Edgar Alberto Domínguez es un abogado venezolano de 42 años nacido en Caracas. Su curriculum vitae dice que se recibió en la Universidad Central de ese país en el 2001 e hizo dos especializaciones en Derecho Procesal. Siendo aún un estudiante, comenzó a construir una gran carrera dentro del poder judicial. Primero trabajó como asistente en un juzgado. Tres años después pasó a desempeñarse como abogado relator en el Tribunal Supremo de Justicia de la capital hasta que en el 2014 ingresó como uno de los apoderados legales del Banco Central de Venezuela, donde estuvo hasta el 2017.
El currículum no solo consigna su vasta trayectoria. En el mismo documento, Edgar cuenta que se vio obligado a dejar su empleo y salir de su país debido a la grave crisis económica y social que sufre Venezuela desde hace varios años. Dice también que hoy vive en la Argentina y que espera que su título de abogacía sea convalidado para poder trabajar acá de lo que más le gusta, aunque aclara que a pesar de eso puede desarrollar tareas en distintas áreas. Solo quiere una oportunidad.
"Emigré de mi país natal por la terrible situación de crisis (de rango humanitario) que afronta Venezuela. Si bien soy abogado con 2 postgrados, 17 años de experiencia y con muchos otros cursos de formación que por espacio no pude incluir (acreditables), acá en la República de Argentina donde me encuentro radicado no puedo ejercer (…); sin embargo puedo garantizar un desempeño efectivo y ser una herramienta profesional valiosa como asistente legal, personal administrativo-jurídico, área de seguros o recursos humanos, ramo inmobiliario o bancario", sostiene Edgar en su CV, en el que se define como "responsable, honrado, educado, organizado, dinámico y proactivo".
Solo con observar su experiencia es suficiente para darse cuenta de que en condiciones normales le alcanzaría holgadamente para vivir bien y sin mayores urgencias en cualquier lugar. Pero no en Venezuela.
Para septiembre del año 2017, su situación llegó a un punto de tal deterioro que a pesar de tener un trabajo altamente calificado en una de las instituciones del Estado más importantes, apenas ganaba 11 dólares por mes. Vivir dignamente se le hizo insostenible y como millones de venezolanos perjudicados por las políticas económicas del gobierno de Nicolás Maduro, tuvo que escapar de su tierra. Desesperado y con un cuadro de trastorno depresivo extremo, Domínguez tomó un avión con el dinero que pudo reunir y llegó a Buenos Aires para luego radicarse en la ciudad de Rosario.
"Mi situación personal me obligó a buscar alternativas porque lastimosamente Venezuela está en una situación de subdesarrollo e involución. Es que por más que haya esfuerzo para preparase, estudiar, no existe la posibilidad de un futuro mejor por más que trabajes", dijo Edgar en diálogo con Infobae. "No hay posibilidad de tener un premio, de comprarse un auto, una tele, darse un gusto. Viajar es imposible porque los pasajes los venden en dólares y como hay control cambiario, no se puede", lamentó el abogado.
Su día a día en Venezuela era insoportable. Según dijo, como casi todos en aquel país, "estaba preso en su propia casa" y los motivos eran varios. El primero era la brutal inflación, que hacía que salir a tomar algo o ir al cine fueran lujos que nadie podía darse. Los aumentos salariales -contó- jamás acompañaron los incrementos en el costo de vida y lo único que podía hacer era trabajar y estar en su hogar. Nada más.
La otra razón fue la inseguridad. Edgar comentó que debido a la crisis económica, los robos se incrementaron exponencialmente. Caminar por la calle se convirtió de repente en actividad extrema. "Brindarte momentos de esparcimiento era complicado por mil motivos. A la par, tenías que escoger entre un fin de semana haciendo literalmente filas de horas y horas para buscar comida o medicinas. Se te iba el tiempo en eso", dijo.
