El próximo 29 de mayo de 2019 la dirigencia sindical convocó a un paro general contra el actual gobierno. Sin intentar emparentar una fecha con otra bueno es recordar algunos 29 de mayo de nuestra historia. Los más llamativos y dolorosos nos trasladan a medio siglo atrás, al Cordobazo de 1969, seguido escasas semanas más tarde por el asesinato del dirigente gremial Augusto Timoteo Vandor. Al año siguiente, el 29 de mayo de 1970 fue secuestrado y asesinado el ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu y esto generó el final del presidente de facto Juan Carlos Onganía. Todo un 29, fecha en la que también se festeja el Día del Ejército. Esos 29 significaron para una generación un cambio de época.
En la Argentina, 1969 fue un año de violencia y de grandes convulsiones: robo de armas en el Tiro Federal de Córdoba (1º de abril); asalto en Campo de Mayo (5 de abril); una armería en San Justo (15 de abril) y en Villa del Parque (16 de abril); disturbios en Rosario y el incendio simultáneo de dieciseis supermercados Mínimax (26 de junio); el asesinato del dirigente metalúrgico justicialista Augusto Timoteo Vandor (30 de junio). Y, como hecho principal, la furia del Cordobazo a fines de mayo.
Las Fuerzas Armadas en su enorme mayoría no tenían la menor idea de hacia dónde buscar cuando la lava de la violencia comenzó a brotar. Cuando un grupo terrorista asalto el Regimiento 1º de Campo de Mayo y robó armamentos se quedaron paralizados. Desconocían la existencia de las Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL) y el papel de Alejandro Rodolfo Baldú, desaparecido en 1970.
En abril de 1969, un mes antes del Cordobazo, el semanario Panorama (Año VI Nº 101) inició una larga serie de notas con las opiniones de algunos ex presidentes argentinos sobre una "salida" política al régimen de Juan Carlos Onganía. Comenzó con Juan Domingo Perón tras largas horas de conversación con el enviado especial a Madrid, el dirigente desarrollista Marcos Merchensky. Seis páginas de texto contienen el pensamiento de Perón. También opinó Merchensky y Perón sorprendentemente autorizó sus dichos de manera expresa como si fueran propios. En un recuadro, el dirigente desarrollista afirmó que "Perón otorgó largo crédito de confianza al actual régimen. Este no se encuentra agotado, pero padece notable deterioro y exige definiciones de la jefatura, para evitar un desbande generalizado. La campaña a favor de la salida electoral constituye un severo toque de atención, pero no es la declaración de guerra. Por ahora, el enemigo sigue siendo la política económica y social y contra ella ha ordenado el ataque principal."
El 28 de mayo a la tarde la Comunidad Informativa (Inteligencia del Ejército, Aeronáutica, Policía provincial, Ministro de Gobierno y los rectores de la Universidad Católica y del Estado) estimó que la concentración del día siguiente podía ser masiva y podía ser controlada por la Policía. Así se lo comunicó al gobernador y al comandante del Tercer Cuerpo, general, Eleodoro Sánchez Lahoz.
Al día siguiente, a las 10 de la mañana, nutridas columnas de obreros partieron del cinturón industrial y marcharon hacia la Plaza Vélez Sarfield, uniéndose con sectores estudiantiles. A la una de la tarde la policía es desbordad en varios puntos de la ciudad y se producen tiroteos con armas de guerra. En esos momentos caen muertos el obrero Máximo Mena y el estudiante Daniel Castellanos. Se calcula que entre el 29 y 31 murieron cerca de un centenar de personas y se detuvo a unas 300 personas. Más tarde comienzan los apagones en varios puntos de la ciudad.
