos contra la montada: cada policía con su caballo formaba un blanco perfecto para esos proyectiles, que, además, provocaban la caída de los animales si eran pisoteados.
Garzón Maceda desmiente otra de las creencias más difundidas sobre el Cordobazo: que resultó una expresión espontánea de los sectores populares, que no fue organizado por nadie. "Es un gravísimo error a veces por desinformación; otras veces, intencionalmente. Lo único inesperado fue la derrota completa de la policía. No se tenía la certeza, obviamente, de que se podría derrotar a la policía de manera tan determinante", afirma.
En su opinión, ésa fue la excusa que encontraron algunos grupos estudiantiles de izquierda para justificar luego su ausencia en aquellas jornadas de insurrección popular, de rebelión contra el orden establecido. "En las asambleas universitarias del martes anterior —sostiene— esos grupos habían planteado la no adhesión al paro 'para no hacerle el caldo gordo a la burocracia sindical'. Luego, para cubrirse del error político, argumentaron que 'el espontaneísmo de las masas había superado a los burócratas'".
Otro mito es el protagonismo de los universitarios a la par de los obreros, tanto que muchas veces se la califica como una rebelión obrero — estudiantil. Garzón Maceda explica que "fue un gran desorden organizado y conducido por el bloque hegemónico de la CGT Regional Córdoba, por los tres sindicatos más fuertes".
"La ciudad —explica— fue dejada en manos de una multitud de miles de trabajadores. Es entonces cuando los estudiantes empiezan masivamente a participar y es cuando comienza una exteriorización que va a mezclar indignación con creatividad popular, diría que hasta con alegría".
Garzón Maceda recuerda dos hechos risueños: "Unas monjitas en Plaza Colón se adhirieron al festejo comiendo masas previamente 'retiradas' de la Confitería Oriental, y los deudores de prendas de automotores de la agencia Citroën, cuyos títulos eran rotos en plena avenida Colón por un grupo de estudiantes que anunciaba ruidosa y jubilosamente el nombre y apellido de cada uno de los beneficiados".
Aunque en un rol subordinado, los estudiantes se destacaron en el armado de barricadas en las calles y en el lanzamiento de bombas molotov contra edificios y automóviles, y sumaron una táctica nacida de la inventiva criolla: enloquecieron a los perros de la policía soltando gatos que habían embolsado la noche anterior.
Los estudiantes aportaron lo suyo y lo disfrutaron mucho. "Vivimos una sensación de libertad plena; se rompieron las barreras culturales: todos hablaban en la calle como si fueran hermanos", recuerda Cecilio Salguero, que había llegado de Río Negro a estudiar Ciencia Política en la Universidad Católica de Córdoba (UCA).
Carlos Orzaocoa estuvo al lado de Tosco durante el Cordobazo: "Es algo que no me lo olvido más. El me reconocía como un activista estudiantil, principalmente", señala. Había nacido en La Pampa y se había mudado para estudiar Abogacía en la Universidad Nacional de Córdoba. "Había ya —cuenta— un movimiento obrero con una trayectoria de mucha politización y un movimiento estudiantil que también estaba muy politizado y muy deseoso de confluir con otros sectores, especialmente con la clase trabajadora, en otra perspectiva de país. En la dictadura de Onganía empezamos a contactarnos con sectores del movimiento obrero y conocí a Tosco. Él ya era un dirigente destacado; comenzamos a reunirnos en el local de Luz y Fuerza, que por su decisión estaba abierto para todos los estudiantes".
El Cordobazo impactó en los jóvenes que se habían politizado intensamente en los últimos años; los convenció de que había condiciones para la revolución socialista, y de que incluso podían acelerarla a través de la lucha armada, generando una vanguardia que ayudara o permitiera a la clase obrera derrotar a los aliados locales del imperialismo.
En tanto, los grupos que ya se habían decidido por la guerrilla tomaron al Cordobazo como una confirmación de que no tenían nada más que esperar.