Pero no fue lo único que llevó al abogado venezolano a tomar la decisión de irse. Su mamá, una mujer de 70 años que padece diabetes tipo 2 y osteopororsis grave, necesita una gran cantidad de medicamentos para vivir. Productos que no se consiguen de ninguna manera en Venezuela. El hombre dice que el sistema de salud local está completamente destruido y que enfermarse es casi una sentencia de muerte.
“Cuando hablo con mi madre no quiero demostrarle preocupación. Quiero brindarle esperanza de que vamos a estar bien y vamos a estar juntos pronto”
"Mi madre enfermó. Tiene que tomar medicación constante y para poder brindársela tuve que emigrar y desde acá se la mando. Es muy complicado encontrar medicación en Venezuela, desde una pastilla para el dolor de cabeza hasta drogas de más complejidad. Mamá tiene que tomar nueve al mes. En Venezuela lastimosamente las personas que alcanzan determinada edad no cuentan con protección del Estado", señaló.
Cuando se toca el tema de su madre, Edgar se quiebra. Es su punto débil. Sabe que al ser solo ella y él en la familia, la situación de la mujer depende de lo que pueda hacer desde Rosario. Y no es para nada fácil. Trata de comunicarse todos los días para saber cómo evoluciona su salud pero también cómo transcurre el drama en su Venezuela natal. Con lo poco que puede juntar, lo primero que hace es mandarle dinero y los medicamentos que necesita. Pero su objetivo de fondo es otro: traerla cuanto antes a la Argentina para ofrecerle los cuidados que "ella se merece". No siempre pueden charlar. Debido a los constantes cortes de luz programados en el país caribeño, que se extienden hasta por ocho horas diarias, la comunicación muchas veces es imposible.
"Cuando hablo con ella no quiero demostrarle preocupación. Quiero brindarle esperanza de que vamos a estar bien y vamos a estar juntos pronto", dijo Domínguez, quien tuvo que interrumpir el diálogo por varios segundos por el llanto que le genera estar lejos de casa y de su mamá. La última vez que la vio fue en septiembre del año pasado, cuando él viajó a Caracas para poder apostillar algunos documentos y así avanzar con la homologación de su título de abogado. Necesita urgentemente cambiar de trabajo y mejorar sus ingresos.
La vida en Rosario, peluquería canina y el difícil trabajo de delivery
A diferencia del grueso de los inmigrantes venezolanos que llegan al país, Edgar eligió Rosario por sobre Buenos Aires. Lo abrumó el tamaño de la capital argentina y los costos que se manejan. También lo espantó la brutal competencia que hay para conseguir empleo y veía en la ciudad santafesina un destino más apropiado para lograr su propósito. "Yo ya había visitado Rosario en 2011 cuando vine de vacaciones con mi mamá y me gustó. Conocí gente acá, así que no lo dudé", comentó.
Cuando se decidió a emigrar, primero investigó posibles destinos y basado en la política migratoria de cada uno, optó por la Argentina. "Vi que en Chile o México, por ejemplo, empezó a haber problemas con la inmigración de venezolanos. Pero no acá. Argentina ha sido un país que ha brindado solidaridad migratoria y aprovecho para dar un agradecimiento a la Nación y a todos los argentinos por su receptividad y porque no he sentido discriminación alguna", remarcó.
Domínguez siempre supo que por su profesión, conseguir empleo no es tarea sencilla. No es lo mismo un abogado que un ingeniero, un médico o un matemático. Para dedicarse a las leyes se necesitan conocimientos específicos del lugar donde se estudia y se ejerce. Al vivir en la Argentina, Domínguez está en desventaja. Por eso se animó a aconsejarle a aquellos que quieran viajar a otro país que aprendan un oficio que les permita subsistir de entrada. "De haber sabido lo que iba a pasar, hubiese hecho otra cosa", lamentó. Y fue justamente una actividad de ese tipo la que le permitió mantenerse en su primer año en el país: la peluquería canina.
