Fue una escuela de periodismo y del deporte. Nació en mayo de 1919 como semanario y en 2002 pasó a editarse mensualmente. El cambio de hábitos en el mundo de la comunicación provocó su cierre en enero de 2018. Quienes fuimos sus redactores, fotógrafos y diagramadores nos vamos a reunir, con el orgullo de haber pertenecido a una publicación emblemática en toda Hispanoamérica.
"No se hace periodismo de periodistas", era la primera lección que recibía un aprendiz en las redacciones. Traducido, quería decir que el periodista no es noticia, que no se escribe sobre los colegas, que no son materia informativa.
Bien sabemos que, lamentablemente, esa enseñanza inaugural ya no se cumple. Y en muchos casos, el quebrantamiento de ese consejo alcanza dimensiones escandalosas. Una pena. Por mi parte parte hoy, sólo por hoy, voy a desobedecer la enseñanza.
Y voy a hablar de periodistas. De unos cincuenta periodistas, de distintas edades, de diferentes orientaciones y de variada proyección profesional en los medios. Pero todos convergentes en una condición compartida: haber integrado la redacción de El Gráfico.
Fue una revista creada por el uruguayo Constancio C. Vigil -fundador de la Editorial Atlántida, de revistas como Billiken y Para Ti– el 30 de mayo de 1919. Inicialmente era un semanario de actualidades, con gran despliegue de imágenes. De allí su nombre. Pero pronto comenzó a darle mayor importancia a la información deportiva. Es que en la década del 20 se vivieron sucesos populares arrolladores, como los primeros triunfos de Boca y River en los campeonatos amateur y la pelea Firpo-Dempsey, a partir de la cual se legalizó el boxeo en Buenos Aires.
Desde entonces, El Gráfico fue la gran revista del deporte argentino.
En sus páginas tuvieron espacio todas las actividades, incluyendo con idéntica atención las más populares -el fútbol, el boxeo, el automovilismo- y aquellas que -como el patín, el remo o el volovelismo- no encontraban lugar en otros medios.
A lo largo de las décadas, se convirtió en una Biblia del periodismo deportivo. Y se vendía no sólo en la Argentina, sino en todo el mundo hispanohablante.
En mi caso particular, empecé a leer El Gráfico en 1957. Fue el año en el que una fantástica selección nacional de fútbol -aquella de Maschio, Angelillo y Sívori- ganó el Campeonato Sudamericano en Lima. La ilusión futbolera y las ganas de escribir confluyeron y comenzó mi balbuceo periodístico.
Era la época en la que Dante Panzeri, un personalísimo periodista, imponía un enfoque y un lenguaje diferentes en el periodismo deportivo argentino.
Los jóvenes nos deslumbramos con su estilo. Y lo copiamos prolijamente. Éramos "panzeristas". Algunos nos encontramos en las aulas de la por entonces flamante escuela del Círculo de Periodistas Deportivos. O en el cine Novedades, de la calle Florida, donde podíamos ver unas pocas jugadas de Alfredo Di Stéfano en el noticiero No-Do.
Cuando despuntaba la década del '60 –la del primer quinteto de Astor, la de la bossa nova, la de Juan 23, la del desarrollismo- empezamos a hacer palotes en el oficio: Horacio García Blanco, Ernesto Muñiz, Jorge Rodríguez Duval, Ernesto Cherquis Bialo, Néstor Ibarra, José María Casabal, Héctor Vega Onesime…
Una mañana fui al El Gráfico. ¡El propio Panzeri me había citado! Recuerdo que me pareció más alto de lo que imaginaba. Y me impresionaron sus impecables zapatos negros, probablemente italianos. En su despacho, en el que estuve tantas veces posteriormente, me dijo:
-Me han hablado de vos… ¿Querés entrar a trabajar aquí, en la redacción? Sería para la cocina, para el armado, no para escribir y firmar…
Era una gran oportunidad para aprender el oficio desde adentro. Pero aquel adolescente envanecido de 16 años, que ya publicaba sus comentarios con firma en el diario El Mundo de los lunes, contestó con una torpeza inmensa:
-No gracias, ya estoy en el diario…
Panzeri había sido generoso y demostró ser también un caballero, porque no me echó a patadas por insolente.
Pocos meses después, Panzeri ya no estaba en su cargo. Lo había reemplazado Carlos Fontanarrosa. Y entonces -mientras se preparaba el proyecto de la revista Gente- ingresé a la redacción de El Gráfico.