La rebelión popular saldó una discusión clave: en nuestro país, no era el campo, como indicaban el Che Guevara y los cubanos, sino la ciudad el terreno más fértil para ese profundo cambio de estructuras.
Al año siguiente aparecieron los dos grupos guerrilleros más poderosos: Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo; Salguero fue uno de los fundadores de la guerrilla peronista en Córdoba; Orzaocoa, en cambio, prefirió el ERP, que surgió en el V Congreso del Partido Revolucionario del Pueblo como su brazo armado.
El Cordobazo también influyó en la presentación pública de Montoneros, que ocurrió justo en su primer aniversario, el 29 de mayo de 1970, con el secuestro del general Pedro Eugenio Aramburu.
Uno de sus integrantes cordobeses, el ex sacerdote Elvio Alberione afirma que "lo determinante en el surgimiento de Montoneros como tal es el Cordobazo, que demuestra que lo válido es la lucha urbana. Hasta ahí se pensaba más bien en el foco rural; había un planteo en el cual la ciudad apoyaba al foco rural con todos los medios necesarios, pero donde lo central era el foco rural, a imagen de lo que había pasado en Cuba. El Cordobazo muestra la viabilidad de una insurrección de la clase obrera junto con el estudiantado y vuelca la discusión a favor de la lucha urbana".
El auge del sindicalismo cordobés fue protagonizado por una clase obrera joven e integrada, empleada en las industrias más modernas, que ganaba los mejores salarios del país en una provincia donde no había desocupación. Un producto del boom industrial conducido por la industria automotriz a partir de los cincuenta, con la creación de las Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME) y la radicación de la Fiat en Ferreyra en 1954, y de Industrias Kaiser Argentina (IKA) en Santa Isabel al año siguiente. La Córdoba industrial comenzó a proveer al país de tractores, el Jeep IKA, el Rastrojero y la moto Puma mientras brotaban fábricas y talleres de repuestos y autopartes. En 1959, IKA se fusionó con Renault. En la década del sesenta el desarrollo de la industria automotriz adquirió más fuerza con vehículos emblemáticos como el Fiat 600, la Estanciera, el Rambler, el Kaiser Carabela, el Renault Gordini, el Renault 4L y el Torino.
El motor del progreso eran las automotrices, beneficiadas por una serie de incentivos fiscales: en 1962 se fabricaban en Córdoba 43.730 de los 78.667 automóviles producidos en todo el país. El boom extendió la ciudad hacia el sur, en dirección a las fábricas de IKA-Renault y Fiat. Y en 1966 el producto bruto industrial de la provincia superó por primera vez al agropecuario. Los cambios incluyeron a los medios de comunicación: en abril de 1960 debutó Canal 12, el primer canal de TV del interior; dos años después, se sumó Canal 10, de la Universidad Nacional de Córdoba.
Garzón Maceda considera lógico que las luchas sindicales de los cincuenta y sesenta hubieran sido protagonizadas por los obreros con salarios más altos y de los sectores industriales más modernos: "El trabajador mejor pago es el que más pelea y lo hace mejor. El trabajador sumergido no está en condiciones de pelear porque apenas puede vivir".
Todas esas características, sumadas a la tradicional rebeldía y autonomía de los cordobeses, eran los elementos de un cóctel o una bomba molotov, según evaluaban a mediados de los sesenta John W. Cooke y Alicia Eguren, íconos del peronismo revolucionario. Garzón Maceda está de acuerdo con esa imagen: "Una molotov se compone de ingredientes comunes, a la mano de cualquiera, individualmente inocuos, pero que reunidos y agitados por manos hábiles, con una mecha que es encendida, se transforman en un explosivo poderoso"
"Eso fue el Cordobazo, un estallido espectacular", resume.
*Periodista y escritor, su último libro es "Salvo que me muera antes".