Las causas y las consecuencias
El Cordobazo del 29 de mayo de 1969 fue el resultado de una sumatoria de demandas irresueltas: el cansancio de un sector de la población porque el gobierno no encontraba un cauce; la demanda política de una salida electoral; problemas intestinos en las Fuerzas Armadas; activismo de todo tipo -pero organizadamente desde la ultraizquierda- y conflictos gremiales a simple vista. Como escribiera el periodista Bernardo Neustadt a Juan Carlos Onganía: "También tenemos exceso de gente con enojo, ruralistas, ganaderos, agricultores, ejecutivos de los frigoríficos, industriales de pequeñas y medianas empresas, inversores, empleados y obreros".
Además, los gremios clasistas querían disputarle el poder a la Confederación General del Trabajo de clara tendencia peronista. De un lado, Agustín Tosco, el dirigente clasista de Luz y Fuerza, secretario adjunto de la regional obrera cordobesa y René Salamanca de SMATA. Del otro, José Ignacio Rucci decidido a imponer su autoridad (en 1970 sería designado secretario general de la CGT).
Previo al Cordobazo, el 17 de marzo de 1969, Rucci declaró a la prensa: "Le guste o no le guste al señor Tosco y a todos los que lo rodean, acá definitivamente se terminó y la CGT de Córdoba se va a normalizar (el 1º de junio de 1969) como lo dicen los cuerpos orgánicos de la central obrera y punto. El movimiento obrero argentino tiene aproximadamente cinco millones de trabajadores y el Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba tiene 2.500 trabajadores, con 700 en contra que votaron contra el señor Tosco. Quiere decir que en representatividad hay 86 organizaciones, delegaciones regionales, de la República Argentina que al señor Tosco le dicen: Vea señor, si usted quiere hacer marxismo y socialismo se va a Rusia, acá en la Argentina no".
La magnitud del Cordobazo sorprendió a todos, aunque funcionarios cercanos al presidente de facto Juan Carlos Onganía sostuvieron más tarde que, con anterioridad, estaban informados que se avecinaba un Bogotazo en Córdoba. En especial el coronel Conesa, delegado de la SIDE en la provincia, que ya había informado a su jefe Eduardo Señorans con varios días de anticipación. También Juan Domingo Perón quedó asombrado. Posiblemente, aquellos que gritando su nombre reivindicarían el Cordobazo, desconocían que para Perón "el Cordobazo no tuvo ningún signo peronista…fue de izquierda", según le confió más tarde a su biógrafo oficial Enrique Pavón Pereyra.
Como se ha dicho, en los días previos el interventor provincial Carlos Caballero pensaba que la marcha obrera podía controlarse con la policía cordobesa. Así consta en los documentos de la época. Sin embargo un relato realizado por el coronel Albano Harguindeguy, en esos días G-4 (Logística y Finanzas) del Estado Mayor del Tercer Cuerpo, revela que el 26 de mayo se encontraba trabajando en el planeamiento del Teatro de Operaciones Noroeste (TONO) y que bajo su sugerencia el grupo de coroneles presentes concluyeron que era "ilógico iniciar tareas del TONO cuando en la ciudad de Córdoba dirigentes gremiales planificaban una acción insurreccional".
Luego relata que "en horas de la tarde se resuelve el empleo de la Brigada Aerotransportada 4, fijándosele como objetivo el denominado casco chico de la ciudad" que estaba siendo saqueado. "En la noche del 29/30 de mayo hubo fuego de franco tiradores y acciones de depredación fuera del objetivo fijado…particularmente en la zona del Barrio Clínicas y Alta Córdoba. El sábado 31 se nota una intensificación del accionar enemigo en la zona del Barrio Clínicas que se encuentra prácticamente en poder de grupos estudiantiles". Luego la zona de ocupación militar se amplia y el Ejército domina la situación.
