Los niños y las niñas pisan el Parque Saavedra de la ciudad de La Plata y entran a un espacio fantástico. Buscan hadas y duendes y en el camino se encuentran con lobos, brujas y personajes hechizados. Hasta que llegan a una casita de colores donde, en sus paredes, hay pintado un mural con el cuento Del otro lado del árbol, de la escritora europea Mandana Sadat.
Son las dos de la tarde de un jueves otoñal y, bajo un cielo nublado, un grupo de chicos forman fila detrás de la biblioteca Del otro lado del árbol, en el corazón del parque. Algunos se distraen mirando un barco empotrado entre los árboles –una escultura hecha por el artista Fernando Rigone-, tal vez a la espera de relatos de naufragios, mares y piratas; otros escuchan la voz de sus maestras, que los apuran ante la inminencia de la lluvia. Una empleada municipal barre las hojas mientras mira a la gente que sale del Hospital de Niños, ubicado enfrente de la biblioteca.
"¡Vamos chicos, nos esperan para entrar a la biblio!", grita una de las maestras, mientras las primeras gotas caen lentamente. El grupo escolar es uno de los tantos que visitan semanalmente la biblioteca, la tercera salida más pedida por la comunidad educativa de La Plata después del Museo y el Zoológico –Del otro lado del árbol recibe 12 mil chicos por año-. Para los platenses, ya es parte de un ícono cultural de la ciudad, que el último 2 de abril cumplió su octavo aniversario; para quien se acerca por primera vez, es como si de pronto se sumergiera en un bosque encantado y encontrara un refugio donde siempre hay un adulto que abre un libro y relata una historia mágica.
Adentro de la biblioteca, mate en mano, sentada en un rincón de sillas y mesas pequeñas pintadas de verde, y rodeada de libros, Paula Kriscautzky, 43 años, maestra jardinera y creadora del espacio, no parece sorprendida ante la visita escolar. A un costado, una pareja está acostada con un bebé en el espacio de "bebeteca", entre peluches, libritos, almohadones y juegos de encastre. En la entrada, Silvio Brito, uno de los coordinadores de la biblioteca, carga en una computadora un pedido de préstamo. Por los parlantes se escucha el sonido de una canción infantil.
"Cuando está lindo el día, los pájaros se posan en los árboles y cantan diferentes tipos de melodías", cuenta Silvio, y a su alrededor cuelgan grullas, lámparas de papel y origamis.
Del otro lado del árbol abrió sus puertas el 2 de abril de 2011. La elección no fue casual. Ese día Pilar Andicoechea, que había muerto tres meses antes, hubiera cumplido 6 años. Pilar era la hija menor de Paula, la principal impulsora de este espacio que empezó con los 200 libros que tenía en su casa y que hoy cuenta con más de 8000 socios y 17 mil libros en su inventario, especializado en literatura infantil.
Pasaron ocho años y la docente habla de un crecimiento "increíble", del que aún sigue conmovida. "Lo que ha surgido desde aquel momento donde todo era dolor y cuando abrimos vinieron dos mil personas todas con un libro nuevo en mano, hoy se ha convertido en un espacio referente a nivel local e incluso nacional en relación a la infancia", suelta, moviendo sus manos.
El primer movimiento, dice, fue ir desde lo íntimo y personal hacia lo colectivo. Abrirse a los actos de amor de maestras haciendo almohadones con sus alumnos, abuelas tejiendo mantas, vecinos comprando sillitas y pintándolas: cada objeto de la biblioteca comprende una historia singular.
"Fue descubrir que las bibliotecas populares son muy importantes para sus comunidades, desde sus inicios allá en 1870 cuando arranca su historia en nuestro país. Acá en La Plata a veces me preguntan si la biblioteca no es un espacio caduco por las nuevas tecnologías. Sin embargo uno ve todo el tiempo escenas lectoras ligadas a lo placentero que no hay manera de reemplazarlas", explica y dice que Del otro lado del árbol forma parte de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) aunque su principal sostén son las donaciones particulares y el aporte de sus socios.
Para Paula Kriscautzky hablar de la biblioteca es la excusa perfecta para pensar otros temas de infancia, "desde debatir qué queremos para los pibes en una plaza a discutir los espacios de salud y de la escuela". El boom de Del otro lado del árbol fue tan insospechado que ella se convirtió, con el paso del tiempo, en una suerte de consultora cultural. Tras la muerte de su hija Pilar dejó su trabajo de maestra de jardinera y se dedicó tiempo completo a crear la biblioteca.