Un personaje central de esta historia es Constancio Vigil, nieto del fundador. Fue director de El Gráfico a lo largo de diferentes etapas. Hoy tiene 82 años y sigue trabajando febrilmente en la oficina de su empresa productora. Reparte su actividad entre Miami y Buenos Aires, es secundado por tres secretarias y nuevos proyectos ocupan su agenda. Hablé con él hace unos días y le pregunté qué siente ante esta reunión que se está preparando:
-Esa noche va a ser inolvidable… Hay un sentimiento de pertenencia que nunca podremos olvidar… Y me imagino que muchos de los muchachos que trabajaron en El Gráfico tampoco… Por eso se comprende lo que han hecho… Porque finalmente es un homenaje a El Gráfico que nace de los periodistas de El Gráfico… Sin ningún interés ni cálculo, es por el gusto de encontrarnos todos…
La reunión del reencuentro se hará el jueves 30 de mayo. Estarán los periodistas que hicieron El Gráfico en los últimos 60 años. Tres generaciones de colegas que – cada uno en época- entraron por la puerta de Azopardo 565, casi esquina México. Con sus diferentes enfoques profesionales y convicciones ideológicas, construyeron allí una etapa esencial de sus respectivas carreras. Y hoy brillan en diversos medios, cumpliendo tareas de jerarquía y de alta responsabilidad. Fruto de su capacidad, sin duda, que pudieron desarrollar y proyectar en su paso por El Gráfico.
Es muy difícil apuntar una lista completa, sólo señalaré algunos nombres que representan lo que fue esa escuela de cracks, donde modelaron su talento dramaturgos y escritores como Néstor Straimel, Daniel Dátola y Carlos Ferreyra, editores y columnistas como Luis Vinker, Hugo Suerte, Juan José Panno, Gonzalo Abascal, Adrián Maladesky, César Litvak o Eduardo Perimbelli. Y también colegas que triunfaron en la televisión y en la radio, tal el caso de Horacio Pagani, Diego Fucks, Alejandro Fabbri, Carlos Ares, Aldo Proietto, Mariano Hamilton, Daniel Arcucci, Carlos Irusta, Daniel Galoto, Horacio Del Prado…
Muchos de ellos, y otros tantos, también se han proyectado en la docencia y hoy son profesores en diversas facultades y escuelas de periodismo.
La enunciación seguramente es incompleta y al hacerla corro el riesgo de cometer alguna omisión imperdonable. Pido disculpas. Pero es que aquella siembra ha dado frutos en todas partes.
También fuera de Argentina, donde periodistas de El Gráfico han continuado con gran éxito su vida profesional.
En Chile, Héctor Vega Onesime, que fue director de la revista durante muchos años y que había empezado como pasante en la época de Panzeri. En España, Orlando Ríos, que cubría automovilismo y que se ha especializado en coaching empresarial. En los Estados Unidos, Andrés Cantor, quien se ha convertido en el relator de fútbol número uno de las emisoras latinas de radio y TV.
Un dato: Vega, Ríos y Cantor viajarán especialmente a Argentina para estar presentes en la fiesta. Que seguramente estará cargada de emociones, de recuerdos y de anécdotas.
Pero que no se limitará al presumible formato de una evocación nostálgica, porque estos 50 maestros del periodismo hoy están en plena actividad. Siguen vigentes y se han adaptado a los nuevos tiempos de la comunicación. Nacidos y crecidos en el mundo de la linotipo, la teletipo y la Olivetti, ahora se mueven en el universo digital y utilizan con precisión las nuevas herramientas.
Internet, WhatsApp, Instagram, Skype o Twitter son el cauce para llegar a un público nuevo, de menos de 40 años, que probablemente no sepa quienes fueron Félix Daniel Frascara, Borocotó, los mencionados Dante Panzeri y Carlos Fontanarrosa, Juvenal, Osvaldo Ardizzone o El Veco.
