Evita Perón, amada y rechazada por sectores de la ciudadanía con particular y especial pasión, no tuvo descanso ni siquiera detrás de su propia muerte el 26 de julio de 1952. Aunque, con menor intensidad, hoy en día su figura continúa siendo bandera de bandos encontrados. En especial de aquellos que sutilmente enfrentan el papel de Juan Domingo Perón en la historia argentina.
El 22 de julio de 1969, Jorge Daniel Paladino, el Delegado de Perón, escribe a Puerta de Hierro, Madrid: (…) "A propósito de Raymundo Ongaro, aunque él haya adoptado como propia la tesis marxista sobre Eva Perón, el Movimiento no sólo no lo hostiliza sino que –cuando ha habido alguna acción que interesa a nuestra lucha—apoya y secunda sin preguntar dónde ni cuándo. Le ruego que le dedique unos minutos a la tesis marxista sobre Evita que desarrolla Ongaro. La conclusión es muy clara: separar a Eva Perón del peronismo como paso previo para una transformación y utilización posterior."
Esta es la resumida historia íntima sobre la restitución de los restos de la señora de Perón a su esposo a través de algunos documentos extraídos de archivos personales.
La historia más generalizada era que el cadáver de Evita había sido retirado de la CGT por un grupo militar al mando teniente coronel Carlos de Moori Koenig, el 22 de septiembre de 1955, y llevado a la sede del Servicio de Informaciones del Ejército (SIE) en la avenida Callao y Viamonte. Otra versión la dio el almirante Isaac Francisco Rojas en su libro de memorias, cuando dice que el interventor en la CGT, capitán de navío López de Bertodano, reiteradamente le preguntaba: "Señor, ¿qué hacemos con el cuerpo allá?, porque hay que defenderlo de los amigos y los enemigos". Está claro que el vicepresidente de la Revolución Libertadora no sabía de qué hablaba, y que la historia de Moori Koenig es incompleta.
Los restos mortales de Eva Perón fueron sacados de la CGT antes del 22 de septiembre de 1955 por el entonces mayor Jorge Dansey Gazcón, según me lo relato el 23 de noviembre de 2012. Por orden del teniente coronel Moori Koenig tenía que inspeccionar qué pasaba con los restos de Evita en la CGT y al observar el estado de desprotección se los llevó: "Yo diría que fue entre el 21 y 22 de septiembre. Recién el 20 la Junta Militar le aceptó la renuncia a Perón; el 22 se realizó el desfile de la victoria en Córdoba y al día siguiente el general Eduardo Lonardi entro victorioso en Buenos Aires". Dansey amplió con su iniciativa una de las dos misiones que le dio Moori Koenig. La otra fue parar las rotativas del diario La Prensa, el órgano oficial de la CGT.
La operación en la CGT fue llevada a cabo por muy pocas personas, tres militares y dos comandos civiles. Con gran sigilo entraron a la sede sindical de la calle Azopardo, las puertas estaban abiertas, y en un gran salón iluminado se encontraban los restos embalsamados de Evita con una guardia de dos hombres que ni se movieron. Dansey hizo cerrar el féretro y en un vehículo de artillería sin ninguna cubierta se lo llevaron a la sede del SIE (Avenida Callao y Viamonte). En esas horas de rencores muy profundos podía pasar cualquier cosa y el mayor Dansey Gazcón lo salvó de ultrajes mayores. Ya en esa época el jefe militar conocía las desventuras de la dramática política argentina: Dansey era el yerno del general Arturo Rawson Corvalán, el jefe que encabezó el golpe de 1943 contra el presidente constitucional Ramón S. Castillo y no llegó a asumir la Presidencia de la Nación.
Luego de entregar el cadáver de Evita fue dado de pase a la Cancillería casi inmediatamente. Había ido hasta la CGT para inspeccionar y Moori Koenig no le disculpó no haber sido él quien comando esa operación. Luego llegó la hora del coronel Héctor Eduardo Cabanillas y el largo derrotero del féretro por orden de Pedro Eugenio Aramburu.
El destino sería un secreto de Estado pero Juan Domingo Perón estaba medianamente informado. Así lo demuestra en agosto de 1970 con el texto de una carta que le envía al Papa Paulo VI. El texto lo encontré en el archivo del dirigente Jorge Daniel Paladino.