"Es muy fuerte que hoy existan siete bibliotecas Del otro lado del árbol en la provincia de Buenos Aires, bajo las premisas fundamentales de la apropiación de los espacios públicos, la gratuidad de las actividades y el motor de la infancia, la cultura y el arte", explica y sus ojos verdes chispean del orgullo cuando explica que, al lado de donde está sentada, se inauguró el rincón "Museo del libro", que rescató colecciones anteriores a 1980. Lo define como un "espacio de nostalgia", y dice que está destinado a personas de más de cuarenta años que desean reencontrarse con relatos de niñez.
"Con nuestro motor que siempre fue Pili", al decir de Paula cuando se refiere a la inauguración de la biblioteca, todo empezó cuando el artista platense Fernando Rigone le entregó una escultura dedicada a Pilar en el Parque Saavedra y, en medio de la conversación, le sugirió que averiguara en el municipio por un galpón abandonado del parque. A Paula la idea le resonó con fuerza, aunque la palabra biblioteca era algo impensado: más bien, se imaginó crear un espacio de homenaje para la infancia rescatando la historia de su hija. "Trabajar acá es como un abuelazgo", dice ahora, y sonríe.
-¿Qué significa eso?
-Que al no estar atado a los diseños curriculares de una institución, que te suele achicar y encuadrar, nos permite pensar en otras cosas, como el trabajar con los libros desde un lugar de disfrute. Al principio, formamos un grupo con otras maestras jardineras para poder hacer eso que no podíamos en los jardines donde trabajábamos, de hecho una de nuestras biblio en Olavarría partió de la historia de una maestra que abrió un Del otro lado del árbol por esa misma razón. Pero ojo, acá también rompimos con el estereotipo de una biblioteca.
-¿En qué sentido?
-Y, queríamos que los chicos tuvieran los libros más al alcance de sus manos, descontracturar el espacio de lectura, el parque también nos da un escenario para que las escenas lectoras se hagan debajo de los árboles. Acá van a encontrar libros de infancia que difícilmente estén en otros lados, los libros de álbumes, por ejemplo. Todo el tiempo nos replanteamos nuestras prácticas. Nosotros nos centramos en el trabajo con el libro pero también tenemos talleres con las familias, narradores orales, recitales y charlas los sábados. La biblioteca es como una especie de centro cultural.
-Pero siempre partiendo desde un vínculo con los vecinos del barrio, ¿no?
-La relación con el barrio es la más disfrutable, de hecho yo viví siempre acá, en la zona de Meridiano V y este parque lo amábamos desde antes. Vimos crecer a chicos que venían de bebés y hoy tienen ocho años. Con nuestros socios tenemos una relación cercana, el hecho de estar dentro de un parque es mágico, sabemos a qué escuelas van, si sus padres se separan, todo. Lo pequeño de la comunidad es a la vez lo más grande, pero lo nuestro no es sólo barrial, también recibimos escuelas de Berisso, Magdalena, Punta Indio, Berazategui, y creamos un lazo social. Hoy, en época de crisis, la gente apuesta a estos refugios, a los espacios autogestivos que la reman con esfuerzo y amor. Nosotros recibimos gestos de solidaridad todo el tiempo.
Dice que sus otros dos hijos –Santiago, de 23, y Clara, de 20-, su pareja y sus padres también están metidos en las actividades de la biblioteca; sin ir más lejos, su padre es el fotógrafo oficial y su hija, que estudia actuación, suele representar algunos personajes cuando llegan las visitas escolares. Además de su dedicación full time en Del otro lado del árbol –abierta de lunes a sábado-, Paula coordina un equipo de inclusión social en el programa Escuelas abiertas. Dice que una vez al año, por el subsidio de CONABIP, hacen una compra de libros nuevos en la Feria del Libro. Y que, además, desde la biblioteca articulan actividades con la Casa Ludovica, un espacio de tránsito para tratamientos ambulatorios ligado al Hospital de Niños, y con Casa Cuna: una vez por semana, los bebés visitan la biblioteca.
La experiencia que vivió Paula Kriscautzky con su hija internada por un tratamiento de cáncer le permitió un conocimiento propio y ajeno de cómo se encorseta a los niños y a las niñas en situación de enfermedad.