Dejemos que Ernesto Cherquis Bialo, que ocupó la subdirección de la revista desde 1975 a 1982 y la dirección entre 1982 y 1990, nos pinte una semblanza sobre cada uno de ellos:
-Borocotó, que se llamaba Ricardo Lorenzo, entró a la empresa en 1926 como chofer de Constancio C. Vigil. Quería escribir y por ser empleado de la empresa tuvo que inventarse un seudónimo… Y eligió "Borocotó", el sonido de los tamboriles de las murgas montevideanas. Cuando le llegó el momento de jubilarse escribió "A El Gráfico le debo todo lo que soy, pero le di todo lo que tengo". Tenía una gran riqueza descriptiva, sus notas de ciclismo de carretera eran novelas llenas de imágenes de pueblos, vecinos y paisajes… En 1955 lo sucedió Félix Daniel Frascara, un enamorado del arte y la música, un bohemio… Escribía de fútbol y de boxeo con una excelsa calidad idiomática… Durante tres décadas ellos marcaron el altísimo nivel de esa redacción, cada uno con su personalidad… Luego, entre 1959 y 1962, el director fue Dante Panzeri, un gran admirador de José Ingenieros. Era un periodista dogmático, con un perfil crítico, el tope moral y ético del periodismo deportivo. Tenía gran afinidad con Ernesto Lazzatti y probablemente haya sido el primer director que llevó como referente con firma a un exjugador de fútbol. Dante defendía el estilo de juego que simbolizaban Ermindo Onega, Rubén Sosa o Herminio González y se oponía a las tácticas que sostenían entrenadores como José D 'Amico, Osvaldo Zubeldía o Juan Carlos Lorenzo. Durante su gestión la venta de El Gráfico cayó a 70.000 ejemplares, luego de haber alcanzado con Frascara los 230.000 ejemplares. En octubre de 1962 lo sucedió un excomentarista de básquetbol de la revista, Carlos Fontanarrosa, quien provocó un cambio absoluto. A diferencia de su antecesor, que había suprimido los reportajes a los futbolistas, Carlos estimuló las entrevistas personales. Y además en su primera charla dijo: "A mí me gusta el reportaje y también me gusta la opinión. Y me gusta que haya más de una opinión… Me gusta la foto grande y pero también me gusta la foto chica…" Fontanarrosa abrió el juego y la cabeza, vino a cambiar la mentalidad de los escribas… Juvenal y El Veco, que se llamaba Emilio de Lafferranderie, eran dos periodistas de estilos diferentes que Fontanarrosa trajo de La Razón… Juvenal fue el primer periodista que puso lo que podríamos llamar la infografía al servicio de la nota, con los dibujos que él mismo hacía para ilustrar las jugadas… Y El Veco, que venía de la escuela uruguaya de Borocotó, trajo la prosa… El Gráfico impuso la exclusividad para sus periodistas… En una reunión de directorio se resolvió compensar el lucro cesante que significaba no poder trabajar en otros medios. Y así fue que El Gráfico inició una escuela con los otros medios, que valorizaron las firmas… Y el periodista se convirtió en su propia marca… Como Osvaldo Ardizzone, cuyo nombre verdadero era Osvaldo Bramante y que igual que Borocotó, tuvo que optar por un seudónimo porque era empleado administrativo en el segundo piso de la Editorial… Un gran lector y amigo del escritor Joaquín Gómez Bas, que era corrector de la revista Para Tí… Osvaldo era el encargado de pagar los sueldos y todos los meses le entregaba el sobre a Panzeri… Y en ese momento, una vez por mes, le hablaba de fútbol… Panzeri se sintió impresionado por la manera de expresarse de quien hasta ese momento era el cajero… Lo invitó a escribir y Osvaldo empezó a cubrir partidos de Primera B, haciendo luego una carrera poblada de poesía, de noche y de tango…
A través del tiempo, millones de lectores de todo el país esperaron en los kioscos la salida de El Gráfico, para meterse en la historia de los grandes acontecimientos deportivos. Las hazañas de Fangio y de Nicolao, las proezas de Bochini y de Gálvez, los triunfos de los Pumas y de Monzón, todo fue mucho más cercano desde las páginas que también llegaban a los lectores de la América hispanohablante. Así fue que Firpo, Kempes, De Vicenzo, Erico, Delfo Cabrera, Amadeo Carrizo, Vilas, Monzón, Gabriela Sabatini, la Máquina y Eduardo Lausse se convirtieron en embajadores sin cartera, merced a una revista que fue vehículo del periodismo y la cultura de Argentina.
Tuve la enorme fortuna de escribir en El Gráfico. En octubre de 1962 le hice un reportaje a Raúl H. Madero, por entonces jugador de Boca a préstamo en Huracán. En 1968 fue campeón intercontinental en Estudiantes de La Plata y años después sería médico de la selección nacional de fútbol. En esa época estaba a punto de recibirse de médico y ya era eximio pianista. En la nota me dijo que le gustaba la música clásica y desde ese día en el vestuario empezaron a llamarlo Beethoven.
En enero de 1963 escribí El fútbol en la radio, una crónica en la reuní a los grandes relatores de la época: Fioravanti, Osvaldo Caffarelli, Raúl Peyré, Luis Elías Sojit, Bernardino Veiga, Eugenio Ortega Moreno, José María Muñoz, José Félix del Alcázar y Alfredo Curcu. También en enero de ese año entrevisté a Hideo Tsuchiya, el primer profesor de karate en la Argentina.