"He reflexionado mucho antes de dar este paso, balanceando mi deber como católico y la responsabilidad contraída con mi pueblo, como fundador de un Movimiento político-social que es, y debe seguir siendo, profundamente cristiano (…) Voy a cumplir 75 años. Quizá sea éste el último servicio que puedo prestarle a mi Patria. Allí en la Argentina que no veo desde hace 15 años, el signo de los tiempos es la confusión. Los pueblos necesitan luz y los hombres nada podemos hacer sin la ayuda de Dios", escribió Perón.
"No tiene otro sentido esta carta que es un ruego. En mi tierra están aún todos los elementos –el hombre, la fe, la esperanza–, para que la Divina Providencia se ejerza con todo su inconmensurable Poder. Algunas debilidades humanas le han quitado a mis compatriotas a la mejor de sus hijas, Eva Perón. El pueblo argentino la necesita (…) Me consta, y desde el fondo de mi alma he dado gracias a Dios por ello, que la intervención de la Santa Sede impidió, en su momento, el sin-destino sacrílego de los restos mortales de Eva Perón", continuó.
"Pretender, como se pretende en Buenos Aires en ciertos círculos de ambición y poder perecederos, construir una negociación con el cadáver, sería un error de imprevisibles consecuencias (…). Nuestra información indica que los restos mortales de Eva Perón están depositados en un monasterio de Italia, a unos 40 kilómetros de Roma. Esta información ha sido completada luego de reconstruir todo el itinerario, desde Buenos Aires y las circunstancias decisivas…", agregó.
"Es probable y seguramente sería lo atinado, que haya que hacer una etapa intermedia entre la revelación del lugar donde descansa actualmente Eva Perón y su definido traslado a la Argentina. Esta etapa podría ser España, con la información y explicaciones debidas a mis compatriotas (…) Humildemente, me inclino ante su Santidad", concluyó.
Como ya se sabe los restos de Evita –luego de descartadas las peores opciones—con el conocimiento del presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu y la intermediación del Jefe de Granaderos, teniente coronel Alejandro Agustín Lanusse y el sacerdote Francisco Rotger, fue trasladado secretamente a Italia y enterrado bajo el nombre de María Maggi de Matristi en el cementerio Mayor de Milán con el conocimiento de Pío XII.
Así pasaron los lustros de una Argentina convulsionada, con su esposo en el exilio y gran parte de la sociedad que preguntaba y reclamaba sobre el paradero del cuerpo. El 29 de mayo de 1970 es secuestrado el teniente general Aramburu y crecen algunos rumores sobre la posibilidad de un canje por el cadáver de Evita. Así lo revela el coronel Francisco Corniccelli, uno de los hombres de mayor confianza de Lanusse, cuando anota en su diario, ese 29 de mayo de 1970: "La bomba la constituyó la noticia del secuestro de Aramburu. Por la tarde, pese al feriado, concurrimos al Comando. Lanusse no descarta una maniobra política. Lo visitaron el hijo de Aramburu y (coronel) Labayru. Estuvo con ellos Pérez Alati. En su opinión hay que tranzar con los captores. Perdí los estribos." Esa noche Lanusse se vio con el presidente de facto Juan Carlos Onganía y se convino en que "la decisión será, llegado el caso, no negociar".
En julio de 1970, el Ejército formula un largo estudio de Estado Mayor en el que sobresale el primer punto: "Determinar el curso de acción más conveniente a seguir con la documentación vinculada con el destino y ubicación del cadáver de Eva Perón" y sostiene que tras el secuestro de Aramburu "personas vinculadas al mismo ofrecieron poner a disposición del CJE (Comandante en Jefe del Ejército) la documentación relacionada con el destino y paradero del cadáver de Eva Perón…lo materializaron el 21 de julio de 1970".
Con el paso de los días sin noticias y el gran desgaste del gobierno por múltiples razones, tras el secuestro es depuesto Onganía y asume Roberto Marcelo Levingston. Bajo el título Análisis del Problema, el documento castrense estima que "lo cierto es que el hecho contribuyó a reactivar el mito de Eva Perón en amplias capas de la población que aún hoy, no comprenden ni disculpan una actitud que no tiene precedentes en la vida del país". Como una manera de resaltar la figura de Aramburu (el que materializó la conservación de los restos) y "consolidar la imagen del gobierno y las FF.AA.", el documento del Ejército llega a la conclusión de que el acto sacrílego debe terminar. Nace así un nuevo panorama: qué titular del Poder Ejecutivo lo habrá de entregar y en qué momento.
