Lo que mi perro me enseñó

El aprendizaje y las historias de cinco perros que llegaron a las vidas de cinco personas para cambiarlas por completo

Otras historias de amor. Un grupo de mujeres y sus perros cuentan cómo mutuamente cambiaron sus vidas.

Mora, Reina, Merlina, Gala y Wayne son los cinco perros que llegaron a la vida de cinco mujeres y sus familias para cambiarlas para siempre. Aprendieron a conocerse, compartieron experiencias asombrosas y también momentos de tristeza, como en cualquier amistad. Hoy tienen un vínculo inquebrantable.

Los miembros peludos de la familia llegaron temerosos y se convirtieron en los dueños de la casa, en los indiscutidos protagonistas de las vidas de quienes los sumaron a sus hogares. Reyes por antonomasia, además de brindarles amor incondicional a "sus humanas" les dejan grandes enseñanzas que recordarán por siempre.

Laura, Cristina, Adriana, Claudia y Malala contaron a Infobae qué les enseñaron sus perros.

Amar sin pensar en lo que pasará

Laura y Mora

"Mora me enseñó a amar sin pensar en un futuro", dice Laura Ripoll emocionada mientras acaricia la barbilla de su perra galgo rescatada, según cree, de las carreras de perros.

Ese amor en tiempo presente se debe a que Mora es adulta y el tiempo en la vida de los animales es mezquino. "Ella tiene sus años ya, tendrá 7, y uno piensa que la va a disfrutar poco. Lamentablemente, es algo que va a suceder; pero uno aprende a pensar quién lo necesita más en lugar de pensar qué necesita más uno".

La perra de pelaje negro y barba canosa llegó a la vida de Laura cuando le abrió la puerta de su casa para ofrecerle cobijo al verla con marcas en su lomo y restos de perdigones en su cuerpo.

Mora fue utilizada por galgueros y aún tiene perdigones en su cuerpo. Pese a todo enseña el amor incondicional y sin limites de tiempo.

Fue tal el amor que sintió la familia por la perra y el que ella les demostraba que no pudieron separarse. "Ella nos eligió a nosotros, no nosotros a ella", asegura la rescatista y reconoce: "Nos enamoramos y no pudimos darla".

Pensando, justamente, en el pasado de Mora y en la capacidad que tuvo para reponerse y volver a confiar en el ser humano, Laura cuenta que de ella aprendió a perdonar. "Me enseñó el perdón, la capacidad de perdonar al humano por todo lo que le ha hecho, que fue bastante".

“¿Somos realmente merecedores de tanta grandeza?”

Intentándo ponerse en el sentir de su animal, Laura pregunta: "¿Somos realmente merecedores de tanta grandeza? Nos queda esa duda. Ella me enseñó que algunos podemos aspirar a ser merecedores de la grandeza que ellos nos brindan".

Vivir el presente

Malala y Wayne.

"Wayne me enseñó a vivir el momento presente", reconoció Malala Fontán sobre el aprendizaje que le dejó el perro que adoptó hace 6 años luego de haberlo rescatado cuando lo vio atropellado y dejado a un lado en la calle.

"Llegó a mi vida hace ya 6 años, le di tránsito porque le iban a practicar la eutanasia en la Facultad de Veterinaria. Lo habían atropellado y no tenía solución", recuerda acongojada.

El recorrido que inició junto a Wayne era desconocido puesto que nunca antes se había hecho cargo de un perro con parálisis en la mitad de su cuerpo. "Al principio fue un camino muy desesperado porque me daba cuenta de que no iba a recuperar su caminata y me empecé a desesperar. '¿Qué voy a hacer con él?' ¡Para mí la eutanasia no era la solución!"

Con el paso de los días, la relación entre Malala y Wayne se fortaleció y, como nadie se ofrecía a cuidar del animal que ya se había acomodado en la casa de la ex fotógrafa de moda que cambió su vida cuando decidió dedicarse a defender los derechos de los animales, la decisión fue clara.

Wayne fue atropellado y la parte trasera de su cuerpo está casi inmóvil. Él enseña a vivir el presente.

"Decidí adoptarlo. Él se adaptó muy rápidamente a su situación de vida y yo me adapté rápidamente a tener un perro discapacitado y a que tener un perro discapacitado es tener un perro más", asegura Fontán en el parque de la Facultad de Veterinaria mientras esperan el momento para que Wayne ingrese al consultorio donde recibir acupuntura, el tratamiento que lo ayuda a paliar sus dolencias musculares.

Mientras lo mira con una mezcla de emoción y orgullo, Malala afirma: "Lo que Wayne me enseñó es a vivir el momento presente, a que no necesitamos tener nuestras piernas funcionando bien o a que si nos falta algo en nuestra vida, la vida continúa. Es posible salir a comer, jugar, salir a pasear, dormir, pasar buenos momentos, enojarse… ¡porque es un cabrón! Es cabrón con el resto de los perros y conmigo cuando no le presto toda la atención que él quiere porque es el rey de la casa".

A diferencia de lo que quizás creemos, los perros con discapacidades no sufren el tormento por esa incapacidad como puede llegar a sentirlo una persona.

"Lo que tienen los perros discapacitados, o cuando les falta una pata, es que ellos no piensan en su condición de discapacitados, no tienen autocompasión. Ellos viven el presente y eso es lo más maravilloso de los animales. ¡Viven el presente sin cuestionarse si merecen la pena vivir sea discapacitado o no!", asegura.