Para el comandante en jefe del Ejército, Alejandro Agustín Lanusse, la revuelta cordobesa fue un severo llamado de atención: "Yo intuí, ese difícil 29 de mayo de 1969, que algo estaba pasando en el país (…) Esa mañana, en Córdoba, reventaba todo el estilo ordenado y administrativo que se había venido dando a la gestión oficial (…) El 29 de mayo es el instante crítico que marca el fracaso político de la Revolución Argentina". El 2 de junio de 1969 habrá de declarar en La Prensa: "Córdoba ha vivido ayer un día terrible que pasará a la historia. El 17 de octubre es pálida sombra de lo ocurrido ahora."
Entre los papeles de asesoramiento que le acercaron al jefe militar un memorándum le advierte: "Medir cuidadosamente cada paso y actividad que se adopte en beneficio del prestigio del Comandante en Jefe y de la imagen de la Institución ante el país. El Ejército no tiene vocación de guardia pretoriana y en el fondo lo que desea es el éxito de la Revolución, pero un éxito que además, le permita gozar del respeto y la admiración de sus conciudadanos". También se considera "imperativo iniciar una nueva etapa en la cual el Ejército, por intermedio de su comandante en Jefe, asuma un papel rector acorde con la responsabilidad que la población le atribuye en la conducción de este proceso".
Entre otras características de la "nueva etapa" se aconseja encabezar "una política general más 'nacional' a efectos de quitar banderas a la oposición y encauzarse en un sentido más acorde con las aspiraciones del país. No confundir esto con la demagogia nacionalista de ciertos sectores".
También se le aconseja a Lanusse imaginar un "plan político" y al mismo tiempo se aconseja que "el ideal sería mantener la actual situación y concretar de común acuerdo (Presidente y Ejército) una eficaz acción de Gobierno. Sin embargo en el fondo esto se considera difícil de lograr por las características psíquicas del Presidente".
El Cordobazo conmovió al gobierno de Onganía, generando inmediatamente la caída del interventor provincial Carlos Caballero y su reemplazo, momentáneo, por un interventor militar (en actividad), general Raúl Carcagno. Sus colaboradores fueron oficiales en actividad, entre otros el coronel Eduardo Albano Harguindeguy, ministro de Gobierno, más tarde jefe de la Policía Federal con Isabel Perón y ministro del Interior de Jorge Rafael Videla. La intervención castrense, por disposición del ministro de Justicia de la Nación, presidió tribunales militares, y no civiles, para juzgar a los responsables.
El hecho estuvo a punto de desencadenar una crisis militar cuando Onganía intento pasar a retiro al teniente general Lanusse. "Vea Lanusse… usted y yo no podemos seguir juntos en este proceso", le dijo el Presidente en una conversación privada, el 13 de junio de 1969; y horas más tarde, luego de largos cabildeos, Onganía dio marcha atrás: "Considere que esa conversación no existió nunca".
De todas formas se creó una fisura que se iría profundizando con el paso de los meses, a caballo de la crisis política que emergía a la superficie. También produjo cambios de ministros en el gabinete presidencial. Tres fueron los más destacados: Adalbert Krieger Vasena dejó la cartera de Economía a José María Dagnino Pastore (por consejo del general (RE) Imaz); Nicanor Costa Méndez, años más tarde nuevamente jefe del Palacio San Martín, fue reemplazado por el empresario Juan B. Martín, ex embajador en Japón y al abogado Guillermo Borda lo sucedió en Interior, el entonces gobernador de Buenos Aires, general (RE) Francisco Antonio Imaz.
Sin embargo, no fueron los cambios en el gabinete la consecuencia más llamativa del estallido cordobés. El Cordobazo produjo un cambio en las relaciones entre Onganía y las Fuerzas Armadas, hasta entonces prescindentes de la gestión presidencial y ahora se hablaría de control y gobierno paralelo. Un Onganía, con su rictus de "morsa", poco afecto a consultar sus decisiones, tuvo que emplear sus últimos cartuchos para imponer a Imaz en Interior. Cuando se enteró, Lanusse pensó que le estaban haciendo una "broma", porque mientras él estuvo preso en el sur tras el golpe de 1951, el nuevo ministro comandaba la represión antiperonista.