Edgar, por hobby, aprendió hace años en Venezuela a cortar el pelo de los perros y durante casi toda su estadía vivió de eso. Incluso, logró tener varios clientes y hasta estuvo a punto de formar su propio negocio, pero por los requisitos que le exigían para alquilar un local, le fue imposible. Fue entonces que resignó su sueño y ante la necesidad, dio un nuevo vuelco en su vida y entró a trabajar en noviembre pasado en una empresa de delivery. Debía tener ingresos de manera rápida y este servicio se lo permite.
“Estamos en Venezuela próximos a salir de esta pesadilla que ya duró dos décadas”
Dedica hasta 11 horas por día para hacer entregas a domicilio y todo lo que logra reunir es para ayudar a su mamá. Pero cada vez va siendo más difícil. El hombre reveló que sus ingresos oscilan entre los 15 y los 20 mil pesos y que ganar un buen dinero depende de la cantidad de horas que se destina por día. Además, la inflación en la Argentina también le juega una mala pasada por estos tiempos y, según dijo, cada vez está más lejos traer a su mamá.
Su trabajo le demanda un gran esfuerzo físico. Si bien logró ahorrar dinero y comprar una moto (la mayoría de los trabajadores de delivery se movilizan en bicicleta), no la está pasando bien. Las condiciones laborales son muy precarias y está a la deriva. No es un empleo que le ofrezca seguridad.
Por eso es que en varios de los delivery que hizo, comenzó a entregarle a varios de sus clientes una nota de presentación en la que pide alguna oportunidad de empleo más acorde con lo que él sabe hacer y que le permita simplemente ganar más. Fue una clienta la que viralizó su situación para darle una mano y con la que ya algunos lo llamaron. "Le agradezco mucho a esta chica que sin ser mi amiga, decidió darme ayuda. Le llevé un combo de hamburguesa y le conté mi historia. No tenía por qué hacerlo y lo hizo", relató el abogado de 42 años.
En los más de 18 meses que lleva viviendo en Rosario, Edgar primero vivió en un hostel, luego logró entrar en una residencia estudiantil y hace poco se mudó a un monoambiente. "No pensé que mudarme solo iba a ser tan costoso. Hoy mi capacidad de ahorro es nula. Todo se va en expensas, servicios y en mantenerme. Vivo con lo justo. Pero voy a seguir hasta traer a mi mamá. Por eso la urgencia de que convaliden mi título y encontrar algo mejor", reiteró. El hombre "pretende un trabajo en donde no ponga en riesgo su vida arriba de una moto". Simplemente quiere un empleo de oficina, de los que estaba acostumbrado a hacer en Caracas. "Ya no tengo 20 años para hacer esto", aclaró.
El futuro de Venezuela
Los hechos de los últimos dos días en Venezuela le dieron una pizca de esperanza a Edgar de que el chavismo podría llegar a su fin. Es consciente de que va llevar algún tiempo pero considera que el alzamiento de Juan Guaidó contra el gobierno de Maduro podría ser el comienzo de un cambio.
En ese sentido, dijo: "Le pido a Dios que nos dé una mano. Parto de la idea que una buena política implica la posibilidad de varias formas de pensar. Que el político no se encadene en el puesto. Que exista la posibilidad de que haya distintos puntos de vista. De eso se trata una democracia".
Para el abogado, lo que pasó el martes "le genera una expectativa mayor". "Estamos bastante ilusionados y esperanzados en que algo tenga que pasar. No solamente este tipo de reacciones son favorables sino que la comunidad internacional está despertando. El apoyo internacional es y siempre será una ayuda profunda para estas situaciones. Estamos próximos a salir de esta pesadilla que ya duró dos décadas", vaticinó.
En 2018, la migración venezolana a Argentina se incrementó en más de 100% y trepó al primer lugar del ranking de radicaciones de extranjeros en el país. Si se compara el número con las de 2016, la cifra se quintuplicó, según datos de la Dirección Nacional de Migraciones.
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