Volviendo la vista atrás y al día en que el perro lanudo llegó a su vida, recuerda cómo la cambió. "Él pasó de ser el perro problema a ser mi hijo preferido. Básicamente era '¿Qué voy a hacer con esto?' Y ahora es '¡No puedo vivir sin él!'", finaliza.

El don del perdón

Adriana y Merlina

Adriana Curiale y su familia viven con Merlina desde hace dos años y después de que perdieran a otra perra de 14 años. El triste momento del duelo fue acompañado por la llegada de la perrita galgo que necesitaba un hogar donde curar sus propias heridas.

"Cuando la vimos con mi marido nos enamoramos de ella porque es muy equilibrada. Ella —dice la mujer mientras la acaricia debajo de sus ropas verdes— me ayuda a bajar varios cambios cuando vengo de la calle bastante pasada".

“Merlina me enseñó lo que es el perdón”
Merlina conoció la crueldad humana pero enseña a perdonarlo todo.

Merlina llegó a la vida de Laura Ripoll, su rescatista, "con secuelas emocionales muy feas". "En casa la habíamos querido jugar de atrás —cuenta Adriana mientras recrea la acción a la altura de las caderas de la perra— ¡y gritaba como si la estuvieran matando! Me propuse cambiarle esas actitudes porque me parecía que en casa ya no tenía que tener miedo por nada… De a poco se fue recuperando", describe Adriana y asegura que hoy "es una perra sumamente cariñosa y muy compañera".

"Sé que ella sufrió muchísimo y me di cuenta de que con nosotros se dio cuenta de que tenía una familia", dice feliz y reconoce admirada: "Ella pudo perdonar que un ser humano le haya hecho todas las cosas que le hicieron".

Merlina, a diferencia de otros perros, se rescató a sí misma. Nadie sabe de dónde salió, pero sí que se escapó de un lugar donde la tenían para atrapar presas cazadas y que corrió hasta la oficina de una mujer que rescata galgos en el interior de la provincia, como si supiera que allí estaría a salvo.

Destacando el carácter y nobleza de su perra, y de la especie en general, Adriana finaliza: "No sé si los seres humanos son capaces de superar situaciones como para perdonar y ellos perdonan".

Confiar a pesar de todo

Claudia y Gala.

Gala llegó a la vida de Claudia Molinari hace poco más de 6 meses y trajo consigo el poder de hacerle perder a la mujer el temor de adoptar a una perra que no fuera cachorro.

"Llegó y en un día ya estaba acostumbrada a toda mi vida. En un solo día supo dónde acomodarse y me enseñó a perder el miedo a incorporar a un animalito adulto a casa", confía Claudia y sorprendida sigue: "Y lo hizo más rápido que un humano. Enseguida encontró su lugar, enseguida me trató como parte de la familia".

Gala demostró que los perros más grandes tienen mucho para enseñar.

Mientras la mujer habla la perra la mira, se pasea a su lado y finalmente se tumba ofreciéndole sus patas largas para una caricia.

"Gala me enseñó a confiar más rápido", asume sonriendo mientras se cruzan en una amorosa mirada. "Es una experiencia intransferible cuando te miran", finaliza.

La perra, según le contaron, era utilizada en la cacería de animales chicos, como las perdices.

Respetar los tiempos y los espacios

Cristina y Reina.

"Reina me enseñó a darle tiempo", cuenta Cristina Nirino apoyada sobre la verde pared del atelier donde trabaja con ropa destinada a vestuario mientras mira a los ojos de Reina, su perra, con la que pasa horas en ese lugar.

Al momento de sumarla en su vida, Cristina sabía que la perra venía con miedos a cuesta y el deseo de estar sola: "Los primeros días fueron increíbles, pero después de la primera tormenta no me pude acercar más. Yo sabía que venía con esas reacciones", recuerda la mujer y señala que lo emocional no era la única lesión que arrastraba.

Llegó sin poder apoyar una de sus patas traseras. Aparentemente se quebró corriendo y así la dejaron tirada. La pata soldó sola con uno de sus huesos en una mala posición, cosa que generó que no pudiera pisar bien.

Reina se quebró una pata corriendo carreras. Le costó volver a confiar en el ser humano, pero lo logró y enseña a saber respetar los tiempos del amor.

"Al principio me impactó ver la secuela del dolor y del miedo porque así como es de cariñosa hay cosas que nunca va a permitir, como que le pasen cosas por el cuello, y eso es claramente ver el trauma en un ser vivo y también es ver cómo de a poco empezó a confiar", reflexiona la mujer.

Asimismo, confiesa que el tiempo fue un factor fundamental para afianzar la relación entre las dos: "Tuve que darle mucho tiempo y tener mucha paciencia. Le hicimos tratamientos diversos, incluso para el miedo porque daba mucha impotencia verla asustada y que no deje acercarse para calmarla".

En este caso, el aprendizaje de Cristina con Reina fue un poco más allá porque ella se reconoce hoy con otra posición en la vida: "Aprendí de mí que era capaz de darle muchas más cosas de las que podía darme a mi misma", finaliza.

Las cincos historias están rodeadas de mucho cariño, de emoción por el recuerdo del día que sus vidas se unieron y de la nobleza de aprender mutuamente que el amor tiene otras facetas.

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