Hacíamos notas que hoy me sorprenden un poco y que descubro revisando el archivo. Por ejemplo, esta encuesta de febrero de 1963, titulada "Sólo para damas: ¿Va al fútbol? ¿Sí, no, por qué?" Releo y veo quienes respondieron: la actriz María Vaner, la política Marisa Liceaga, la periodista Valentina, la escritora Beatriz Guido, la psicóloga Eva Giberti y la filántropa Beatriz Gallardo.
Después, mi carrera profesional siguió otro camino. La locución se unió a la vocación periodística y cambié las redacciones por los estudios de radio y televisión. Mi trayectoria en El Gráfico fue breve y modesta. Pero celebro haber estado allí, junto a los grandes maestros que le dieron brillo a esta histórica revista. Y me llena de orgullo haber trabajado con fotógrafos como Speranza, el vasco Legarreta o Alfieri y con diagramadores como Carbalho, Eusevi o Misiti. Fue un aprendizaje que aún hoy me sigue dando frutos.
La prueba es que me animé a preguntarle a Constancio Vigil por qué vendió la revista El Gráfico. Y él me contestó:
-Mi primo Aníbal Vigil era el líder de la empresa… Y murió repentinamente en junio de 1994, poco antes del Mundial de los Estados Unidos, de un ataque al corazón, mientras estaba viendo Roland Garros. Y allí tomé yo el control de la empresa. Aníbal tenía a su cargo la revista Gente y Para Ti y además era el hombre de la Editorial Atlántida en Telefe… Cuando muere Aníbal Vigil yo paso a representar a la Editorial en Telefe… Nuestra participación allí era el activo más importante que tenía en ese momento la Editorial Atlántida. Entonces dejo al hijo de Aníbal a cargo de Gente y Para Tí, que eran las revistas de Aníbal… A mi hijo Costy lo pongo a cargo de El Gráfico, Billiken y Chacra, que eran las revistas que yo manejaba. Me voy a Telefe, que realmente era algo monstruoso y andaba muy bien. El directorio entendía muy poco de televisión y de comunicaciones, salvo el grupo de canales del interior, que tenían el 30 por ciento y gran capacidad de decisión. El grupo Telefe tenía el Canal 11, Radio Continental AM y FM, 11 estaciones de televisión en el interior del país, de las cuales era dueña y la Editorial Atlántida… Eso era ATCO, Atlántida Comunicaciones. Y el grupo Clarín tenía el diario, Radio Mitre, Canal 13 y algunas emisoras de TV del interior de las cuales no era dueño sino que les vendía la programación. Era una lucha cabeza a cabeza, muy fuerte. Y queríamos tener más presencia en el mundo de las comunicaciones Mientras tanto, en ese momento el Canal 9 era 50 por ciento de Ávila y 50 por ciento de unos inversores australianos. Y andaba muy mal. Iniciamos conversaciones con Ávila, fundamentalmente con Luis Nofal. Llegamos a un acuerdo. Ellos se quedaban con el toda la parte deportiva y nosotros nos quedamos con lo que era televisión y radio. Entonces le compramos el 50 por ciento del canal 9. Le pagamos con El Gráfico, con la mitad que teníamos del fútbol de verano en Mar del Plata y con una inversión de tres o cuatro millones de dólares… Y pasamos a manejar dos canales, el 11 y el 9.
-¿Alguna vez te arrepentiste de haber vendido El Gráfico?
-No, pero siempre lo sentí como una cosa que había sido muy mía. Toda mi carrera periodística fue en El Gráfico… Yo empecé a trabajar en 1954 como archivero… Así pude conocer a Frascara y a Borocotó… Y empezó mi contacto con el boxeo, iba al Luna Park los sábados y los domingos… A los 22 años empecé a escribir sobre boxeo, firmando Cecilio de la Vega…Y yo que fui un entusiasta de los deportes, gracias a ser director de El Gráfico vi inolvidables episodios deportivos vinculados a la Argentina… Los campeonatos mundiales de fútbol… Lo vi a Reutemann ganando en Montecarlo… Lo vi a Vilas ganar en Forest Hills… Algo imposible de valorar… Todo eso está entre las mejores cosas que me pasaron en la vida…
El jueves 30 de mayo, el cálido salón Diquint albergará el reencuentro. Habrá abrazos, anécdotas, quizá alguna dificultad para reconocer rostros, también manos que se estrecharán por primera vez y hasta añejos recelos que la emoción se encargará de diluir. Y la foto final, con toda la redacción en el escenario, será la última gran tapa de El Gráfico. La de los 100 años que no pudieron ser.
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