"Imaz no es santo de nuestra devoción –le dijo Lanusse a Onganía, antes de la jura del resistido Ministro—y aunque lo aceptemos por disciplina no nos responsabilizamos por sus posibles errores". El jefe de la Armada, almirante Pedro Gnavi, le dijo al Presidente Imaz "no conforma a la Armada Nacional" y el comandante de la Fuerza Aérea, brigadier Jorge Martínez Zubiría, tuvo que trasladarse a la Guarnición Córdoba a explicar los cambios en el gabinete presidencial.
Mientras se realizaban reuniones militares en todos los comandos, con la sensación de los antiguos planteos, llegaba a Buenos Aires desde Madrid el dirigente mercantil Juan José Minichilo con una consigna: mantener la beligerancia contra la dictadura, a no ser que Onganía acepte enfrentar públicamente a los "liberales". Sólo en ese caso se le dará apoyo popular, nunca antes.
Tras los sucesos de Córdoba los ojos de un sector importante del peronismo habrán de prestar atención a los movimientos del general de brigada Jorge Raúl Carcagno, el jefe de la Brigada Aerotransportada y a su vez el jefe militar emprenderá con su tropa tareas sociales en los barrios carenciados que rodeaban la capital de la provincia.
Carcagno será con el paso del tiempo el sucesor de Lanusse y comandante en Jefe del Ejército de los presidentes constitucionales Héctor J. Cámpora, Raúl Lastiri y Juan Domingo Perón. Así se referirá sobre el jefe militar Jorge Daniel Paladino, delegado de Perón, en uno de sus informes a Puerta de Hierro, Madrid.
En medio de la avalancha de declaraciones de esos días hay una que pasó sin pena ni gloria. Fue hecha en el exterior por el contador Juan B. Martín que venía de Japón, tras despedirse del Emperador Hiroito, para hacerse cargo de la cancillería. La formuló el miércoles 11 de junio de 1969, durante su escala en México: "Estos movimientos han sido preparados fuera del país, obviamente en Cuba, para ponernos en situación difícil y complicar las cosas".
En otras palabras, acusaba al régimen de Fidel Castro de instigar las sublevaciones y desmanes ocurridos en la Argentina desde mediados de mayo de 1969. Se equivocaba el canciller. La ofensiva castrista contra la Argentina había comenzado mucho antes y se materializó por primera vez en Orán, Salta, entre 1963 y 1964. Luego, mientras sus ideólogos trabajaban en el desmantelamiento del pensamiento nacional, la futura subversión se entrenaba militarmente en las cercanías de La Habana.
Sobre lo que ocurría en el centro militar de Punto Cero ya no lo puede negar nadie. Todo –o gran parte de ese todo—ha salido a la luz. Y lo que falta por conocer tan solo espera una oportunidad. También es cierto que los argentinos, con sus múltiples razones y falencias, le hicieron el campo orégano al castro-comunismo. Unos fueron desaprensivos y otros cómplices.
Como primera respuesta al Cordobazo, Perón aceleró la unidad de las 62 Organizaciones que había mandado disolver un tiempo antes. La organización quedará bajo la jefatura del metalúrgico Lorenzo Miguel.
Luego, meses más tarde, el 26 de diciembre de 1969, envió un mensaje grabado destinado a consolidar la dirigencia sindical justicialista, combatida por la CGT de los Argentinos. Es claro y preciso. En uno de los momentos de la grabación dice: "Y los delincuentes que quieren servir de Caballo de Troya, con una camiseta peronista que trabaja contra las finalidades que el Movimiento persigue, deben ser arrojados del Movimiento. Y si les podemos cortar la cabeza materialmente será mejor, porque ése es un traidor, un bandido, y a los traidores y bandidos en todas las organizaciones del mundo se los castiga de la misma manera".
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