Aquellos días de febrero de 2011, a un mes de la pérdida de Pilar, escribió una carta pública que fue el puntapié del proyecto: "En este camino tan doloroso que me toca transitar, Pilar inspira mis días…Es apenas el comienzo de una idea que empezó en alguna quimio, intentando sobrellevar los días de hospital y poniéndole a lo que estábamos viviendo una mirada diferente. Por aquellos días imaginábamos lo bueno que seria que existiera una biblioteca infantil ambulante que recorriera las salas de hospital acercando libros de cuentos, claro que en los hospitales reina la asepsia, los protocolos, el sufrimiento y la angustia. Hoy entendí que aquello es solo una réplica de tantas cosas que funcionan mal y que no será para nada fácil cambiar lo que esta tan instalado, pero por algún lado hay que arrancar (…) Sería largo contarles como esa primer idea se transformó en un proyecto un poco más ambicioso, pero si, hoy necesito ayuda para que la biblioteca-taller Del otro lado del árbol… que pronto tendrá su espacio en el Parque Saavedra (cerrado), sea un lugar bello, mágico, creativo e inspirador, en donde la naturaleza y la literatura se fundan para que los niños enfermos o sanos, eso no importa, disfruten de los libros y los árboles. Hay tanto por hacer…hoy quisiera convocarlos en esta cruzada".
Hoy, Paula vive cada aniversario de la biblioteca como un festejo en la memoria de su hija. "Se mezcla la ausencia y la presencia todo el tiempo, hay gente que habla de Pilar como si la hubiera conocido. Cada 2 de abril llegan muchas personas con ganas de abrazarnos. Aunque la vida de Pili fue muy cortita, fue intensa y traspasó cualquier tipo de imaginario".
Pilar amaba dibujar y leer.
"Mamá, ¿por qué las enfermeras no nos dan también libros y crayones?", dijo una vez, en esos interminables tiempos de reposo cuando estaba internada.
Cuando Paula pensó en la creación de la biblioteca, esa pregunta la tomó como una suerte de bandera: "La idea era inventar un lugar que la representara, un lugar lleno de historias, colorido, lleno de arte. Que los niños no renuncien al juego pese a que estén en situaciones dramáticas o de dolor".
-¿Cuál es el concepto de niñez que defienden desde la biblioteca?
-La pata fundante surgió desde una crítica al lugar del niño en los lugares de salud. No desde la queja sino desde lo propositivo. De hecho, tenemos un espacio que se llama los impacientes del parque que es una crítica al concepto de paciente como alguien pasivo, que espera sin preguntar, tal como lo concibe la medicina hegemónica. Estos impacientes ponen sobre la mesa los derechos que tienen los niños cuando están enfermos. Hace unos años presentamos un proyecto con otras organizaciones, que es hoy es ley provincial pero no está reglamentada, para que en la cama de los niños esté el nombre de cada uno de ellos mientras están internados.
Ha escuchado miles de historias de padres y madres que le compartieron su dolor por la pérdida de sus niños. Dice que rehuye a dar consejos: "Hice lo que pude, y en tal caso me sentí muy acompañada con la biblioteca. Pero no lo veo como algo catártico, terapéutico, sino como un espacio de militancia. Acá defendemos el ejercicio de los derechos de los niños. Hace poco tuve la posibilidad de viajar a Colombia y no conté mi historia personal, sino la de una comunidad que se apropió de una biblioteca en medio de una plaza. En cómo se trascendió aquel motor primero más allá de que Pili siga siendo nuestro signo de identidad. No es mi historia personal, sino una historia colectiva".
–Del otro lado del árbol ha sido un antes y un después en tu vida, ¿qué cosas aún tienen pendientes?
-Entré a un mundo que desconocía y del que aprendo todos los días un poco, por ejemplo no soy bibliotecaria y me preocupo en saber todo el tiempo sobre las historias y los autores. Nuestra gran preocupación siempre es cómo seguir. Cómo hacemos para sostener la biblioteca abierta, la verdad es un gran esfuerzo, pensamos de forma permanente en obtener nuevas líneas de financiación. Un enorme sueño es poder seguir replicando el proyecto de la biblio en las plazas de cada pueblo. Y otro, más delirante, es replicar una casona vieja que se quemó dentro del parque y fundar allí la biblioteca infantil más grande de América Latina. Soñar no cuesta nada, y acá aprendimos que la magia existe si la llama de nuestros deseos está viva.
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