El martes 2 de marzo de 1971, Lanusse asumió la presidencia de la Junta de Comandantes en Jefe, e inmediatamente comenzó a pulsar la opinión de los mandos superiores del Ejército sobre el estado del país. La sociedad está cansada, opinó por escrito Alcides López Aufranc, el jefe del Cuerpo III, y Arturo Frondizi, en esos días, daba cuatro variantes al panorama que se vivía: 1) La subordinación de Lanusse a Levingston; 2) Lanusse derroca a Levingston; 3) Que el presidente remueva al jefe del Ejército y 4º) La peor: que no sucediera nada y todo siguiese como estaba.
El 12 de marzo de 1971, tras el "Viborazo" en Córdoba, armado contra el interventor José Camilo Camilo Uriburu, se derrumbó el gobierno de Roberto Marcelo Levingston y el 26 de marzo de 1971 asumió la Presidencia de la Nación Alejandro Agustín Lanusse, el último caudillo militar del Siglo XX. Las Fuerzas Armadas comenzaron a planear entonces una retirada decorosa del poder.
Con la asunción del nuevo gobierno y por exigencia de la Fuerza Aérea es designado embajador en España el brigadier (RE) Jorge Rojas Silveyra quien, entre otras tareas, se lo instruye a que considere con Juan Domingo Perón la entrega de los restos de su esposa.
Entre tantas idas y venidas hacia la quinta 17 de Octubre una visita ingresó de manera desapercibida para el periodismo. El jueves 22 de abril entró un enviado de Lanusse, el coronel Francisco Cornicelli, a quien Perón trataría posteriormente de "Vermicheli". Fueron tres horas de conversación grabadas, con la presencia de Paladino y José López Rega – y más tarde reproducidas en la prensa—en donde, primeramente, el dueño de casa se explayó sobre su obra de gobierno y la actualidad nacional e internacional.
Fuera de toda grabación, en el encuentro en Puerta de Hierro, el enviado de Lanusse entregó dos páginas con un Aide Memoire que llevaba como título "TRATATIVAS" y contenía diez puntos. Eran las pautas para la normalización del diálogo y a estos puntos responderá Paladino en la cumbre con Alejandro Agustín Lanusse, el 25 de mayo de 1971.
Lanusse y Paladino frente a frente: el informe secreto
El 25 de mayo de 1971, según el largo informe de Jorge Daniel Paladino a Perón, por una gestión del coronel Cornicelli, La Hora del Pueblo se reunió con el teniente general Alejandro Agustín Lanusse. El encuentro, como aclaró el Delegado, fue secreto y participaron siete personas: Ricardo Balbín, Horacio Thedy, Paladino, Lanusse, Arturo Mor Roig, Ezequiel Martínez y el general Rafael Panullo, secretario general de la Presidencia. Se hizo con gran sigilo en la residencia de Olivos.
En esa ocasión Paladino trató varios de los temas del listado entregado con Cornicelli en Madrid. Merecen citarse dos y están contenidos en el informe que El Colorado Paladino mandó a Navalmanzano 6 de Puerta de Hierro:
4. LOS BIENES DE PERÓN
Un tema 'tabú', nunca tratado porque nunca era 'la oportunidad'. Lo dije así pero indiqué que alguna vez debíamos mirar las cosas de frente. Y convenía que nos pusiéramos en claro sobre este punto irritante porque íbamos a entendernos viviendo de los odios y resentimientos del pasado. Lanusse tomó una actitud que, me atrevo a asegurarlo, iba dirigida a 'su' público. Dijo que había que distinguir entre los bienes de Perón anteriores a la Presidencia y los bienes posteriores. Por momentos reapareció el 'gorila' químicamente puro y hubo una alusión a 'regalos' recibidos por Perón cuando era presidente que él, Lanusse, no compartía.
Lo dejé hablar e incluso lo animé a precisar su pensamiento. Luego retomé la palabra y fijé esta posición: si entramos a discutir recuerdos, que el pueblo sabe que son calumnias políticas que ya no se pueden mantener seriamente, no vamos a construir nada. El Peronismo entiende tener la verdad sobre este punto y otros, pero no quiere polemizar a menos que sea necesario. Lo importante, lo concreto, lo que nadie puede negar, es que Perón fue presidente diez años y no tiene un peso. Esa es la realidad y lo demás es literatura, sostuve.
Hubo un gran silencio. Los seis se miraron (porque claro, esto de Perón más rico que Creso se metió en muchas cabezas, y sigue estando en muchas cabezas aunque algunos sean hoy 'amigos'), los seis me miraron, decía, después se miraron entre sí y al final asintieron sin palabras. Este punto, mi General, también lo puse sobre el tapete deliberadamente. Porque entiendo que hay que hablar de ciertas cosas para ir limpiando el camino. El hombre que estuvo en Madrid en Abril ya me había dicho que la cuestión de los bienes de Perón 'no iba a ser ningún problema'. Pero como el Justicialismo también tiene 'dos' públicos, preferí tomar el tema delante de nuestros camaradas de La Hora del Pueblo, para que no haya más medias tintas del fruto del pasado. Conclusión: Lanusse también dijo que no iba a haber problemas con los bienes 'anteriores'. Y que se iba a tratar uno por uno los otros casos."
Otro de los fragmentos salientes del informe:
5. RESTOS DE EVA PERÓN
Lanusse aludió a las declaraciones del compañero (Eloy) Camus en San Juan, que en realidad había repetido lo que yo venía diciendo desde hace tiempo sobre el itinerario de los restos de Evita, y los pasos para su restitución al país. Lanusse sugería algo así como una declaración del Movimiento cuyo objeto no alcancé a entender. Sostuve que no, que quien debía hablar y obrar eran las fuerzas armadas, que nosotros habíamos sido muy cautos y excesivamente prudentes. Y que si dábamos una declaración no podríamos evitar mencionar la responsabilidad de las fuerzas armadas en todo esto, incluso con los nombres que intervinieron en los distintos episodios. Que no habíamos querido hacerlo porque el Peronismo contribuía efectivamente, con hechos, a la pacificación nacional.
Lanusse cambió entonces de dirección y habló de la devolución de los restos dentro de las 'dificultades' que había, dijo. Y enfatizó que no debía haber 'ninguna negociación'. Expuso asimismo su temor de que la llegada de los restos al país, y su inhumación, podían crear factores de perturbación. Le expliqué entonces de que si el gobierno jugaba limpio no ocurriría nada de eso. Ni negociación, que rechazaban no solo los peronistas sino todo el pueblo argentino, ni perturbación. Que había una solución ideal que justamente era la que correspondía hacer: Devolverle los restos a su legítimo deudo, el General Perón, en España. Para que el General Perón los tuviera allí mientras permaneciera en territorio español. Incluso podían quedar en España hasta después del retorno de Perón, y hasta tanto se fijara, en suelo argentino el lugar donde definitivamente descansará Eva Perón.
Con la única excepción de cambiar 'general' por 'señor', ya que Lanusse siempre que nombró a Perón dijo `Señor Perón', el presidente aceptó nuestro punto de vista. Aceptó esto de devolver los restos a Perón y en Madrid, lo que me hace suponer que no lo convencí yo, sino que algo en los niveles donde se decide este problema de Evita, está indicando la devolución a Perón como camino más conveniente. De todos modos, mi General, Lanusse de hecho quedó comprometido a dar este paso lo que me parece muy importante porque, aquí es evidente que algunos de nuestros compañeros sueñan con tener el cadáver para sus propios fines.
Cuando nos despedimos Lanusse tenía una cara muy distinta de cuando comenzó la reunión. El general Panullo me dio la mano vigorosamente y me miraba como si fuera un bicho raro. El brigadier Martínez se acercó para concertar la cita con Rojas Silveyra. Después me decían Balbín y Thedy que 'nunca le habían hablado así a los militares', y que, 'no tanto La Hora del Pueblo pero si el Justicialismo se había colocado en posición de poder'. Se confesaron 'muy contentos porque al fin nuestros objetivos son comunes', según sus palabras.
El 8 de julio de 1971, día de la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas, Paladino se encontró con el brigadier Ezequiel Martínez y se la relató a Perón: "Antes de la comida tuve una larga conversación con el brigadier Martínez. Hablamos a calzón quitado. Le planteé todos los puntos que Ud. sabe, mi General, y me dio la razón. Quedamos en que había que prescindir de otros intermediarios y concretar los hechos que queremos directamente con Lanusse. Pero Lanusse se enfermó al día siguiente y esto retrasó todo. Recién ahora hemos concertado la segunda entrevista para el miércoles 21 de julio y, de ahí, pasar a una reunión privada con Lanusse."
En esa reunión privada con el presidente de facto, realizada en la residencia de Olivos, Paladino volvió a insistir con la devolución de los restos de María Eva Duarte de Perón y la convocatoria a elecciones nacionales.
Tras ajustar varios detalles el gobierno militar se puso en movimiento y el viernes 3 de septiembre de 1971, el gobierno de facto de Lanusse cumplió con el permanente pedido del peronismo de que se devolvieran los restos de Evita. La ceremonia se realizó en la residencia de Juan Domingo Perón y se formalizó con un acta en la que firmaron los presentes.
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